BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CATARSIS POR BARRÍOS

Mario Antonio Turcios Flores


 


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Capítulo 3: La Profe

Uno de los gremios, históricamente comprometidos con los sectores pobres de El Salvador; es el sector docente. Entre los años 60´s y 70´s del siglo pasado este sector se consolidó y también sembraron “semilla de mártir” a la lucha social.

Mis primos, maestros de vocación comunitarios, trascendieron las aulas y entregaron sus vidas por sus convicciones y junto a ellos “la profe Miriam”. La maestra que me enseñó que yo tenía derechos y deberes.

La profe Miriam, era una joven my elegante, alta y piel blanca, de ojos claros y cabello largo color castaño. Sonreía siempre sin importar las adversidades de la vida. Su presencia nos inspiraba confianza y alimentaba las esperanzas de que un día fuéramos libres.

Corría 1973; a mis escasos seis años, junto a mis amigos, como muchos escolares de hoy, recorría valles, montañas, atravesaba ríos para ir a la escuela. La escuela quedaba a una hora, caminando por veredas, cada día ir a la escuela, que se ubicaba en el cantón vecino La Jagua, era una aventura. Junto a mis amigos nos divertíamos en el recorrido.

En ese centro escolar sólo había hasta segundo grado, éramos pocos; de tercero al sexto deberíamos asistir a la escuelas de otros cantones alrededor. Era la situación cotidiana en la zona rural; la cobertura escolar no era total, incluso hoy en día, la carencia de maestros era evidente. Tanto los docentes como los estudiantes deberíamos caminar grandes distancias para entrar en los procesos educativos.

La deserción escolar fue la culpable en muchas ocasiones de que yo caminara sólo por aquellas veredas; esa deserción secuela de la pobreza; expresada en las enfermedades, en el hambre o la necesidad de los adultos de auxiliarse de los niños y las niñas en las tareas del campo o la casa.

No era fácil viajar solo en esos montes, ahí conocí el miedo; aun con mis amigos, teníamos miedo de encontrarnos con los coyotes o una persona mal intencionada, o con los malos espíritus de los cuales se comentaba que asechaban a las personas en las orillas de los ríos y que asustaban con sus burletas.

Sin embargo, eso no era un obstáculo que nos impidiera asistir a clases , el problema más grande era cuando llegaba época de invierno, las torrenciales lluvias eran incesantes, las correntadas se desbordaban en las quebradas y las corrientes de agua desembocaba en el Rio Grande, generando repuntas que nos impedía cruzar el rio, por eso casi nunca lográbamos finalizar el año escolar , pues cuando la época de invierno caía ya no podíamos ir a la escuela y dejábamos a medias el estudio y nos tocaba el próximo año repetir la misma historia.

¿Pero cómo llegó la profe Miriam a mi vida?..Recuerdo una madrugada, como siempre bajé a bañarme al río, regrese a casa y desde mi ventana, mientras observaba el horizonte esperando la salida del sol, vi de pronto, frente a mi aproximarse a una linda dama, esa jovencita era la que desde ese momento nos enseñaría lo que más necesita un ser humano y que siempre se nos ha negado “la educación” o se vuelve inaccesible para los sectores más desprotegidos.

Se llamaba “Miriam” fue asignada para atender del primer y segundo grado en Barrios, pero no se quedó por mucho tiempo, ya que luego la trasladaron a el caserío la Cañada, siempre perteneciente al cantón Nombre de Jesús. Ese traslado fue con el objetivo de poder llevar educación a más niños y niñas que vivían cerca del lugar.

Igual nos tocaba caminar una hora a pie para llegar a la escuela, la ventaja era que ya no cruzaríamos ríos, pero sí algunas quebradas que cuando llovía se crecían y se convertían en un riesgo.

La profe nos visitaba siempre, ella acostumbraba a acercarse a la comunidad, conversar y ayudar a las familias del cantón, todos nosotros la queríamos mucho. No era una tarea fácil para los profesores como la niña Miriam, encargarse de la enseñanza en las zonas rurales, ya que se veían obligados a caminar largas distancias a pie, o montados a caballo, se debía tener mucha convicción, amor por la niñez y conciencia clara de la realidad actual en su momento. Los maestros y maestras al responsabilizarse de la educación estaban aceptando sufrir junto a los más desprotegidos.

Sufrían las adversidades e inclemencias al lado de los más pobres; no podían ser indiferentes a las injusticias de algunos ricos hacia los pobres. Estos hombres y mujeres sufrían en carne propia el dolor, hambre y frio, y por si esto fuera poco, también sufrían las enfermedades. Enfermedades inseparables de la niñez rural, que muchas veces los llevaban a la muerte. Faltaban maestros y maestras para atender el “hambre de educación”, pero los ausentes eran médicos o más bien carecíamos de las atenciones básicas para todo ser humano.

Sin embargo la profe hacia todo lo que estaba a su alcance para mitigar el dolor de la comunidad de Barrios y a la vez luchaba por sacarnos de la miserable condición de ignorancia en la cual estábamos hundidos. Pero luego recibimos una mala noticia, la profe seria trasladada a otro cantón. En 1975 fue trasladada, al cantón San Pedro Carrizal.

Yo estaba dispuesto a trasladarme con ella a San Pedro Carrizal. Yo extrañaría mis compañeros de estudio, muchos de ellos ya no irían a la escuela, tendrían que unirse a sus padres e ir a trabajar con la cuma y otros irían a fabricar cumas y machetes, ya que sus padres eran herreros, vendían sus productos en el mercado de San Miguel.

Recuerdo a mis mejores amigos: Martín, a su hermano y Juan ángel. Todos juntos íbamos al río a bañar, nos llevábamos horas y horas jugando en la arena a la orilla del río, nos subíamos a los árboles y luego nos lanzábamos de cabeza a la posa Nos divertíamos, hacíamos competencias, quien hacia el mejor clavado. Nunca olvidaré aquel tiempo.

En San Pedro Carrizal sería totalmente distinto, ahí ya serian nuevos profesores y nuevos compañeros, pero yo fui muy afortunado me tocó la misma profesora: la profe Miriam. Para la profe Miriam todos éramos especiales, pero yo era su consentido.

A la nueva escuela asistíamos mis dos hermanos y yo; Alfonzo hacia 6º- grado y Armando hacia 5o grado. En esa escuela sólo había hasta 6º- grado, y como éramos más alumnos, habíamos organizado un equipo de futbol de varones y las muchachas conformaron un equipo de softbol. La profe era quien organizaba los torneos.

La profe hacia del deporte una fiesta comunitaria, movilizaba a los jóvenes de los cantones vecinos: San Antonio Chávez, San Pedro Río Seco, San Pedro Carrizal, La Jagua, El Chorizo, El Llano Santiago, Las Conchas, La trinidad, La Cañada y Barrios. No había escuela en la mayoría de cantones, pero si había jóvenes y así La profe aprovechaba para acercarse a la juventud.

Todo este ambiente fue muy lindo y lleno de paz, armonía y tranquilidad hasta 1977, pero luego las cosas cambiaron, pues la injusticia social era cada día más dura y los ricos comenzaron a confrontar al pueblo, reprimiéndolo a través de la Fuerza Armada. Los campesinos, los obreros, estudiantes y profesores se manifestaron en contra de esa opresión e injusticia de las clases más poderosas de El Salvador.

La profe se identificaba con el pobre compartiendo su dolor, no tardó en convertirse en la lideresa idónea del lugar, y comenzó a reclamar por nuestros derechos y a denunciar las injusticias cometidas en contra de nosotros, y no temía por las amenazas en contra de su vida, llamaba por su verdadero nombre al opresor: “la oligarquía” que cada vez más hundía en la miseria al pueblo salvadoreño.

Los profesores con frecuencia eran detenidos e interrogados, al principio los guardias que venían de Montecristo se apostaban en los desvíos o cruces del camino, y cuando los profesores llegaban al lugar los guardias los detenían, les pedían sus documentos de identidad y les hacían largas interrogaciones.

Llegó un momento en que sólo les interrogaban, les amenazaban y durante sus jornadas en la escuela, los guardias rodeaban en forma silenciosa el plantel escolar y cuando los profesores salían de la escuela y se iban a sus casas los guardias los perseguían y rodeaban sus hogares hasta el amanecer. Sin duda esa situación era una verdadera pesadilla para los maestros y la vecindad.

En una ocasión se llevaron a la profe y la abandonaron en una casa toda una noche. Después ella nos describía como la interrogaron toda la noche y amenazaron de muerte, le dijeron que si ella no colaboraba le sucedería igual que a su amiga; que la torturaron, quemándola con cigarros encendidos y con la punta del diatagan, el mismo que penetraron en sus genitales. Todo eso sucedió en San Miguel, su amiga se llamó María Ramos.

Le advirtieron a la profe que desapareciera del cantón pero ella hizo caso omiso y siguió arriesgando su vida en las aulas.

Oscar y Amílcar Turcios fueron mis primos, eran profesores y los hijos de mi tía Matilde; ellos se desempeñaban como docentes en la escuela de Las Conchas del cantón Santa Anita y caserío Las Conchas. Ambos compartieron una profunda amistad y sus años de formación docente con la profe y además compartían sus convicciones revolucionarias y el sueño de una nación solidaria y justa.

Oscar y Amílcar, con frecuencia habían recibido amenazas de muerte y en dos ocasiones los habían arrestado, estuvieron incomunicados y fueron torturados; pobre tía como lloraba por sus hijos junto a la profe. Ambas imploraban a Dios para que los verdugos y sicarios liberaran a los muchachos. En dos ocasiones pareció que sus oraciones fueron escuchadas, pero cada vez que los liberaban junto a ellos venia un claro mensaje a la profe: “la próxima sería ella”, si no desistía de sus convicciones.

Esa persecución hacia mis primos terminó en 1980; justo cuando estalló la guerra que se recrudecería en los próximos años. Mis primos fueron víctimas del “carnicero de San Miguel”, llamado Lalo Reyes, este fue un hombre alto, piel blanca y pertenecía a los Escuadrones de la Muerte, en el departamento de San Miguel era el hombre de confianza del fundador de esos grupos paramilitares; el mayor Roberto Dabuisson. Lalo Reyes ejecutaba las órdenes de Dabuisson al pie de la letra. El mayor era su dios y Reyes era su discípulo.

Lalo Reyes tenía fama de sádico, desapareció a mis primos por ocho días, los torturo, arrancó sus uñas y cercenó sus ojos, les desfiguró el rostro y los golpeó hasta la muerte.

Los cuerpos sin vida y visiblemente torturados de mis primos aparecieron en el desvío de Agua Fría camino a Comacarán, cerca de San Miguel. Atado a sus cuellos tenían un rotulo cuya leyenda era una advertencia para la profe: la próxima víctima sería ella.

El terror se apoderó de la profe Miriam. Los recuerdos llegaron a su mente; ante ella estaban inertes sus amigos, victimas del sistema, sus amigos y compañeros de lucha, con quienes compartió aula y sueños, sus mejores momentos de estudiante fueron con ellos. Parte de su vida se iba con Oscar y Amílcar. Ella los llevaría para siempre en su corazón.

Corazón que se endureció desde ese momento para continuar con la revolución. Con el vil asesinato de Oscar y Amílcar la oligarquía también cercenaba a la educación; decenas de estudiantes ya no tendría a sus maestros. El asesinato de maestros fue el “pan de cada día” en aquellos tiempos de guerra. En el mejor de los casos los docentes fueron víctimas del exilio.

La profe Miriam abandonó el plumón, cambió las aulas y tomó el fusil, no tuvo opción, desde ese momento la profe se unió al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) comandado por Joaquín Villalobos. Seria ella una de las piezas más importantes en el área política, su labor estaba orientada a la concientización del pueblo, junto a ella se sumó mi hermano Alfonso, quien adoptó como seudónimo Rodolfo. Alfonzo-Rodolfo fue alumno de la profe.

En los días en que asesinaron a Oscar y Amílcar, también asesinaron a mi hermano Armando, de apenas 17 años de edad, fue torturado, su cuerpo sin vida apareció en la Cuesta del Capulín camino a la playa El Cuco. Para los tiempos del conflicto armado (1980-1992) fue frecuente el aparecimiento de cadáveres con claras señales de tortura y mensajes de advertencias, en carreteras, cruces de camino, basureros y otros lugares.

Alfonso-Rodolfo no perdonaría nunca el asesinato de nuestro hermano, juró vengarse y reivindicar la memoria de todos aquellos y aquellas mártires que soñaron con una sociedad más humana con espacio para todos. Maestra y alumno se verían las caras en la “escuela de la vida”, esta vez como compañeros de lucha, en lugar de cuadernos y tizas de yeso, borradores y bolígrafos portarían fusiles y escribirían juntos las páginas de la revolución salvadoreña.


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