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INVERSION EXTRANJERA EN EL DESARROLLO DE LA REGION MINERA DE ANTOFAGASTA (CHILE): HISTORIA Y PERSPECTIVAS.

Jan José Cademartori D.



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11.4 EVOLUCION DE LOS SALARIOS REALES Y PRODUCTIVIDAD.

En una sección anterior se han comparado los salarios nominales de la RA con los del resto del país. En esta parte se compara la evolución de los salarios reales de la RA durante los años noventa con su productividad. Ya que no hay índices de precios por cada región, se usa el mismo índice IPC para todas las regiones, asumiendo entonces que los precios relativos entre las regiones de Chile se han mantenido constantes 496.

Cruzando las variables "ingresos de la ocupación principal" y "Regiones" en los trabajadores dependientes se obtuvo que: a) Entre 1990-2003, la media de los salarios de la RA ha progresado a una tasa promedio anual de 1,1%, una cifra modesta en relación al promedio nacional (1,6%). b) Este crecimiento se debe principalmente al boom del período 1990-1998, pero ni siquiera en este período, el crecimiento fue mayor que a nivel nacional.

En esta evolución influyó el incremento del salario mínimo legal (Anexo A.5). Entre 1990 y 2000, éste aumentó en un 72% contra un 55% del producto por ocupado y 44% del salario medio estimado por el INE en el mismo período497. El efecto salario mínimo en Chile permite explicar el alza de los salarios del tramo inferior de la RA. Ello no ocurrió como resultado espontáneo del boom de IED aunque debe admitirse que ésta pudo haber influido indirectamente gracias a una mayor estabilidad macroeconómica498.

Desde otro ángulo, cabe preguntar por la relación entre los salarios y la productividad. Los avances en productividad son vistos por la mayoría de los economistas como el único instrumento sostenible para superar la pobreza. Por otro lado, los cambios tecnológicos suelen provocar molestias a los trabajadores tales como: costos de adaptación, aumentos de la intensidad de la jornada de trabajo, contratos flexibles, despidos, traslados, capacitación fuera del horario normal, cambios en los turnos de trabajo, etc...

Vale la pena recirdar que, entre los años 1990 y 2000, la productividad casi se ha duplicado. En el sector minero, la productividad del año 2000, ha triplicado la del año 1990. A comienzos de la década la productividad de la RA era 2,23 veces la del resto del país. Sin embargo, a finales de la década esta proporción había aumentado a 2,61.

Se compararon las series de productividad por ocupado contra los salarios (deflactados por IPC) de la base de datos CASEN. Además se agregó la serie de ingreso por ocupado del INE. Así el gráfico 11.4.1 evidencia la brecha desfavorable para los trabajadores entre productividad y sus ingresos nominales corregidos por el IPC de Santiago.

Este rezago también alcanza a los trabajadores contratados directamente por las empresas mineras. En el gráfico anterior se muestra una leve caída en los salarios reales del sector minero de la RA con base en CASEN, y un aumento muy inferior a su productividad con datos del INE. Con otra fuente de información se corroboran estos resultados. Las remuneraciones reales del trabajador minero en Chile (INE), se incrementaron en el período 1990-1997 en apenas cerca de un 7%; al año 2000, éstas habían caído cerca de 19% respecto a la remuneración del conjunto de los trabajadores chilenos del año 1990500. En otras palabras, la precarización del empleo ha sido un instrumento eficiente para controlar las demandas salariales en ambos sectores de la minería, el primario y el secundario, generando una apropiación asimétrica de los frutos de la mayor productividad a pesar de los costos humanos que implica la reorganización de los procesos productivos.

11.5. SALARIOS, DESIGUALDAD Y POBREZA.

En la sección anterior se analizaron promedios salariales. Sin embargo en el año 2003, la media de los salarios tenía un coeficiente de variación de 90% en torno al promedio (Cuadro A3 en Anexo). Así, 66% de los hogares de los trabajadores de la RA presenta un ingreso inferior al promedio.

Esto induce a preguntar si los salarios son suficientes para llevar una vida decente. La respuesta es compleja a causa de las conocidas dificultades para definir vida decente. El gobierno mide la pobreza multiplicando por dos el valor de una canasta básica de alimentos. Si aquello fuese cierto, la pobreza de la RA (13,2% en 1998) sería comparable a la de países considerados desarrollados: 15% para Bélgica en el año 2005 501.

Esta paradoja se explica por una serie problemas metodológicos (Capítulo 12.3). Intuitivamente hablando, la mayor parte de los salarios parecen insuficientes para atender las necesidades básicas. Como se ha expuesto antes, buena parte de los servicios básicos han sido privatizados o siguen las mismas pautas de rentabilidad. Muchos trabajadores son originarios de otras regiones del país, deben gastar en visitar a su familia y mantener comunicaciones telefónicas. Estos antecedentes sugieren que la mediana salarial de la RA es incapaz de financiar una canasta básica.

El Cuadro A.4.2 justifica esta intuición de manera sistemática: * El costo de la canasta mínima comprende: alimentación, vivienda, transporte y comunicaciones, vestuario y otros servicios básicos en el año 2000. * En los alimentos se consideraron únicamente 27 bienes que forman parte de la "canasta mínima de los pobres" elaborada antes por el Programa de Economía del Trabajo (PET). Estos cuestan $28.746 por persona mientras el valor de la canasta usada para determinar pobreza oficial es de $20.281 * Esta canasta excluye una vivienda espaciosa confortable y rodeada de áreas verdes, gastos de vacaciones, ciertos útiles deportivos, estudios de educación superior, fuera y dentro de la ciudad; viajes y llamadas a distancia, hospitalizaciones, cultura, acceso a Internet, gasto en intereses financieros y deudas, impuestos municipales y seguros. El gasto proyectado en educación (7,2%) subestima el 10-15% estimado para los tres quintiles más pobres en el Cuadro 12.7.3. * Además en los grupos más pobres, la población por hogar era de 4,9 personas en el año 1996 en vez del promedio de 3,9 personas usado en esta estimación502. Para el promedio de las familias parece una estimación realista503.

Para comprar esta canasta básica en la ciudad de Antofagasta, en el año 2003 se requería un salario de $366.131 por trabajador, asumiendo precios 20% mayores que en Santiago (Cuadro A.4.1). Esta cifra supera la mediana salarial de ese año de sólo $200.000 y el promedio de $251.320504. En realidad, 82 % de los trabajadores de la RA ganaba menos de esta suma; esta cifra queda en 79% si los precios hubiesen sido 10% mayores. De acuerdo a la ENCLA 2002, el 57% de los trabajadores de la RA percibía menos de $300.000 (equivalentes a $ 249.000 después de la seguridad social) a pesar de trabajar más de 50 horas por semana (Capítulo 10.8). Incluso la mediana de las instituciones públicas era apenas de $198.019.

Finalmente, se replica el método usado en la Europa de los quince, donde el 7% de los trabajadores eran considerados pobres en el año 2001, pues su salario era menor al 60% del salario mediano505. Este método reconoce que los estándares de calidad de vida son variables en el tiempo. Además, no se requieren supuestos sobre precios regionales, ni sobre la composición de la canasta de bienes. Desgraciadamente este indicador supone que los salarios medianos son suficientes para satisfacer las necesidades básicas y que las jornadas de trabajo (y el desgaste asociado) son similares. En estas condiciones, el "método europeo" aplicado a Chile, cuantifica el porcentaje de trabajadores en condiciones 60% inferiores a la pobreza del trabajador mediano, una especie de extrema pobreza.

De todas formas, con el "criterio europeo" (60% mediana), la pobreza no habría disminuido en la RA, tampoco en Chile (Cuadro 11.5.1). El indicador 50% del ingreso promedio confirma esta conclusión. Solamente los indicadores 60% ingreso promedio y menos que el promedio favorecen ligeramente a la RA y un poco a Chile, pero hasta 1998. De todas maneras éste último muestra altos niveles de desigualdad de salarios pues en la RA el 65% de los trabajadores ganan menos que el salario promedio (2003). Así, los salarios de la RA no parecen impresionantes tomando en cuenta las características de la jornada de trabajo, su duración, la inestabilidad de este ingreso.

11.6. CONCLUSIONES.

En el Capítulo anterior se constató que los sistemas de trabajo en la Región RA afectan negativamente la salud física y mental de los trabajadores. Además de vivir en una zona alejada del resto del país; para los trabajadores de la RA, el número de horas de su jornada, su nivel de educación y su productividad, son superiores que en el resto del país. Así podía esperarse una compensación en salarios reales. No parece ser el caso a pesar del crecimiento económico y del progreso de la productividad.

En efecto, los ingresos reales promedio de los trabajadores de la RA no son significativamente superiores al promedio nacional al corregir los precios de alimentos. En todo caso el salario real medio de la RA resulta claramente inferior a los salarios reales medios de Santiago en donde se cuenta con mayores alternativas de empleo y mejores servicios básicos.

Enseguida, los resultados sobre ingresos de los trabajadores muestran que, entre 1990 y 2003, el salario real promedio de los trabajadores de la región parece haber crecido a una tasa moderada (1,1% por año) y muy distante del crecimiento de la productividad, incluyendo a los trabajadores del sector primario de la minería.

En tercer lugar, los salarios en general son de sobre vivencia bajo las diferentes metodologías; por ejemplo en 2003 un 79% de los trabajadores no cubría una canasta básica familiar, un 67% ganaba menos que el salario promedio.

Además, las encuestas tienden a sobrestimar la posición relativa de los salarios de la RA a causa del sesgo de medición del empleo subcontratado. Finalmente las encuestas no informan el "ingreso permanente del trabajador" que es el ingreso real que proviene de la alternancia de períodos de actividad y empleo a lo largo de la vida útil510. En la RA, donde hay superior inestabilidad, el salario oculta un ingreso futuro inferior.


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