BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

SOCIEDAD, DESARROLLO Y MOVILIDAD EN COMUNICACIÓN

Jorge Nieto Malpica (editor)


 


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Distanciamiento referencial: bienes culturales legitimados y su consumo en sectores populares

Luz María Ortega Villa*

Resumen

Se presentan resultados parciales del estudio denominado “Consumo de bienes culturales en sectores populares: decisiones y elecciones”, que se llevó a cabo en 2006 y fue financiado por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Dicho trabajo, que partió de un estudio cuantitativo previo, tuvo como uno de sus objetivos identificar elementos educativos, familiares y contextuales que se articulan a la toma de decisiones de consumo de bienes culturales en hogares de sectores populares de la ciudad de Mexicali, Baja California, México.

Este estudio, de corte cualitativo, implicó realizar entrevistas en hogares correspondientes a cuatro tipos de consumo de bienes culturales –previamente identificados entre los sectores populares de la ciudad de Mexicali, B.C. mediante procesos de minería de datos.

A partir del análisis de las entrevistas, se hace evidente la brecha que existe entre oferta y consumo de bienes culturales legitimados, que se manifiesta en el discurso de los entrevistados cuando describen lo que hacen en su tiempo libre, que fue una de las categorías de análisis mediante las cuales se abordó el estudio del consumo de bienes culturales en ese grupo de población.

Palabras clave: Consumo de bienes culturales, públicos, frontera norte.

Introducción

Durante 2006 se realizó el estudio denominado “Consumo de bienes culturales en sectores populares: decisiones y elecciones”, financiado por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y que con base en un estudio cuantitativo previo (Ortega y Ortega, 2005) tuvo como uno de su objetivos identificar elementos educativos, familiares y contextuales que se articulan a la toma de decisiones de consumo de bienes culturales en hogares de sectores populares de la ciudad de Mexicali, Baja California, México.

El interés de profundizar en la manera en que los miembros de hogares de sectores populares toman decisiones respecto de los bienes culturales que consumen y los elementos que intervienen en dicho proceso de elección se fundamenta en que, de acuerdo con los resultados del la encuesta previa –que permitió identificar las características generales que presenta el consumo de bienes culturales entre el grupo de población objeto de estudio–, entre los hogares de sectores populares se manifiesta un muy escaso o nulo contacto con la oferta cultural legitimada.

Por otra parte, las instituciones dedicadas a la promoción y difusión cultural establecen como parte de sus propósitos el “propiciar el acceso y la participación de los bajacalifornianos en los bienes y valores culturales” (ICBC, 2008), así como la “creación, promoción y difusión de valores culturales y de expresiones artísticas… que enriquezcan la calidad de vida de los habitantes de Baja California” (UABC, 2007, pp. 107-108), y tomando en cuenta que los datos obtenidos en 2003 ponen en evidencia que no han logrado cumplir con lo que ellas mismas se han planteado, resulta de utilidad contar con información que permita mejorar las estrategias por las cuales pretenden dichas instituciones alcanzar públicos a los que, hasta la fecha, no han logrado llegar.

Dado que el trabajo de investigación que sustenta este escrito es muy amplio y aborda diversos aspectos del consumo de bienes culturales, se presentan aquí resultados concernientes a una de las problemáticas detectadas: la brecha que existe entre oferta y consumo de bienes culturales legitimados, entre instituciones legitimadoras y públicos de sectores populares, y cómo dicha distancia se hace evidente en el discurso de los entrevistados cuando describen lo que hacen en su tiempo libre.

Método

A fin de abordar el objeto de estudio se elaboró el concepto «consumo de bienes culturales» con base en los aportes de García Canclini (1993) y Bourdieu (1993), para quedar definido como: el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación, recepción y usos de los bienes producidos en el campo de la producción cultural. A partir de dicho concepto los aspectos de apropiación y recepción se operacionalizaron para elaborar el instrumento de recolección de datos de la encuesta sobre consumo de bienes culturales en sectores populares de la ciudad de Mexicali, B. C. (Ortega y Ortega, 2005).

Por su parte, la población objeto de estudio –los sectores populares de la ciudad de Mexicali– fueron identificados como tales a partir del nivel de marginalidad socioeconómica de las viviendas de áreas geoestadísticas básicas que presentan una posición subalterna respecto del sector de población que tiene el menor nivel de marginalidad, de acuerdo con un estudio hecho en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UABC (Ranfla et al., 2001).

Debido al interés de profundizar en las características del consumo de bienes culturales, los datos de la encuesta fueron sometidos a un proceso de minería de datos que dio como resultado una tipología de hogares en función de variables que pueden agruparse en las siguientes categorías: características sociodemográficas, uso del tiempo libre, equipamiento de la vivienda, consumo de bienes culturales en la vivienda y consumo de bienes culturales fuera de la vivienda (incluye espacios al aire libre). Los hogares fueron agrupados en cuatro clases, según su consumo de bienes culturales, y a cada clase se le asignó una letra de identificación. Así, la clase A es la que muestra mayor diversidad e intensidad en el consumo de bienes culturales, mayor equipamiento para la recepción y miembros del hogar con edades diversas, por lo que se denominó de «alto consumo, alto equipamiento, edades diversas»; la clase B fue denominada como de «equipamiento medio, consumo medio, niños y adultos»; a la clase C le correspondió «televisión como equipamiento, consumo bajo, adultos»; y a la clase D se le identificó como de «muy bajo equipamiento, muy bajo consumo, adultos mayores» (ver Ortega, 2006).

Cabe señalar que solamente en la clase A se encontraron datos de contacto –a veces una sola vez en el año– con la infraestructura cultural institucional, representada en la ciudad de Mexicali por el Instituto de Cultura de Baja California, el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Mexicali, la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), el Centro de Enseñanza Técnica y Superior (Cetys) y algunos otros organismos.152

Con base en el proceso de minería de datos se hizo evidente que el consumo de bienes culturales, como expresión de la posesión de capital cultural, aparece fuertemente asociado con la posesión de otros tipos de capital que a su vez están vinculados: el capital educativo, manifestado por el nivel de escolaridad; y el capital económico, objetivado en el equipamiento y el nivel de marginalidad de la vivienda. De ahí que en cada una de las clases identificadas por la tipología, la variable “Nivel educativo del informante” aparece como influyente (con valor test superior a 2.0), y muestra un patrón distintivo: el nivel educativo es más alto (nivel universitario) en la clase con mayor consumo y equipamiento, y va descendiendo junto con esas características hasta que en la clase de muy bajo consumo y escaso equipamiento se tiene el menor nivel educativo entre los informantes (nivel de primaria o sin estudios).

De este modo, lo que se ha identificado como un alto consumo de bienes culturales entre los sectores populares (clase A) se asocia con mayores niveles de capital educativo y económico, así como con mayor contacto con algunos espacios culturales institucionales (UABC e ICBC) que el que se presenta en el resto de la población estudiada. Además, entre las cuatro clases descritas, las identificadas como de consumo alto y medio (A y B) –con presencia de niños y adolescentes– muestran mayor desarrollo de actividades al aire libre (quizá debido a los requerimientos propios de los menores de edad), y un consumo de bienes culturales conformado por un abanico más amplio de elecciones, en especial en la clase A.

Por otra parte, en las clases que muestran un consumo de bienes culturales bajo y muy bajo (C y D), esto es, donde no hay presencia de niños o adolescentes y donde el nivel de marginalidad es mayor, el consumo se reduce a los bienes culturales que están accesibles en la vivienda, sobre todo a través de la televisión y, en particular, de Televisa.

Estos datos, producto de la encuesta de 2003, ponían ya de manifiesto la falta de contacto entre instituciones culturales y públicos de los sectores populares; sin embargo, por su mismo carácter descriptivo, no aportaban elementos que contribuyeran a la comprensión de dicha situación. De ahí que se consideró necesario recurrir a un abordaje de corte cualitativo que utilizó a la entrevista como técnica seleccionada, debido a su capacidad para penetrar en el significado que para los sujetos entrevistados y sus familias tiene el consumo de bienes culturales, y a partir de ello, poner de manifiesto la valoración que de él hacen y que da pie a las decisiones que se toman al respecto, así como la manera en que se hacen las elecciones ya identificadas por la encuesta.

La tipología fue la base para seleccionar, entre cada una de las clases, los hogares en los que en el año 2006 se aplicó una entrevista semiestructurada orientada a indagar sobre las dimensiones en que se abordó el estudio del consumo de bienes culturales, y que en el análisis de las entrevistas se constituyen como las siguientes categorías:

* Capital educativo: recursos simbólicos de un individuo expresados por su grado de escolaridad.

* Origen social: ubicación en la estructura social de los jefes de familia antes de formar la propia, identificada a través de la ocupación de los padres de los jefes de familia (Borrás, 1998).

* Antecedentes en materia de consumo de bienes culturales de los jefes de familia: acciones y prácticas de consumo de bienes culturales que se llevaban a cabo en las familias de origen de los jefes de familia o por ellos mismos antes de conformar un hogar propio.

* Uso del tiempo libre entre los miembros de la familia: actividades que desarrollan los miembros del hogar en el tiempo no laboral.

* Contacto con EUA: consumo de bienes culturales en Estados Unidos de Norteamérica, disfrute del tiempo libre en ese país.

* Visiones del consumo de bienes culturales: imágenes mentales acerca del posible consumo de bienes culturales, que se manifiestan a través del discurso (Phillips, Olson y Baumgartner, 1995).

* Estrategias de evaluación simbólica: serie de acciones orientadas a aumentar o reducir el valor simbólico de una forma simbólica (Thompson, 1990), que están vinculadas con las posiciones que ocupan los individuos en un campo, y que se manifiestan en las actitudes y el discurso relacionados con el consumo de bienes culturales.

* Estrategias de solución de conflictos en el consumo de bienes culturales: interacciones e intercambios que se establecen en la familia para tomar decisiones en materia de consumo de bienes culturales, y que involucran la utilización de recursos de poder, en tanto supremacía en la cantidad de medios de los que se dispone para lograr un fin, y que se originan en las asimetrías entre las posiciones de los agentes en el espacio familiar.

Para el estudio aquí comentado –que se considera como de un diseño de casos múltiples a partir de casos típicos (Rodríguez y cols., 1999)– se realizaron en total 10 entrevistas, de las cuales en cuatro casos el entrevistado fue de sexo masculino. De acuerdo con el tipo de consumo de bienes culturales, tres corresponden al tipo A, dos al tipo B, dos al tipo C, y tres al tipo D, debido a que uno de los entrevistados en el tipo A y uno en el tipo D resultaron ser casos negativos –uno por su religión, y el otro por su edad y su situación de desempleado–, de modo que se tuvo que buscar un nuevo entrevistado.

Resultados

La primera pregunta que se hizo se refiere a la forma en que disponen de su tiempo libre (el tiempo no laboral) los entrevistados y quienes con ellos comparten la vivienda. Además de servir para confirmar los resultados de la encuesta, se consideró interesante incluirla ya que entre las respuestas dadas a los cuestionarios de la encuesta no se tienen menciones acerca del consumo de bienes culturales legítimos. En las entrevistas, las respuestas tampoco hacen alusión a esos bienes culturales, como se verá a continuación.

Salir a dar la vuelta para distraerse es el recurso de quien, por estar incapacitado, no va a trabajar, ya que pasa sus días en la casa. En el discurso de José se manifiesta cómo el tiempo libre se disfruta cuando tiene trabajo, quizá porque es cuando tiene mayores ingresos. Y su diversión, «la verdad» –dice él–, es ir a los bares, a las cantinas del centro de la ciudad. El énfasis puesto por el entrevistado en la expresión «de veras», dicha en tono más alto y acompañada del movimiento de su cuerpo para marcar el énfasis, dejan ver la distancia entre el que habla y la investigadora, como si José dudara de que su palabra –la de un desempleado– fuese creída por quien se presentó desde el inicio como parte de una institución legitimadora y legitimada. Por otra parte, mencionar que «la verdad» es que va a los bares con sus compañeros de trabajo, acompañarlo con el «¡tú sabes!», aparecen como reconocimiento de que no tiene caso tratar de engañar a la entrevistadora haciendo parecer que no visita los bares. Para José, la entrevistadora «sabe» que alguien que trabaja en el campo (el field) no podría no divertirse en tales lugares. El consumo de alcohol y la diversión en el bar aparecen como «naturales» y hasta «lógicas» para alguien que –como él– ocupa una posición subordinada que se hace evidente en el contacto con la investigadora.

¿Cómo usan el tiempo libre, por ejemplo, qué hacen los fines de semana?

Pues ahorita a mí me sobra tiempo libre, no estoy trabajando.

¿No tiene trabajo?

Pues sí hay trabajo, pero yo no voy a trabajar hasta diciembre. [...]

¿Ya no va a bailes ni tocadas ni nada de eso?

Ahorita porque no puedo...

No porque le falten ganas...

Se me quebraron las piernas en San Diego, y porque apenas me están empezando a pagar... por eso. Pero ¡sí le salgo! Así cuando estoy trabajando, como te digo. [...]

Yo del jale salgo, y o sea, la verdad pues no metemos también ahí al... a los bares. [...]

¿Cuál es el que le gusta?

Pues hemos andado por todos, por todos... ¡Tú sabes! Viene uno de trabajar del field... y más los fines de semana... José, 42 años, vivienda tipo D, nivel 4 de marginalidad.

Cabe señalar que la entrevista a José constituye uno de los casos negativos, ya que por su edad no correspondería al tipo D de consumo de bienes culturales, aunque su desempleo lo ha obligado a vivir de nuevo con su madre, quien sí es mayor de 60 años y a quien sus hijos ayudan económicamente. El caso de José sirve de contraste para entender cómo la ubicación laboral (en este caso la falta de ella), con la consecuente obtención de ingresos, son fundamentales para mantener o limitar el consumo de bienes culturales y aun el uso del tiempo libre, lo que confirma lo dicho por Borràs (1998) respecto de que casi todas las teorías del consumo consideran sólo los ingresos y no el trabajo, pero olvidan que los ingresos se ganan con base en el trabajo; de ahí que sea imprescindible tener en cuenta cómo la gente se gana la vida si se pretende entender el cómo, por qué y qué de su consumo.

En el caso de Flor, mujer mayor de 60 cuya pareja recién se jubiló, la entrevista confirma que el fin de la jornada de trabajo era sinónimo de descansar, mientras que para ella, una vez hechas las labores domésticas (su «trabajo») su entretenimiento es arreglar la casa y el jardín.

Existe en las respuestas de Flor una clara diferenciación de los ciclos temporales que se viven en un día o en una semana: por un lado, el trabajo; por otro, la recreación y el descanso, en el que realiza actividades prácticas que se mezclan con el mantenimiento de la vivienda.

Inés, al igual que Flor, vive con su marido, jubilado también, y al igual que en aquella, la respuesta es inmediata y claramente alusiva a las actividades que realizan como esparcimiento: ir al centro comercial más popular de Mexicali, Plaza La Cachanilla, al que de acuerdo con la encuesta acudió al menos una persona en el 92.7% de los hogares (Ortega y Ortega, 2005, p. 141).

Por ejemplo, qué hacía él [su esposo]... Por ejemplo él, después de que venía de trabajar, a las cuatro ya estaba aquí. Ya como venía cansadito iba y ya se acostaba. Pero ahora de que dejó de trabajar, se ha metido más [seña de tomar], se le hacía muy fácil su cervecita ¿verdad?, y como todo el tiempo ha tenido lo del cigarro, es lo que lo tiene así [recién tuvo infarto], el cigarro, cigarrito, el corazón. Cigarrito… el corazón.

Y yo no. Como ve, éste es mi entretenimiento [señala el jardín], y andarle poniendo chongos a la casa. Andarle poniendo chongos a la casa y andar limpiando este cochinero que me dejan los árboles. Pues le digo, este es mi entretenimiento.

Flor, vivienda tipo D, nivel 3 de marginalidad.

¿Qué hacen en su tiempo libre? ¿Se van al otro lado o qué hacen?

A dar la vuelta a La Cachanilla [centro comercial techado y con aire acondicionado]

¿A comprar o nomás a ver?

Pues a veces a comprar, y a veces a dar la vuelta nomás [risa]. [...]

Y cuando se quedan aquí en la casa, ¿qué es lo que hacen?

Pues a hacer el quehacer de la casa y a veces a mirar películas.

¿Les gusta rentar películas o de las que pasan en la tele?

Noooo, de las que pasan en la tele. Inés, vivienda tipo D, nivel 3 de marginalidad.

A diferencia de las viviendas del tipo D, en las de la clase C las respuestas aluden de inmediato al trabajo, que ocupa el mayor tiempo de quienes aún forman parte de la población económicamente activa. La mención de lo que se hace en el tiempo libre viene después de haber hablado del trabajo, y en el caso de Antonieta el tiempo libre existe sólo porque no existe: «no tenemos tiempo de andar haciendo cosas», «casi no, no, no salimos», dice esta ama de casa para quien las labores domésticas que ella desempeña son ubicadas en el mismo rango que el trabajo de su esposo y el de su hijo de 19 años, o que la asistencia a la escuela del niño pequeño, de modo que podemos entender que «el trabajo» del niño es estudiar, según lo norma la conseja popular.

¿Cómo usan el tiempo libre los que viven aquí en la casa?

¿El tiempo libre? Ajá; usted y los que viven aquí.

Pues mi hija trabaja… Es la mamá de la niña… ella trabaja toda la semana. Y el muchacho también trabaja y estudia, y el fin de semana pues sale a pasear. [...]

¿Qué prefiere hacer usted cuando está aquí?

¡Ay! Descansar un rato [carcajada]. Ponerme cómoda y descansar un rato.

Clara, vivienda tipo C, nivel 2 de marginalidad

¿Y qué hacen en su tiempo libre?

Pues la mera verdad, no tenemos tiempo para andar haciendo cosas. Simplemente pues yo, el quehacer de la casa... mi esposo sale... tiene turnos quebrados, llega y descansa y ya no se mueve, porque trabaja de policía. Trabaja... no, no, viene bien estresado, y ¡nada de la calle ya! Un tío que ya tiene 74 años creo, pues tampoco: es pensionado nomás sale a comprar su pan, lo que va a comer, su despensa, y viene y se encierra. Mi mamá, pues también ya está mayor. Tengo un hijo de 19 años, que está trabajando en una imprenta aquí por la Madereros. Él, de la imprenta a su casa, su casa, la imprenta, va al tianguis nomás y ¡es todo! Y yo, pues en el hogar, tengo un niño de kínder, ahorita ya se va a graduar. Nomás el kínder, a su casa... casi no, no, no salimos. Al mandado, lo normal, a pagar la luz, el agua, la despensa... pero hasta ahí nomás.

Antonieta, vivienda tipo C, nivel 2 de marginalidad.

En el discurso de Antonieta se manifiesta lo que la tipología ya daba a conocer: la situación de marginalidad cultural de los adultos mayores. Es evidente el contraste entre Antonieta y su esposo respecto de los adultos mayores que viven con ellos, pues la circunstancia de los dos ancianos que apenas salen de casa la explica la entrevistada como una consecuencia de la edad, ya que la mención específica de los 74 años del tío y su situación de pensionado, junto con el «ya está mayor» que hace referencia a la mamá, anteceden a la mención de las actividades que llevan o no a cabo. La edad avanzada es, así, a la vez, razón y motivo del encierro.

La respuesta «no tenemos tiempo para andar haciendo cosas» pone en evidencia la concepción del ocio como tiempo improductivo que constituye un lujo, pues «hacer cosas» hace referencia a todo aquello que no es trabajo o mantenimiento del hogar (tiempo para reproducción), y es a la vez una alusión a una carencia que se relaciona con la económica: la de tiempo libre, que Damián (2005) ha identificado claramente como «pobreza de tiempo», y que se refiere “a la carencia que los hogares sufren de éste debido a que sus miembros trabajan en exceso o no tienen recursos humanos suficientes para cubrir sus requerimientos de trabajo doméstico (incluyendo cuidados de menores)” (Damián, 2005, pp. 817-818).

Si bien en el caso de Eduardo el trabajo sigue apareciendo como la mención inmediata a una pregunta sobre uso del tiempo libre, con Nicolás se obtiene, por primera vez, una referencia al consumo de un bien cultural diferente a la televisión: ir al cine. Asimismo, los deportes son mencionados como parte de las actividades de los niños, en coincidencia con los resultados de la encuesta previa, en que aquellos hogares en donde los niños asistían a algún curso, las opciones más elegidas fueron las de deportes y de danza (Ortega, 2005, p. 24).

¿Y qué hacen en su tiempo libre, los niños, los adultos?

El tiempo libre... a mí, pues me gusta mucho el cine; al niño le gusta el deporte, a las niñas les gusta también el deporte. Nicolás, vivienda tipo B, nivel 2 de marginalidad.

¿Y sabe usted qué hacen en su tiempo libre?

Pues mi hermana trabaja, mi otra hermana en el hogar, y mi amá también. Y el señor de atrás también, está jubilado ya. Los dos. [...]

¿Y usted, para entretenerse, qué hace?

Yo, pos trabajo…

¿Y cuando ya sale?

¡Ah! Pos me echo unas cervecitas… je je. Me echo unas cheves.

Eduardo, vivienda tipo B, nivel 3 de marginalidad.

Con Eduardo aparece, una vez más, la referencia a las bebidas alcohólicas –sobre todo la cerveza– como un elemento que forma parte de ese otro tiempo, el que está libre de trabajo. El recurso a una «cheve» helada, sobre todo en verano, es característico de Mexicali: subagencias, tiendas de abarrotes, Oxxos, y demás comercios dedicados a la venta de alimentos y bebidas, compiten por vender las cervezas más frías de la ciudad. De ahí que cabría preguntarse si no es ella misma un mediador que los académicos bajacalifornianos hemos pasado por alto. En torno a una «caguama» se narran historias, juegos de fútbol, problemas familiares, amores y desamores. La cerveza cura la «cruda» mañanera, acompaña las comidas, las cenas, las tardes en el jardín y la reunión en la esquina de la cuadra. Como elemento facilitador de las interacciones sociales, un bote helado es más elocuente que cualquier saludo de mano.

Por contraste, si bien en las viviendas del tipo A se comparte el gusto mexicalense por ver televisión cuando se está en casa o salir al centro comercial, aparecen ya otras dos actividades más cercanas al consumo de bienes culturales legítimos: escuchar música y leer.

¿Qué es lo que suelen hacer en su tiempo libre? Ellos [sus nietos] se ponen a ver televisión o están arreglando sus carros...

Eugenia, mujer mayor de vivienda tipo A, nivel 2 de marginalidad.

¿Qué hacen ustedes en su tiempo libre?

Bueno, si no salimos a La Cachanilla andamos paseando al niño, lo llevamos al parque, o yo generalmente escucho música o leo libros.

Patricia, vivienda tipo A, nivel 2 de marginalidad.

Un caso que no encaja en la tipología es el de Salomón, pues su vivienda fue caracterizada como del tipo A debido a las actividades de la familia de su hijo. Aunado a ello, en la entrevista es notoria la influencia de la religión que profesa (testigo de Jehová), y que le prohíbe realizar determinadas actividades, además de haber logrado que dejara de gustarle escuchar radio y que la literatura que consume sea toda de tipo religioso. Por ello, es este el segundo caso negativo considerado en el trabajo.

¿Cómo usan su tiempo libre?

Mi tiempo libre yo lo uso principalmente en estudiar la Biblia.

¿Trabaja usted?

No; no trabajo yo. Soy jubilado. [...]

¿Salen los fines de semana?

Hay ocasiones en que sí. Por ejemplo ahorita en el invierno aquí estamos. Ya cuando llega el verano… me dijo el médico: “Te afecta el cooler, te afecta la refrigeración, te afecta el sol”. [Y él le respondió] “Ah, ¿y ahora qué?”

Me fui a buscar un terreno en La Rumorosa [zona montañosa] y allá tengo una casita, y nos vamos para allá en el verano, allá nos estamos. Seis meses allá y seis meses acá.

¿Y le gusta estar allá más que aquí?

A mí sí. A mí sí.

A la señora parece que no, pero siempre me acompaña. Quiera que no, allá está conmigo. Y también allá hago lo mismo [leer la Biblia], allá arriba.

¿Y si se quedan aquí en la casa qué hacen para entretenerse; ven televisión, oyen radio?

Noooo, el radio hace rato lo prendí. Pero como es pura política, puro güiri güiri güiri, que a veces quiero oír canciones y no hay, entonces agarro un casete y lo pongo, pero no lo termino de oír porque me enfada. Me enfada, ya no me agrada muy bien, y lo apago.

También me canso de leer, no aguanto mucho. Y leo algunos capítulos de la Biblia y leo alguna literatura [luego aclaró que religiosa]… y ya dejo de… y me voy. Hace rato también me sentí así, y me voy a andar.

Salomón, vivienda tipo A, nivel 3 de marginalidad.

Conclusiones

En todas las entrevistas, al igual que en la encuesta previa, no hubo quien contestara que en su tiempo libre realizaba actividades identificadas como de consumo de bienes culturales legítimos; ni siquiera se mencionó al cine como respuesta inmediata, sino hasta después de indagar más. Por ello se considera que las ausencias en el discurso son, en este caso, más elocuentes que el discurso mismo, puesto que ponen de manifiesto que dichas actividades no forman parte de la vida de los entrevistados y sus familias, ya que, como dicen Berger y Luckmann (1968, p. 43): “El lenguaje común de que dispongo para objetivar mis experiencias se basa en la vida cotidiana y sigue tomándola como referencia, aun cuando lo use para interpretar experiencias que corresponden a zonas limitadas de significado”.

Las respuestas de las entrevistas hacen evidentes las diferencias de uso del tiempo libre entre géneros y la asunción de roles tradicionales: las mujeres se dedican a los quehaceres domésticos y tienen, por tanto, menor tiempo para el ocio en el sentido de Sue (1995). Los hombres disfrutan sus ratos libres acompañados de una cerveza, aunque comparten con el resto de la familia la recepción de televisión.

En el tiempo libre es poco el tiempo de ocio, y éste no incluye el consumo de bienes culturales legítimos, de modo que la marginalidad cultural es reafirmada y sostenida por la pobreza de tiempo. No obstante, en las familias de sectores populares se hace presente uno de los rasgos considerados por la teoría como característico de la sociedad contemporánea (Alonso, 2005): la visita al centro comercial, lugar de esparcimiento y de consumo, de consumo como esparcimiento (aunque el consumo se limite a los víveres), y «galería del pobre» como la denomina Bourdieu (1984).

Para Berger y Luckmann es a través del lenguaje como se estructura la vida cotidiana, que se nos presenta como un conjunto de relaciones de sentido, de ahí que “el lenguaje marca las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de objetos significativos” (Berger y Luckmann, 1968, p. 39).

Es ése, el mundo por excelencia del sujeto que experimenta esa cercanía, lo cual no excluye el conocimiento de que existen otras zonas, a las cuales se podría acceder si hubiese interés o necesidad, aunque la atención al mundo está determinada principalmente por lo que el individuo hace, lo que ha hecho o lo que piensa hacer en él (Berger y Luckmann, 1968, p. 40). La cultura legitimada aparece, así, como parte de una zona inaccesible.

No mencionar los bienes culturales ni a las instituciones del subcampo de la producción restringida es la manera más elocuente de hablar de la falta de acceso, de la condición de ser ajenos a ese ámbito social del que ni siquiera se sabe cómo puede ser; de que en una misma ciudad existen varios «mundos».

Considerando que los rasgos mostrados por los tipos de consumo de bienes culturales –entre los que destaca un escaso o nulo contacto con los bienes legitimados– son manifestación de inequidades sociales de mayor amplitud, se observa que la contraparte de la inequidad en el consumo de bienes culturales es la falta de acceso a bienes culturales legitimados, situación que no puede adjudicarse solamente a la escasa preferencia, sino que ésta se muestra como resultado del poco acercamiento que los sectores populares tienen con la oferta institucional, que se encuentra circunscrita a los espacios e infraestructura legitimados, y alejada físicamente de las colonias populares. Por ello, se puede establecer que tanto en lo geográfico como en lo referencial, las instituciones de cultura se encuentran alejadas de estos grupos de población.

Los resultados muestran que las instituciones de cultura tienen que salvar junto con la distancia y el alejamiento geográfico, el abismo referencial que existe entre ellas y los sectores populares, pues constituyen parte de un mundo completamente ajeno para quienes viven en la lógica de la necesidad (Bourdieu, 1984; Borràs, 1998), y que por ello no encuentran en la oferta de bienes culturales legitimados sentidos que les sean conocidos o al menos familiares, y por lo tanto susceptibles de ser incorporados en su vida cotidiana.

Bibliografía

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