BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

SOCIEDAD, DESARROLLO Y MOVILIDAD EN COMUNICACIÓN

Jorge Nieto Malpica (editor)


 


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Cine transnacional y espectadores globales: consumo y recepción de películas mexicanas en Monterrey, México

Lucila Hinojosa Córdova*

Introducción

En los últimos 15 años, y desde la firma del TLCAN en 1992, se ha visto disminuir considerablemente la producción, exhibición y consumo de películas mexicanas, debido también a las desigualdades que se observan en algunos flujos de intercambio comercial como el de los productos audiovisuales, en específico el de películas cinematográficas. Un control oligopolio de las empresas transnacionales distribuidoras de películas, una legislación inequitativa para el sector y una política cultural insuficiente para el desarrollo de esta industria, propició que la década de 1990 fuera la de mayor abatimiento de la producción fílmica desde que se adoptaron las políticas económicas neoliberales como la apertura de los mercados, privatizaciones y cambios regulatorios que han afectado negativamente a varias industrias del país, entre ellas la cinematográfica.

Por otra parte, y a pesar de lo anterior, durante el sexenio 2001-2006 se logró incrementar la producción cinematográfica, la cual se mantuvo en el 2007 y en el 2008. A lo anterior se suma la numerosa presencia de mexicanos en los premios y nominaciones que ofrecen distintas agrupaciones cinematográficas nacionales e internacionales, lo que ha puesto en evidencia el talento de nuestros cineastas, pero también la dura realidad a la que se enfrentan los profesionales de la industria del cine nacional que tienen que emigrar a otros países en busca de apoyos para sus proyectos.

Los éxitos como Babel (Alejandro González Iñárritu), El laberinto del Fauno (Guillermo del Toro) y Niños del hombre (Alfonso Cuarón) son talentos nacionales de exportación que emigran buscando mejores oportunidades para expresarse a través de sus historias fílmicas y con ello ampliar el horizonte del cine nacional en el ámbito mundial.

El triunfo es de los cineastas, no del cine mexicano. La falta de apoyos y recursos suficientes para los creadores, así como de una producción sostenida en cantidad y calidad, son dos de los principales males que viene padeciendo nuestro cine y que no se han podido superar para que la industria cinematográfica nacional se iguale en competitividad a las de las naciones más desarrolladas.

Si bien en el 2006 se logró la meta del Instituto Mexicano de Cinematografía establecida en el Programa Nacional de Cultura 2001-2006 de producir 60 películas al finalizar el sexenio después de más de una década de escasa producción, y en el 2007 se incrementó a 70 la producción de largometrajes al igual que en el 2008, todavía no han podido resolverse las dificultades estructurales que ha enfrentado el cine mexicano desde que entró en vigor el TLCAN, dificultades que se reflejan principalmente en la práctica inequitativa de las distribuidoras y exhibidoras de mayor presencia en el mercado que privilegian el cine de Hollywood, las cuales siguen acaparando más del 85% de las pantallas, así como en el reparto de las ganancias de la taquilla. Pero también otro gran reto ha sido recuperar al público, que si bien se incrementó en número de espectadores que a nivel nacional asisten a ver películas mexicanas en los cines comerciales, todavía falta establecer una relación pantalla/espectador del cine mexicano que refleje una industria sana y competitiva.

El trabajo que a continuación se presenta forma parte de una línea de investigación que se ha venido desarrollando institucionalmente desde 1998 sobre el circuito producción, exhibición, consumo y recepción de las películas mexicanas en Monterrey desde la perspectiva de la economía política de la comunicación y los estudios culturales.

El estudio se ha realizado utilizando como técnicas el análisis documental, el análisis de contenido y la encuesta. Se revisan la literatura reciente y documentos oficiales como los informes del Instituto Mexicano de Cinematografía sobre el tema relativo a la producción, exhibición y consumo de películas para la elaboración de un marco de referencia con el cual contrastar evidencia empírica obtenida mediante un análisis de contenido de las carteleras cinematográficas publicadas en el periódico El Norte, el de mayor circulación en la ciudad de Monterrey, con un tamaño de muestra de dos semanas compuestas por año (1992 – 2008), utilizando el intervalo como proceso de selección para obtener muestras representativas de cada año (Riffe, Aust y Lacy citados por Lozano, 1994).

También se utiliza la técnica de la encuesta y como instrumento un cuestionario con preguntas de opción múltiple que se aplican a un promedio de 400 espectadores que acostumbran asistir a las salas de cine comercial del área metropolitana de Monterrey. El cuestionario se ha venido aplicando de forma discrecional a sujetos voluntarios a la salida del cine, luego de ver una película mexicana, en los años 2001, 2002, 2006, 2007, 2008 y 2009.

La hipótesis de trabajo de la que se parte es que las políticas económicas neoliberales aplicadas a la industria cinematográfica desde la firma del TLCAN no han tenido un impacto muy favorable en la producción y circulación de películas mexicanas en el circuito de salas comerciales del país, sin embargo, las pocas películas mexicanas producidas en este periodo están teniendo un consumo y recepción más favorables por parte de los espectadores, cuyo índice se ha incrementado paulatinamente.

Se entienden por políticas económicas neoliberales el conjunto de políticas y programas de acción que son recomendados por las naciones más desarrolladas, organizaciones internacionales y clases dirigentes, que son adoptadas por la mayoría de los países en el sistema internacional, como son la apertura de los mercados, las desregulaciones y privatizaciones en los distintos sectores económicos, en este caso de la industria cinematográfica.

La producción se refiere a los productos discursivos de largometraje resultado de la organización productiva de la industria cinematográfica mexicana realizados con capital nacional, así como coproducciones con otros países.

La circulación se refiere a la inserción de las películas mexicanas en el circuito de salas de cine comercial del país.

El consumo es el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de las películas mexicanas.

La recepción son los procesos cognitivos y sociales de los espectadores resultado de la exposición a las películas mexicanas.

Este proyecto forma parte de las líneas de investigación que desarrolla el Cuerpo Académico “Estudios de Cultura, Comunicación y Tecnologías de Información” de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

La economía política de la comunicación y los Cultural Studies

La economía política de la comunicación es un enfoque teórico que analiza las articulaciones entre la producción y consumo de productos culturales. Importantes investigadores como Mosco (2006), Murdock (1997) y Garnham (1997), por citar algunos, han contribuido con sus análisis y teorizaciones a la construcción del campo.

En un sistema de mercado, los productores responden a las demandas de los consumidores y, al mismo tiempo, las necesidades y deseos de los consumidores son moldeados por la oferta disponible del mercado. Diferentes modos de producción determinados por contextos socio-históricos y estructurales, configuran distintos patrones de consumo y prácticas culturales entre los consumidores.

En nuestro contexto no son muchos los estudios rigurosos sobre las condiciones estructurales que determinan la condición del cine mexicano, por lo que los análisis que desde esta perspectiva han realizado investigadores como Sánchez (1998, 2006) y Gómez (2005) nos sirven de modelo para observar la problemática compleja, por las diversas variables que involucra, que determina la dinámica del circuito productivo filmográfico a nivel local.

También son importantes las contribuciones que desde la ciencia económica en particular se están elaborando como las de Ernesto Piedras (2004, 2006, 2007), quien destaca la importancia de la contribución de las industrias culturales a la economía del país, la que se incrementó de 6.7% en el 2003 a 7.3% del PIB en el 2007.

El enfoque de la economía política de la comunicación relaciona la cultura a su contexto económico y político, abarca un rango de estudios desde estrictos análisis cuantitativos hasta estudios empíricos más cualitativos de casos o tópicos específicos, análisis estructurales de instituciones de medios de comunicación o investigación histórica.

Por otra parte, los estudios culturales (Cultural Studies) han contribuido a incrementar nuestro conocimiento acerca de los modos en que las personas usan los recursos culturales a su disposición para crear sentido de sus vidas y de los modos en que esos procesos de construcción de significado influencian sus patrones de acción, incluyendo la importante acción política. El enfoque de la economía política de la comunicación, al relacionar la cultura con su contexto económico y político, posibilita que los estudios culturales se abran a la historia.

Los estudios sobre consumo cultural son una vertiente, relacionando los procesos culturales con los procesos de comunicación, en la que los Cultural Studies se manifestaron en América Latina y México. Martín-Barbero (1993) y García Canclini (1993) destacan la importancia de pensar lo cultural y lo comunicacional en América Latina desde la experiencia de las clases populares en lo urbano, base de una expansión más de la modernidad y de la ideología neoliberal.

Las áreas de estudio que se han privilegiado, según una sistematización elaborada por Raúl Fuentes Navarro (citado por Gómez, 2006, p. 35), son: consumo de medios, espacio público, usos y prácticas, apropiación del arte y patrimonio, y sujetos sociales.

De igual forma, el consumo cultural se vincula con los siguientes conceptos: recepción, uso social, audiencia, exposición, hábitos y preferencias, entretenimiento, tiempo libre, y cotidianeidad. Finalmente, al hablar de consumidores, se les relaciona con: público, receptor, audiencia, espectadores.

El cine mexicano post TLCAN

En este contexto de análisis enfocado a la industria del cine nacional como industria cultural algunos investigadores, como Ernesto Piedras (2004), señalan que si bien México es el quinto mercado mundial en número de espectadores y el cuarto por la transferencia de regalías al extranjero por concepto de consumos de materiales audiovisuales provenientes de Estados Unidos, la producción fílmica nacional no es equivalente proporcionalmente.

Una de las causas de la escasa producción es la falta de incentivos para la inversión de capital, dada la inequidad en la distribución de los ingresos producto de la taquilla. Del ingreso en taquilla, el exhibidor se queda con el 60% menos impuestos, el distribuidor con el 25% correspondiente a la recuperación de gastos más comisión, y el productor recibe, en el mejor de los casos, un 15%. Sólo tratándose de un éxito de taquilla este porcentaje podría representar una ganancia (Casas, 2006: 78). Por otra parte, recobrar la inversión en una película mexicana puede tardar de dos a tres años, dependiendo de su comercialización, pero difícilmente se recupera la inversión con sólo su exhibición en el país.

Estos dos problemas, reparto inequitativo de las ganancias y dificultades de recuperación en la inversión, han impedido que se consolide la incipiente recuperación de nuestro cine; sin embargo, “el cine mexicano cuenta con gran potencial para ser una expresión cultural rentable” (Piedras, 2004: 124).

Otro aspecto que no coadyuva a fomentar un crecimiento sostenible de la industria del cine nacional es la cuestión relativa a la legislación que regula al mercado cinematográfico en nuestro país. La industria del cine se rige por la Ley Federal de Cinematografía, la cual entró en vigor dos semanas después de la firma del TLCAN en 1992, donde se estableció que a partir de 1993 iría disminuyendo el porcentaje de exhibición de películas mexicanas en pantalla del 30% al 10% en 1997: “las salas cinematográficas deberán exhibir películas nacionales en un porcentaje de sus funciones, por pantalla, no menor al 10%” (Ley Federal de Cinematografía y Reglamento, 2001: 28) y “los exhibidores reservarán el diez por ciento del tiempo total de exhibición a la proyección de películas nacionales, sin menoscabo de lo dispuesto en los tratados internacionales de los cuales México forma parte. Tratándose de conjuntos de salas, el tiempo de reserva se calculará respecto del tiempo de pantalla anual del total de las salas que integran el conjunto” (p. 58).

Paradójicamente, en el documento del TLCAN está asentado en el Anexo I de la Lista de México, que “el 30% del tiempo anual en pantalla en cada sala está reservado a las producciones mexicanas dentro o fuera del territorio de México” (Casas, 2000: 144), pero ¿qué condiciones de certeza económica genera una ley que no incentiva la producción cinematográfica nacional?, ¿qué empresario desea invertir en una película que sólo tendrá asegurado el 10% de las pantallas a nivel nacional?, y sólo por una semana, además.

En otros países como Canadá, Estados Unidos y de la Unión Europea, las respectivas legislaciones apoyan a su industria cinematográfica con incentivos directos a la filmación o incentivos financieros que permiten un desarrollo sostenible de su industria. Por ejemplo en Francia, el sistema de apoyo al cine está centrado en fomentar un una gran diversidad en todas las redes de la cadena de producción cinematográfica. Es un sistema simple que se apoya principalmente en el producto de tres impuestos: sobre el precio de entrada, los ingresos de las empresas y sobre los videos y DVD (Barbaroux, 2006: 76).

El IMCINE cumplió con la meta de producir 60 películas al finalizar el 2006, con lo que se incrementó en más del 100% las películas mexicanas realizadas en el sexenio anterior (considerando también las que contaron con capital privado), al aumentar de 100 en el periodo 1995-2000, a 213 en el periodo 2001-2006, de las cuales el 65% contó con recursos públicos. El 2006 finalizó con 64 películas; en el 2007, la producción de películas en México fue la más alta en 17 años: 70 largometrajes, producción que se mantuvo en el 2008 (Tabla 1).

Uno de los factores que permitieron obtener recursos adicionales para apoyar la producción cinematográfica de calidad fueron las reformas y adiciones al Artículo 19-C, fracciones I y IV, de la Ley Federal de Derecho, realizadas a finales del 2002, ésta última concerniente al pago de un peso por cada boleto vendido en las salas cinematográficas del país, al que se le denominó “peso en taquilla” y que sería destinado al IMCINE para apoyar la producción cinematográfica, medida que no fue aceptada por las grandes distribuidoras transnacionales, quienes se ampararon en contra. El resultado fue que se revocó la fracción IV en el 2004.

Otra aspecto importante para la recaudación fue la aprobación del artículo 226 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta (ISR), con la que se creó un estímulo fiscal que permite acreditar el 10% del pago anual del ISR a los contribuyentes que inviertan en la producción cinematográfica, lo que permitió obtener recursos extraordinarios para impulsar la producción de películas mexicanas en el 2007 y 2008.

Como se señalaba anteriormente, entre las principales dificultades que ha tenido que enfrentar el cine nacional para su exhibición en salas cinematográficas comerciales se encuentra el control que las distribuidoras y exhibidoras transnacionales tienen sobre la exhibición, problemática que también enfrentan la mayoría de los países en el mundo. A pesar de esta situación, durante el sexenio 2001-2006 el cine mexicano tuvo un incremento significativo en la cartelera comercial, al aumentar los estrenos de películas mexicanas de 19 en el 2001 a 33 en el 2006, 43 en el 2007 y 49 en el 2008.

En el 2008 se exhibieron 49 cintas mexicanas en el país, de las 328 estrenadas comercialmente, lo que representa el 7% del mercado nacional; en cambio, el cine estadounidense, con 201 cintas, acaparó el 87% de las pantallas nacionales. El número de espectadores de cine nacional fue de 10.5% (de acuerdo a cifras del Informe del IMCINE 2008) y las películas más taquilleras fueron La misma luna y Arráncame la vida. En el 2009, la cinta que se perfila como más taquillera es Rudo y Cursi, con tres millones de asistentes en su primera semana de estreno (el estreno de la película fue el 19 de diciembre de 2008).

Si bien México es el cuarto país más importante en materia de exhibición que recibe sin restricciones las películas de la poderosa industria de Hollywood, se está convirtiendo en un país de consumidores cinematográficos que produce pocas películas, en proporción al número de sus habitantes (aproximadamente 120 millones). La UNESCO clasifica al país como de mediana producción (de 20 a 100 películas por año), pero difícilmente se podrán recuperar los índices de la llamada “época del cine nacional” que todavía se mantuvieron hasta antes de la década de 1990, que eran de alrededor de 100 películas por año.

El apoyo del Estado fue de 670 millones de pesos para la producción fílmica del 2007 ($59.1 USD) cuando en todo el sexenio 2001-2006 fue de 680 millones. En el 2008 fue de $65.7 USD. Si bien estos apoyos han contribuido a incrementar la producción nacional, se necesita un mayor apoyo de la iniciativa privada. Como se señalaba anteriormente, entre las principales dificultades que ha tenido que enfrentar el cine nacional para su exhibición en salas cinematográficas comerciales está el control que las distribuidoras y exhibidoras transnacionales tienen sobre la exhibición, problemática que también enfrentan la mayoría de los países en el mundo. A pesar de esta situación, durante el sexenio 2001-2006 el cine mexicano tuvo una presencia significativa en la cartelera comercial. En el 2007 se estrenaron 43 películas de las 70 producidas; en el 2008 se estrenaron 49 de las 70 (Tabla 2).

La película Rudo y Cursi fue la película más taquillera en el 2008, a pesar de haberse estrenado en el mes de diciembre, con una asistencia de 3 millones de espectadores y un ingreso de $127.4 millones de pesos. Bajo la misma luna fue la segunda película más vista con 2.5 millones de espectadores; Arráncame la vida, la tercera, con 2.3 millones de asistentes a verla (CANACINE, con datos de ACNielsen, 2008).

El ingreso de la taquilla de los cines en México en el 2008, de acuerdo a las estadísticas de la CANACINE, fue el equivalente de $534 millones de dólares, con un total de 182.4 millones de asistentes, lo cual representó un incremento de asistencia del 4.6% con respecto al año 2007.

En el 2008, el 6.7% de los espectadores vieron películas mexicanas, y en el 2007 fue el 8.3% (IMCINE, 2008), lo que contrasta con el 3.9% registrado en 1998, el periodo más crítico del cine nacional. Los asistentes por habitante en México llegaron a 1.71 en el 2008, en comparación con el 2007 que fue de 1.68; en general este indicador también se ha mantenido en incremento en los últimos cinco años.

El cine mexicano en Monterrey

El circuito cinematográfico local muestra una trayectoria semejante a la nacional, aunque en relación a la producción es más significativa proporcionalmente por su participación en el total nacional a partir del año 2000.

Hasta hace unos pocos años no se hablaba de una cinematografía que pudiera identificarse con la cultura regiomontana; sin embargo, el estreno y éxito de la película Inspiración, en el 2001, Siete días y Efectos Secundarios en el 2006 y Kilómetro 31 en el 2007 han puesto en la escena nacional e internacional las producciones de una generación de cineastas que están impulsando la cinematografía mexicana con sus propuestas fílmicas. El 20% de la producción nacional en el 2003 y en el 2006 fueron realizaciones locales. De las 60 películas mexicanas producidas en el 2006, 13 fueron realizadas por cineastas regiomontanos. Algunas de estas películas están recibiendo reconocimientos y premios, situando a las producciones locales a la par que las mejores nacionales.

En cuanto a la exhibición, la oferta de películas mexicanas en las pantallas de cine comercial de Monterrey muestra el mismo panorama que a nivel nacional. Antes de la entrada en vigor del TLCAN, el número de películas de origen nacional que se exhibían en los cines comerciales de la ciudad era mayor (Hinojosa 2003, 2004); este número fue descendiendo y si bien se ha recuperado levemente a partir del año 2000, a la fecha no ha vuelto a tener el índice de entonces y ha sido muy fluctuante.

Por otra parte, el número de salas de cine comercial se triplicó en una década y se sigue incrementando, no así la variedad de películas que se exhiben, cuyo número ha disminuido considerablemente en proporción al incremento de las salas.

Menos películas en más salas de cine, es una expresión que confirma una tendencia mundial señalada por otros investigadores, en el sentido de que las políticas de las industrias cinematográficas mundiales parecen conducir a una homogenización cultural, lo que Armand Mattelart llama “la convergencia cultural de los consumidores” (Mattelart, 1998: 88).

Faltan estudios que den cuenta del conjunto del proceso cinematográfico, que combinen a la vez las innovaciones tecnológicas, los cambios económicos y de hábitos de los consumidores para tener una visión integral de lo que está ocurriendo. Junto a los derechos económicos de las empresas hay que considerar los derechos culturales de los ciudadanos (García Canclini, 2006; Piedras, 2006).

Nuevos cineastas/nuevos públicos

Estudios antecedentes sobre el consumo y recepción de películas en las salas de cine comercial de Monterrey han arrojado como resultado que la ciudad representa una buena plaza para la exhibición cinematográfica nacional y últimamente para el cine local. Conviene señalar que si bien no existen muchos estudios que analicen los comportamientos y gustos de los públicos de cine, es importante destacar las contribuciones de autores como García Canclini, 1994, 2006; Lozano, 1997; Gómez 2001; Rosas, 2006; y Sánchez, 1998.

Estudios realizados a nivel local del perfil de los espectadores de cine comercial en la ciudad de Monterrey muestran que los asistentes a los cines comerciales están yendo a ver y opinan favorablemente acerca de las nuevas películas mexicanas. La Tabla 6 muestra algunos de estos resultados.

La película de El Crimen del Padre Amaro, estrenada en el 2002, fue una de las películas mexicanas más mencionadas por los espectadores en Monterrey, lo que puede ser una explicación al incremento sustancial del porcentaje que vieron películas mexicanas ese año: el 80% afirmó haberla visto, incluso hasta tres veces porque dijeron que les había gustado mucho. Esta película ha sido la más taquillera a nivel nacional, con 5.2 millones de asistentes (CANACINE, 2008).

En el 2006, la película mexicana más mencionada fue Efectos Secundarios, en segundo lugar la película de animación Una Película de Huevos y en tercer lugar la de Siete Días, esta última producida por cineastas locales. El 79% de los espectadores encuestados en esa ocasión dijo que recomendaría ver películas mexicanas.

En el 2007, Kilómetro 31, realizada por cineastas locales, fue la película más mencionada y Niñas Mal en segundo sitio. En el 2008, Arráncame la vida, seguida de Amor letra por letra, fueron las más mencionadas por una muestra de 560 espectadores. En cuanto a las preferencias de origen de las películas, en el 2008 un 24% de los espectadores expresó preferir las películas mexicanas sobre las extranjeras, porcentaje que se ha ido incrementando año con año, a pesar de su escasa producción y exhibición en las salas de cine.

Una encuesta realizada en el mes de mayo de 2009 mostró los siguientes resultados: el 43.4% dijo haber visto películas mexicanas en los últimos tres meses; la película más vista fue Rudo y Cursi (29.6% la había visto); de las películas mexicanas vistas en los últimos tres meses la que les gustó más fue Rudo y Cursi; el 58% califica la producción de las películas mexicanas vistas en el 2009 entre muy buena y buena; el 62% califica las actuaciones entre muy buenas y buenas; la temática de las películas es calificada por el 47% entre muy buena y buena.

En otros aspectos, los espectadores encuentran poco en identificación con los personajes (48.9%); mucho en diversión y escape (53.9%); poco en conocimiento e información (54.3%); poco en refuerzo de valores (45.4%); poco en temas para conversación (47.7%); mucho en emociones (45.5%).

El 57.3% opinó que las situaciones que se presentan en las historias de estas películas tienen semejanza con la realidad; sólo un 18.4% prefirió ver las películas mexicanas sobre las extranjeras; y el 36% contestó asistir al cine una vez al mes.

Algunos de estos resultados coinciden con los encontrados en estudios anteriores, sin embargo, el que más llama la atención es el de quienes asistieron a ver películas mexicanas, el cual disminuyó del 65% en el 2008 a 44% en el 2009. Si bien la película Rudo y Cursi tuvo un gran impacto en la preferencia del público espectador en Monterrey, las otras películas exhibidas no tuvieron la misma suerte. También disminuyó el porcentaje de las preferencias por origen: el 25% contestó preferir ver películas mexicanas en el 2008 contra el 18.4% en el 2009.

Otro indicador que disminuyó también es el correspondiente a la frecuencia de asistencia a las salas de cine: en el 2008 el 36% asistía cada 15 días; en el 2009 el 36% contestó asistir sólo una vez al mes. La disminución en el consumo y la frecuencia pudieran ser variables relacionadas con el desempleo que es una de las consecuencias de la crisis económica que afecta a todo el país: el 66% contestó contar con empleo en la encuesta del 2008 contra el 60% en el 2009. Lo anterior no excluye la ausencia de una política cultural de Estado que promueva y fomente, no necesariamente subsidie, el consumo de este bien cultural entre los ciudadanos de todos los estratos sociales.

En Monterrey, el perfil del público que asiste a las salas de cine comercial se ha mantenido en los últimos ocho años: son jóvenes, de ambos sexos, con un nivel alto de estudios y que tienen empleo, lo cual deja a un gran segmento de la población de México fuera del acceso y disfrute de este bien cultural.

A partir de los resultados expuestos, puede afirmarse que existe un público, en su mayoría joven, que tiene acceso a una oferta cultural cinematográfica nacional muy escasa, pero que, sin embargo, opina favorablemente de las nuevas películas mexicanas. Si bien no encuentra mucho elementos de identidad, sí de entretenimiento, diversión y emociones.

La película mexicana Rudo y Cursi se ha convertido en un fenómeno de masas entre los espectadores del cine nacional, en especial entre los jóvenes. La ciudad de Monterrey no es la excepción, donde se ubica como la segunda película más taquillera en la historia del cine local, el tema musical es escuchado en la radio y la película es tema de conversación. Si bien el film se clasifica en el género cómico, aborda aspectos de identidad, migración, oportunidades, estereotipos de género y narcotráfico en un estilo más bien de tragicomedia que parece diluir los efectos lacerantes de representar, en pleno siglo XXI, algunos de los aspectos que comparten en común los países en desarrollo. En otro trabajo se exploran las interpretaciones que estas problemáticas sociales generan en los jóvenes estudiantes de una universidad pública películas mexicanas como Rudo y Cursi, y cómo los procesos de apropiación de los productos culturales cinematográficos pueden orientar o no procesos de adaptación de cara a la crisis económica global que tiende a acrecentar las crisis nacionales.

Conclusiones

La economía política de la comunicación contribuye a explicar las articulaciones de la producción y el consumo en los niveles macro y micro; sin embargo, no es sencilla la relación entre las desiguales relaciones de poder involucradas en la producción, distribución y consumo de los productos culturales como las películas cinematográficas, pero la economía y la política pueden contribuir al análisis textual y su crítica, así como al estudio de los consumos y apropiaciones que son determinados estructuralmente por sus relaciones con la cultura.

Como en los estudios anteriores, la actualización de los resultados de esta línea de investigación muestra cómo siguen impactando las políticas económicas neoliberales en el circuito productivo de la industria cinematográfica nacional. Los grupos que controlan la distribución y la exhibición son los mismos que siguen abriendo nuevos conglomerados de cines, controlan la exhibición de las salas y están integrando éstas a conceptos comerciales cada vez más sofisticados para atraer a los públicos de cine, y es notoria la cada vez más reducida variedad de la oferta cinematográfica en un número cada vez mayor de salas que, por su pequeño tamaño, reproducen también la tendencia de la cada vez mayor segmentación de los mercados a nivel mundial.

Los reconocimientos que está obteniendo una nueva generación de cineastas mexicanos ponen el dedo en la llaga en el sentido de que no ha sido la escasez de talento lo que le hace falta a nuestro cine, sino una política cultural congruente y consistente de parte del Estado que establezca las condiciones pertinentes para que quienes están detrás de esta industria puedan enfrentar los desafíos que la globalización de los mercados y su modelo ideológico dominante están determinando.

Es difícil predecir o establecer un pronóstico para el cine nacional de los próximos años; lo que sí se pudo observar es que hacen falta políticas culturales más definidas para apoyar a esta industria cultural tan trascendente para la memoria colectiva de la nación y que, a pesar de ello, una creciente generación de cineastas con más voluntad que recursos económicos está haciendo presencia en el mercado internacional cinematográfico para participar con propuestas de renovada calidad y estética en un mercado global cada vez más competitivo, además de nuevas generaciones de espectadores que están desarrollando nuevos gustos por estas películas, lo que hace patente la necesidad de una mayor producción y oferta fílmica nacional.

Una nueva política cultural se documenta en el Plan Nacional de Desarrollo y del Programa Nacional de Cultura 2007-2012 para “fortalecer el sector de la producción de cine mexicano y fomentar la actividad industrial cinematográfica del país”, lo que se está viendo en el incremento de la producción en el 2007 y 2008. Esperemos que esta nueva voluntad política cumpla sus objetivos de sostener las condiciones para el desarrollo de la industria cinematográfica y crear públicos que disfruten de nuestro cine.

Hay que admitir, retomando las palabras del reconocido investigador Néstor García Canclini (2006: 26), que la insuficiencia de estudios sobre economía de la cultura no permite aún construir explicaciones integrales sobre el modo en que las industrias culturales de México y de América Latina están integrándose a la economía mundial.

Y es importante recordar, como también señala el economista Ernesto Piedras (2007: 26-27), que las industrias culturales son una fuente de ingresos importante en su contribución al PIB superior a otros sectores de la economía del país (en el 2007 fue de 7.3%), y que es urgente una adecuada planeación de políticas culturales que promuevan la producción y el consumo tanto desde el punto de vista de la educación integral de los ciudadanos, como por el lado del crecimiento económico, establecer reglas claras y conducentes para el desarrollo tanto del sector cultural como del país en su conjunto.

En una sociedad cada vez más globalizada, expuesta a una oferta cultural también cada vez más transnacional, es importante reflexionar en torno a que nuestro cine mexicano busca su espacio en un mundo que responda a la necesidad de la convivencia en la diversidad cultural, pero también se ha convertido en un asunto de sustentabilidad para una industria clave en la formación cultural y la recreación de la identidad nacional de los mexicanos.

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