BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

EL MIEDO EN EL NUEVO MILENIO: UN ABORDAJE ANTROPOLÓGICO PARA COMPRENDER LA POSTMODERNIDAD

Maximiliano E. Korstanje




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CAPITULO II – TERRORISMO Y TURISMO

Básicamente, escribe el periodista Ashmed Rashid “el 11 de Septiembre de 2001, el mundo dejó de ser el mismo cuando Afganistán se mostró ante él de una manera brutal y trágica. Los dicienueve terroristas suicidas que secuestraron cuatro aviones, y luego se lanzaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y contra el Pentágono, en Washington, pertenecían a la organización Al Qaeda, dirigida por Osama Bin Laden … su objetivo era golpear tres cosas a la ves: el mundo heredero de la guerra fría, el punto neurálgico de la globalización y los supuestos esfuerzos por hacer de la tierra un lugar más seguro y mejor” (Rashid, 2002: 13). Minutos luego del suceso, en una trágica analogía a los grandes eventos deportivos a nivel mundial, las personas en todo el mundo se predispusieron a conseguir un televisor que asegurara la mejor imagen y perspectiva sobre atentado una y otra vez. El estado general emocional era de estupor, asombro e incredulidad. Dentro de ese contexto, y en los albores de un nuevo milenio, pronto los casos de pánico y miedo, asociados a ideas místicas se propagaron por doquier tanto dentro como fuera de los Estados Unidos.

Un interesante artículo del New York Times publicado en 2007 y titulado “For Fear of Flying, Therapy takes to the skies”, confirmaba que la fobia a los aviones luego del 11 de Septiembre cambió de forma sutil, con encuestas llevadas a cabos inmediatamente después del evento, mostraron un pico de casos con pánico o fobia a viajar en avión . Pero ¿como definir un acto “terrorista?. Según definiciones sobre lo que se considera “terrorismo” tenemos que, “el ilegitimo uso de la fuerza o la violencia contra personas o propiedades para intimidar y coaccionar al Gobierno, a la población civil, o cualquier segmento en fomento de cualquier objetivo social” (Goldblatt y Hu, 2005: 142). En este contexto, la siguiente sección pretende ser una síntesis útil para futuros abordajes, tanto de los trabajos en un nivel macro como micro-sociológico con respecto a las causas y consecuencias del 11 de Septiembre que ayude a los investigadores a comprender el fenómeno de forma integral. Si bien el código ético mundial para el turismo se refiere al tema de la protección, seguridad y estado indefensión del turista, no todo riesgo tiene la posibilidad de ser evadido; en ocasiones, es el mismo riesgo el que atrae como en el caso de los deportes extremos.

En lo particular, la literatura existente sobre el tema se encuentra altamente fragmentada tanto disciplinar como conceptualmente, con errores metodológicos y teóricos serios en relación a una confusión entre riesgo, temor y pánico como también los verdaderos alcances materiales y psicológicos de tal evento. Por ese motivo, el siguiente trabajo se divide en dos fases, en la primera analizaremos filosóficamente las raíces del temor, la inseguridad y el riesgo, para en una segunda etapa revisar minuciosamente los trabajos previos en materia de seguridad turística y elección de destinos como así también las causas y consecuencias del ataque al WTC. Nuestro interés es proveer al lector un estado del arte sobre esta temática que permita ser usado en abordajes de tipo empírico. La premisa es comprender el 11 de Septiembre.

El origen del miedo

La proximidad del riesgo con respecto al sujeto determina la percepción de una amenaza y la posterior reacción la cual puede ser de enfrentamiento o huída. A diferencia del miedo el cual permite articular mecanismos de huida ante determinada amenaza, el terror se opone a ellas paralizando al sujeto. “Estas medidas de impedimento” (rituales) buscan destruir el suspenso y el peligro actuando de una manera imaginaria o simbólica cuya función es manipular la amenaza en un dato manejable y esperable; por ejemplo los amuletos de la suerte. Sin embargo, aún luego de orquestados estos mecanismos regulatorios el miedo puede resultar acechante. En otros casos, la huida puede ser sustituida por una intención imaginariamente construida sobre un potencial peligro. En resumen, si el riesgo habla de una amenaza real o potencial, el miedo es su elaboración simbólico-emocional. Cuando esta elaboración se hace extrema (terror) el individuo pierde su defensa implicando su propio aniquilamiento. En la mayoría de los casos riesgo y miedo van unidos de la mano como ha demostrado la psicología experimental, aunque sólo a veces éstos se transforman en terror. Finalmente, si bien el miedo remite o sugiere cierta interacción de entes con una igual condición ontológica –o iguales en la imaginación-, el peligro el cual genera la aparición del temor en donde uno de los seres involucrados detenta mayor poder que la otra parte. Así, la otredad construida por el temor no es ubicable en condiciones normales sino extrañas y misteriosas. El ejemplo más claro es la relación entre Dios y los creyentes aun cuando aplica también en otras manifestaciones; en otras palabras si el miedo genera huída el temor implica una posibilidad de libertad en la creación de un lazo duradero con el otro temido fundando una normatividad específica y aplicable a tal relación (Saurí, 1986: 21).

Ahora bien, mientras el miedo puede ser condicionado por acción del imaginario (o por lo menos controlado) no exista tal oportunidad para el temor el cual cualquier medida de impedimento es nula. El proceso de normalidad fijado por el miedo delimita un campo en donde la personalización esta protegida de toda destrucción por medio de un vínculo con un “otro absoluto”, más fuerte y poderoso. Fuera de este espacio construido, se encuentra el peligro y la amenaza (ibid: 23). Es posible que la relación entre el sujeto y el “otro absoluto” quede vinculada por la acción de lo tremendo como categoría destinada a enfatizar esa desigualdad política. El punto central es que lo tremendo crea una dependencia casi absoluta entre el sujeto y el otro inmanente.

En esta instancia, las categorías mencionadas se disocian del terror por cuanto establecen una oscilación entre lo concreto y lo totalmente desconocido. En ese contexto, el peligro no es ni religado y ritualizado (como en los casos anteriores) sino queda en suspenso de toda denominación posible y específica. Si tememos a lo posible, tenemos terror de lo imposible, y así la propia incapacidad de sentir la seguridad de nombrar y representar algo. En sí, el terror trae consigo una incongruencia de tipo lógico-racional por cuanto se remite a una ordenación sólo tenida en cuenta para ser transgredida. En este caso, no existe hábito sino solamente huida, fuga y el sujeto se encuentra constantemente en retirada. Al igual que lo siniestro, el terror tiene como función la despersonalización simbólica del sujeto por parte de la no pertenencia y la destrucción del ámbito. Por lo tanto, queda destruida toda capacidad de encarar un proyecto y una relación. Dice al respecto Saurí “lo siniestro, ambiguo, vacilante y arbitrario anula toda posibilidad de ser encuadrado. Pero además es imprevisible, por lo cual no cabe precaución; sobreviene, embarga la personalización y la arranca bruscamente así misma. No existe aquí la morosidad de la amenaza: no avisa, irrumpe inopinadamente como un rayo en un cielo sereno y la brusquedad garantiza el surgimiento de la injusta agresión requerida por la arbitrariedad (ibid: 31).

Asimismo, el miedo y el terror están presentes en casi las mayorías de las mitologías en los inicios del mundo, sin embargo es la greco-romana la que mejor lo simboliza en el acto mismo de creación, principio de castración de Urano, y la culpa sobre el crimen cometido de Cronos contra su padre. En este punto, el profesor Jean Marie Vernant es más que ilustrativo cuando –con respecto al nacimiento del mundo griego- afirma “al meditar sobre el desarrollo de esta historia, se puede pensar lo siguiente: para que exista un mundo diferenciado, con sus jerarquías y su organización, fue necesario un acto inicial de rebeldía, el de Cronos al castrar a Urano. En ese momento, Urano lanzó una maldición contra sus hijos, una imprecación que los amenazó con una culpa a pagar, un tisis. Contrariado así el curso del tiempo, aparecen el mal y la venganza, las Erinias que obligan a expiar las culpas, las Ceres. Las gotas de sangre caídas del miembro cercenado de Urano han engendrado las fuerzas de la violencia en toda la extensión del mundo” (Vernant, 2005:50). Pero las cosas no parecen tan simples, en realidad existe una ambigüedad manifiesta en las fuerzas cósmicas: la concordia y la violencia no sólo coexisten sino son parte misma de los dioses. Y así, continúa nuestro autor “caos engendró la noche y ésta engendró a las fuerzas del mal. Esas fuerzas son ante todo la Muerte, las Parcas, las Ceres; el homicidio, la matanza, la carnicería. Son también los males: desdicha, hambre, fatiga y vejez… Todas estas especies de mujeres negras se precipitan sobre el universo, y en lugar de un espacio armonioso, hacen del mundo un lugar de terrores, crímenes, venganza y falsedad” (ibid: 50).

Si analizamos exegéticamente el texto precedente, obtenemos tres elementos diferenciados, conflicto – culpa – miedo. En parte la misma dinámica ha sido tomada por el psicoanálisis de cuyas contribuciones nos ocuparemos más adelante, lo cierto parece ser que nuestros temores según ésta idea son producto de nuestras propias faltas y culpas derivadas. En tanto que, el constante sentimiento de inseguridad en los pueblos occidentales (y sobre todo dentro de territorio estadounidense) obedece a culpas no asumidas en el pasado, como por ejemplo el bombardeo atómico a Hiroshima y Nagasaki en el 45. En este contexto, el temor a un atentado químico o nuclear cuya obsesión parece apoderarse de la mentalidad americana no es otra cosa que las propias culpas reprimidas o no asumidas –como bien ha estudiado el existencialismo alemán- (Freud, 1998) (Kierkegaard, 2003; 2005; 2006) (Korstanje, 2009). Aunque de forma polémica, ello explicaría porque a pesar de haber experimentado atentados en sus capitales tanto en España como en el Reino Unido, Egipto o Bali al igual que la Argentina y otros países del mundo, el tema se ha mantenido sin desembocar en una actitud generalizada y paranoica como en los Estados Unidos. No obstante, el miedo no solamente crea y estructura sino que como veremos a continuación es la base de la propia fuerza política y se mantiene latente para construir lo externo en la sociedad.

Sin embargo, sostener una tesis de tal envergadura parece algo complicado si se analiza el problema más en detalle; tanto Reino Unido como España (a diferencia de Estados Unidos) se alinean en su “guerra contra el terrorismo” tras una larga experiencia en tema de atentados, los primeros con IRA, los segundos con ETA e incluso Argentina y Latino-América en la fase 1975-1982 (ya sea de Estado o civil). Por lo tanto, no parece ser el concepto de culpa (no expiada) una razón valedera para justificar la propagación del terror o mejor dicho su escasa tolerancia, sino el lapso en que cada una de estas sociedades se ha sometido a una experiencia similar. La larga paz que gozaron los estadounidenses dentro de su territorio desde el 70 hasta nuestros días, se vio interrumpida por la tragedia del WTC, sin embargo su impacto se triplicó precisamente por ese estadio previo de estabilidad . Si suponemos como Hobbes que todo hombre posee una irreconciliable tensión entre la vanidad y el temor, entonces consideramos oportuno –pero no suficientes- sus contribuciones con respecto al Leviatán como mecanismo generador de orden. Pero ¿como definir conceptualmente al miedo en el otro?.


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