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EL MIEDO EN EL NUEVO MILENIO: UN ABORDAJE ANTROPOLÓGICO PARA COMPRENDER LA POSTMODERNIDAD

Maximiliano E. Korstanje




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CAPITULO I -MIEDO Y AUTORITARISMO

Unas de las películas más taquilleras del cine estadounidense, Star-Wars en su episodio número III resalta la explícita preocupación por parte de su director por poder distinguir la fina línea entre “la libertad aparente y la real dictadura de los regimenes políticos”, incluyendo a la democracia misma. Ya al final del film, Padme (una de las protagonistas) se cuestiona: ”así es como muere la libertad”…“con un aplauso estruendoso” ante los ojos del senador Bail Organa –a quien luego de la voluntaria muerte de Padme se le entregará a una de sus hijas llamada Leia-, observando precisamente el destierro final de los Jedis y la investidura del senador Palpatine como Emperador supremo. Al margen de esta observación que puede emparentarse tranquilamente con una tragedia esquiliana, lo interesante del relato no está en los efectos de sonido o visuales sino en su argumentación. Existe una relación de base entre la fundación política del Estado, el temor y la dictadura.

En efecto, luego del 11 de Septiembre de 2001 en donde Estados Unidos experimentó uno de los más enérgicos ataques de su historia, incluidos el bombardeo japonés a Pearl Harbor, las condiciones políticas del mundo comenzaron a cambiar. A este hecho le siguieron la primera consensuada invasión a Afganistán, dos atentados más a los aliados de Estados Unidos como España y Reino Unido, la tan cuestionada unilateral invasión a Irak y la deposición del régimen de S. Hussein, sin mencionar las escaramuzas políticas de la Administración Bush con Venezuela, Irán, Corea del norte y Rusia. No caben dudas que vivimos en una época potencialmente conflictiva en la cual el temor y el híper-consumo se han transformado en las más eficaces armas de dominio sobre las mentes de todo el planeta. Dentro de ese contexto, el presente trabajo indaga en las contribuciones filosóficas de Hobbes, Spinoza, Aristóteles y Bernstein para explicar la relación existente entre el miedo (o pánico) que experimenta actualmente la ciudadanía y la manipulación política de la cual es víctima. Este tema ha desvelado a gran parte de los filósofos políticos de todos los siglos, pero es precisamente en éstos tres donde mejor tratado se encuentra el tema.

El Miedo en Aristóteles

De toda su extensa obra, es en el libro segundo y tercero de Ética Nicomaquea que Aristóteles esboza, en la teoría de las virtudes, su idea de miedo. Partiendo de la idea que de los actos nacen los hábitos, el padre de la escuela peripatética sugiere que los actos humanos son plausibles de malograrse tanto por defecto como por exceso. Un exceso de temor convierte a un hombre en cobarde, “y si de todo huye” nada soportará mientras que por defecto el valiente puede terminar convirtiéndose en un insensato y perder la vida. Sólo la medida justa (virtud) puede conservar la compostura del hombre y llevarlo a la felicidad (Aristóteles, Ética, II, v. II, p. 19). Existen tres cosas en cuanto a lo que los seres humanos prefieren, lo bueno, lo útil y lo placentero. En consecuencia, otras tres ubicadas en oposición a las primeras, lo malo, lo nocivo y lo desagradable. Desde su niñez y a lo largo de su vida, los hombres intentarán acercarse al placer separándose más y más del dolor.

Dentro de este contexto, el temor es clasificado como una pasión junto con el deseo, la envidia, la audacia, el odio, la añoranza y la piedad entre otros. A todos estos estados, en otros términos les corresponden el placer o la pena. “Las potencias” por el contrario son las facultades mentales que hacen posible los estados anteriormente mencionados mientras que los hábitos predisponen a conducirse por el camino del bien o del mal. En este sentido, Aristóteles aclara “allende de esto, no depende de nuestra elección airarnos o temer, mientras las virtudes sí son elecciones o por lo menos no se dan sin elección. Finalmente, dícese que somos movidos por las pasiones mientras que por las virtudes no somos movidos” (Aristóteles, II, v. III, p. 22). En consecuencia, la pasión (y dentro de ella el temor) concuerda con nuestra definición anterior de miedo como un sentimiento primario o básico cuya incidencia en el acto no puede ser regulada concientemente antes que el hecho suceda, mas la virtud para el filósofo griego debe comprenderse como una hábito selectivo coincidente en una posición intermedia entre el vicio de exceso y defecto. Sin embargo, en su tratamiento de la huida el autor va a tomar un carril diametralmente opuesto.

La huida del cobarde, aquel apoderado por el temor, que decide resguardarse ante una amenaza es movida por una significación previa del dolor; “en sí misma la cobardía es sin dolor; pero las circunstancias concretas ponen al hombre fuera de sí por la representación del dolor al punto de hacerle arrojar las armas e incurrir en otras descomposturas por todo lo cual la cobardía de la apariencia debe ser forzada. En el desenfrenado, al contrario, los actos son voluntarios, como quiera que son por él deseados y apetecidos. (Aristóteles, III, v. XII, p. 42-43). El desenfreno obedece a una causa que sigue la propia voluntad del sujeto mientras que no sucede lo mismo con la cobardía. Siguiendo el lineamiento de la razón antigua, el autor remite al proceso de enseñanza del niño como ejemplo para sortear los obstáculos de su propia contradicción; los niños cuyo desenfreno es hacen inmanejables tendrán un apetito de placer el cual no podrá ser saciado. Si no se puede disciplinar “hacer obediente” al apetito, el sujeto se transformará una vez adulto, en un ser irracional y errático o temeroso. En la voluntad del desenfrenado el hombre se acostumbra a los placeres, pero al quererlos todos, inevitablemente se “entristece” por no poder alcanzarlos; por lo que aquel deseo que se torna desmedido se encuentra sujeto a la tristeza. En la medida en que mayor sea la apetencia por evitar el placer mayor será la posibilidad de experimentar temor.

Por otro lado, de este tratamiento tomará S. Freud su idea inicial de fobia (término compuesto por phóbos y phemobai). De phóbos derivan dos sentidos diferentes: terror y miedo. En su tratamiento sobre el caso Hans, Freud explica que la fobia es una respuesta que tiende a la unidad psíquica cuando la estructura se encuentra frente a sentimientos ambivalentes y encontrados por medio de un proceso de escisión / proyección / desplazamiento (Freud, 1998: 11) . Un sugerente rastreo historiográfico en Vicente Domínguez (2003) sugiere la idea de que el miedo tiene en la literatura homérica un tratamiento diferente al dado por Aristóteles en su Ética Nicomaquea. En Homero, para ser más exactos phóbos deriva de phemobai que significa huir. En este contexto, su aplicación a fines bélicos puede verse plasmado en la figura de Phóbos hijo del dios de la Guerra Ares, “terrible y temido” por todos los mortales. Luego de Homero, dice el autor, el sentido de Phóbos adquiere un matiz más vinculado al miedo que al terror anterior (Domínguez, 2003: 662). Una de las contribuciones de Aristóteles al estudio del temor, es la idea de virtud como forma intermedia entre la cobardía y la temeridad, a la vez que considera al miedo como una forma de evitar el dolor aumentando el placer. Sin embargo, Aristóteles no continúa explicando como es que la valentía se transforma en un estado permanente de “orgullo” tema que será retomado por la filosofía política del británico. T. Hobbes.


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