BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

EL MIEDO EN EL NUEVO MILENIO: UN ABORDAJE ANTROPOLÓGICO PARA COMPRENDER LA POSTMODERNIDAD

Maximiliano E. Korstanje




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La Posición del otro

Dedicádole una sección al origen mitológico del temor en la cultura griega, es necesario relatar y analizar la narración que hace referencia a la construcción de la otreidad, la hospitalidad y el rechazo como ejes discursivos del temor a lo no conocido. Cuenta Vernant que regresado Dionisio, hijo de Zeus y Sémele (un Dios algo difícil de encasillar relacionado al placer o al vino) a Tebas personificado como un sacerdote de su propio culto, es rechazado como extranjero y bárbaro por el Rey Penteo. Por medio de sus diferentes artimañas, Dionisio alborota la ciudad transformando el carácter de las mujeres de simples y pasivas esposas, a salvajes e insaciables seres que abandonan a sus hijos y a sus tareas en el hogar para dirigirse a los campos. Penteo manda a encerrar dos veces al dios quien con sus trucos logra finalmente liberarse, e invita socarronamente a Penteo como observador escondido en un pino, es descubierto por las bacantes y por Agáve su propia madre quienes estaban en un culto orgiástico desenfrenadas y entregadas al deseo de todos los excesos. Las bacantes presas de una ira furiosa por haber sido descubiertas, despedazan vivo a Penteo y le entregan la cabeza a su madre quien orgullosa la muestra como trofeo, pasado el efecto narcotizante y vuelta en sí, Agáve da cuentas del horror, de haber sido participe en el asesinato de su propio hijo (Vernant, 2005: 152-157).

He aquí varias interpretaciones, es cierto que Penteo representa al hombre griego en una de sus características más representativas, la capacidad de razonar (logos), mantenerse a raya de cometer cualquier acción indigna, ni ser presa de sus pasiones a la vez que dirige su desprecio hacia las mujeres como portadoras de la pasión (pathos). Incluso, Penteo desprecia al sacerdote en forma simbólica como los griegos despreciaban a todo lo que no era griego (etnocentrismo) y le niega de sí la hospitalidad. Tras su necesidad de mantener el orden jerárquico, Penteo cierra la llave de la hospitalidad del hogar donde se encuentra la mujer (Vernant, 2005: 155-156). En este sentido, no es extraño como viera Frederich Nietzsche el origen de lo trágico como la confluencia entre el logos y el pathos, una suerte de intento de dominación de la razón por sobre la fuerza de la vida, sobre lo emocional. Para el filósofo alemán, es inútil subsumir el pathos al logos, la vida trasciende en forma horrorosa e implacable como Dionisio lo hizo con Penteo (Nietzsche, 2006). Todo lo que hay de terrorífico en el hombre, es el propio intento de hacer humano lo salvaje.

Sin embargo, la interpretación nietzcheana no puede explicar el lugar el otro en la constitución de la propia identidad, es decir el rechazo como forma de muerte. En este sentido, Jean-Pierre Vernant estudia el mito en cuestión como “la pérdida de la identidad”. En efecto, el drama es provocado no por el estado natural de las bacantes sino por la propia incomprensión de Penteo quien niega el vínculo entre lo extranjero y Tebas. Así, escribe Vernant “Penteo sufre una muerte espantosa: el civilizado, siempre dueño de sí, que cede a la fascinación de lo que pensaba que era el otro y lo condenaba, es desgarrado vivo como un animal salvaje. El horror se proyecta en el rostro de quien no ha sabido hacerle lugar al otro” (Vernant, 2005: 161).

Finalmente, el culto a Dionisio (Baco) quedará por siempre en Tebas como recuerdo de la identidad perdida. En resumen y según lo expuesto, el temor y más aún el error actúan en conjunción con la negación del extranjero, del otro diferente, a cuanto más diferente y más negado, mayor es el miedo. Sin embargo, ello no resuelve la posición del miedo en la vida de los hombres; es decir, Penteo reniega de lo extraño por miedo, a la vez que da origen a lo trágico, lo horroroso en sí mismo. Empero, el miedo parece ser interno a la propia comunidad y despierta en situaciones específicas. Si esto es así, entonces deberíamos unir un puente conceptual que focalice en como actúa el miedo dentro de las mismas sociedades en las que se encuentra alojado (como un huésped).

Un interesante artículo de E. L. Quarantelli sugiere la posibilidad de que el pánico no sea necesariamente una cuestión irracional, ni mucho menos disolutiva. Según el autor, el pánico se mantiene en las sociedades como un agente capaz de lograr el orden en momentos de natural desorden. Siguiendo la idea durkheimiana sobre el crimen, Quarantelli asume que el pánico no es ajeno a la sociedad, sino parte constituyente de la misma para mantenerse unida. Los lazos sociales se mantienen inquebrantables gracias al efecto generado por el pánico y el temor (Quarantelli, 2001).

Acorde a las observaciones anteriores, otro autor R. Connell sugiere que en momentos de crisis no existe una ruptura de roles, ni de normas aun cuando el concepto de lo que está bien y mal se transforma contextualmente. Por ejemplo, durante el rescate en WTC un grupo de bomberos rompió una maquina expendedora de bebidas para repartir entre los sobrevivientes, en ese contexto de heroísmo esa acción (desviada) era aceptable. Según el autor los momentos de crisis comprenden un tiempo de incertidumbre, seguido e una reevaluación normativa, un liderazgo y una toma de decisiones orientada a escapar o quedarse en el lugar a la espera de un auxilio exterior (Connell, 2001). A estas observaciones, agregaríamos -luego de elaborado el duelo por la catástrofe- sobreviene un sentimiento de temor por el cual es necesario efectuar un proceso ritual en aras de prevenir su repetición; lo que duele no es la pérdida sino la posibilidad de volver a perder. Cuando ello atormenta el alma, es necesario expresar la culpa hacia un objeto externo dando origen el principio religioso de la sacralización de los muertos; a grandes rasgos todo parece indicar que el temor es un fenómeno post-traumático o un vinculante situacional con aquello que no viven la tragedia sino que observan (Korstanje, 2007).

En esa línea de razonamiento, los medios masivos de comunicación juegan un rol importantísimo tanto en la minimización como la exacerbación del evento y su transmisión a los espectadores. M. Hall argumenta que la percepción creada por los medios ya sea en el 11-09 o el brote de SARS no reflejaba los peligros reales del suceso, sino una elaboración e interpretación simbólica específica sobre la opinión pública. Así, es necesario estudiar los efectos de la Agenda-Setting en temas turísticos y de seguridad. Por el contrario, como veremos a en otra sección no necesariamente una transmisión de imagen negativa impacta en los televidentes. Otras variables como los lazos familiares pueden anular (parcialmente) el potencial riesgo (Yuan, 2005). Por otro lado, Hall identifica 5 fases en el tratamiento de las noticias: a) un estadio en el cual el problema comienza a definirse, b) una euforia alarmista invade a los televidentes, c) se analizan los costos de una política de Estado sobre la solución al problema, d) declina el interés de la opinión pública sobre el problema, y e) sobreviene un estadio posterior al cual el autor llama “post-problem stage) (Hall, 2003). De esta manera, la cobertura del WTC siguió las cinco fases por lo que el autor sugiere es poco probable un estado eufórico de crisis se mantenga en el tiempo. A medida que las autoridades toman cartas en el asunto, la percepción del riesgo tendería a disminuir (Hall, 2002).


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