BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

EL MIEDO EN EL NUEVO MILENIO: UN ABORDAJE ANTROPOLÓGICO PARA COMPRENDER LA POSTMODERNIDAD

Maximiliano E. Korstanje




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CAPITULO IV: LA GRIPE A EN BUENOS AIRES

Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados. Los que se sacrifican y los que se purifican en los huertos, unos tras otros, los que comen carne de cerdo y abominación…

(Viejo testamento, Isaías, capítulo 66, 17

El día 23 de Junio de 2009 una noticia conmovió la opinión pública argentina; los organismos de salud habían confirmado la muerte de 17 personas producto de la gripe A (H1N1) aparecida inicialmente hace unos meses atrás en México y que luego se extendiera por todo el mundo. Dos días después, el número ascendería a 23 ocupando el tercer lugar en el país que más muertos tuvo luego de México (134) y Estados Unidos (116). A la fecha en que se redactaba el presente ensayo, La Organización Mundial de la Salud había confirmado 55.867 infectados y 238 muertos en todo el planeta. Técnicamente el virus mutó en un cerdo conjugando la gripe humana, la aviar y la porcina, precisamente recibiendo el nombre de “Gripe Porcina”. La siguiente tabla muestra en números lo expuesto anteriormente.

Estadísticas privadas de una encuesta virtual, organizada por el grupo Clarín, demuestra que el 71.6% de los participantes (24.181 votos) dicen que la gripe A ha modificado el hábito de la vida cotidiana mientras sólo un 28.4% (9.758 votos) dice que no ha modificado las costumbres de la vida social.

En ese contexto, presenciamos –el mismo 23 de Junio, en una de las empresas en donde prestábamos asesoría– una conversación entre dos empleados que llamaron nuestra atención. La preocupación central de quienes participaban en ese diálogo versaba sobre la seguridad de los hijos o, mejor dicho, su vulnerabilidad, enfatizando en aquellos casos conocidos y fatales de personas que contrajeron dicha enfermedad. Esta inteligibilidad de lo trágico en el ser-ahí coincidía en lo teórico con los aportes de la filosofía existencialista. Se mencionaba, entre otras cosas, el caso de una compañera quien fue llevada de urgencia al hospital; supuestamente, se corría el rumor que ella vivía al lado de dos personas que estaban contagiados con el virus de influenza A. Este rumor fue días más tarde desmentido por la misma involucrada.

Según el imaginario colectivo, la virulencia y la fatalidad de este nuevo virus H1N1 no sólo parecía ser alarmante sino que atacaba a personas que no tenían problemas respiratorios previos; y ello potenciaba la desesperación. En una era donde el capitalismo ha tomado posesión de todo, incluso de las vidas individuales, es difícil comprender que alguien completamente sano muera de repente, sobre todo si se corresponde con generaciones productivas. En consecuencia, se notaba –en general– cierta paranoia en la gente tanto en las oficinas como en los centros universitarios, en la calle como en las casas. Sin ir más lejos, Francisco –uno de los dos colegas que conversaban– admitía hace unas semanas haber visto un programa en TV y en Internet sobre el “fin de los tiempos”; más específicamente, sobre un supuesto Apocalipsis que ocurrirá en Diciembre 2012 profetizado por varias culturas, entre ellas la de los Mayas. La era global y los avances instrumentales en telecomunicaciones ayudaban a la diseminación de noticias e información que ciertamente potenciaban la paranoia. Luego de una conversación de media hora, el interlocutor reveló que en pleno 2009, lo más angustiante de todo ello era vivir lentamente el final hasta 2012, en una sensación de desesperación que no termina con la circunstancia misma sino que la prolonga lentamente como un largo cáncer. La posibilidad de un virus apocalíptico que diezmara a la población mundial parecía una posibilidad presente en el pensamiento popular.

En este contexto, surge la siguiente investigación, la cual se ha centrado en el análisis de contenido de aproximadamente 10 artículos periodísticos publicados en Clarín, La Nación y La Razón desde la aparición del brote y los primeros casos en el país el 29 de Abril de 2009 hasta el 2 de Julio de 2009 inclusive. Gran parte del temor y la angustia que ha despertado esta nueva cepa del virus no es su potencial mortalidad, sino su apetencia por jóvenes en apariencia sin ninguna enfermedad crónica previa. Este hecho contradice el principio humano de realidad y despierta los más recónditos temores.

En trabajos anteriores, Korstanje (2009) ha demostrado, desde una perspectiva filosófica, cierta relación entre “el ocaso de la imaginación” y la creciente ola de temores acaecidos luego de 2001. Siguiendo la contribución existencialista, el autor enfatiza, pues que no sólo el hombre ha matado a Dios sino que está intentando tomar su lugar en la administración del universo. La ignorancia, en ese punto, jugaba un rol fundamental en épocas pasadas ya que mantenía al hombre dentro de los límites de la percepción finita. Hoy los avances tecnológicos y los medios masivos de comunicación han generado una gran imagen alimentada constantemente por eventos (negativos) que se dan en forma inconexa pero que son articulados como un todo orgánico. No obstante, algunos puntos difusos creemos pueden aún ser retomados y mejorados en la presente investigación. En principio porque todo conocimiento queda indefectiblemente sujeto a error y, segundo, porque en los estudios anteriores Korstanje confundía conceptualmente miedo con angustia.

Inicialmente, con T. Sábada, consideramos que no existe una influencia lineal entre los medios de comunicación y la audiencia sino compatibilidad de intereses y percepciones. En efecto, el sujeto percibe y filtra las noticias según su estructura cognitiva previa; en contraposición con la escuela de la Agenda Setting, consideramos que el análisis de discurso no puede probar unívocamente la relación e influencia de los medios en la construcción de la imagen pública, pero sí referirse a aquellas construcciones que se encuentran presentes en quien escribe dichas noticias. Las noticias y su transmisión hablan de quienes las escriben o transmiten en mayor medida –en cuanto a sujetos insertos en una comunidad– más que de quienes las perciben (Sábada, 2008). Como marco referencial para la comprensión del problema utilizaremos la teoría antropológica del milenarismo y el culto a los muertos. La muerte no sólo se configura como una preocupación para el hombre moderno sino como el eje re-estructurador del nacimiento de la propia cultura. Los resultados de la investigación deben ser comprendidos dentro del marco microsocial en el cual se plantea y no pueden ser extrapolados a otros escenarios.


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