BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DESARROLLO HUMANO MULTIDIMENSIONAL

Julian Sabogal Tamayo


 


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LAS TEORÍAS DEL MODELO IMPERANTE Y LA NECESIDAD DEL PENSAMIENTO ALTERNATIVO

Todas las teorías en ciencias sociales nacen en contextos particulares, con propósitos definidos, y luego alcanzan determinados niveles de universalidad dependiendo obviamente de su capacidad de ahondar en el descubrimiento de las grandes tendencias, pero también de la concepción del mundo de los teóricos, que muchas veces va acompañada de intereses económicos, políticos, ideológicos, etc. Las ciencias modernas en general y las sociales en particular nacieron en los marcos del actual Sistema Mundo Capitalista. Las ciencias modernas, por lo tanto, son criaturas del eurocentrismo. Se trata de un mito histórico, a partir del cual nace todo el pensamiento moderno.

A partir del Renacimiento, cuando se constituye el sistema mundo capitalista, su centro se desplaza hacia las costas del Atlántico, en tanto que el antiguo Mediterráneo será a su vez convertido en periferia. La nueva cultura europea se reconstruye en torno a un mito que opone una supuesta continuidad europea geográfica al mundo situado al sur del Mediterráneo, el cual por ello se convierte en la nueva frontera centro/periferia. Todo el eurocentrismo reside en esta construcción mítica (AMIN, 1989: 25).

La economía como ciencia es aún muy joven como que surge solo en el siglo XIX, aunque algunos de sus principios venían del siglo anterior. Al igual que todas las ciencias, elabora sus propios constructos que después adquieren la pretensión de realidades objetivas, “naturales”.

En general, se suele atribuir a Quesnay el mérito de haber sido el primero en formular de forma acabada la idea de “lo económico” como un todo coherente y ordenado, como un “sistema” sujeto a leyes específicas descifrables con ayuda de la lógica. Formulación que hizo dentro de la epistemología mecanicista…, instalando ese carrusel en el que la “producción” y el “consumo” giran incesantemente, que resulta hoy tan familiar que ya nadie se pregunta por los principios sobre los que reposa, que se toma como algo “objetivo” olvidando que, a fin de cuentas, no es más que una construcción de la mente humana (Naredo, 2003: 69).

No es cierto que las ciencias tengan un desenvolvimiento “natural” y que, por lo tanto la forma en que han venido avanzando era la única posible. Además de los contextos históricos sociales, etc. tienen mucha importancia las posiciones ideológicas y los intereses de diferente tipo. La ciencia económica siguió históricamente el camino conocido de la fisiocracia, donde aún tenía importancia la naturaleza, al pensamiento clásico, donde el valor y el precio estaban atados casi exclusivamente al trabajo, y de aquí al pensamiento neoclásico, donde además de la naturaleza desaparece también el trabajo, para reducir el precio a un simple fenómeno de mercado. De acuerdo con Eric Hobsbawm, creemos válida la pregunta ¿qué hubiera pasado si…? En ese sentido podemos pensar qué hubiera pasado si la ciencia económica, en lugar del camino que acabamos de describir, hubiera tomado otro camino; por ejemplo la dirección que señalaba Lineo en el siglo XVIII. Como nos dice Naredo:

El siglo XVIII, el siglo de Linneo, es teatro de la transición indicada: este autor es, por una parte, el artífice de las clasificaciones de la botánica moderna apoyadas sobre un amplio trabajo empírico, pero a la vez participa de una visión integral –“holista”- del mundo, presentando un orden natural Jerarquizado e inmutable, más propio del antiguo orden de ideas. Este enfoque globalizador, que dio lugar al término economía de la naturaleza para designar “la muy sabia disposición de los Seres Naturales, instituida por el Creador, por la cual tienden a fines comunes y tienen funciones recíprocas” y al término balance de la naturaleza para describir los equilibrios hoy llamados ecológicos, hubiera desembocado con facilidad en una economía de los recursos naturales si se hubiese producido un contexto ideológico favorable para ello (Naredo, 2003: 80-81).

El contexto ideológico del siglo XIX, cuando nacen las ciencias económicas modernas, era favorable a la visión que ellas adquirieron. Antes que las ciencias económicas, nacieron las empresas capitalistas y el pensamiento económico surgido resultó ser indudablemente favorable a estas.

Hoy se sabe que el laissez faire ha sido el laissez faire de quienes detentaban el poder económico para originar una concentración creciente del mismo; para vincularse entre sí e implantar, en suma, el monopolio y no la libre competencia; para hacer del Estado un instrumento servil a sus intereses y no ese ente neutral que preconizaba el liberalismo… (Naredo, 2003: 65).

La prueba es que hoy, ante la evidencia de la crisis ambiental, renacen los esfuerzos por la construcción de una visión holística del sistema, incluso la visión aislacionista del pensamiento neoclásico, que, sin duda, ha contribuido a agudizar dicha crisis, intenta encontrar alternativas de solución. Hoy la Economía Ecológica se propone remediar en parte el daño que el avance industrial descontrolado ha causado al ambiente.

No es necesario abundar mucho en argumentos para comprender que las ciencias en boga favorecen los intereses de los privilegiados del modelo imperante. Veamos un ejemplo sencillo en Colombia. La teoría neoclásica sostiene que existe una relación directa entre las dimensiones de los salarios y el desempleo. A mayores salarios mayor desempleo. Este argumento se esgrime para negar el aumento de los salarios. El efecto inmediato, en la práctica es que en la distribución del producto les corresponde una cantidad menor a los asalariados y una cantidad mayor a los propietarios de las empresas. Hay una redistribución en beneficio del capital. Por supuesto que los teóricos no hacen el planteamiento en forma directa, sino que presentan el problema como si el incremento de salarios llevara a una disminución en la contratación de trabajadores y, en consecuencia se tratara de una medida perjudicial para los asalariados, vía incremento del desempleo. La historia ha demostrado que el freno al incremento del salario real no repercute en ningún decremento en la tasa de desempleo. Lo que se observa, en cambio, es una mayor concentración de la riqueza en el país, favorecida sin duda por la teoría y los teóricos del capital. El director del Observatorio de Desarrollo Humano de la Fundación Universitaria Autónoma de Colombia, doctor Julio Silva Colmenares, nos dice en el Boletín Nº 5 del Observatorio Sobre Desarrollo Humano en Colombia, lo siguiente:

…la relación entre el ingreso del 10% más rico y el 10% más pobre de la población colombiana subió de 52 veces en 1991 a 73 veces en 1996 y 78 veces en 1999. Recuérdese que en los años cincuenta, según la Misión presidida por Lebret tal relación podría ser de 20 veces.

Por su parte las teorías del desarrollo, que son parte integrante de las teorías económicas, como hoy se las entiende, son aún más jóvenes que estas. El concepto de desarrollo aparece por primera vez en el Oxford English Dictionary en 1871, con la definición de desdoblamiento de lo que está en germen ... de razas, de plantas y de animales. Se trata de una definición tomada de la ciencia biológica de la segunda mitad del siglo XIX. En Economía el concepto estuvo implícito en el Pensamiento Clásico y en Carlos Marx, pero una elaboración teórica independiente del desarrollo solo tiene lugar después de la segunda guerra mundial. Desde su nacimiento las teorías del desarrollo han tenido una considerable carga ideológica, puesto que tienen entre sus motivaciones la necesidad de ofrecer una alternativa a la propuesta de los países socialistas. El teórico norteamericano Paul Baran lo plantea en los siguientes términos:

Lo que ha transformado la consternación en un estado de casi pánico es la confluencia histórica de la agitación de los países subdesarrollados con el avance espectacular y la expansión del campo socialista del mundo. La actuación militar de la Unión Soviética durante la guerra y la rápida recuperación de su devastada economía, dio la prueba decisiva de la fuerza y viabilidad de una sociedad socialista…

Como resultado de estos sucesos, la cuestión del progreso económico y social no solo vuelve al centro del escenario histórico sino que, como hace dos o tres siglos, se relaciona con la esencia misma de la lucha cada vez más extensa y aguda entre dos órdenes sociales antagónicos. Lo que ha cambiado no es quizá tanto la trama y la naturaleza de este drama cuanto sus personajes principales. Si en los siglos XVII y XVIII la lucha por el progreso equivalía a la lucha contra las instituciones caducas de la era feudal, en forma similar los esfuerzos actuales tendientes a crear las condiciones indispensables para el desarrollo económico, tanto en los países capitalistas avanzados como en los atrasados, entran continuamente en conflicto con el orden económico y político… (Baran, 1971: 26-27).

Ante el reto del socialismo, que ofrecía una vía nueva imitable por los países atrasados del mundo, surge ante los países centrales, particularmente los Estados Unidos, la necesidad de ofrecer alternativas de progreso. En ese momento se reconoce la condición de un grupo de países atrasados que requerían de ayuda para salir adelante y es entonces cuando se empieza a hablar de desarrollo y subdesarrollo y surgen las correspondientes teorías que explican dichos fenómenos. Es decir, que la teoría del desarrollo, comparada con la historia de las ciencias sociales, es bastante joven. El economista chileno Oswaldo Sunkel nos dice al respecto:

Difícilmente algún libro publicado antes de 1950 contenía la palabra desarrollo en su título, las universidades no ofrecían cursos sobre la materia y no existían institutos especiales de desarrollo ni expertos en este campo. La asistencia técnica tal como la conocemos ahora, sólo se convirtió en una operación sustancial con el programa del punto IV del presidente Truman y con el programa de asistencia técnica de la ONU (Mallorquín, 1998: 26).

En los informes de la Oficina Económica de las Naciones Unidas de 1949, empieza a aparecer el concepto de subdesarrollo. El propósito de Estados Unidos, en su preocupación por el desarrollo de otros países, se puede ver claramente en un informe del Congreso, de 1955, que dice:

Estados Unidos tiene el derecho y la obligación de poner de manifiesto y defender los intereses vitales de la seguridad y la economía de Occidente, amenazados por las profundas transformaciones que ocurren en los países no comunistas de Asia, África y América Latina. Debemos tratar de influir sobre esas transformaciones, a fin de que sus resultados sean compatibles a corto y largo plazo, con los intereses de Occidente (Citado por Caro, 2002: 13-14).

Obviamente que en las últimas cinco décadas la teoría del desarrollo ha sufrido considerables cambios, tanto en su contenido como en sus formas de presentación. En este proceso de cambio se ha venido hablando de desarrollo sostenible, desarrollo humano, desarrollo humano sostenible, con los aportes de Amartya Sen se habla de mejoramiento de la calidad de vida, etc. Pero, en su esencia se sigue pensando en crecimiento, en el aumento de la producción de objetos, subsiste en última instancia el principio teórico de que primero se debe aumentar la producción y solo después se puede pensar en distribución del producto, cuando este sea suficientemente abundante.

En general, las teorías del desarrollo dividen el mundo en dos grandes bloques, uno de los cuales está más avanzado o desarrollado y el otro menos avanzado compuesto por los países subdesarrollados; el primero es un mundo industrializado y el segundo es productor de bienes primarios. La mirada sobre la historia es lineal, de tal manera que los países subdesarrollados se encuentran en una escala inferior, pero, con la ayuda del otro bloque y la imitación de su historia, pueden llegar a ser algún día igual a ellos. La idea del desarrollo es la de una escalera por la cual todos los países van ascendiendo, unos primero y otros después. Escuchemos lo que afirma al respecto uno de los principales representantes de la ortodoxia actual:

Bangladesh ha logrado poner el pie en el primer peldaño de la escalera del desarrollo y ha conseguido crecer económicamente y mejorar la sanidad y la educación, gracias en parte a sus propios y heroicos esfuerzos, gracias en parte al ingenio de organizaciones no gubernamentales como BRAC y gracias en parte a las inversiones realizadas por distintos gobiernos... (Sachs, 2005: 44).

En estas reflexiones no aceptamos esas visiones lineales de la historia. Compartimos, en cambio, la visión de la existencia de un sistema mundo capitalista compuesto por un centro y una periferia, como las dos caras de una misma moneda. Se trata de una estructura que se reproduce a sí misma, sin que los países que componen la periferia tengan la posibilidad de convertirse en centro ni de alcanzar las condiciones de desarrollo hoy existentes en los países centrales; al menos en los marcos del modelo imperante.

Las teorías imperantes son impotentes frente a los principales problemas que hoy aquejan al mundo. Voy a enumerar tres que, a mi modo de ver, constituyen los principales problemas de la humanidad en estos momentos: el hambre, la crisis ambiental y lo que propongo llamar la contaminación mental.

Según cifras de la FAO hay 854 millones de personas con hambre en el mundo, de ellas diariamente mueren 25.000 personas, es decir 9,1 millones anuales, como consecuencia de enfermedades generadas por hambre y malnutrición. Es decir, el equivalente a cerca de un cuarto de la población colombiana muere de hambre anualmente. La tendencia no es a disminuir, sino todo lo contrario. No es cierto, como afirma la teoría imperante, que la causa del hambre sea el incremento de la población, que los países pobres lo sean porque son muy poblados. Mientras África, el continente con el mayor porcentaje de habitantes con hambre, tiene una densidad de poco más de 30 habitantes por kilómetro cuadrado, hay países europeos como Dinamarca cuya densidad sobrepasa los 125 habitantes por kilómetro cuadrado, sin que ello implique desnutrición para los mismos. Las causas del hambre hay que buscarlas en el modelo social y económico. El mecanismo de funcionamiento del modelo es el mercado, la competencia. La competencia entre desiguales tiene como efecto una mayor pérdida para los más débiles y mayor ganancia para los más fuertes. La competencia entre los más pobres y hambrientos con los más ricos no puede tener otro resultado que más hambre para los primeros y mayor riqueza para los segundos.

La crisis ambiental, por su parte, es un problema de los más graves del mundo moderno el cual no puede ser resuelto en los marcos del modelo imperante. Se trata de una crisis consustancial a la episteme eurocéntrica, como que tiene una de sus causas fundamentales en la esquizofrenia cartesiana, que implica la división entre rex cogitans y rex extensa; esa separación radical entre espíritu y naturaleza ha llevado a los seres humanos a tratar la naturaleza como algo externo colocado allí para ser utilizado de cualquier forma y, en consecuencia, destruido; si tuviéramos la cosmovisión de algunos de nuestros antepasados, según la cual los humanos constituimos un todo con la naturaleza, con la tierra, la crisis ambiental no tendría lugar. Las causas de la crisis, entre las que se encuentran la producción industrial y el consumo de energía ilimitados, no pueden ser controlados en el modelo actual puesto que son fuentes importantes de rentabilidad y, segundo, porque una teoría que parta del supuesto de que el mercado es el mecanismo natural e irremplazable de funcionamiento del sistema no puede ofrecer alternativas válidas a las causas del problema. La teoría neoclásica se ha limitado a decir que el control de la contaminación y el gasto exagerado de las fuentes fósiles de energía se logran mediante la participación de esas actividades en el mercado, que las mismas tengan precio, con lo cual supuestamente la oferta y la demanda se encargan de controlarlas. La tendencia actual del petróleo a su agotamiento, por ejemplo, va a ser frenada, según los neoclásicos, por los precios. La teoría dice que a menor oferta, mayor precio y a mayor precio, menor demanda. De esa manera, a medida que el volumen del petróleo existente en el planeta disminuya su precio sube y, con ello, disminuirá su demanda. Cuando las existencias tiendan a cero, los precios tenderán a infinito y, por lo tanto, la demanda tenderá también a cero. Aunque aceptáramos el planteamiento de que el precio es cuestión de relación entre demanda y oferta, no habría que olvidar que las fuentes de energía deben satisfacer las necesidades no solamente de las generaciones presentes sino también las futuras, y estas no están aquí para presionar los precios al alza. La presión de la producción y el consumo no es un problema que pueda resolver la ciencia económica, no es un problema científico. Como nos recuerda Naredo:

La elección del ritmo de consumo de recursos no renovables no puede resolverse a nivel científico, sino ético e institucional. Convengo, pues, con Robbins que, en contra de lo que en otro tiempo se pretendió, “la Economía, por si sola no da -y no puede dar- solución a ninguno de los importantes problemas de la vida”. No hay una “buena asignación de recursos” o un “óptimo económico” a descubrir y a formalizar, sino muchos, según cuáles sean los presupuestos éticos, institucionales y, en general, ideológicos de que se parta, presupuestos que, como hemos visto, ha tratado de ocultar la ciencia económica establecida, invistiendo a algunos de ellos de una inusitada generalidad (Naredo, 2003: 269).

El otro problema importante del mundo actual es lo que yo he llamado la contaminación mental. La publicidad avasalladora en todo momento y por todos los medios, además de que gran parte de lo que los medios de comunicación masiva transmiten como información también se constituye en publicidad de la ideología imperante, van formando en la población una manera de pensar e incluso de sentir. Los deseos de consumir y los gustos para seleccionar el consumo están condicionados por la publicidad. La libertad individual, entendida como la capacidad para tomar decisiones independientes, ha sido minada por la publicidad. La persona cree estar tomando decisiones por sí misma, pero en realidad está solo respondiendo al condicionamiento de la propaganda.

El hechizo de Circe es una metáfora adecuada para expresar la pérdida de libertad a que es sometido el individuo víctima de la publicidad. Me refiero a un episodio de la Odisea, en el que Circe encanta a algunos de los hombres de Ulises y los convierte en cerdos. La publicidad de hoy se asemeja a una Circe moderna. Recordemos la forma en que Euríloco, el jefe del grupo que fue víctima de la diosa, narró a su jefe Ulises aquel infausto episodio:

-En la casa, ¡oh amigos!, hay una mujer que, cantando

dulcemente, una tela está urdiendo, y la casa resuena.

¿Es deidad o mortal? Mas debemos llamarla en seguida.

Esto dijo, y mis hombres alzaron la voz y llamáronla.

Y abrió ella la puerta magnífica, y dijo que entraran;

y mis hombres, ¡incautos!, siguiéronla todos a una.

Sólo Euríloco afuera quedó, recelando un engaño.

Y ella, dentro, les hizo sentar en sitiales y sillas;

tomó queso y harina y miel verde, y mezcló todo ello

con un vino de Pramnio y echó dentro de él perniciosas

drogas, para que no recordaran jamás a su patria.

Lo sirvió a cada uno, y mis hombres bebieron, y entonces

los tocó con su vara y después los metió en sus pocilgas.

Y de puerco tenían la voz, la cabeza y las cerdas,

y hasta el cuerpo, y, no obstante, tenían las mientes de antes.

Encerrados estaban llorando y echábales Circe,

como pasto, fabucos, bellotas y frutos de corno,

lo que comen los cerdos que suelen echarse en la tierra (Homero, 1995: 157).

El episodio original tuvo final feliz, porque Ulises, ayudado por otro dios, logró desencantar a sus hombres y volverlos a su estado normal. Incluso regresaron con más cualidades de las que habían tenido antes del encantamiento.

Así dije, y, cruzando la sala, salió Circe entonces

con la vara en la mano, y abrió del chiquero la puerta,

y salieron cual cerdos que hubiesen cumplido nueve años.

Ante ella encontrábanse, y ella pasaba entre todos

y con una mixtura distinta los iba así untando,

y cayeron las cerdas que hizo crecer en sus miembros

la mixtura fatal que les dio la augustísima diosa,

y de nuevo volviéronse hombres, pero eran más jóvenes

y más bellos que antes y aún de mayor estatura.

Luego, al verme, uno a uno a estrecharme la mano acudían,

y lloramos un llanto dulcísimo, y toda la casa

resonó bajo el llanto, y la diosa llegó a conmoverse (Homero, 1995: 162).

Los Ulises modernos, que son pensadores como Bauman, Marcuse, etc., intentan en vano desencantar a los consumidores. Estos prefieren el estado actual, quizás porque, a diferencia de los hombres de la Odisea, no tienen consciencia de su estado de alienación. La contaminación mental moderna tiene además la magia de lograr que los compradores compulsivos sigan comprando al ritmo de la publicidad, creyendo ingenuamente que el consumo aún responde a algún tipo de necesidad personal. De otro lado, los que realmente tienen necesidades personales insatisfechas, que desearían satisfacer independientemente de lo que la publicidad indique, como son los hambrientos, no tienen los medios para comprar.

Todo lo anterior nos lleva a plantear la necesidad de un pensamiento alternativo. Este debe situar a la gente y la satisfacción de sus necesidades como el objetivo fundamental, el argumento de la eficiencia perderá su condición de objetivo absoluto y tomará su verdadero lugar, el de medio para producir bienes que deben tener un fin, este sí absoluto, el bienvivir de los seres humanos. En la terminología de la Economía Política se diría que el fin fundamental ha de ser el valor de uso de las mercancías y no su valor de cambio. El fin último ya no será la eficiencia en la producción de mercancías, sino la eficacia en la distribución de bienes. El fin último ya no será la economía, sino la gente. En esta discusión, como en muchos de los problemas teóricos del presente, incluso podemos remontarnos hasta los clásicos griegos. La diferenciación entre la teoría del precio y la teoría de la utilidad ya había sido abocada por Aristóteles, en los siguientes términos.

...no es lo mismo la economía que la crematística: esta, en efecto, se ocupa de la adquisición, aquella de la utilización; pues ¿qué arte será, sino la economía, el que entienda de la utilización de los bienes domésticos? (Aristóteles, 1968: 379).

...la crematística parece tener que ver sobre todo con el dinero, y... la riqueza se considera muchas veces como abundancia de dinero porque este es el fin de la crematística y del comercio. (Aristóteles, 1968: 382).

La economía debería ocuparse de la utilización de los bienes domésticos, pero con el tiempo fue la crematística la que pasó a ocupar todo el espacio de las ciencias económicas y la original economía de Aristóteles desapareció como ciencia, quizá sea necesario recuperar el aporte del gran pensador griego, en este sentido. Es necesario construir una nueva ciencia económica, que ponga en el centro el problema del bienvivir de los humanos y que sitúe en su verdadero lugar a la producción, como lo que es: un medio.

Los teóricos del modelo suelen argumentar que los esfuerzos por aumentar la productividad del trabajo redundan en beneficio de la sociedad en su conjunto, porque el aumento en la disponibilidad de medios de consumo, de una u otra manera, termina beneficiando a la totalidad de la sociedad. Un famoso economista clásico solía respaldar este argumento con el siguiente ejemplo: si el dueño del coche recibe más utilidades, estará dispuesto a pagar un mayor salario al cochero. La metáfora más utilizada es la de la alberca que recibe suficiente agua, hasta que se rebosa, y llega a distribuir el sobrante en sus alrededores. Si los propietarios de la riqueza acumulan suficiente cantidad de esta, en algún momento van a compartir una parte mínima de la misma con los no propietarios. Esta manera de ver el problema no parece corresponderse con la realidad, como lo muestran los datos históricos aportados más arriba.

Estos razonamientos evidencian la necesidad de un pensamiento alternativo, como marco para la construcción del modelo alternativo. No significa que se trate una tarea totalmente inédita, pienso que en Nuestra América podemos encontrar antecedentes que se pueden constituir en puntos de partida, a los cuales me refiero a continuación.


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