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UNA CONTRIBUCIÓN A LA ECONOMÍA ECOLÓGICA: ACTIVIDADES NO-PROLETARIAS GENERADORAS DE INGRESOS

Mara Rosas Baños




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6.2 Ruralidad y Nueva Ruralidad

La visión sociológica de la ruralidad, que surge en Europa y tiene un desarrollo más acabado en Estados Unidos a mediados del siglo XX, destaca, por un lado, la relación directa entre lo rural y lo agrícola y, por otro, ubica lo rural como una categoría residual en los albores de la industrialización. Al cambiar las exigencias que en América Latina el sector industrial hacía a lo rural, y considerando el regreso de la dinámica económica globalizadora que ha modificado la estructura productiva y su base material en los últimos treinta años, es menester considerar también las nuevas exigencias y formas de vinculación entre ambos espacios. La NR se propone el estudio precisamente de esa nueva relación y sus efectos en el territorio rural: movimientos sociales cuyo principal reclamo es la autonomía; efectos socioeconómicos de la emigración en las comunidades; la pobreza; las estrategias productivas; gestión sustentable de recursos naturales y la adquisición de capacidades para la colocación de productos al mercado.

La Nueva Ruralidad (NR) es una corriente relativamente reciente que surge para explicar las transformaciones en el espacio rural que se han generado con la implementación de las políticas neoliberales tanto en Europa como en América Latina. Esta propuesta analítica plantea una divergencia de posiciones que se debe, por un lado, a las diferencias entre los territorios rurales de los dos continentes y, por otro, a la visión catastrofista vs alternativa en la construcción de estrategias de mejoramiento de la calidad de vida del espacio rural. En este apartado, se presentan ambas perspectivas para América Latina y se muestra como la perspectiva catastrofista provee de elementos que sustentan las propuestas de política pública guiadas por la Economía Ambiental para el “desarrollo” del espacio rural. Se muestra como los instrumentos de gestión ambiental, como el pago por servicios ambientales deriva en la carencia completa de condiciones de reproducción social en las comunidades rurales. En contraposición, la perspectiva positiva es un enfoque de análisis que visibiliza la generación de estrategias dirigidas por comunidades indígenas y campesinas además de aporta elementos para entender las transformaciones del territorio rural desde un enfoque multidimensional.

En esta segmentación de posturas están quienes ven los efectos de la globalización en el territorio rural como una agudización de la crisis, en términos de desestructuración de las relaciones sociales en las comunidades por el efecto del individualismo, profundización de la pobreza, explotación, degradación ambiental, proletarización. Al mismo tiempo identifican la pluriactividad como una estrategia de superviviencia y resistencia, “una forma de aferrarse a la tierra y evitar su proletarización, ya que solamente los campesinos más ricos, son una minoría, han sido capaces de usar esta diversificación como una estrategia de acumulación”. (Anahua y Concheiro, 2006:41). Por otro lado, hay quienes conciben la construcción de estrategias de acumulación no capitalista como producto de la fortaleza de la estructura social comunitaria que posibilita la adquisición de nuevas capacidades productivas en términos de negociación y de lucha, a través de los movimientos sociales reivindicando la autonomía.

La implementación de esas estrategias busca mantener activo un sistema de producción que se va innovando constantemente y cuya fortaleza radica en la organización política y social. La pluriactividad, diversificación de actividades económicas dentro de las unidades familiares campesinas y las comunidades, desde esta perspectiva, es una alternativa a la respuesta que ofrece la globalización a una minoría que podría formar parte del proletariado, una alternativa que genera oportunidades que los ayuda a mantenerse como dueños de sus medios de producción y salvaguardar sus estilos de vida y los ecosistemas de que dependen (Barkin, 2001, 2004). “Para algunos autores, hubo una tendencia fuerte hacia el multiempleo y la pluriactividad como una estrategia tendiente a captar ingresos extraprediales no agrícolas (off-farm activities) canalizables hacia inversiones en la explotación de modo tal de continuar en el campo” (Tapella, 2004:6)

El punto de partida de ambas perspectivas es que la noción de lo agrícola ya no tiene valor explicativo. Las actividades en las sociedades rurales son mucho más complejas que las visiones que la producción agropecuaria, bajo el marco de la globalización del capital. “La vida rural, tradicionalmente asociada con la actividad agropecuaria, abriga ahora una diversidad de actividades y relaciones sociales que vinculan estrechamente las aldeas campesinas con los centros urbanos y la actividad industrial” (Cartón de Grammont, 2004:279).

La importancia del espacio rural se incrementa y también se transforma por el papel que juegan actualmente las comunidades indígenas y campesinas en la gestión sustentable de los recursos naturales, no solamente porque ellas se encuentran en zonas de importancia natural estratégica sino por el conocimiento que han adquirido de su entorno, a través de generaciones y las innovaciones que en cuanto a formas de producir surgen en ellas con la colaboración de facilitadores de tecnología como ONGs, asociaciones civiles e instituciones de investigación. Es precisamente el análisis de la coevolución de las sociedades rurales no capitalistas con la naturaleza lo que resulta de interés teórico para la EE pero sin dejar de lado la creciente inversión capitalista en el sector rural que ha transformado al territorio rural latinoamericano en monocultivador de granos exportables (Altieri y Pengue, 2006).

Se establece una separación de las condiciones que enfrentan los diferentes espacios rurales, clasificándolos por sus opciones en cuanto a empleo y producción. Por un lado, el creciente interés de los Estados por llevar inversión extranjera y tecnología industrial a la producción agrícola ha generado una dinámica de producción como extensión del sistema de producción capitalista, proletarizando algunas de las zonas en las que se ha desarrollado esa dinámica productiva. La globalización económica ha desplazado al capital nacional frente al trasnacional, flexibilizando los procesos y rompiendo cadenas productivas, imponiendo tecnologías explotadoras de los recursos naturales y expulsoras de mano de obra.

La NR enumera los efectos colaterales negativos de la reestructuración económica global en el sector agroindustrial como: la inserción de cadenas controladas por las grandes empresas que llevan a una disminución en el número de unidades familiares independientes y el aumento de la subordinación vía contrato. La creciente concentración de los capitales, a través de fusiones, el reordenamiento espacial de mercados, las transformaciones en el comercio mundial que modifican las trayectorias empresariales que impactan la gestión de los mercados locales e inhiben la competitividad, etc. De tal forma que las tendencias que enumera Grammont 2008 son:

1) Desaparecen los dos gran espacios geográficos económicos y sociales.

2) Urbanización del campo por el incremento de actividades no agrícolas, infraestructura y medios de comunicación y ruralización de la ciudad debido a la falta de desarrollo.

3) Las mismas tecnologías están presentes en el campo y en la ciudad. Las empresas transnacionales controlan las cadenas productivas y la agricultura por contrato marcando el ritmo de desarrollo.

4) La población rural no agrícola adquiere mayor relevancia y conforma unidades familiares plurifuncionales, los ingresos no agrícolas aumentan.

5) La cuestión étnica se desprende de la actividad campesina.

6) La conservación del medio ambiente mueve a las políticas públicas en este sector.

Las tendencias enumeradas implican la desaparición completa de la existencia del Otro, el campesino, el indígena para quien la actividad agrícola sigue siendo fundamental para su sustento y cuya inmersión en el mundo capitalista vía emigración o pluriactividad ha significado una adaptación y una auto-organización en el sentido de un sistema complejo que no se transforma para ser idéntico a otro. La desaparición que plantea Grammont de la línea que separa el sector rural y el urbano implica la aceptación de la desaparición de la existencia de otras lógicas de funcionamiento social. El exterminio total de formas de vida enraizadas a territorios específicos en los que se recrea una existencia propia. La desaparición del sector rural con todas sus implicaciones: desaparición de la diversidad de grupos, actividades, culturas y formas de vinculación con la naturaleza es un hecho que la EE de Martínez Alier llamaría “la pérdida de toda esperanza de sobrevivencia humana”.

La posibilidad de estas tendencias es creciente debido a las medidas de política pública que se aplican en el territorio rural, cómo se verá más adelante, sin embargo, esto deja de lado una serie de acontecimientos que son sumamente relevantes para entender el cambio que está viviendo una gran cantidad de grupos sociales. A pesar de los intentos de homogeneización cultural para garantizar la “igualdad”. El territorio rural todavía sigue ocupado por un gran número de comunidades indígenas y campesinas que podemos clasificar dependiendo de sus procesos productivos y su lucha social en tres tipos: 1) producción a través de unidades familiares caracterizada por generación de bienes de subsistencia y pequeña producción para intercambio; y 2) comunidades que se encuentran en construcción o consolidación de procesos de producción capaces de generar excedentes, que utilizan sinergias tecnológicas, es decir, combinación entre conocimiento convencional y no convencional que resulta en una gestión sustentable de recursos naturales y una distribución colectiva de ingresos bajo una lógica de producción no capitalista; y 3) Un número creciente de movimiento sociales rurales organizados que luchan por la defensa de su territorio.

Estas caracterizaciones de la producción comunitaria y lucha social no son consideradas como relevantes por un número importante de sociólogos y mucho menos economistas. Su excusa es que la cantidad de comunidades que se encuentran desarrollando alternativas a su proletarización no es significativo; ambos perspectivas encaminan sus esfuerzos analíticos a la comprensión de la crisis del territorio rural. “Para Edelmira Peréz, el mundo rural se encuentra inmerso en una profunda crisis, cuyas expresiones van desde el ámbito productivo y comercial, hasta las formas tradicionales de articulación social pasando por el desprestigio de las actividades agrícolas y la desmotivación de la población rural” (Pérez, 2006:48).

Desde esta perspectiva, la NR identifica la pluriactividad rural como un medio de obtención de ingresos salariales y la supeditación al sistema de producción capitalista. Para Cartón de Grammont, los campesinos no tienen opciones de mejorar su condición de vida con el mantenimiento de la producción campesina; para el, “el proceso de modernización de la agricultura no conllevó a la desaparición de las unidades de producción de los campesinos pobres, no por su arraigo cultural a la tierra, sino por la inexistencia de alternativas de trabajado asalariado y de políticas públicas que les aseguren la posibilidad de abandonar la actividad agrícola.” (Cartón de Grammont 2004:284). Esta perspectiva de la “nueva” ruralidad niega la permanencia de la dualidad entre sector urbano y rural, pero no porque las comunidades hayan sido capaces de superar sus condiciones materiales, pues aceptan el aumento de la pobreza en la zona rural como resultados de la incapacidad de la organización tradicional de responder a los retos de la integración internacional. Sino porque argumentan una urbanización de las comunidades rurales debida a la construcción de infraestructura básica, infraestructura que por cierto, en gran medida ha provenido de recursos económicos derivados de actividades productivas comunitarias.

Fuente: Elaboración propia

Existe un doble discurso, en relación a lo nuevo y lo viejo del estudio de lo rural en ese planteamiento. Por un lado, se hace hincapié en las transformaciones de tipo material, basados en los grados de integración entre los mercados rural y urbano, y se explica una nueva relación campo-ciudad. Por otro, esta explicación sólo aplica a un segmento de la sociedad rural, la explotada y proletarizada por el capital en zonas rurales. Su interés se enfoca en la crisis, no en las posibilidades que actualmente las mismas comunidades están construyendo para salir de ella, porque esta perspectiva mantiene la vieja idea de que las propias comunidades no poseen conocimientos suficientes para autodeterminarse.

Después de analizar las propuestas de la perspectiva de crisis de la NR se hace necesario plantear la pregunta ¿qué es lo que realmente ha cambiado en el territorio rural? Si partimos de la perspectiva anterior podemos dar cuenta de que existen cada vez mayores segmentos de población rural excluidas de toda posibilidad de integración al mercado de trabajo capitalista, la distribución del ingreso no ha cambiado o aún ha empeorada; incluso cuando en el caso de México ha existido una tendencia al incremento de la pobreza en zonas urbanas mayor que en las rurales, el acceso a la educación y a servicios que deberían de existir por parte de los gobiernos federales y locales es en extremo limitada en las comunidades indígenas y campesinas. Por ejemplo, en

“Perú un alto porcentaje de los habitantes rurales carecen de cédula de identidad, requisito básico para el ejercicio de derechos ciudadanos elementales, así como para el acceso a diversos servicios públicos. En Bolivia, hasta mediados de los años noventa, vastos sectores (rurales) del territorio nacional ni siquiera habían sido incorporados en una unidad político-administrativa, es decir, eran espacios invisibles para el Estado. En Colombia, el Estado simplemente no tiene presencia ni siquiera formal en muchos municipios. En Chile, el Estado se ha negado persistentemente a reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas. Y en toda la América Latina rural, las mujeres están lejos de haber alcanzado una condición plena de ciudadanía” (Schejtman y Berdegué, 2004:16)

Los programas de gobierno siguen tratando de imponer lógicas y métodos ajenos a las comunidades y contrarios a la gestión sustentable de recursos naturales. América Latina se caracteriza por ser el continente que muestra los índices más altos de concentración de la tierra, lo que pone en cuestión la idea de que las reformas agrarias han perdido vigencia. Ante tal panorama de exclusión por parte de los gobiernos, surgen alternativas en la generación de estrategias por parte de las comunidades indígenas y campesinas de progreso autónomo, los cuales, no consisten en la adopción de los modelos de desarrollo del sistema dominante. No derivan en una adhesión a la sobrepoblación fluctuante, latente ni estancada en el mercado de trabajo. Se hace necesario repensar este sector de la sociedad compuesto de sujetos sociales, capaces de construir sus propios modelos de desarrollo.


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