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UNA CONTRIBUCIÓN A LA ECONOMÍA ECOLÓGICA: ACTIVIDADES NO-PROLETARIAS GENERADORAS DE INGRESOS

Mara Rosas Baños




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6.3 La Nueva Ruralidad en la identificación de un sistema alterno

La NR en su perspectiva positiva (NRP) ubica el proceso de construcción de sociedades no capitalistas capaces de administrarse social, ecológica y económicamente de una manera mas acorde con las condiciones materiales actuales. No se plantea la existencia de homogeneidad de condiciones en las comunidades rurales; se reconoce el hecho de que no todas las comunidades se encuentran generando alternativas; unas se encuentran en la búsqueda de ellas, otras se encuentran luchando por recuperar o conservar sus recursos naturales y por la posibilidad de autogestionarlos; y algunas otras están consolidando sus nuevas estrategias, conformando redes de comunidades, generando cooperativas o empresas de propiedad comunal, tratando de crear canales de comercialización de sus productos que deriven en precios justos, buscando tecnologías compatibles con el medio ambiente.

La NRP provee una visión distinta del núcleo del sector rural, --las comunidades campesinas e indígenas--, donde aludimos a las nuevas modalidades económicas; ecológicas; auto-gestivas; auto-organizativas; y autonómicas de una gran cantidad de comunidades que actualmente presentan una combinación entre métodos tradicionales con innovaciones técnicas que posibilitan una mejora en sus términos de intercambio y por tanto, un incremento en su nivel de vida --entendido en los propios términos de las comunidades--. Al centro de esta visión está el reconocimiento de una cosmovisión que exige la cooperación entre comunidades, generando redes para fortalecer una economía que se encuentra inmersa en la totalidad de las relaciones sociales conducentes a un equilibrio entre la actividad humana y la natural.

Las estrategias productivas de las comunidades indígenas y campesinas gozan del reconocimiento internacional, debido al manejo sustentable de los recursos naturales. Anteriormente se consideraban atrasadas y sin posibilidades de subsistir en un sistema donde se privilegia la acumulación de capital y la generación de ganancias. Estas estrategias van tomando mayor relevancia conforme se evidencia el significado de la perdida de ecosistemas. Nuestros esfuerzos analíticos deben de encaminarse a entender la esencia de los procesos sociales y económicos que hacen posible un manejo sustentable de los recursos naturales en procesos productivos; sus productos permiten una inserción al mercado con mejores términos de intercambio y por tanto, logran contribuir a la generación de excedentes económicos.

Sus propuestas estratégicas no se constituyen en repliegue; más bien, son enfoques para construir nuevas estructuras sociales y reposicionar a las comunidades en sociedades capaces de integrar sus miembros en un proceso organizado de avance hacía el bienestar y solidaridad. La idea de que las comunidades rurales pierden sus características tradicionales en su contacto con el sistema capitalista resulta ser una visión demasiado simplista de un hecho que ha estado presente a lo largo del desenvolvimiento de los espacios rurales. Las comunidades siempre han tenido en diferentes grados la influencia de instituciones que procuran homogeneizar la ideología a su interior, pero la resistencia no puede interpretarse simplemente como rechazo (Wolf; 1987). “La memoria histórica de los pueblos indígenas ha estado ligada a las instituciones políticas coloniales y a las instituciones que han sido parte de la formación del Estado. El constante contacto de las comunidades con las instituciones estatales ha reformulado estas instituciones para formar memorias sociales e identidades alternativas. A través de la creación de hegemonías locales y con base en su experiencia histórica asociada a la explotación y la opresión, los indígenas han creado nuevas fórmulas culturales y políticas para construir proyectos sociales alternativos y reclamar derechos ante el Estado” (Aquino, 2003:71).

Una manera de desarticular características socio-culturales a favor del sistema productivo capitalista es precisamente el uso de término como el de “capital social” que se refiere a las posibilidades productivas que devienen de una organización social que posee una combinación particular de lo concreto-abstracto que posibilita relaciones de confianza, reciprocidad, solidaridad y cooperación, relaciones que se materializan en instituciones comunitaria. El capital social es una construcción teórica ortodoxa cuyas aportaciones recientes se deben a Colman y Putman, quienes en una contextualización errónea (Fine en Burkett, 2001) tratan de dar al concepto de capital de la economía neoclásica una aproximación a lo social con una retroalimentación que se genera desde el punto de vista individualista. El capital social es utilizado como un complemento al capital humano que potencializa la producción; por tanto, reduce la complejidad de relaciones sociales y lógicas en las que se encuentra inmersa la producción comunitaria a un agilizador de la productividad.

La pregunta que surge en torno a este concepto, cuyo fundador fue Bourdieu, (Burkett, 2004:236) es si ¿aporta elementos que nos ayuden a entender las actividades productivas sustentables en el medio rural? Los ortodoxos dirían que si, ya que para ellos las investigaciones antropológicas y sociológicas acerca de la cultura, la identidad, la historia y la organización socio-económicas no son consideradas en sus análisis. Para la economía política el capital es social, su creación y acumulación depende de las relaciones sociales y materiales de producción en un específico estadio histórico, el capitalismo. La evolución en la interacción del sistema capitalista con las comunidades indígenas y campesinas es lo que precisamente trata de dilucidar la NR.

La importancia de la cohesión social en la que se incorporen los valores, normas y principios de regulación colectiva social y ambiental contrasta con la visión egoísta e individualista de la racionalidad humana de la teoría económica dominante que deriva en la destrucción de la base material de la producción, los recursos naturales. "Hablar de desarrollo no sólo puede estar referido al ser humano en tanto individuo, sino a la naturaleza en su conjunto y a cada uno de sus componentes en particular, incluyendo al hombre-pueblo” (Hernández Navarro, 2005). El capital no es omnipresente en el entrelazamiento de las esferas social, cultural y política de la organización comunitaria. El concepto de capital social surge de la interacción de estas esferas y no por generación espontánea como lo consideran los ortodoxos, surge fuera del ámbito económico comunitario (ya que no existe tal, puesto que lo económico esta entremezclado con las diversas esferas de la vida social comunitaria), por tanto, no tiene sentido hablar de “capital social”.

Entonces, ¿cómo se explica la construcción de alternativas rurales? Las comunidades indígenas y campesinas hoy siguen luchando por su autodeterminación y mejoramiento en su calidad de vida. Aunado a una serie de nuevas propuestas comunitarias en las que podemos ubicar al movimiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el desarrollo etnoecológico de Toledo (1992, 2006), el desarrollo comunitario de Barkin (2001, 2004, 2005) y el de Leff (1998). “La gestación de la propuesta autonómica ha madurado de tal forma en Bolivia que los pueblos indios que ahí coexisten y que han sido protagonistas en las luchas de los cocaleros y el movimiento sindical de los años ochenta y noventa, hoy no solamente demandan el ejercicio de la autonomía sino la creación de un Estado pluriétnico en el que se funden de raíz las bases que fundamentan jurídicamente la constitución política” (López y Rivas, et al. 2007:48). Pero no solamente en Bolivia están construyéndose las bases sólidas de lucha autonómica; en Ecuador fue posible la destitución de los presidentes Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad; también se derrotó electoralmente la candidatura de Alberto Fujimori en Perú. Estos movimientos se caracterizan por la participación política, social y económica cada vez más informada y con plena seguridad de que es solamente a través de la búsqueda de la autonomía como podrán salir de las condiciones históricas de subdesarrollo y pobreza en que los modelos oficiales de desarrollo han arrinconado a las comunidades rurales. La lucha por la autonomía indígena no es nueva; existe una tradición de autogobiernos de facto establecidos con mayor o menor éxito por las comunidades rurales, pero tiene matices que le dan un nuevo carácter al incorporar otros actores de la vida nacional (López y Rivas, et al 2007).

La combinación compleja entre la lucha indígena-campesina por su autonomía y el discurso generalizado de que los métodos y procesos de producción y la organización social-económica, cultural y política de una gran cantidad de comunidades indígenas alrededor del mundo son la única vía de protección al medio ambiente y manejo sustentable de recursos naturales abre una brecha de oportunidades para las comunidades (Borrini-Feyerabend, et al. 2004; Little, 2005; Pinedo-Vasquez y Rerkasem, 2005).

Este reposicionamiento hasta el momento se ha manifestado en la adaptación de una serie de proyectos. Hay un buen número de empresas comunitarias forestales y ecoturísticas reconocidas internacionalmente como el aserradero de la comunidad de San Juan Nuevo Parangaricutiro (Michoacán, México), que ha generado cadenas productivas con la creación de 20 empresas locales de propiedad comunal. Las comunidades rescataron sus bosques de manos de empresas rentistas, tanto privadas como estatales; algunas de ellas están en las comunidades de: Capulalpan de Méndez en Oaxaca, el ejido de Laguna Kana, Quintana Roo, San Pedro el Alto, Oaxaca, entre otras (Bray y Merino, 2004). También hay otros proyectos de producción de bienes básicos de consumo con un alto valor agregado como: la producción de carne de puerco baja en colesterol (Michoacán), producción de botanas y galletas de amaranto (Puebla), papas fritas elaboradas de una diversidad de papa nativa de Bolivia, café orgánico, miel orgánica, mezcal, pimienta y una variedad de verduras producidas orgánicamente en comunidades. Otras incluyen: la creación y fortalecimiento de las Áreas Naturales Protegidas que favorece la participación de ejidatarios y comuneros en la conservación sin inhibir sus actividades tradicionales productivas, donde se construyen espacios para la investigación y el ecoturísticos. Comunidades que recuperan las aguas de uso doméstico para la agricultura a través de la construcción de plantas de tratamiento de aguas cuyo costo es bajo debido a que algunos materiales provienen de plástico reciclado y la mano de obra de las comunidades del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.

Los proyectos productivos de este tipo son muestra de que las comunidades pueden gestionar sus propias actividades económicas y administrar sus recursos a través de proyectos que son exitosos debido a su organización social y política. No obstante, aun cuando en algunos casos existe mayor libertad de gestión de proyectos productivos propios y un cierto grado de accesibilidad de gobiernos para que las comunidades sean las responsables de extensas áreas de conservación, en la mayoría de los casos las comunidades literalmente tienen que seguir luchando por el reconocimiento de sus derechos sobre la tierra y por la libertad de autogestionarlas.

Un panorama diferente se abre con el creciente número de consumidores que reconoce y valora la producción de mercancías de mejor calidad nutricional y ecológicamente producidas. El “Comercio Justo” presenta nuevos mecanismos de intercambio que buscan garantizar mayor estabilidad de precios e ingresos de los productores campesinos, con reconocimiento de una retribución para los verdaderos costos sociales y ecológicos; éste, a su vez, garantiza a los consumidores productos socialmente justos y ecológicamente responsables a precios razonables. Los principales productos que se comercian por esta vía son agrícolas, generados por pequeñas unidades productoras entrelazadas para asegurar volúmenes comercialmente viables, las cuales, participan en un mercado solidario organizado por instituciones del Comercio Justo en Europa y en otras partes. Al trasladarse a la esfera de la circulación, su venta permite a las comunidades obtener un excedente económico que es utilizado tanto para la reposición y ampliación de sus medios de producción como para el mejoramiento de condiciones de vida de la comunidad.

Elementos como la diversificación productiva, uso creativo de recursos naturales y la participación local en la planeación e implementación de técnicas productivas, además de la autodeterminación, son fundamentales para entender la existencia de una relación económica diferente entre ciertos espacios rurales y el sistema capitalista (Barkin, 2001; Barkin y Rosas 2006). Los sistemas de producción y reproducción social de los pequeños productores, unidades familiares campesinas y comunidades, se están transformando y han originado una estructura que aquí se le denomina Actividades No-proletarias Generadoras de Excedentes (ANGE). Construcción que surge de la revisión de un gran número de estudios de caso, en los cuales se identifican características generales para poder agruparlos en esta categoría. La existencia de las ANGE se debe a una combinación de factores que van desde las cuestiones de equidad de género, la sustentabilidad del medio ambiente, la generación de redes entre comunidades hasta la ampliación de canales de comercialización.

Desde el punto de vista de la autora, es indispensable la comprensión del fenómeno de la explotación y expoliación rural, pero más importante es ahora reconocer, fortalecer y entender el creciente número de experiencias de procesos autonómicos que conllevan una serie de transformaciones estructurales al interior de las comunidades rurales que están sirviendo para crear las bases de un tipo de progreso social rural particular, autodeterminado y sustentable construido por cada una de ellas.


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