5.8 Conclusión

La vinculación entre las comunidades descritas y la sociedad capitalista no se limita a los términos de intercambio de bienes en el mercado y a la continua violencia que ha ejercido el sistema dominante respecto a los otros. La organización social de dichas comunidades, mas su especial cosmovisión sobre la naturaleza les permite desarrollar estrategias de apropiación social de la naturaleza de una manera más responsable en la esfera social (combate la exclusión y pobreza) y en la ambiental (manejo integral de los ecosistemas: ordenamiento comunitario, restauración, conservación y aprovechamiento). Aquí se muestra con evidencia que es posible que las comunidades sean los propios gestores de su progreso social, un concepto de progreso que se caracteriza por relaciones sociales que constituyen la plataforma de despegue a la construcción de una sociedad más equitativa y justa además de sustentable. Este modelo implica la transformación de los sujetos en el sistema capitalista, a través de un intercambio solidario y justo en el que “la producción no solamente produce un objeto para el sujeto sino también un sujeto para el objeto” (Marx, 1857[2003]: 292). La producción comunitaria crea espacios de intercambio en los que las relaciones sociales son las portadoras de equidad intergeneracional, justicia social y sustentabilidad, y no como sucede bajo el sistema capitalistas en el que son portadoras de explotación humana y natural.

Esta forma de progreso social implica la superación de la idea de que es solamente con el sistema de producción capitalista que se puede producir a escala ampliada y generar excedentes que impacten el nivel tecnológico y la creación de infraestructura tanto productiva como social. La inclusión de conocimiento tradicional como valido y la evidencia de su impacto positivo en la gestión sustentable de recursos, son aportaciones de la metodología de la economía ecológica. La posibilidad de una distribución de acuerdo a prioridades sociales implica el arraigo en términos de Polanyi, la vida económica de una sociedad inmersa en las diferentes esferas sociales, políticas, culturales, religiosas que derivan en la organización social comunitaria.

La aportación de éste capítulo en el plano antropológico y/o sociológico seguramente es muy poca, no obstante, en el ámbito de la teoría económica implica una gama de posibilidades de organización social capaz de mejorar las condiciones de vida tanto materiales como humanas, posibilidades no reconocidas hasta el momento, por las diferentes corrientes económicas como es el caso de la teoría neoclásica, clásica, keynesiana, feminista, etc., y no estudiada en términos de capacidad de identificar un modelo de progreso social en la teoría neoinstitucional y en la teoría de economía ecológica. Así es que la novedad de este capítulo deriva del reconocimiento en el plano teórico económico de las potencialidades que están surgiendo en un segmento de la sociedad que según la teoría económica estaba predestinado a desaparecer o a permanecer en condiciones de subsunción al dominante. La relevancia no se debe al número de casos estudiados, aún cuando esta cifra esta creciendo, se debe a que existen y que nos enseñan formas sociales, económicas y ecológicas de interacción que pueden garantizar una permanencia más larga del ser humano en el planeta.