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EVOLUCIÓN DE LOS VÍNCULOS COMERCIALES EN AMÉRICA DEL NORTE Y EL ESTE ASIÁTICO 1994-2004

Alfredo Sánchez Ortiz




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Anexo 1. TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE AMÉRICA DEL NORTE

Introducción

En esta parte el trabajo se analiza el origen, las consecuencias y características del TLCAN, y además se incluye un apartado que hace referencia a la actitud que durante las negociaciones del mismo manifestaron algunos de los países de Asia Pacífico, y se analiza la evolución económica desde la perspectiva previa y posterior a la creación del TLCAN, para comprobar hasta qué grado la hipótesis es válida. La metodología que se sigue para el desarrollo es la siguiente; una primera parte aborda el análisis del proceso de negociación del TLCAN, en una segunda se evidencian las reacciones manifiestas y latentes de los gobiernos y grupos sociales asiáticos, aunque se puede adelantar que en las naciones de Asia Pacífico no hubo manifestación alguna contra el TLCAN de parte de sindicatos o de organizaciones civiles por el desinterés que en ese momento les representaba, aunque algunos gobiernos como el de Japón, China y los del ANSEA sí manifestaron su desaprobación y temor. Finalmente, se trata el tema de México en dos vertientes: primeramente su relación con Asia Pacífico antes del TLCAN, y su situación dentro del TLCAN.

Antes de abordar la temática de este Capítulo, cabe señalar que como ya se discutió anteriormente, en Asia Pacífico también se presentan casos de “resentimiento histórico” como los relacionados con la invasión japonesa en tiempos de la Primera y Segunda Guerra Mundial; sin embargo tales resabios no se manifiestan en las negociaciones comerciales.

Planteamiento general.

La integración entre EE.UU. y Canadá, empieza a materializarse en 1965, con la firma del Pacto Automotriz entre esos dos países. Por su parte, entre México y EE.UU., comenzó a materializarse también de una manera clara en 1965 con el programa de las maquiladoras en el norte de México, que logra promover una importante integración entre los dos países. Pero no es hasta 1990 que los Presidentes de México y de EE.UU. deciden iniciar la negociación de un acuerdo comprensivo de libre comercio, y en septiembre de ese año, el Presidente de Canadá comunica su interés de participar en las discusiones para celebrar el tratado.

El 11 de junio de 1990, Carlos Salinas de Gortari, Presidente de México, y George Bush, Presidente de EE.UU., acordaron las negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio entre los dos países. Más tarde, Canadá se incorporó a las negociaciones, iniciándose de esta forma los trabajos trilaterales con el objetivo de crear una zona de libre comercio en América del Norte. En el año 1991 los presidentes de los tres países anuncian su decisión de negociar el TLCAN y en junio de ese año se da la primera reunión de negociaciones a nivel ministerial.

Las negociaciones concluyeron el 11 de Agosto de 1992. El momento de la firma marca el inicio de un complejo proceso que va desde la autorización del Ejecutivo estadounidense para firmar el Tratado, hasta el sometimiento a la aprobación del Senado Mexicano, del Congreso de EE.UU. y de la Cámara de los Comunes de Canadá.

El TLCAN fue firmado por los tres países el 17 de Diciembre de 1992.

Tras varios años de debate, en 1993 fue aprobado por las Asambleas Legislativas de Canadá, México y EE.UU..

El TLCAN entró en vigor el 1 de Enero de 1994, y va mas allá de la liberalización del comercio, porque abarca la liberalización de la IED y de las compras del sector público, reglas de origen, defensa de derechos de propiedad intelectual y mecanismos específicos para el arreglo negociado de disputas (Blanco Mendoza, 1994).

Las motivaciones que condujeron al TLCAN son evidentes para los tres países e incluso necesarias, en mayor o menor medida, En el caso de México, se convierte en un instrumento importante para consolidar las reformas económicas anunciadas a mediados de los años 80, fundamentalmente para consolidar el proceso de apertura económica. Por otra parte, México requiere tener un mercado seguro para su acceso a EE.UU.. Un 70 por ciento de las exportaciones mexicanas van a ese mercado, que estaba basado fundamentalmente en concesiones unilaterales y era necesario que tuviera una base más sólida. Finalmente porque el Tratado se convierte en un incentivo muy importante para la atracción de capital extranjero a México, necesario para el apoyo de todo el proceso de reforma que se estaba llevando a cabo.

Por su parte, desde la perspectiva de EE.UU., existía por un lado, el relativo fracaso del sistema multilateral como el principal medio para lograr la liberalización comercial. En esta época se da el fracaso de la Reunión Ministerial de Bruselas, en diciembre de 1990, en la cual se suponía iba a concluir la Ronda Uruguay. Por otra parte, se plantea la necesidad de considerar nuevos mercados para sus productos. México es en este sentido, un mercado importante para los EE.UU. y, finalmente, el desarrollo de una nueva agenda de política internacional, en que la participación mexicana es importante. Es decir, aparecen ciertos temas en la agenda internacional de este país como el tema de las drogas, el tema de la conservación del medio ambiente, el tema de las migraciones en los que, por supuesto, México tiene un rol relevante. La motivación de los EE.UU. es una motivación mucho más política que económica.

Finalmente, en el caso de Canadá, se trata de una razón fundamentalmente defensiva. Por un lado, se plantea la necesidad de preservar el Tratado de Libre Comercio suscrito entre EE.UU. y Canadá y que entró en vigencia en 1989. En segundo término, asegurarse que Canadá continuaría siendo un lugar atractivo para la inversión extranjera y en tercer lugar, siendo mucho menos importante, lograr acceso al mercado mexicano para sus bienes y servicios. Es una razón fundamentalmente defensiva para evitar que el Tratado entre EE.UU. y México pudiese afectar lo logrado por la suscripción del Tratado de Libre Comercio suscrito por Canadá y EE.UU. en 1989.

Después de este largo proceso de negociación que inició en junio de 1991, el 17 de diciembre de 1992 los gobiernos de Canadá, EE.UU. y México firmaron el TLCAN, que va mas allá de la liberalización del comercio, porque abarca la liberalización de la IED y de las compras del sector público, reglas de origen, defensa de derechos de propiedad intelectual y mecanismos específicos para el arreglo negociado de disputas (Blanco Mendoza, 1994).

El TLCAN representa entre otras cosas un compromiso implícito con la integración económica regional. A pesar de su nombre, el Tratado Norteamericano de Libre Comercio no está abocado primordialmente a lograr un “libre comercio”, ya que para 1990 las barreras arancelarias y aun las no arancelarias que existían para el intercambio comercial entre EE.UU. y México ya eran bastante bajas. El TLCAN más bien se preocupa por brindar un marco para la inversión (Ortega Ortiz, 2000).

Al obtener un acceso preferencial a los mercados de EE.UU. y un “sello de aprobación” formal por medio del TLCAN, lo que México se propuso fue atraer flujos importantes de inversión extranjera , no sólo de EE.UU., sino también de Japón y de Europa. Por su parte, al obtener un acceso sin obstáculos al mercado laboral mexicano (de bajo costo, pero altamente capacitado) EE.UU. se propuso conseguir una plataforma de exportación para sus bienes manufacturados, mejorando así su competitividad en la economía global. Por estas razones, el TLCAN incluye secciones sumamente detalladas sobre inversión, competencia, telecomunicaciones y servicios financieros, y es en esencia un acuerdo intergubernamental. A diferencia de la Unión Europea, en la que se creó una estructura compleja para asegurar un gobierno con autoridad supranacional genuina, el TLCAN se apoya en negociaciones y consensos presupuestos entre gobiernos nacionales. Como se sabe, el TLCAN no entraña ninguna delegación de la soberanía política de sus miembros, como ocurre en el caso europeo. El resultado es una inconsistencia, sostienen algunos, entre el nivel relativamente “profundo” de la integración económica contemplado por el TLCAN y su nivel claramente “superficial” de integración política .

El interés de EE.UU. por el TLCAN nace principalmente de dos factores:

1.- Como respuesta de EE.UU. para frenar el desarrollo económico de los países asiáticos, en especial de los llamados tigres asiáticos, que en la década de los 80’s lograron un desarrollo económico impresionante, y

2.- La importancia y conveniencia de la ubicación geográfica que tiene México, que en mucho tiene que ver con la preocupación asiática ante el TLCAN (Rangel, 1998).

Fuente: Oficina del Censo, Balanza Comercial por País

El tipo de tratados como el TLCAN son expresión de pérdida de hegemonía porque como ya se dijo, el TLCAN es algo más que libre comercio, también es reglas de origen, inversiones foráneas, sistema de arreglo de disputas y acuerdos de cooperación para vigilar el cumplimento de las normas establecidas en materia de derechos laborales y defensa laboral. Así por ejemplo, en el documento oficial del TLCAN (sin las ampliaciones posteriores sobre ecología y temas laborales) en agosto de 1992 el comercio ocupaba el 52% del total de las páginas del documento. Así que otra mitad extra comercial comenzaba a tomar forma desde la negociación. (Salinas, 2002).

Borja Tamayo (2001) señala que el propósito principal del TLCAN consiste en legislar, canalizar y ofrecer garantías legales para un proceso de integración económica que ya se había iniciado años atrás. Este proceso habría seguido adelante aun sin el TLCAN, pero su establecimiento consolidó la integración lograda hasta entonces y funcionó como catalizador para una mayor integración. Al mismo tiempo, en su dimensión política, el TLCAN consolida intereses estratégicos vitales de EE.UU. y brinda un punto de anclaje para la elaboración de una política hacia América Latina, tanto en lo geopolítico como en lo estratégico. Los acontecimientos más recientes no cambian en nada la justificación económica del TLCAN y, en cambio, sí podrían servir para reforzar su importancia estratégica. Desde el punto de vista de EE.UU., el sentido estratégico del acuerdo fue siempre de carácter conservador, en la medida en que servía para mantener la estabilidad del sistema político mexicano y, por lo tanto, la estabilidad de la frontera Sur de EE.UU. (Weintraub, 1997).

El TLCAN promueve el libre tránsito de bienes entre los países miembros, mediante la eliminación de impuestos a la importación, de aranceles y barreras al comercio por 15 años. Con el TLCAN el 65% de los bienes de EE.UU. obtuvo un estatus de exención de impuestos a la importación (inmediatamente o en cinco años); en cambio la mitad de los productos agrícolas exportados a México pasaron de inmediato quedaron exentos de impuestos de importación. Se contemplaron excepciones especiales para ciertos productos agrícolas “de alta sensibilidad”, ya que el sector agrícola es, típicamente, uno de los sectores que más resistencia oponen a la integración (Comercio Exterior, enero 2003).

El TLCAN consta de un preámbulo y 22 capítulos agrupados en 8 partes. En el preámbulo los tres países confirman su compromiso de promover el empleo y el crecimiento económico en la región, mediante la expansión del comercio y las oportunidades de inversión. Ratifican su convicción de que el tratado permita aumentar la competitividad de empresas mexicanas, canadienses y estadounidenses, sin descuidar la protección del medio ambiente. Y reiteran el compromiso de promover el desarrollo sostenible y proteger, ampliar y hacer cada día más efectivos los derechos laborales, así como mejorar las condiciones de trabajo en los tres países.

La primera parte del TLCAN contiene los Aspectos Generales. Aquí se consideran como tales, los objetivos (Capítulo I) y las definiciones Generales (Capítulo II).

Los objetivos del TLCAN son eliminar barreras al comercio de bienes y servicios y auspiciar condiciones para una competencia justa, incrementar las oportunidades de inversión, proteger la propiedad intelectual, establecer procedimientos efectivos para la aplicación del Tratado y la solución de controversias, y fomentar la cooperación trilateral, regional y multilateral. En esa parte se establece el compromiso de aplicar el Tratado en los diferentes niveles de gobierno de cada país.

Además, cada país ratifica sus derechos y obligaciones derivados del GATT y de otros convenios internacionales, y acuerda que para efectos de interpretación, en caso de conflicto, las medidas del Tratado prevalecerán sobre las de otros convenios. Existen excepciones importantes a esta regla, en especial, las disposiciones en materia comercial de cinco convenios ambientales que prevalecerán sobre el Tratado.

Las siguientes partes del Tratado se refieren a: Comercio de Bienes, Barreras Técnicas al Comercio, Compras del Sector Público, Inversión y Comercio de Servicios, Propiedad intelectual, Solución de Controversias, Excepciones y disposiciones Finales.

CUADRO III.1

LOS CUATRO ELEMENTOS PRINCIPALES DEL TLCAN

Comercio y flujos de inversión El desmantelamiento de aranceles y otras barreras estatales es la principal justificación de los acuerdos comerciales para expandir la exportación y promover la IED. La nueva dimensión consiste en aumentar los derechos de inversión y darles a los inversionistas privados la categoría de tratamiento nacional para invertir y retirar inversiones sin la supervisión regulatoria del Estado.

Medida empírica: El crecimiento de las exportaciones año con año, pero la participación del mercado por sector y los cambos en la composición del comercio son más reveladores que los beneficios reales del libre comercio.

Reforma al mercado laboral El ajuste es el meollo de todo acuerdo comercial. En teoría, el crecimiento del trabajo, mayores ingresos y menores precios al consumidor son producto de la eficiencia y las ganancias de bienestar cuando las industrias tienen que volverse más eficientes y competitivas. Supone el hémelo optimo de todos los factores y que las empresas reinvertirán en lugar de mudarse.

Medida empírica: Pérdida de empleos/nuevas oportunidades de empleo; cambios en el trabajo y las condiciones de empleo; niveles de empleo antes y después del TLCAN.

Nuevas prácticas estatales La respuesta regulatoria a la integración económica y a las presiones de armonización crea nuevos estándares para las prácticas estatales en el amplio frente de programas e iniciativas gubernamentales.

Medida empírica: Las pruebas de convergencia (divergencia) son cambios en el gasto estatal, así como el mantenimiento de las políticas no monetarias. Atención especial a la organización de la reforma del mercado laboral y de la política social.

Controversias comerciales Los procedimientos legales y no legales para solucionar las controversias comerciales son un pilar de cualquier acuerdo comercial. Los acuerdos integrales son obligatorios, pero ya que las reglas necesitan interpretarse como citan los acuerdos comerciales son por sí mismos fuente de nuevas controversias entre los signatarios. Medida empírica: número de controversias nuevas; índice de ganancia/pérdida ante los tribunales comerciales, penalizaciones evaluadas.

Fuente: Borja Tamayo (Coordinador) 2001; 408.

Se dice que el TLCAN implica una forma desleal para el comercio internacional, porque estableció un procedimiento para la solución de controversias que debe ser neutral y expedito para brindar certezas a las partes, como también ampliar y mejorar los beneficios del Tratado. En materia de derechos antidumping y cuotas compensatorias, cada país miembro se reserva el derecho de aplicar sus disposiciones jurídicas en la materia, siempre y cuando éstas no sean incompatibles con lo estipulado en la OMC (Ortega Ortiz, 2000).

En caso de que los países miembros realicen reformas legislativas, o se aplique una resolución definitiva sobre antidumping y cuotas compensatorias, se podrá solicitar la revisión de esas medidas a un panel binacional para que esté emita su opinión sobre el tema. Este panel será formado por cinco panelistas pertenecientes a ambos países y su composición difiere de caso en caso. Las decisiones tomadas por los páneles son obligatorias, y están por encima de las decisiones de los tribunales locales. Estas decisiones pueden ser revisadas por dos entidades contempladas en el TLCAN: el Comité Extraordinario y el Comité Especial. Si bien existen diferencias entre los paneles y los tribunales locales, éstas no afectan el proceso sustantivo, ya que la ley aplicable es la parte importadora. También se puede establecer un proceso trilateral para prever y cuestionar las decisiones de los derechos antidumping y compensatorios. El objetivo principal de la creación de este sistema es la obtención de una mayor velocidad en la resolución de los procesos, y su característica destacable es la obligatoriedad para las partes que se encuentran en disputa, por lo que las decisiones del panel son irreversibles

Conforme al TLCAN, los bancos y las instituciones financieras de EE.UU. podían establecer sucursales en México y los ciudadanos estadounidenses podían invertir en instituciones mexicanas de banca y seguros. Aunque México continuó prohibiendo la propiedad extranjera en materia de campos petroleros, las compañías estadounidenses fueron autorizadas para competir por contratos de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y para operar, en términos generales, conforme a las mismas reglas con las que operan las compañías mexicanas (Salinas 2002).

Estas características propias del TLCAN alertaron a los países asiáticos y fundamentaron aun más sus temores respecto al impacto que tendría en sus economías, como se puede constatar más adelante. Por lo pronto, y para completar este Capítulo, se analizan los antecedentes del TLCAN.

Antecedentes

La idea de un espacio económico que incluyera toda América del Norte es casi tan vieja como las naciones que se constituyeron el TLCAN. Los antecedentes se remontan a 1860 cuando se planteó el fallido Tratado Mc Lane-Ocampo que buscaba una zona de libre comercio entre EE.UU. y México. La lógica del establecimiento de un espacio económico integrado en un marco geográfico coherente, no se adaptaba a los planteamientos políticos de los tiempos.

Mucho más tarde, durante los gobiernos de Carter (1976-1980) y Reagan (1980-1988) se intentó la creación del un Mercado Común de América del Norte (MCAN) que incluía un proyecto de mercado común energético, el cual peso a sus posibles ventajas no fue apoyado por México.

El TLCAN es producto de dos hechos de gran trascendencia, uno de EE.UU. y el otro de México; para EE.UU. los años 70’s fueron el inicio de un proceso de deterioro en su poder económico que se profundizó en los 80’s, esta pérdida de poder económico tuvo efectos notables: disminución de su presencia económica en el resto del mundo, pérdida de su hegemonía mundial, y como resultado el fin de la supremacía estadounidense y de la era conocida como pax americana. Entonces, México y Canadá se hicieron muy atractivos para el mercado de EE.UU., México por el menor costo de su mano de obra y Canadá por la disponibilidad de sus recursos naturales. Por el lado de México fueron varios cambios que se dieron en su economía y en la economía internacional los que aumentaron el interés de EE.UU. para un acuerdo de libre comercio: la crisis del GATT, por la imposibilidad de competir con el bloque comercial asiático, la impenetrabilidad de los mercados europeos y el desequilibrio comercial de EE.UU.. Este contexto propicio que México en forma unilateral redujera sus aranceles de un nivel de 100% en 1982 a un 20% sin haber reciprocidad alguna por parte de EE.UU.. En estas circunstancias comerciales a México le resultaba sumamente conveniente la creación del TLC con EE.UU., pues la economía mexicana buscaba una inserción favorable en el comercio internacional. Se trataba de profundizar un patrón de industrialización apoyado en la diversificación y aprovechar las economías externas pecuniarias derivadas de las inversiones simultáneas en diferentes industrias. Una fuerte protección arancelaria frente al exterior permitiría un acceso privilegiado al mercado interno, supliendo las carencias de competitividad de los bienes nacionales. La especialización en producciones intensivas en capital donde se adolecía de ventaja comparativa y el requerimiento creciente de inputs procedentes del exterior desembocó en un empeoramiento de la balanza comercial. Los modelos de industrialización vía sustitución de importaciones (ISI) exhibían una deficiencia principal: la estrechez del mercado interno y la especialización múltiple impedían el aprovechamiento de las economías de escala en el proceso de producción (Peter Morici, 1993).

La expansión del mercado internacional de capitales y el excedente de liquidez generado por el reciclaje de los petrodólares como consecuencia de los shocks energéticos facilitaron las posibilidades de endeudamiento en los años setenta: México caería en el precipicio, dado que el desempeño mediocre de su sector exterior dificultaba la cobertura del servicio de la deuda. Los planes de ajuste aplicados en los años ochenta sanearían el cuadro macroeconómico con un coste elevado: el PIB de México alcanzaba todavía sus niveles de 1980 (Meyer 1990).

El proyecto del TLCAN en México se asoció con la modernización de la economía, dentro de un espíritu que podría resumirse con la siguiente frase “partir de cero”. Las principales motivaciones que guiaron la asociación de México con EE.UU. son las siguientes: la búsqueda de credibilidad en la aplicación de las políticas y reformas económicas, atracción de inversiones extranjeras, y competitividad industrial (Ortega, 2000)

El principal antecedente del TLCAN lo constituye el CUSFTA o Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá y EE.UU.. El CUSFTA se estableció en tiempos de Brian Mulroney, quién empezó a romper la tradición nacionalista canadiense que no estaba de acuerdo con las multinacionales en general, y en especial con las de EE.UU. .

El Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá y EE.UU. (CUSFTA) entro en vigor en 1989. Tenía dos años de vigencia cuando comenzaron las negociaciones trilaterales para el TLCAN. Canadá estaba viviendo los primeros dos años del acuerdo bilateral, en una situación de recesión de la que responsabilizaba al Tratado comercial con EE.UU.. El cambio de actitud se dio con Mulroney, cuyo gobierno consideró que fortalecer los vínculos con EE.UU. se convertía en condición ineludible para recibir desde allí los capitales que el país requería para no perder el contacto con la innovación tecnológica y los cambios en las líneas de la demanda internacional.

En 1945 Canadá tenía su primera reconversión industrial al readecuar su industria a los nuevos requerimientos tecnológicos, por la presión de EE.UU. se abrieron poco a poco sus fronteras a la inversión extranjera, pese a elevadas protestas se aceptó un desarrollo industrial que se consolidaría en base en la industria y mercado de EE.UU. . Después en 1949 Canadá suscribió los acuerdos del GATT, abriendo su economía bajo los principios de un comercio internacional sin barreras.

En 1952 se publicó “Ressourses for Freedom”, conocido también como “Report Palay” , en que se reportaban veintinueve productos clave para la economía de EE.UU., Canadá fue revalorado geopolíticamente al indicarse que en su territorio se localizaban doce de aquellas materias primas.

La posición de Canadá frente al nuevo papel asignado en el “Report Palay” fue el de construir una vía marítima del río Saint Laurent , obra de infraestructura que favoreció notablemente a la industria automotriz de la región y se convirtió en uno de los primeros avances que específicamente abonaron el camino para liberalizar una parte del sector transporte. En esta zona en 1965 se aplicó el Pacto Automóvil que fue uno de los acuerdos sectoriales firmados por Canadá y EE.UU. y que a mediados de los ochenta sirvió como antecedente par apoyar el inicio de las conversaciones tendientes a instrumentar un Acuerdo de Libre Comercio entre los dos países (Milner, 1988).

De esta forma, el debate sobre una estrategia de mayor apertura económica hacia EE.UU. fue parte de la cotidianeidad política desde 1947 hasta fines de la década de los años70’s cuando se discutió la posibilidad económica y política de una tercera opción bajo la administración de Pierre Elliot Trudeau (1968-1979 y 1980 -1984).

A inicios de los 70’s el gobierno de Canadá se interesó en la tercera opción que entre otros buscaba consolidar los lazos económicos con el Commonwealth, en especial con Gran Bretaña y la Comunidad Europea para desarrollar una política de contrapeso visto el incremento de su dependencia económica de EE.UU..

Cuando Trudeau asumió el poder en 1968 abrió de inmediato el diálogo entre los canadienses franco parlantes y angloparlantes, reviviendo una forma muy particular del nacionalismo sobre todo en la provincia de Québec al “apurar a la juventud de Québec a retomar el control del país que sus antepasados habían contribuido a crear” (Gutiérrez Haces, 1989; Prefacio).

Gutiérrez Haces (1989) menciona que ante la imposibilidad de Trudeau de obtener de EE.UU. un trato de excepción comercial, recurrió a medidas proteccionistas internas que trajeron como consecuencia la ley C-73 que estableció la congelación de precios y salarios en octubre de 1974; y la creación de la Agencia de Examen a la Inversión Extranjera en 1973; poco después, en 1975, se fundó la Sociedad Petro-Canadá y se publicó el Programa Energético Nacional en 1981.

Diez años más tarde, la recesión económica macaba el final del gobierno liberal de Trudeau. Los cambios ocurridos a inicios de los ochenta a nivel mundial afectaron profundamente a la economía de Canadá .

Al mismo tiempo, Canadá tuvo que enfrentar el proteccionismo de nuevos bloques comerciales que hasta entonces habían sido sus tradicionales mercados de exportación e importación. Sin olvidar que las exportaciones manufactureras también declinaban, en especial las ubicadas en la producción automotriz, y que un importante volumen de esta producción se enfrentaba a nuevos competidores.

La década de los 80’s enfrentó a Canadá con una nueva realidad; se encontraba en grave riesgo de ser uno de los grandes perdedores del proceso de reconfiguración neoeconómica del mundo. América del Norte se transformaba en un espacio donde el proteccionismo y la reestructuración económica de EE.UU. no daban más opciones nacionales como antes.

Primero Canadá y después México se vieron obligados a repensar sus relaciones económicas inspirándose en un proyecto librecambista, en 1982 el Comité Permanente de Asuntos Extranjeros del Senado de México apoyó la idea de liberalizar los intercambios comerciales con EE.UU. y en 1985 la Comisión McDonalds apoyaba un punto de vista semejante (Drache y Duncan, 1985)

La aceptación de un Acuerdo de Libre Cambio no obedeció únicamente a la situación de recesión económica que afectó a Canadá; hubo también importantes factores políticos que desde 1984 con el advenimiento de un gobierno conservador coadyuvaron a la firma del convenio. La administración asumida por los conservadores contaba inicialmente con algunas ventajas de índole política que se asentaban en un clima de aparente calma después de un turbulento periodo que conmocionó a la sociedad canadiense: la efervescencia del nacionalismo en Québec aparentemente debilitado después de la experiencia del referéndum de 1980 que resultó con un 60% en contra de la separación, había dejado profundas heridas en la sociedad de Québec.

EE.UU. y Canadá representan el conjunto regional que desde 1945 (Dorsal citado por Gutiérrez Haces, 1989; 208) desarrolla una relación económica que rebasa en valor cualquier otra relación bilateral en el mundo . En 1987 el valor del PNB de los dos países significó el producto total de los países industrializados, superior a la Comunidad Económica Europea y a Japón. Las importaciones de ambos ocuparon el segundo lugar en 1987; su comercio bilateral fue superior a 135 mil millones de dólares.

Durante las negociaciones del CUSFTA, los canadienses presentaron una diversidad de opiniones; algunos consideraron la firma del Acuerdo como un acto de desesperación y en muchos casos como una respuesta resignada a un hecho que se venía dando desde hacía décadas y que ahora sólo era necesario contractualizar. La población fue bombardeada con una publicidad que por una parte acentuó el sentimiento de vulnerabilidad ante el crecimiento del proteccionismo de EE.UU., tanto a través de su ley comercial, como bajo instancias internacionales como el GATT, sobre todo insistiendo en que después de diciembre de 1990, en que finalizaría la Ronda Uruguay era previsible un cambio en las reglas del juego del comercio internacional que podría perjudicar a Canadá. También influyó, tanto en la opinión pública como en los propios representantes políticos y en los negociadores canadienses la sensación de que ésta sería su única oportunidad para subirse en el “carro de la reestructuración económica capitalista y la globalización”; y qué mejor que hacerlo acompañando a una potencia hegemónica (Hart, 1990).

Proceso de negociación

En esta parte se hace evidente que el TLCAN provocó una acalorada discusión dentro de EE.UU. y, en menor medida dentro de Canadá, en donde los movimientos laborales organizados y los pequeños empresarios ya estaban sintiendo los efectos negativos del acuerdo EE.UU.-Canadá.

La discusión y difícil negociación que dio lugar al TCLAN es producto de un largo pasado histórico de resentimientos, caracterizado por los muchos intentos de intromisión y sumisión que a través de la historia tuvo EE.UU. con respecto a México, producto de una difícil vecindad. Muchos estudiosos califican de intervencionista y hasta protagónico la actitud que en el proceso de negociación tuvieron –además del gobierno- las ONG’s (grupos ambientalistas y defensores de los derechos humanos) y sindicatos sobre todo de EE.UU., lo que dificulto aún más la negociación, razón por la que se incluyen en esta primera parte.

A partir de septiembre de 1990 y durante los siguientes cuatro meses, delegaciones de los tres países se reunieron para analizar las diferentes opciones de negociación. La negociación trilateral resultaba la mas conveniente, pues permitía crear, en un solo tratado, una región de libre comercio con más de 360 millones de habitantes y un producto agregado cercano a 6 billones de dólares además, así se evitaba la proliferación de acuerdos bilaterales en América del Norte. El 5 de febrero de 1991, los gobiernos de los tres países anunciaron la decisión de emprender negociaciones trilaterales e instruyeron a sus funcionarios correspondientes para que las iniciaran tan pronto como fuera posible y de acuerdo con los procedimientos internos de cada país. El mandato fue lograr un Tratado de Libre Comercio que eliminara progresivamente los obstáculos al flujo de bienes, servicios e inversión, protegiera los derechos de propiedad intelectual, y estableciera un mecanismo justo y expedito para la solución de controversias (Blanco Mendoza, 1994). El 12 de junio de 1991 empezaron las negociaciones formales en Toronto, Canadá y concluyeron en agosto de 1992.

Aunque las negociaciones fueron trilaterales, el centro del debate se concentró entre México y EE.UU.; Canadá sólo defendió los intereses que adquirió en el Acuerdo de Libre Comercio celebrado con EE.UU.. El CUSFTA que se firmó en 1988 responde a la realidad de una economía canadiense en repliegue frente a la embestida internacional de un comercio mundial que se recupera con base en la configuración de bloques económicos regionales que intentan implementar una estrategia defensiva frente al proteccionismo de los otros países (Gutiérrez Haces, 1988).

A continuación se estudia la evolución de las negociaciones del TLCAN, primeramente se analiza la agenda oficial y en un segundo punto se estudia lo no oficial, es decir la postura de sindicatos, ONG’s y sociedad civil.

La literatura existente coincide en afirmar que en vista de la incapacidad de los foros multilaterales para resolver los problemas del sistema comercial internacional , algunos grupos de interés de EE.UU. entre ellos los de la industria de servicios, vieron en el TLCAN una alternativa .

En el caso de México Peter Morici (1993; 50) señala que necesitaba aumentar sus exportaciones de manufacturas que requerían un acceso seguro al mercado de EE. UU. Y más inversión extranjera para su modernización. La mayor parte de la inversión extranjera hasta ahora se ha dirigido al sector de las maquiladoras y a los instrumentos de portafolio. Para cumplir estos objetivos de crecimiento de las exportaciones, asegurar el acceso al mercado de EE. UU. Y aumentar la IED en México, Salinas propuso al gobierno de EE.UU. un Tratado de Libre comercio a principios de 1990.

Según Salinas de Gortari, México optó por negociar un acuerdo comercial bilateral con miras a lograr dos objetivos:

a) Establecer un procedimiento ordenado para integrar ambas economías y

b) Crear un marco legal que ofreciera credibilidad a los inversionistas en cuanto a la permanencia de las recientes reformas llevadas a cabo en México, así como para el establecimiento de salvaguardas legales apropiadas para sus inversiones.

Por su carácter sumamente estratégico, el proceso en el que se debatió el TLCAN fue muy diferente a la forma tradicional en que ambos gobiernos se habían enfrentado, transformando problemas secundarios en problemas de soberanía. No solo se debatieron problemas de los dos países, sino que grupos dentro de cada país formaron coaliciones transnacionales con sus contrapartes de los otros dos países para atraer la atención gubernamental.

Cuando formalmente se iniciaron las negociaciones, Canadá se había integrado para celebrar el TLCAN. Los gobiernos de las tres naciones involucradas deseaban limitar la agenda a cuestiones de comercio e inversión, utilizando como modelo el Acuerdo de Libre Comercio (ALC) firmado entre EE.UU. y Canadá en 1988, pero el TLCAN no era una negociación de libre comercio típica; era la primera vez que países industrializados estaban negociando con un país en desarrollo, mas pobre, sobre la base del acceso recíproco .

Tanto en México como en EE.UU. había dudas sobre el proyecto. Lorenzo Meyer (1990; 270) al respecto señala:

La elite política y cultural teme que la consiguiente exposición intensa a los estilos de vida estadounidense pueda provocar una pérdida de los valores nacionales, de la identidad nacional y del sentimiento nacionalista tan exacerbado durante el periodo revolucionario.

En México se había previsto el problema del desmantelamiento de las barreras comerciales y de inversión pero EE.UU. tenía reservas acerca de un tratado con México e insistía en una agenda más amplia que incluyera cuestiones no económicas. En EE.UU. se compartían algunos de los temores de México, aunque por diferentes razones; en México la preocupación se centraba en los efectos de la dominación cultural sobre la población del país ejercida por las empresas y la televisión de EE.UU., y a su vez en este país se tenía el temor de la pérdida de empleos a favor de México o de los inmigrantes mexicanos. Otros se preocupaban por la reducción de las normas ambientales; otros temían que EE.UU. negociara con un país que se regía por reglas políticas diferentes: “Las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y las fraudulentas prácticas electorales de México son clavos en el ataúd de un tratado de libre comercio” (Meyer, 1990; 194).

Estas preocupaciones eran compartidas y el debate consistió en si debía concederse o no al Presidente de EE.UU. la autoridad necesaria para negociar el TLCAN. Richard Gephardt, líder de la mayoría en la Cámara de Representantes se negaba a apoyar un tratado que no se ocupara de cuestiones como medidas de transición, disparidad salarial, protección ambiental y derechos de los trabajadores.

Escribe Drache (2001) que la agenda que deseaba el Congreso de EE.UU. era poco ortodoxa en el campo de una negociación comercial, pero era una señal de que el TLCAN era parte de un proceso social y político de integración más amplio. Era la primera decisión tomada por EE.UU. y México para administrar sistemáticamente esta integración de los dos países iniciada realmente a principios de los 70’s, cuando los mexicanos empezaron a emigrar a EE.UU. legal o ilegalmente.

Hay que señalar que la preocupación por lo que algunos llaman “barrera no arancelaria” referente a la imposición de la visión estadounidense del respeto a los derechos humanos se aplicaba por parte de EE.UU. no sólo a México, sino también a los países de Asia Pacífico, siendo el caso más conocido el de la Republica Popular China, medida que incluso llevó a un serio enfrentamiento entre ambas naciones y que de alguna forma también influyó en el resurgimiento de los “valores asiáticos”.

La integración social y cultural precedió al incremento del comercio de México con EE.UU., iniciado en 1980 cuando México se convirtió en su tercer socio comercial . La industria ensambladora o maquiladora prosperó con la disminución del valor del peso a mediados de los años ochenta. La creciente interconexión de las industrias automotrices de los tres países norteamericanos era otra manifestación de una integración económica que se profundizaba y que ya no era “silenciosa”. La siguiente etapa del proceso de integración implicaba un aumento en la interacción transnacional e intergubernamental que se aceleraba por la decisión de negociar el TLCAN (Hopmann, 1995).

La decisión de México de integrar su economía con EE.UU. no debió ser fácil para el gobierno mexicano. Sobre todo por la conflictiva relación histórica que había dejado una profunda suspicacia entre la mayoría de los mexicanos que los líderes políticos habían explotado para mantener el control interno desde la Revolución Mexicana. La reforma mexicana constituía un cambio dramático en la política de México. Después de décadas de estar al servicio de los intereses de un grupo relativamente pequeño de políticos e industriales, el nuevo programa representaba una ruptura trascendental con el pasado y una redefinición de las alianzas políticas, así como una reconfiguración de las bases de sustento de la coalición gobernante (Salinas, 2000).

En su trabajo Luis Rubio (Shoji y Nishijima, 1987; 150) señala que los resultados en la política económica tuvieron dos vertientes: por una parte, la retórica contra EE.UU. que llevó a los gobiernos mexicanos a buscar una diversificación de su intercambio comercial y por otro lado la realidad se estaba imponiendo; el intercambio con EE.UU. estaba creciendo, concentrándose, acelerándose y profundizándose.

Voces en contra del TLCAN

No sólo los gobiernos fueron actores de las negociaciones, sino también los partidos políticos, los sindicatos y las ONG’s, que en conjunto lograron crear una fuerte oposición que se hizo escuchar e hizo valer sus demandas. En este apartado se analizan primero los argumentos de la oposición al TLCAN en EE.UU. compuesta por partidos políticos de oposición y sindicatos, después se estudian las posturas manifiestas de la oposición que se consolidó en México, para posteriormente exponer y analizar los argumentos de las ONG´s.

En EE.UU. – México

Cuando el gobierno de EE.UU. solicitó la autorización del Congreso para la vía rápida se enfrentó a una oposición inesperada en el mismo Congreso. Incluía empresas que perdían mercados, trabajadores que temían ser desplazados, productores rurales, organizaciones defensores del medio ambiente y de derechos humanos, entre otras. Todos encontraron en el proceso la oportunidad de promover sus intereses o defender sus convicciones. La formación de este grupo opositor derivó en un hecho sin precedente por que convirtió al TLCAN en un asunto político de gran importancia dentro de EE.UU. (Blanco Mendoza, 1994).

Como dice Ortega Ortiz (2000) la oposición norteamericana se apoderó de la situación, el sistema político de EE.UU. se volcó sobre el tema; obreros, empresarios y profesionistas se sumaron al trabajo político del Congreso, opinando y oponiéndose, o apoyando. Esta oposición había surgido sólo para atacar la vía rápida, que pronto se convirtió en una organización contra el Acuerdo Comercial con México, pues en EE.UU. tenían el temor de que con el Tratado los salarios norteamericanos descendieran. La posición era sólida, la conformaban los sindicatos agrupados en la central más grande de EE.UU., la AFL-CIO.

El Congreso expresó en su momento la preocupación de algunos sectores de EE.UU., en particular del sector obrero, de que el TLCAN fuera un estímulo al traslado de industrias estadounidenses a México. La AFL - CIO y el Sindicato de Trabajadores Automotrices Unidos consideraron al TLCAN como un “desastre económico y social para los trabajadores de EE.UU. y sus comunidades” .

Para la AFL-CIO el TLCAN era una salida barata (Donahue, Thomas, 22 de junio de 1990) por que por medio de este instrumento EE.UU. subsidiaría el desarrollo económico de México a costa del sacrificio de los trabajadores estadounidenses y evitaría tomar decisiones sensibles que implicaría el proporcionar a los vecinos del sur una ayuda económica directa con impuestos de los contribuyentes.

A pesar de que Salinas y Bush descartaron la libertad del movimiento en los mercados laborales de ambos países, éste preocupaba a la AFL-CIO porque el “libre flujo de trabajadores mexicanos sería una competencia para los estadounidenses”, como se ve, la principal preocupación de la AFL-CIO fue el posible cierre de empresas:

Muchos empleadores estadounidenses han cerrado plazas de trabajo. A la fecha hemos perdido 250 mil empleos por la inversión en maquiladoras, porque a los industriales les parece atractivo que en la frontera mexicana se paguen cinco dólares al día, cuando aquí el salario de un obrero no calificado sería de por lo menos cinco dólares la hora. Los Ángeles Times informó de un ahorro de 20 mil dólares por trabajador al año.

El esfuerzo debe ser para remover las barreras artificiales creadas por los gobiernos y eso es lo que realmente está negociando el GATT.

Estoy seguro de que un TLC es una solución errónea para la ausencia de empleos en México. El problema es promover capital adicional a México para alentar el desarrollo de los trabajos en ese país y hablar de un plan nacional para el desarrollo económico mexicano.

Nuestro gobierno está optando por la salida barata cuando dice que ayudará a México por medio del TLC. De esa forma no requiere dinero proveniente de los impuestos estadounidenses para ayudar al desarrollo de México y no sería necesario convencer al pueblo estadounidense para que apoye lo que el gobierno está haciendo, cuando en realidad se está subsidiando al desarrollo mexicano a costa de empleos estadounidenses.

Lo aceptaríamos si viésemos una disminución sustancial en el precio del producto que se elabora en México por cinco dólares al día, en oposición al costo de 50 dólares. Pero no hay diferencia; el precio de las mercancías es el mismo.

Nos han asegurado que habrá consultas serias con los sindicatos antes de que se adopte cualquier acuerdo. Nuestro presidente nos aseguró que no se iniciarían conversaciones hasta después de diciembre próximo o enero de 1991. Al Congreso le diremos también nuestras dudas sobre el acuerdo con México. (Adame, 1998; 318-319).

Con anterioridad la AFL-CIO había emitido la “Declaración del Consejo Ejecutivo sobre el TLC” que recoge su oposición al TLCAN.

Por su parte el sindicato automotriz UAW percibió, según Beckman (citado por Tenorio Adame, 1998; 320), el proceso de integración entre México y EE.UU. no fue resultado del libre comercio, sino de un suceso completamente diferente,

La UAW y otras uniones observan con cólera y horror la rápida expansión de la producción maquiladora en respuesta a la crisis de la deuda de México, las maquiladoras son el modelo en el que el gobierno mexicano ofrece los salarios más bajos del mundo. El mercado de trabajo de los dos países emerge con resultados adversos para los trabajadores de ambos lados de la frontera. En el sector automovilístico nuestro mercado es esencialmente abierto mientras el gobierno de México lo tiene restringido desde 1960, la UAW ha objetado los requerimientos de exportación. El resultado de los límites de liberación del comercio del auto bajo el nuevo decreto será la expansión del comercio y el incremento del déficit de EE.UU. con México.

En buen romance el TLCAN se traduce en desocupación para los trabajadores de EE.UU. y en salarios ínfimos para los mexicanos, un juego en que todos pierden, menos las transnacionales.

Un porcentaje de las maquiladoras que preocupaban a los líderes obreros eran de capital japonés y, en menor medida, coreano.

De esta forma durante, el debate sobre la autorización de la vía rápida el Congreso de EE.UU. se convirtió en el principal motor de la agenda no comercial dentro del TLCAN. El Congreso se ocupó de dos cuestiones relacionadas con los problemas políticos: Primero, si EE.UU. celebraría un TLC con un vecino antidemocrático, y cómo podía EE.UU. facilitar la auto democratización de ese país.

Algunos miembros del Congreso propusieron que el tratado se condicionara a un mejoramiento de los derechos humanos y a la democracia, mientras que otros argumentaban que sería mucho más probable que México se volviera democrático si se aprobaba el TLCAN que si EE.UU. imponía como requisito.

Mientras tanto, del lado asiático la situación era de alerta tanto oficial como empresarial, pero sin manifestarse abiertamente. Precisamente los congresistas y la AFL-CIO proporcionaban argumentos para la desconfianza asiática respecto del TLCAN.

Con estas precisiones al aprobar la vía rápida el Congreso acompañó la autorización con una resolución que subrayaba la importancia de atender los asuntos laborales y ecológicos, como resultado de la presión ejercida por los opositores al TLCAN en las tres naciones.

Autorizada la vía rápida, los grupos sindicales de EE.UU. modificaron su estrategia tratando de restringir el número de sectores económicos cubiertos por el tratado comercial e intentaban ampliar la agenda social y ambiental para desalentar a las empresas estadounidenses de invertir en esos sectores.

Los movimientos laborales de México y de EE.UU. difirieron en cuanto a la aprobación del TLCAN por la sencilla razón de que los trabajadores de EE.UU. creyeron que perderían empleos, mientras que los trabajadores mexicanos compartieron esa creencia . En consecuencia, los esfuerzos de los líderes laborales estadounidenses por persuadir a sus colegas mexicanos de la conveniencia de negociar una “carta social” transnacional se toparon con el desinterés o el silencio, por el beneficio que representaba la suposición.

Grupos liberales de los tres países propusieron leyes o normas compatibles para los tres países, la propuesta básica fue similar a la carta de los derechos sociales fundamentales de los trabajadores de la Unión Europea, que lista numerosas metas, incluyendo la negociación colectiva, el trato igual para hombres y mujeres, la salud y la seguridad, la protección a los niños, ancianos e incapacitados (The Ecologist Magazine, diciembre 1998.)

Un estudio de la relación entre normas comerciales y laborales de todo el mundo señala que la ampliación del comercio internacional puede mejorar las normas laborales, pero raras veces ocurre de inmediato, y cualquier mejora depende del marco político del país y de la filosofía de gobierno de sus líderes .

El acuerdo laboral paralelo también incluye algunas instancias supranacionales para tratar temas relacionados con los derechos de los trabajadores. Éstos se restringen únicamente a tres aspectos: salario mínimo, trabajo infantil y condiciones de higiene y seguridad. El acuerdo paralelo no consideró temas como el derecho a la sindicalización y la libertad de asociación o los derechos de los trabajadores emigrantes, tampoco se abordan las diferencias saláriales entre los tres países.

Otros miembros del Congreso seguían recomendando la inclusión de cuestiones como la democracia, la inmigración, las drogas o la política exterior. Al final los tres temas no comerciales más destacados de la agenda del TLCAN fueron medio ambiente, agenda social, democracia y derechos humanos (Salinas, 2002).

Sin embargo pese a los esfuerzos de los gobiernos, la oposición al TLCAN no disminuyó de manera substancial, al grado que en EE. UU. dos meses antes de la votación en el Congreso, Clinton tuvo que lanzar lo que se llamó “una campaña de persuasión” , que ocupó a todo el gabinete . Clinton argumentó que si EE.UU. rechazaba el acuerdo, Japón y Europa tomarían la iniciativa. También aludió al tema de la migración, y sostuvo que el Tratado alentaría a México a exportar bienes en vez de trabajadores, finalmente declaró que sólo alguien “que estuviera loco” negaría la ventaja de EE.UU. en el intercambio económico con México (L. Friedman 1993).

En México Salinas de Gortari enfrentó una oposición que venia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y del Partido Popular Socialista (PPS)”. El PRD inició una estrategia de alianzas con los opositores del TLCAN en EE.UU. y Canadá. De hecho desde el primer anuncio y casi en forma simultánea al anuncio de inicio de negociaciones, en la sede del PRD de la Ciudad de México se llevó a cabo una reunión entre dirigentes de ese partido y algunos miembros de la Coalición Arco Iris de los EE.UU.. Juntos lanzaron una declaración contundente de rechazo al Tratado. El TLC, se decía en aquel documento, era un espejismo que “tendría efectos desastrosos para la economía mexicana, debido al desequilibrio que existe entre las economías de las dos naciones” (Salinas, 2002; 122).

El resultado de estas negociaciones fue un debate de dos niveles (al interior de los dos países y entre ellos mismos) que por un lado aceleraba la integración y por otro lado podía revertir el proceso. La posición asiática era expectante pero sin tomar parte en el debate.

En Canadá

Los intereses federales y provinciales jugaron un importante papel en los debates, había provincias que temían resultar afectadas negativamente por el Acuerdo como Ontario, donde se encuentran los principales centros de la industria automotriz ligados a la economía de EE.UU.

En el debate interno canadiense en la negociación del TLCAN Asia Pacífico estuvo presente, sobre todo para las provincias de British Columbia y Alberta. A continuación se detallan las posturas asumidas por las provincias canadienses:

La posición de Ontario

Ontario constituye la provincia más importante de Canadá, donde reside 37.4% de los canadienses y genera un 40% del PIB, según datos de 1994. La idea de libre cambio con EE.UU. causó recelos entre ciertos sectores sociales: la liberalización de los intercambios suponía que el mercado canadiense dejaba de ser un dominio exclusivo para la industria provincial. Por esta razón, numerosas ramas habían tenido problemas crecientes frente a unas importaciones estadounidenses que, desde la base de un mercado interno de gran tamaño, pueden alcanzar mayores niveles de competitividad. Los destinos de la provincia quedaron definitivamente vinculados a EE.UU. con la firma del Acuerdo del Automóvil (Mayer, 1998).

La posición de Québec

Los ciudadanos de esta provincia, expresaron su deseo de permanecer en la Confederación canadiense en el referéndum celebrado el 30 de octubre de 1995 con un margen muy escaso. La lógica del nacionalismo québequense se basaba en:

• La minoría francófoba temía una pérdida de influencia ante su retroceso demográfico.

• Los nacionalistas consideraban que una separación “amistosa” permitiría un mayor poder de negociación.

Québec apoyó la firma del CUSFTA otorgando a los nacionalistas el libre comercio con EE.UU.. Los plazos comerciales con los vecinos del sur se fortalecieron. La intensidad de los intercambios con los Estados fronterizos resulta especialmente sólida. Los datos explicitan una fuerte creación de comercio vinculada al CUSFTA: las exportaciones provinciales dirigidas hacia EE.UU. suponían un 17% del PIB de Québec en 1994, frente a un 12% en 1990 (Mayer, 1998),

Provincias Occidentales

Las provincias de British Columbia y Alberta registran el comportamiento más dinámico y expansivo de Canadá, habiendo registrado las mayores tasa de crecimiento durante los últimos años. De hecho, los niveles de renta per cápita se sitúan claramente por encima de la media de la confederación, reflejando una mayor prosperidad relativa. La orientación exportadora aparece como un primer factor desde su basta dotación de recursos naturales. (Gobierno de Canadá, 2002)

Según Clausing (1995) las provincias más occidentales de Canadá están articulando una comunidad de intereses con sus vecinos de la costa oeste de EE.UU.: la formación de una nueva región económica transfonteriza y el estrechamiento de los lazos con Asia Pacifico constituyen las señas de identidad.

La “conexión transpacífica” constituye un nuevo vector de crecimiento, Columbia Británica y Alberta presentan una estructura exportadora competitiva en los mercados internacionales basada en sus recursos naturales: las industrias papelera y forestal constituyen la primera actividad de Columbia Británica; por el contrario, Alberta tiene una economía articulada en torno a sus recursos energéticos, petróleo y gas natural. La balanza comercial de British Columbia registra un superávit; sin embargo, el déficit resulta palpable en los intercambios con el resto de Canadá (Clausing, 1995)

Un mayor ritmo de crecimiento en las provincias occidentales altera los parámetros que definen la estructura territorial, por que una proporción creciente de la población canadiense reside en Alberta y British Columbia, y estas provincias generan una parte creciente del PIB canadiense.

Como puede constatarse la discusión fue muy encontrada y muy regionalista, las provincias exhortaban al gobierno federal a usar todos los medios estratégicos de que disponía para contrarrestar la agresividad comercial de EE.UU. e insistían en que el objetivo de las negociaciones era el de asegurar su acceso al mercado de EE.UU..

Ante este panorama, el principal argumento de Mulroney para conseguir la ratificación del TLCAN y tranquilizar a los opositores fueron las estadísticas que sobre comercio habían logrado con EE.UU. en su acuerdo comercial previo:

Ahora EE.UU. y Canadá tienen una relación comercial que excede los $260 mil millones de dólares por lo que se refiere a bienes y servicios, por ello es el arreglo más grande entre dos naciones en la historia. El acuerdo de nuestro sistema de librecambio ha hecho esa inmensa y compleja asociación que nos enriquece mutuamente…El Acuerdo del Sistema de librecambio norteamericano nos proporciona a todos una senda a la prosperidad. Para Canadá, representa la decisión de mi gobierno de unirnos a la Organización de Estados Americanos y jugar un papel más activo en los asuntos de este hemisferio. Como canadienses, claro, nosotros también somos orgullosamente norteamericanos […]

Ya que la geografía y la fuerza de la historia nos han hecho vecinos, este acuerdo nos hará a todos compañeros en la oportunidad y compañeros en el éxito económico que fluye inevitablemente del comercio libre y justo.

Como ustedes saben, hace cuatro años Canadá estaba a punto de entrar en el Acuerdo del Sistema de librecambio con EE.UU.. Era una de las iniciativas más polémicas en la historia canadiense. Pero nuestra experiencia con el sistema de librecambio ha sido, en una palabra, beneficiosa. Incluso durante los tiempos económicos difíciles que se han originado con motivo de la reestructuración y modernización, en países de Europa a Asia y en otras partes alrededor del mundo.

Nuestro comercio, incluso en tiempos económicos difíciles en el mundo, con EE.UU. ha estado casi al 11 por ciento durante los primeros tres años del acuerdo. Canadá en julio de este año (1992) ha gravado el más alto nivel de exportaciones e importaciones. Las exportaciones canadienses a EE.UU., bajo el tratado, excedieron $10 mil millones la primera vez en un mes, mientras EE.UU. ha resultado más fortalecido en su relación productiva con los consumidores canadienses.

Hablando como primer ministro de un país que ha vivido cuatro años una relación comercial, similar con EE.UU., yo estoy seguro que cada uno de nuestros tres países crecerá más fuerte y más próspero como nuestro comercio aumenta con la aplicación del TLCAN […] (Mulroney, 1992).

Retomando el tema de las negociaciones globales del TLCAN, Ortega Ortiz (2000) escribe que los temas centrales del debate se resumen en una guerra entre la actitud liberal frente al libre comercio y la actitud proteccionista de los políticos de EE.UU.. El proteccionismo se manifestó en el temor ante la (posible) pérdida de empleos en EE.UU. y la división entre ganadores y perdedores en varias actividades, (más aún con) el argumento de que los países asiáticos podrían usar a México como plataforma de exportación a EE.UU.. La confederación de trabajadores AFL-CIO se opuso al TLCAN con la seguridad de que los bajos salarios de la mano de obra mexicana seducirían a las compañías estadounidenses y precipitarían la pérdida de 500 000 empleos en EE.UU. (Baer, 1991; 143).

Tratado el tema de las negociaciones para la creación del TLCAN, en sus agendas oficial y no oficial, se confirma que las negociaciones se contextualizaron en los intereses políticos y comerciales de los países participantes, y que han sido los factores políticos, comercial y mercantil, los que dieron lugar al TLCAN. El surgimiento de este tratado encaja perfectamente en las explicaciones del Neorrealismo y del Regionalismo Dominó, pues la integración comercial ya se había originado antes de la firma y se originó por la fuerza y ganancia de tipo mercantil. Pero no únicamente hubo intereses y posiciones dentro de los gobiernos participantes y sindicatos, como al principio del Capítulo se indica, también la hubo de parte de la sociedad civil y a continuación se hace una breve semblanza de la postura asumida con respecto al TLCAN de parte de las ONG’s.

Oposición de ONG’s

Cada vez se acepta más la idea de que el régimen internacional está formado por los estados, los organismos internacionales, las empresas transnacionales y la sociedad civil internacional representada por las ONG’s. La Teoría Neo-realista tomada para explicar el impacto del TLCAN en Asia Pacífico se dio cuenta prontamente de ello y es esta la razón por la que se retoman los argumentos que manifestaron presentaron las ONG`s durante las negociaciones del TLCAN.

En el debate resultó inevitable la discusión de la democracia y los derechos humanos en México , temas en los que intervinieron las ONG’s,no se debe olvidar que un informe de America’s Watch en el que acusaba al gobierno de México de torturas y desapariciones, asesinatos cometidos por las fuerzas policíacas y de seguridad, abusos del sistema de justicia penal, fraude electoral, represión rural, censura en los medios masivos y violencia contra los sindicatos, fue el antecedente de la Comisión Nacional de Derechos humanos .

El poder y alcance del movimiento ambiental ha aumentado en los últimos años en todo el mundo, pero en particular de los países más desarrollados. Algunos ambientalistas han llegado a considerar al sistema comercial internacional como una fuente del problema ambiental provocado por “ideologías rivales” de tal forma que mientras los ambientalistas quieren restringir y regular el desarrollo, los defensores del libre comercio tratan de reducir las barreras políticas. Algunos ambientalistas consideran el libre comercio como una forma nueva de colonialismo .

Para las ONG’s los gobiernos siempre ignoraron por completo los aspectos relacionados con los asuntos laborales o del medio ambiente. Simultáneamente redes de sindicatos, organizaciones ambientales, campesinas, de mujeres y académicos, emprendieron un movimiento para poner el tema en el centro de la discusión. Lo importante era la defensa de los asuntos laborales, ambientales, migración, derechos humanos, seguridad alimentaria, entre otros, por lo que dichos asuntos deberían formar parte de cualquier acuerdo entre naciones.

La propuesta de Libre Comercio con México chocó con la nueva preocupación de los ambientalistas por el comercio, sin embargo flexibilizaron su postura al grado de que uno de los grupos mas importantes de EE.UU. decidió apoyar la negociación de la vía rápida luego que el Presidente les aseguró que tendría en cuenta sus preocupaciones .

Las ONG’s mexicanas manifestaron que el gobierno integró un equipo de negociación que no sólo dejó fuera la opinión de dichos sectores sociales, sino que privilegió la consulta y participación de los grandes empresarios ligados con el capital transnacional .

Según las ONG’s – y así lo reconoce Salinas de Gortari- con el TLCAN se aseguraron los capitales transnacionales de que ninguna prestación social o regulación atentaría contra sus intereses. En el mismo sentido. Juan José Ramírez Bonilla (2002) afirma que las corporaciones oligopólicas actualmente dominan la economía de los tres países integrantes del TLCAN. Si el TLCAN ha conseguido algo –continúa argumentando Ramírez Bonilla (73-79) es el de incrementar la movilidad, la penetración al mercado y la rentabilidad de estas grandes empresas, a costa de las empresas menores, nacionales y más competitivas. La expansión y el fortalecimiento de las corporaciones estadounidenses y de la rivalidad oligopolística es uno de los mayores objetivos del TLCAN.

Asimismo el TLCAN ha colaborado con el fin del Regionalismo Abierto, y en consecuencia el surgimiento del Regionalismo Estratégico, que se refleja en la adopción de varias iniciativas regionales como más adelante se verá.

Otro argumento de las ONG’s en México fue que el TLCAN establece las reglas para que las empresas transnacionales coloquen partes de su producción y de su mercado en los países miembros aprovechando las ventajas comparativas que éstos les ofrecen: bajos salarios, abundantes recursos naturales, legislaciones ambientales menos estrictas o sin aplicación, facilidades impositivas, infraestructura, etc. En general lo que ellos llaman “un buen ambiente de negocios”.

En una alianza entre las organizaciones ambientalistas de los tres países, lograron incluir los primeros y únicos acuerdos paralelos en materia ambiental y laboral que forman parte de un tratado comercial, el que se negociaran fue considerado como una gran victoria en la medida en que se sentaba un precedente.

En la opinión de Jhon Audley de Sierra Club el ambiente debería manejarse como parte integral del TLCAN y no como uno de sus apéndices, proponiendo un acuerdo en el que la protección ambiental no se considere como un conjunto de excepciones a las reglas comerciales, sino más bien como un conjunto de restricciones legítimas al comercio que deben ser aceptadas por los intereses económicos. La actividad empresarial no se consideraría como algo independiente de las metas sociales y ambientales, sino como uno de sus componentes.

Para algunos ambientalistas todo crecimiento económico es nocivo para el ambiente. Grossman y Krueger (Sierra Club, 2004) sometieron a prueba esta hipótesis relacionando la contaminación ambiental con el desarrollo económico en el mundo, y concluyeron que tiene un efecto peor en los países pobres. Para Grossman a medida que un país se desarrolla cruza cierto umbral en el que empiezan a desplazar recursos hacia la limpieza del ambiente. Su fórmula señala que el umbral ocurre cuando el producto interno bruto per cápita de un país llega al nivel de 5,000 dólares y dado que el ingreso de México se aproxima a ese nivel (en términos del poder de compra), serían de esperarse nuevas inversiones ambientales.

Esta propuesta contrasta con la de Mancur Olson (1995) en el sentido de que la resistencia de los grupos de interés a la acción colectiva aumenta a medida que un país se desarrolla y luego inhibe el crecimiento económico. Grossman y Krueger afirman que los esfuerzos de los grupos de interés a favor de las decisiones colectivas aumentan a medida que una economía se desarrolla y el ambiente se contamina, y en segundo lugar, que esas decisiones públicas mejoran las perspectivas del crecimiento económico. El poder creciente de los grupos que luchan en México por un ambiente mas limpio parece confirmar su tesis, y si pueden movilizarse recursos externos (Kessel, 1994).

Bajo esta presión se redactó en el preámbulo del TLCAN el propósito de alcanzar el “desarrollo sustentable” estableciendo la prohibición de reducir los estándares ambientales como una forma de atraer la inversión. El acuerdo ambiental establece la creación de una Comisión de Cooperación Ambiental.


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