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ESTUDIO DE LA INCIDENCIA ECONÓMICA DE LA ESCLAVITUD NEGRA EN CHILE SIGLOS XVI, XVII Y XVIII

Enrique Francisco Avilés Vidal


 


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IV. GENERACIÓN DEL COMERCIO DE ESCLAVOS EN CHILE

Desde la génesis de Chile como Colonia y posteriormente República, los esclavos negros han estado presentes en la actividad económica. Los primeros conquistadores llegaron a Chile con esclavos negros en actividades de servicio. Los primeros africanos que se tenga relación estuvieron presentes con Hernando de Magallanes quien traía un cautivo morisco. Posteriormente Diego de Almagro en su expedición, según F. A. Encina, los africanos que formaban parte de la expedición serían unos ciento cincuenta, contra doscientos cuarenta españoles y mil quinientos indios, es decir casi un 13% de los expedicionarios. (Correa Gonzalo Vial: El africano en el Reino de Chile, UC, F.Cs. Jurid. y Sociales, Santiago, 1957, p.15)

Pedro de Valdivia en su expedición de conquista y fundación, no menciona específicamente a los esclavos negros, porque constaban en sus partidas como pertrechos, mercaderías, etc. También al mencionar “criados”, se refieren a veces a cautivos negros o americanos y otras a escuderos españoles. De acuerdo F. A. Encina, los negros que integraban la expedición serían quince o veinte, sin fundamentar su cálculo.

Casi todos los conquistadores que aparecen en las crónicas y documentos chilenos de las primeras décadas poseen negros esclavos, sin ser por esto, necesariamente un empresario o comerciante. Valga mencionar que de los 150 soldados que venían con Valdivia, traían esclavos negros Francisco de Aguirre, Pedro de Valdivia, Jerónimo de Alderete, Inés Suarez, Bartolomé Flores, Andrés de Pereda, Giraldo Gil, Juan Negrete, Francisco de Villagra, Lorenzo Bernal del Mercado, Miguel de Avendaño, Juan Beltrán de Magaña, Alonso Galiano, Cristobal Martín de Escobar y su hijo Alonso, Jerónimo Nuñez, el Licenciado Julián Gutierrez Altamirano, etc. (Gonzalo Vial: Ibidem p.18)

Una vez que Valdivia empezó a llevar a cabo la fundación de Santiago y la posterior expansión territorial, el número de esclavos comenzó a aumentar como consecuencia de los refuerzos de soldados que se pedían al Perú; ahí venían no sólo esclavos negros, sino también indios yanaconas. Pero también lo hicieron los primeros mercaderes. Los documentos de la época mencionan este fenómeno demográfico, como “golpes de gente”. Estos golpes de gentes se deben también a la iniciativa privada de algunos conquistadores acaudalados y al interés de algunos mercaderes que obtenían ganancias con el transporte marítimo, y por supuesto de los virreyes que deseaban ayudar al desarrollo de la conquista del Reino de Chile. (Soto Lira Rosa, “La mujer negra en el Reino de Chile”, Fac.Hdes. Usach, 1988, p. 14).

Los primeros conquistadores que trajeron negros desde Perú, lo hicieron valer en la calidad de sus personas y los gastos efectuados en la empresa. En esta forma, los esclavos negros aparecen ligados a la empresa de conquista con los rasgos característicos del sentido señorial de los que la realizaron. Efectuar o tomar parte en la conquista, aportando del peculio personal los gastos necesarios, no sólo para equipar la propia persona , sino para mantener una pequeña mesnada compuesta de caballos, sirvientes, parientes y esclavos, fue un mérito que unido al hecho de ser de los primeros vecinos y pobladores, era digno de recompensas nobiliarias o económicas. Casi todos los conquistadores que figuraron en los inicios de los primeros decenios fueron poseedores de esclavos negros, sin embargo la presencia de estos negros no significa que su poseedor fuese necesariamente un hombre de empresa, sino que el sentido señorial que junto con tener un sirviente y trabajador más o menos ocasional, lo requería como hombre de armas, escudero e integrante de la propia mesnada, que frente al indio era un ente un poco extraño, pero de una raza ya dominada y conocida en Europa. (Mellafe Rolando, Ibídem, p.48) .

Tomás Thayer Ojeda en sus estudios dice que entre 1540 y 1567 , ingresaron 2.391 españoles y criollo (Thayer Tomás, “Reseña Histórico-Biográfica de los eclesiásticos en el Descubrimiento y Conquista de Chile y Los Conquistadores de Chile, Stgo, 1921) , por otra parte Gonzalo Vial Correa (Ibidis, p.20), informa que hacia 1558, el número de negros mulatos y zambos bordeaba en Chile los cinco mil, contra dos mil cuatrocientos españoles, diecisiete mil mestizos y cuatrocientos ochenta mil indígenas. O sea que, de la población chilena en sus inicios no puramente india, al terminar el siglo XVI, casi un 20% era de origen africano.

Al estudiar las diferentes formas en que se desenvuelve la corriente negrera hacia Chile durante los primeros decenios de su conquista, se pueden señalar tres aspectos: a) Los negros introducidos por sus propietarios, generalmente soldados, conquistadores o personajes de la justicia y gobierno colonial, comprados en Lima o Panamá, muchos antes de entrar al reino, incluso sin necesitarlos, con la intención de venderlos a más precio en las nuevas provincias, no puede decirse que llegaran a establecer una trata formal de negros.

b) Negros introducidos por los procuradores, capitanes o funcionarios reales que venían desde España y conseguían allí licencias para pasar tres o cuatro esclavos mediante concesión graciosa. Estos negros así ingresados fueron pocos.

c) Negros introducidos por los primeros mercaderes que llegaron al reino con clara intención y sentido comercial. (Mellafe Rolando, Ibídem, p.52) .

Para Chile como para las demás colonias, se otorgaron licencias graciosas, sin que se repitieran en Chile las grandes concesiones a los capitanes beneméritos de la Conquista, como se había hecho en años anteriores para Perú y México. Esto se debió a que por la fecha en que Chile se hicieron estas peticiones la corona estimaba a la trata negrera como una de las más importantes entradas económicas que poseía, y a que siempre se consideró la conquista de Chile subordinada a otra más grande, en este caso le antecedió Perú.

La primera petición de negros para el reino la hizo Pedro de Valdivia en carta escrita al emperador Carlos V y fechada en Santiago el 15 de Octubre de 1550, por medio de dos procuradores, el clérigo Rodrigo González y Alonso de Aguilera, en ella pide ...” libres de todo derecho e que pueda meter de dos mil esclavos arriba en esta gobernación”... No fue extraño que la petición de Valdivia fuese así; se había otorgado muchas veces como concesión graciosa en las anteriores colonias. (Mellafe Rolando, Ibídem, p.57)

Las peticiones de Pedro de Valdivia, Jerónimo de Alderete y algunos particulares eran específicamente para el trabajo minero existente en Chile a cargo de la población indígena. Cuando se trató el problema de la minería, se realizó un análisis bastante serio acerca de su rendimiento y de una posible o casi segura legislación restrictiva en cuanto a su uso o abuso de la mano de obra indígena, tanto así que, se tomó parecer a algunos vecinos de América, para dilucidar posteriormente, si era conveniente traer negros a trabajar en las minas, o seguían utilizando mano de obra indígena, a pesar de ser este uno de los factores que incidían en aniquilamiento de la población indígena. En la cédula de 4 de septiembre de 1555, se confeccionó una memoria sobre esa materia, en la cual a la corona le interesaba más negociar las licencias que se autorizaban para pasar negros, que otorgarlas como concesión graciosa. Además en aquel se refiere a las minas del Rey, y no a todas las minas encontradas, comienza recomendando que se tenga especial cuidado en saber cuáles son las minas del Rey en Chile, aplicando las ordenanzas que se habían dictado para otras provincias, las que estipulaban que después de señalada la mina del descubridor, debía señalarse la del rey y enseguida la de los demás particulares, y ordenaba que las minas de la corona se beneficiaran. (Soto Lira Rosa, Ibídem p. 17).

Las minas debían ser trabajadas con indígenas o negros, además no era un asunto relacionado solamente con las minas del rey sino con las minas en general, tanto más cuanto que las de la corona no fueron prácticamente nunca trabajadas por funcionarios reales, sino otorgadas en arriendo a particulares. Para el problema del trabajo uno de los consultados por el Consejo de Indias fue Hernando Pizarro, quien no se muestra partidario del laboreo minero y dice: “los negros no dan resultados en sus minas, según le han hecho relación, pues de tanto soplar con fuelles para fundir el metal se enferman rápidamente, porque se engrasan con el humo”, según escribe. Hace ver además que el trabajo de las minas es un completo fracaso si no se tiene en las cercanías mano de obra y comida suficientes. (Mellafe Rolando, Ibídem, p.62).

Jerónimo de Soria presentó un informe económico, Memorial de lo que se sacaría y gastaría labrando una mina con negros. En el calcula que para trabajar una mina son por lo menos 30 negros, a los que hay que agregar 30 negras para asegurar la tranquilidad del lugar. Anota enseguida lo que costarán estos sesenta negros, puestos en Potosí o Porco, lo que se gastaría en asegurarlos, darles vivienda, comida ropa, etc. Si trabajan 250 días en el año y rinden cada uno, contando el trabajo de las negras, tres pesos diarios, descontando aún algunos porcentajes por accidentes, fugas, etc, el rey perdería 150 castellanos anuales por cada negro. Este informe decidió al Consejo de Indias a entregar las minas del rey a particulares, a cambio de un porcentaje, y no transformar los centros mineros en campos de trabajo masivo de esclavos negros. Estas decisiones no interrumpieron el comercio negrero a las Indias, por cuanto por una parte la corona no veía motivos para otorgar licencias graciosas, pero al entregar a particulares la explotación sí podía vender las licencias a aquellos que desearan explotarlas. Pero lo que para Soria y otros hombres de empresa era cuestión de rendimiento económico, para el Consejo era un problema de buen gobierno. Los negros, según se creía después de la información, no eran una solución económica o de aumento de producción de metales preciosos, pero sí se creía que eran un peligro para la labor evangelizadora de los naturales, pues introducían idolatrías, abusaban de los indios e incluso los cimarrones se habían transformado en algunos lugares en un peligro político.

Todas estas ideas encontradas llevan al Consejo a buscar una solución que fue del toda dilatoria y diferenciada para cada sección de las Indias. En las minas de Perú se emplearían negros, pero en Chile podían ocuparse más provechosamente, y de ahí la Real Cédula y Memorial de Alderete, el reconocimiento por parte del Consejo de que no podía tomar una resolución definitiva por no conocer la realidad física y humana del reino de Chile. (Mellafe Rolando, Ibídem, p.64).


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