BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

EVALUACIÓN DEL PROYECTO MONTEMEDITERRÁNEO

José M. Ramos Sánchez


 

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CAPÍTULO IV: EL TURISMO RURAL

Esta investigación trata de evaluar la implementación de un proyecto de análisis de viabilidad de actividades productivas en el entorno medioambiental del monte mediterráneo andaluz. Entre las actividades incluidas se encuentra el turismo rural. Y de hecho ha sido la única línea que realmente se ha impulsado. Por ello es necesario comprender sus características más importantes.

En primer lugar trataremos de conceptualizar y definir que es el turismo rural, estableciendo su ordenamiento jurídico, agencias, estructuras empresariales, y la demanda y oferta de estos servicios. Para finalizar estableceremos un discurso entre los conceptos de turismo y desarrollo local y regional, mediante estrategias empresariales, marcas – destino y redes entre destinos turísticos.

IV.1. DEFINICIÓN Y CONCEPTUALIZACIÓN DEL TURISMO RURAL

A pesar de la abundante cantidad de autores (Pulido, 2008) que han tratado de definir y delimitar el ámbito de estudio del turismo rural el fracaso en alcanzar un consenso aun es evidente. El carácter multidisciplinar y las veloces adaptaciones a las demandas de unas sociedades mutables explican este contexto.

Si partimos del término “turismo” nos encontramos con un término adyacente a diversos marcos conceptuales de las ciencias sociales, y al lenguaje común y técnico. Como señala López Palomeque (2008 en op.cit. 5: 23) para encajarlo en un paradigma científico marco debemos observar su relación con conceptos conexos: tiempo libre, ocio, actividad económica, cambio social y cultural.

Como señala Puertas (2007: 23) en nuestra sociedad se produce “una ruptura y abandono constante de la ética del trabajo y por el contrario se consolida como un derecho social, democratizando la esfera social y particular de los individuos”. (Vera et al. 1997: 401 op.cit. 6) subrayándose que “ha dejado de ser marginal para convertirse en estructural”.

Dada la inexistencia de una definición irrefutable podemos distinguir entre definiciones conceptuales y operativas, tal y como describe Sáez (2006, en op.cit. 5: 29-30). Por otro lado podemos acercarnos a una definición desde el ámbito de estudio desde el que partamos. Estos son principalmente desde concepciones económicas, sociales y espaciales o geográficas (Gómez y López Palomeque, 2002 en op.cit. 5: 10).

Para poder continuar en este estudio partimos de la definición de Krapf y Hunzinger (1942 en op.cit. 5: 23), adoptada por la Asociación Internacional de Expertos Científicos en Turismo (AIEST). Esta define al turismo como: “La suma de fenómenos y relaciones producidos por el desplazamiento y permanencia de personas fuera de su

lugar de domicilio, en tanto que dichos desplazamientos y permanencias no estén motivados por una actividad lucrativa”. Tras varias décadas de intentos la última definición que disponemos es la de la Organización Mundial del Turismo, aportada en 1994, que establece que:

“El turismo comprende las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno habitual, por un periodo de tiempo consecutivo inferior a un año con fines de ocio, por negocios y otros” (Sancho et al., 1998: 44, en op. cit. 6)

Esta definición ya nos da las siguientes claves:

Elementos motivadores en el viaje.

Estancia no permanente sino acotada durante un periodo máximo de un año.

Localización fuera de su lugar de residencia.

Delimitación de la actividad por el viaje y las actividades en el destino.

De las que podemos extraer diversas consideraciones:

1. Se trata de una actividad económica con soporte geográfico en sus procesos.

2. Los agentes de estos espacios están implicados en su totalidad, directa o indirectamente, consciente o inconscientemente, siendo el caso de las administraciones, los consumidores o los ciudadanos.

3. El turista se desplaza, pero el producto no. El recurso se consume allí donde se produce y es perecedero.

4. Como actividad de servicios que es, consumo y producción son simultáneos.

5. Producción simbólica y física son comunes; la imagen es su nexo de unión.

Bastantes autores han tratado la problemática del turismo desde los enfoques de la oferta y la demanda. Otros han sistematizado los factores de crisis inherentes a este sector de la economía y los cambios en el comportamiento de la demanda tendentes a su encauzamiento a través del llamado turismo emocional (Bordás, 2003).

El Turismo rural es un término que se ha generalizado como actividad económica. Así como en el caso de su matriz soporta una gran confusión conceptual y semántica. Partiendo de la obra Análisis Territorial del turismo (Vera et al., 1997) debemos ampliar sus delimitaciones e incluir tal como hace López Palomeque (2008:29 en op.cit. 5) un número significativo de modalidades en la acepción “Turismo en Espacio Rural”.

Partiendo de este conjunto de tipos que se confunden y comparten un mismo espacio podemos extraer diversas características de esta acepción:

1. Parte de productos heterogéneos, con sobre valoración del alojamiento como parte de la oferta.

2. Las actividades ofertadas son múltiples y con conexión espacial.

3. Existe confusión en cuanto a su simbolismo alternativo o sostenible y post-industrial.

Y podemos definir el turismo rural como una actividad poliédrica desde el ámbito en que se enfoque:

1. Geográfico, o con consideración en el espacio donde se desarrolla, como recurso capaz de ser ordenado territorialmente.

2. Socioeconómico, “compuesta por una oferta integrada de ocio, dirigida a una demanda cuya motivación principal es el contacto con el entorno autóctono y que tenga una interrelación con la sociedad local” (Fuentes 1995: 34, op. cit. 5).

3. Operativo e institucional, con base jurídica o en las políticas públicas.

Si bien el primer ámbito no muestra capacidad para delimitar que es rural y que no lo es en el segundo caso se normativiza en exceso en una dimensión desarrollista. En el último caso se puede criticar su enfoque parcial y de subjetividad implícita sobre la base de las mediciones de sus actuaciones, disgregadas dentro de un conjunto (López Palomeque, 2008: 35 en op.cit. 5).

Tras este proceso podemos identificar sus rasgos (Ivars 2000: 36, en op.cit.5) tomando algunas referencias mínimas:

1. Localizable en espacios rurales.

2. Con pernoctación.

3. Con énfasis en las motivaciones de la demanda.

4. Disfunciones: Demanda heterogénea y oferta no reglada en muchos casos.

5. Con una estacionalidad acusada.

6. Disperso o difuso, menos concentrado que en otros tipos.

Tras ello podemos dar una definición de turismo rural, siendo esta la de,

“actividad económica con ámbito rural, basada en una oferta de alojamiento y actividades de ocio, enfocada a una demanda motivada por el contacto con el entorno, sus habitantes y sus usos”

Este tipo de turismo parte de una demanda que tiende a escoger formatos alternativos, menos congestionados y vinculados al disfrute del patrimonio natural y cultural. La creciente conciencia social sobre todo lo “medioambiental” y “ecológico” comparte valor con la valorización social de lo rural.

Podemos extraer que se trata de un fenómeno con creciente valoración en la totalidad de las sociedades avanzadas. Existe una creciente orientación a un consumo de estos espacios rurales y sus valores inmateriales por saturación del modelo turístico tradicional, de masas. Por otra parte por ser un mercado abierto a posibilidades de negocio muy amplias, basadas en la gran variedad de tipos motivacionales.

En un contexto de mutación del medio rural en Europa aparecen desafíos derivados de:

La pérdida de peso de las actividades agropecuarias.

La difuminación entre mundo rural y urbano en muchos territorios.

La asimilación cultural a patrones de una sociedad moderna.

Por ello el turismo se ha instrumentalizado como un bálsamo capaz de revitalizar y poner en valor los abundantes recursos ociosos en estas zonas.

Sobre la base del interés por conocer sus rasgos y perfiles es posible establecer diversas clasificaciones en el ámbito taxonómico. Cada acepción da lugar a subtipos específicos que no pueden definirse únicamente por las actividades que incluyen. Su realidad ontológica comprende factores que conforman un fenómeno con múltiples tipos resultantes de su análisis.

Sobre la base de una simplificación de este imbroglio conceptual tomamos como suficiente la clasificación (López Palomeque 2008: 44, en op.cit. 5) por actividades turísticas:

1. Específicamente rurales.

2. Específicamente urbanas.

3. Que pueden desarrollarse en uno u otro entorno.

También como señala Burton (1995:46, en op.cit. 5), es posible distinguir hasta cinco grupos en función de actividades, asociadas a recursos naturales. También al grado de intensidad en su uso mediante la división en masivo, de grupo o individual.

Dentro de aquellos específicamente rurales tenemos tipos específicos de los que trataremos a lo largo del texto en función del ámbito de estudio de esta tesis.

Siguiendo a Juan y Solsona (2000 en op.cit. 6: 45) podemos apuntar y conceptualizar algunos que atañen a nuestra investigación:

1. Agroturismo: actividad en el medio rural basada en el alojamiento en casas de agricultores y ganaderos, que permite un mayor contacto con la cultura local.

2. Turismo de naturaleza o verde: actividades turísticas o deportivas que se desarrollan en el medio rural.

3. Turismo ecológico: dedicado al disfrute de la naturaleza de forma activa, con el objetivo de conocer e interpretar los valores naturales y culturales.

Estos modelos no son excluyentes y se entremezclan en función de compartir actividades comunes.


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