BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

PATRONES DE CONSUMO ALIMENTARIO EN MÉXICO DE 1992 AL 2002. EL CASO DEL MAÍZ, TRIGO Y FRIJOL

Danae Duana Ávila


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2.2 GASTO Y SU ASIGNACIÓN AL CONSUMO

El gasto se reorienta con la finalidad de compensar la caída del ingreso familiar e individual. Por ello se establecen nuevas escalas de prioridades; algunos bienes y servicios se sacrifican, mientras otros bajan su calidad o nivel de consumo acostumbrado (Torres,2000:8), mismos que en economía se les denomina bienes complementarios.

Según SEDESOL (2001) los hogares mexicanos dedican casi la tercera parte de su gasto, calculado en 27.5 por ciento a los alimentos; 15 puntos porcentuales al alquiler de la vivienda y otros 14 puntos a la educación y esparcimiento (SEDESOL, 2001:2).

Menciona Hernández (2003) que el conjunto de los hogares mexicanos, en términos globales dedican casi la tercera parte de su gasto corriente total (27,5%) a satisfacer las necesidades nutricionales, adquiriendo alimentos y bebidas para su consumo dentro y/o fuera del hogar, el gasto de los hogares mexicanos al alquiler o renta de la vivienda representa casi 15% de su gasto total, en tercer lugar, por debajo de la alimentación y la vivienda, los hogares invierten aproximadamente 14% de sus recursos disponibles en educación y esparcimiento. En síntesis la alimentación, la vivienda y la educación representan el 56% del desembolso de los hogares (Hernández, 2003:12), aclarando que el gasto que realizan los hogares de áreas urbanas y rurales es eminentemente monetario (Hernández, 2003:15).

Por su parte los hogares en pobreza alimentaria dedican casi la mitad de sus recursos a la comida, mientras que en términos globales las familias urbanas destinan mayor cantidad de recursos al alquiler de vivienda y las comunicaciones, y las rurales invierten más en educación, transportación y esparcimiento (Martínez,2001:31).

Las familias mexicanas, tanto de zonas rurales como urbanas, ocupan el 56 por ciento de su gasto corriente total a satisfacer las necesidades de alimentación, vivienda, educación y esparcimiento de sus integrantes (Martínez,2001:31).

En términos comparativos, existen diferencias en las proporciones de gasto entre los hogares rurales y urbanos, ya que los primeros destinan casi la tercera parte de su gasto corriente a los alimentos, mientras que en las ciudades este rubro ocupa una cuarta parte de los ingresos (SEDESOL, 2002: 2).

De acuerdo con Martínez (2001), los hogares en condición de pobreza alimentaría dedican el 46.5 por ciento a la comida; a educación y esparcimiento 8.2; vivienda, 6.1; salud, 5.2; vestido y calzado, 5; artículos de limpieza, 4.8; transporte público, 4.6; y cuidado personal, 4.1 (Martínez,2001:31).

En tanto que los hogares en pobreza de patrimonio que son los que disponen de recursos suficiente para satisfacer el costo de la canasta básica, pero no el resto de bienes y servicios esenciales, orientan más del 40 % del gasto total a alimentos y bebidas, y el resto a los otros rubros mencionados (Martínez,2001:31).

Por lo tanto la diferencia porcentual entre una y otra es apenas del 6% cuando el ingreso familiar se incrementa, su propensión media al consumo disminuye. La estructura del gasto de los hogares contenida en la ENIGH 1998 indicó que 34% se va a los alimentos y bebidas; 16.6%, a transporte y comunicaciones; 13.6% corresponde a educación y esparcimiento; 8.6% se asocia con la vivienda (alquileres, pago de servicios: energía y agua); otro 8%, a artículos y equipamiento para el hogar; 5.8% es dirigido al vestido y calzado; 4.7%, al cuidado personal; 3.5% se ocupa en salud; y más de 6% cubre gasto diverso y de transferencia (Martínez,2001:32).

Pero estas proporciones se modifican al clasificar a los hogares según deciles, ya que entonces el segmento de menor ingreso (10% de los hogares más pobres) des-tina 56% de su gasto total a la alimentación; mientras que 10% de los que tienen más alto ingreso emplea 20% en este rubro y un porcentaje similar lo utiliza en educación, esparcimiento, transporte y comunicaciones. Los más pobres sólo utilizan 4.2% de su gasto total en educación y 6%, en transportación (SEDESOL, 2002:2).

Al respecto es interesante señalar que Fuentes (2002) tomando como universo de su investigación hogares que recibieron apoyo del programa federal PROGRESA encontró que los hogares pobres dedican alrededor del 82% de su gasto total en alimentos, mientras que los hogares no pobres disminuyen su participación en cinco puntos porcentuales comenta el autor que son porcentajes altísimos, por lo que fluctuaciones en el ingreso de estos hogares tienen un impacto severo en su consumo y nivel nutricional (Fuentes,2002:190).

Por su parte, la autora Vázquez (2002) menciona que los grupos de ingresos medios y bajos presenta limitaciones para acceder a cierto tipo de bienes como: la subsistencia, protección y entendimiento, además de que les impide satisfacer sus necesidades axiológicas de participación, creación y libertad (actividades de esparcimiento, enseñanza, cultura y transporte privado), ya que destinan todos sus recursos para satisfacer principalmente sus necesidades básicas de subsistencia y protección (alimentación y vivienda) (Vázquez, 2002:144).

Lo anterior evidencia que, independientemente de las cifras y fuentes de la información, está documentado un comportamiento en cuanto a la dependencia en el consumo en función del ingreso familiar y en general ante un aumento en el ingreso se evidencia una caída en la proporción media al consumo.

Según los resultados de las ENIGH estudiadas se observa que el gasto que realizan las personas a lo largo del tiempo es menor en alimentación pues como se puede ver en los anexos el porcentaje disminuye conforme pasan los años, pero en términos reales se observa que en 1992 el gasto fue de $2034062.95, en 1994 fue $23185351, en 1996 de $2317532.33, en 1998 de $1759930.83, en 2000 de $652542.351, en el 2002 de $2765674.68.

La segunda actividad a la que destinaron un mayor gasto fue el rubro de educación, cultura y recreación, pero en términos reales se observa que en 1992 el gasto fue de $437863.909, en 1994 se destino $578361.23, en 1996 $647997.504, en 1998 $469678.006, en el 2000 $250687.168, y en el 2002, $462934.701

La tercera actividad a la que se destino mayor porcentaje de gasto fue el rubro de vivienda y servicios de conservación, pero en términos reales se observa que en 1992 $320259.675, en 1994 $456321.86, en 1996 $575364.23, en 1998 $453290.403, en el 2000 $167492.35 y en el 2002 $818334.909.

En términos monetarios podemos ver que las personas destinan un mayor porcentaje de gasto a la alimentación, en segundo lugar a la educación y en tercero a la vivienda (ver grafica 2), no obstante destaca el incremento en educación, pues es la segunda actividad de importancia, sin embargo, el porcentaje que destina México no alcanza el promedio mínimo que debe destinar según la ONU. Entre otras razones esta explica porque los jóvenes han dejado la escuela para contribuir al aumento del ingreso en sus hogares.

2.2.1 GASTO NO MONETARIO

Ahora bien teniendo desagregado el comportamiento del gasto monetario en los hogares es necesario analizar lo sucedido pero en términos del gasto no monetario de tal manera que podamos completar la película de lo sucedido en México en la última década (grafica 3 y anexo).

Los porcentajes de destino manejados en términos monetarios, en general coincidieron con los reportados por SEDESOL (2002), Martínez (1999), Villezca (1999) y Torres (2000), mientras que la aportación de esta investigación muestra que en términos no monetarios las personas dan prioridad a la vivienda pasando en segundo lugar la alimentación, además de que se observa que en los últimos diez años casi todos los deciles destinaron entre 2 y 3% a la alimentación, pues en términos generales los tres principales destinos del gatos (alimentación, educación, vivienda y servicios de conservación), coinciden en términos monetarios y no monetarios, el cambio que se observa es el orden pues en el gasto no monetario pasa a segundo término la alimentación.

Hasta aquí podemos señalar que se ha documentado el proceso de polarización en el ingreso de los hogares mexicanos a lo largo de la última década y que aún cuando el ingreso no guarda una relación directa con la calidad de la nutrición, si es claro que diferencia el consumo de alimentos.

Mostramos además, la proporción media al consumo ante incrementos en el ingreso y precisamos los cambios en el comportamiento económico de los hogares según su deseo de preferencia y según se trabajara con la variable gasto monetario y no monetario. Vamos ahora a analizar las particularidades económicas analizamos los productos, maíz, frijol y trigo.


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