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OTIUM SINE LITTERIS MORS EST ET HOMINIS VIVI SEPULTURA (LAS PRÁCTICAS DE OCIO DURANTE EL ALTO IMPERIO ROMANO)

Maximiliano Emanuel Korstanje


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ROMA Y SUS EMPERADORES - ALGUNAS CONSIDERACIONES

Al igual que en Grecia, la mitología romana netamente política, jerárquica y estructural los conformó como una civilización orientada a una potencia militar y económica (Solá, 2004. Se estimaba que para el siglo II DC Roma poseía unas 53 colonias o provincias. Los límites (limes) del imperio, no sólo marcaban el fin de la autoridad romana, sino que era comprendida como las fronteras de la civilización. El término imperium tenía características ambivalentes; por un lado su acepción hacía referencia a la organización y relación política entre dos pueblos de diferentes culturas que coexistían en paz e intercambio, mientras que por el otro, esa relación se ubicaba en un plano territorial específico y definido. La legitimación de la conquista romana se basaba en estos dos principios diferentes, pero que unidos conformaban un intento por conformar “la comunidad universal entre los hombres racionales” (Kaerst, 1929) (Grimal, 2002)

En este contexto, el ocio y sus prácticas (derivadas) conformaban toda una industria que no sólo tenía como objetivo el entretenimiento del pueblo romano sino que también el mantenimiento ideológico de la romanización. La lucha en las arenas y la consecución de los diferentes deportes expresaban y reflejaban al superioridad romana en el manejo tecnológico de la época. En ocasiones, los espectáculos públicos se convertían en auténticos escenarios políticos en donde los Emperadores resaltaban los favores populares como también éstos últimos desafiaban a los regentes déspotas y autoritarios. Entre los placeres más destacados de esta civilización podemos mencionar a los baños públicos, las carreras de caballos, los desfiles militares y de buques, los edificios, el coliseo, y los anfiteatros entre otros (Veyne, 1985). En esta misma línea advierte el profesor Robert “produciendo poco y consumiendo mucho, Roma se había convertido en una inmensa ciudad parásito, libre para entregarse a los placeres más voluptuosos. Los juegos y las distribuciones frumentarias constituyen las dos ubres de la política imperial. Se divierte a la multitud, que reclama lo sensacional. Paradas, puestas en escena espectaculares, hombres y animales sacrificados constituyen el patrimonio cotidiano de un público que demanda ser fascinado. Los mismos monumentos de la ciudad, termas, teatros, anfiteatros, circos contribuyen a lo que Séneca llama la ociosa servidumbre de las ciudades”. (Robert, 1992:42)

La infraestructura vial estaba orientada a la comunicación de Roma con todas sus provincias, propiciando los viajes, las expediciones y el intercambio comercial. En este sentido, podemos confirmar que el Imperio romano poseía los mejores caminos toda Europa. Producto de ello, miles de romanos salían durante el calido verano buscando las costas balnearias de Baiae, Aedepus y Canobus entre otros. A lo largo de Canobus hasta Alejandría existían numerosas posadas de lujo para aquellos que desearan hospedarse en el lugar. Sin embargo, el máximo incentivo para emprender un viaje eran los sitios históricos que despertaban en los romanos pudientes una gran admiración y curiosidad. Centros alejados y exóticos pertenecientes a Egipto y Grecia eran de gran interés para ciertos grupos de privilegiados; como Alejandría, Efeso, Esmirna, Tebas, Menfis y Rodas entre otros (Norval, 1935). Si bien cada dinastía y sobre todo cada regente (Imperator) gobernaron los destinos de Roma de forma diferente, tanto en los casos de Augusto, Nerón y Domiciano pueden verse aspectos comunes que hacen al problema en estudio:

a) La tendencia a construir edificios y organizar festivales como modo de apoyo político a la gestión personal.

b) Una disonancia entre las apariciones públicas (como elemento discursivo) y sus prácticas de ocio privadas.

c) El ocio como elemento onírico invierte el orden establecido en la cultura política pero a la vez la legitima.

d) La idea de concebir a Roma no sólo como una capital administrativa sino también como una ciudad de inconmensurable atracción para el mundo de la época.

e) Una división conceptual entre el viaje (desplazamiento fuera de Roma) y la práctica del ocio urbana.

f) Los centros y ciudades de civilizaciones precedentes gozaban de un gran atractivo histórico para las clases acomodadas.

Sobre este último punto, cabe aclarar que los testimonios y evidencias recolectadas no llevan a suponer que dentro de las formas de ocio practicadas por la época, no todas implicaban un desplazamiento geográfico in strictu sensu (como sí implica el turismo moderno). Y por lo tanto, no todo desplazamiento o viaje correspondía a una forma de ocio ya que éste podía muy bien ser comenzado por una obligación específica (ocupattio). Estas conclusiones parciales, traen consigo cuestiones de otra índole que deben continuar siendo investigadas; ya que los resultados obtenidos (por un lado) sólo son aplicables en un ámbito geográfico determinado: la ciudad de Roma. Empero fuera de ella, existía todo un mundo que aún desconocemos. En este sentido nuestra inquietud se re-orienta precisamente sobre tres nuevas preguntas: ¿Qué formas adquiere el ocio en las provincias romanas en la misma época?, ¿qué obstáculos encontró la romanización como proceso de aculturación en estas sociedades?, y en consecuencia ¿qué papel cumplía el ocio para sobrepasar esas barreras?.


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