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OTIUM SINE LITTERIS MORS EST ET HOMINIS VIVI SEPULTURA (LAS PRÁCTICAS DE OCIO DURANTE EL ALTO IMPERIO ROMANO)

Maximiliano Emanuel Korstanje


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Lusitania

La Lusitania se ubicaba geográficamente al oeste peninsular. También conocida por Hispania Ulterior Lusitania, su capital administrativa era Emerita Augusta (Mérida). Para el 27 AC. su límite se extendía desde el río Tajo y el Guadiana hasta el Cantábrico. Su nombre se le debe a una tribu que habitaba la región y que opuso una tenaz resistencia a la romanización: los lusitani de origen indo-europeo celta (II AC). A diferencia de las provincias anteriormente mencionadas, Lusitania posee un arcaico “nivel de romanización” la cual no sólo se refleja en las modas, las vestimentas y los caminos sino que también da lugar a otros fenómenos como el bandolerismo, y una evidente falta de orden económico. El número de ciudades con estatus jurídico romano era menor en comparación con Bética y Terraconensis. La cantidad de puestos militares romanos en Lusitania evidencia por otro lado, que existía una fuerte resistencia al accionar imperial en esa parte de Hispania como así poco era el caudal de monedas que circulaban como forma de intercambio (Blázquez, 1989:62).

Augusto en Lusitania, como en el resto del imperio, dio un gran impulso a la construcción de caminos y acueductos con un fin económico e instrumental, aumentar el comercio y la comunicación entre las ciudades o proveerse de aguar, y los edificios públicos destinados a la diversión y el entretenimiento del pueblo como circos, teatros, etc. También, se construían arcos para embellecer las ciudades y templos con motivos religiosos. En Emerita Augusta se ubicaba uno de los teatros de mayor envergadura de toda la provincia. Nos explica Blázquez “el más suntuoso de los construidos en Hispania y uno de los más completos del imperio romano”. (ibid: 66).

En esta ciudad existían para el I AC una cantidad de talleres de arte importante que competía directamente con sus piezas con los de Roma. Todo un legado arqueológico demuestra un gran número de esculturas proveniente de estos talleres; lo cual en cierta forma marca una diferencia entre la vida en Emerita con respecto al resto de Lusitania, sobre todo el sur. La presencia del latín entre los pueblos céltico-lusitanos era pobre; “el bilingüismo entre las poblaciones indígenas, que se manifiesta en el hecho de encontrarse en las lápidas romanas vocablos con la evolución normal en la lengua céltica como la sonorización y caída de las intervocálicas. Cicerón escribe que los cartagineses e hispanos, cuando van al senado, usan intérpretes. La población era toda ella prácticamente indígena y lo siguió siendo durante el alto Imperio Romano” (ibid: 68). Por otro lado, ya para el final de la Republica existían aún luchas internas y rebeliones que llevaban a no recomendar a los colonos romanos su asentamiento en la región. Este hecho, nos lleva a suponer que la romanización en Lusitania ha tomado carriles totalmente diferentes si comparamos el proceso con Bética y Terraconensis. Los lusitanos emprendían saqueos, razzias, y persecuciones a otros pueblos de la región; como acertadamente advierte García y Bellido “dicen que los lysitanoí son diestros en emboscadas y persecuciones, ágiles, listos y disimulados. Su escudo es pequeño, de dos pies de diámetro, y cóncavo por su lado anterior; lo llevan suspendido por delante con correas, y no tiene, al parecer, abrazaderas ni asas”. (García y Bellido, 1945:131-132)

En este punto, señalamos que si bien la presencia romana en Hispania fue marcada por una colonización militar y cultural sin precedentes con otras provincias, también es necesario observar que este proceso de transculturación no se dio en todas las regiones de Hispania de la misma manera . A su vez, consideramos el trabajo del Profesor Blázquez como de gran autenticidad y validez científico académica en el tema estudiado, aunque consideramos que no existe una relación directa entre aculturación y grupo étnico. En otras palabras, no es que los grupos céticos resistieron la cultura y las instituciones romanas en relación a los grupos no indo-europeos. Existieron mediaciones, y dentro de la gama celta algunos se romanizaron rápidamente como los galaicos mientras otros no lo hicieron con la misma rapidez, sobre todo lusitanos y cántabros entre otros. Los vascones, por un lado proporcionaron grandes cantidades de hombres a las legiones romanas, pero por otro, la parte baja de Vasconia opuso una tenaz resistencia, intentando por todos los métodos escapar del control del imperio.

El mismo Blázquez termina reconociendo: “hay que recalcar, para el contenido de este trabajo, que bajo Roma seguían funcionando perfectamente las viejas estructuras indígenas varios siglos después de la conquista de esos territorios”. (Blázquez, 1989:130). Esto demuestra, finalmente, que la aculturación o romanización fue un proceso lento y desigual, que por su asimetría dio lugar a diversas dinámicas y tipos diferentes al margen de la composición étnica. El ocio y el entretenimiento romano funcionaron también en Hispania como una forma de asimilación cultural y colonización política. La presencia de infraestructura destinada para la concreción de tales eventos, se constituye una pieza probatoria del estilo de vida de la población local. Ahora bien, si a mayor porte de las infraestructura romana dedicada a los entretenimientos suponemos que mayor era el grado de penetración, entonces suponemos por lógica derivada que el otium en las provincias (al igual que en la misma Roma) se convertía en un mecanismo eficaz, aunque en ocasiones costoso de control social. El profesor Blázquez no se equivoca cuando afirma “la no asimilación de la cultura romana se observa también en la ausencia de edificios religiosos de tipo romano, de edificios de espectáculos, como teatros, anfiteatros y circos, donde se celebraban rituales de la tríada capitolina, de escultura y de bronces en número relativamente mediano” (ibid: 111).

Retomando con nuestro tema de estudio, podemos señalar que incluso la institución del hospitium, coexistía en Hispania con otras de igual jerarquía. Si bien es difícil poder precisar, bajo que contexto operaba una y otra o por lo menos bajo que rango jurisdiccional, salvo que como advierte Blázquez “el fundamento de algunas instituciones indígenas bajo Roma queda claro en la Tessera hospitalis del año 14, hallada en Herrera de Pisuerga. Al igual que la encontrada en Austurica Augusta, es doble. En el primer texto, la ciudad de los maggavienses otorga a Amparamos la ciudadanía y concede a sus familiares los derechos de que gozaban los maggavienses. En el segundo, Amparamos hace un pacto de hospitalidad con los maggavienses, en virtud del cual, Amparamos, los suyos y los descendientes, recibieron a loas maggavienses en hospicio, fe y clientela, otorgándole los mismos derechos que disfrutan él y los suyos. Las civitas maggaviensium recibió, a su vez, a un particular y éste acogió a sus componentes en hospicio, fe y clientela. Se da un hospitium, un patronatus y una adlectio in civitatem”. (ibid: 130)

El excelente trabajo de Balbín Chamorro no podía comenzar de otra manera que señalando “La península Ibérica es el territorio integrado en el Imperio Romano donde más tesserae y Tabulae de hospitalidad y patronato han aparecido, y a la documentación existente se añade cada año el hallazgo de nuevos textos que contribuyen a reavivar el debate historiográfico sobre su función social. Uno de los principales problemas que plantea la documentación epigráfica hispana relacionada con este tema deriva de la presencia simultánea de las dos instituciones, como sabemos, funcionalmente contrarias: el hospitium, relación equilibrada en la que ambas partes se relacionan de igual a igual, y el patronato, relación desequilibrada entre un cliente y un patrono” (Balbín Chamorro, 2006:207). El mundo cultural romano e indígena en Hispania era tan rico y variado que nos obliga a proponer ciertos puntos intermedios en nuestras afirmaciones. No obstante, acordamos con el profesor Blázquez (ya varias veces citado como un exponente reconocido del tema), que la explotación económica y la asimilación cultural parecen tener cierta relación si reobserva el hecho que las minas en las cuales se trajeron colonos italos (para reforzar la mano de obra) existe un grado de cultura romana mayor en comparación con las minas en donde se utilizó a la población autóctona celta o vasco no indo-europea. En ocasiones, en que la agricultura era desdeñada como forma principal de ingreso económico por la explotación de la minería, el progreso económico de la población se mantenía bajo. Por el contrario, cuando se combinaban ambas actividades y se daba participación a los indígenas, el progreso era mayor y consecuentemente también la asimilación cultural (Álvarez, 1963). Esto nos lleva (paralelamente) a comparar los rasgos de la presencia romana en otras provincias de origen celta como por ejemplo Las Galias.


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