BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EL TÚNEL MÁGICO DE LOS PARADIGMAS ….LA CIENCIA REGIONAL AL ALCANCE DE LOS JÓVENES

Andrés E. Miguel Velasco y otros



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SEGUNDA PARTE. EL MUNDO MÁGICO DE LA TRADICIÓN

CAPÍTULO 4. EL TIANGUIS MÁGICO

Una ráfaga de viento invadió de pronto el túnel, y los niños se vieron envueltos por una nube de polvo blanco, proveniente de la piedra caliza del lugar. Cuando la nube se dispersó se llevaron una tremenda sorpresa.

En el interior del túnel se encontraba un extenso tianguis. A lo largo del pasaje de la caverna estaban distribuidos un gran número de vendedoras y vendedores. Había mujeres ofreciendo flores de cempasúchil, también mujeres vendedoras de loza verde, y utensilios de barro rojo y negro. Más al fondo se encontraba el grupo de vendedores de guajolotes e iguanas. También se ofrecían productos de carrizo, como canastos y figuras diversas. El colorido de la oferta de productos estaba acompañada del bullicio de los vendedores, quienes a veces en voz alta o en ocasiones a gritos pretendían atraer a los niños. Pero no solo era bullicio lo que provenía de allí, sino también olores como el del incienso y el copal que ofrecía una pareja de abuelos, o también el olor del chocolate y las viandas como los tamales y las tortillas que expendían un grupo de jovencitas con rasgos indígenas. A esto se unía el colorido de la ropa, sarapes y telas blancas, púrpuras y multicolores que se encontraban colgados a lo largo de los pasillos del tianguis, y las plantas y flores exóticas de llamativos colores que allí se vendían. José Pablo detuvo a Donají que avanzaba contemplando las mercancías que se ofrecían a su paso diciéndole al oído:

--Te lo dije, tal y como nos lo contaron nuestros abuelos, este túnel donde estamos no solo conecta Monte Albán con Mitla, sino que en sí mismo es un gran mercado...¡Mira lo que está pasando con el tianguis!..., dijo asombrado refiriéndose a los cambios que de pronto ocurrieron en el túnel.

--Es maravilloso lo que está sucediendo, comentó asombrada Donají.

El tianguis que contemplaban seguía ofreciendo lo mismo que el pasaje que recién acababan de recorrer en su breve caminata, ¡pero todo en forma de mercancías de oro, plata, diamantes, jade, esmeraldas y otras piedras preciosas!.

--Así es el tianguis del cual habla la leyenda zapoteca pues es un “tianguis mágico”, dijo José Pablo tomando la mano de su hermana.

--¿Y compraremos algo?, preguntó Donají.

--¡Tal vez, a lo mejor todo lo que podamos llevarnos!, respondió José Pablo.

--¿Y con qué lo compraremos?, preguntó intrigada Donají.

--Pues con dinero, aclaró José Pablo.

--¿Cuál dinero?, insistió Donají.

--La leyenda asegura que son piedras con lo cual se puede comprar todo aquí...

--Pues entonces recojamos todas las piedras que podamos y las ofreceremos a los vendedores, a ver que es lo que deciden vendernos con ellas, aclaró presurosa Donají haciendo eco de la reflexión de su hermano José Pablo.

Todos los vendedores empezaron a llamar a gritos a los niños:

--¡Marchantitos, vengan a comprar flores!, gritaba una vendedora.

--¡Niños lindos!, ¿no les gustan estas blusas para su mamá?, se escuchaba más allá.

--¿Qué hacemos? preguntó nervioso José Pablo.

--Pues yo no sé...respondió Donají.

Los niños estaban decididos a darse la media vuelta y salir lo más pronto posible del túnel, cuando los detuvo una cavernosa voz:

--¡Deténganse niños!, ¿qué acaso no desean comprar nada de todas las cosas que les están ofreciendo aquí?.

Donají y José Pablo voltearon hacia la dirección de la voz descubriendo que provenía de una mujer con una vestimenta oscura, y también porque llevaba en la cabeza un gorro bastante desproporcionado que cubría su cabeza:

--Yo represento a todos estos vendedores, soy la oferta, ¿pero se dan cuenta niños que ustedes son los dos únicos compradores aquí, y que por lo tanto ustedes representan la demanda?

--¿La demanda nosotros?...está loca esta señora...mejor vámonos, balbuceó Donají.

--Señora, nosotros solo entramos aquí para conocer, lo mejor será que invitemos a nuestros papás a pasar aquí para que compren cosas...a ellos les gusta comprar y además ellos tienen el dinero, nosotros no traemos nada, se dirigió José Pablo al extraño personaje.

--No niños, ustedes no deben irse ahora, porque entonces dejaría de existir este mercado: sin la demanda que son ustedes, no tiene sentido la oferta, que son todos los vendedores que están aquí. Y sin oferta ni demanda no tendría sentido este tianguis, respondió el personaje.

--Señora, nosotros pensamos ir por nuestros papás e invitar a otras personas que andan paseando allá afuera, a ellos les gustarán todas las cosas que aquí se ofrecen. Ya le comenté que el problema de nosotros no es que no nos guste nada de lo que aquí se vende, el detalle es que no tenemos con que comprar, pues no traemos ni un peso en la bolsa...

--¿Y piensan que el traer muchos pesos sería suficiente para comprar aquí?. No niños...el dinero de allá afuera no sirve, pues aquí la moneda es otra...

--¿Y cuál es la moneda que se usa?, la interrumpió Donají.

--El cacao y el maíz, fue la respuesta inmediata que recibieron.

--¿El cacao y el maíz?, repitieron con asombro los niños.

--Así es, recuerden que el dinero es cualquier mercancía que tenga una aceptación general en la sociedad. Si ustedes le ofrecen a los vendedores de aquí esas ruedas de metal que llaman monedas, ninguno las aceptará, pues para este mercado el equivalente general es el cacao y el maíz. Éstas son las mercancías que ellos reconocen desde hace mucho tiempo. Para que aceptaran sus monedas tendría que existir un intercambio aquí en la entrada de la gruta, es decir, un vendedor o una empresa que estuviera dispuesta a comprar y vender dinero; a cambiar todo tipo de monedas y billetes por el equivalente general aceptado en este mercado...

--¿El dinero se puede comprar y vender?, interrumpió Donají.

--Así es, le aclaró José Pablo, acuérdate que allá afuera, en las “casas de cambio”, se cambian dólares por pesos o al revés. Lo que la señora dice es que aquí deberíamos cambiar pesos por cacao o maíz, pero mientras no exista alguien quien esté dispuesto a realizar este tipo de actividad, esto no será posible...Pero acuérdate Donají que no trajimos dinero, y además yo no veo a nadie que esté comprando y vendiendo dinero...

--Si no traen dinero no se preocupen niños, los interrumpió el personaje, ustedes pueden recurrir al crédito.

--¿Al crédito?, preguntaron al unísono los niños.

--Si, ustedes parecen tener solvencia económica, es decir, ustedes pueden responder por los bienes adquiridos hoy y pagarlos después, por ejemplo, dejando sus bolsas o relojes a cambio hoy y venir a recogerlos mañana, pero entonces trayendo el cacao y maíz que queden a deber...El personaje fue interrumpido por Donají quien dijo:

--¡Ah no!, yo no dejo mi bolsa, pues esta bolsa me gusta mucho y además me la regaló mi mamá en mi cumpleaños.

--Bueno, si no quieren dejar sus prendas personales pueden dejar otra cosa...

--¿Cómo qué?, preguntó José Pablo.

--Como su alma, les respondió en tono sombrío la mujer.

--¿Nuestra alma?, preguntaron nuevamente al unísono los niños, y sin decir nada más se echaron a correr en dirección a la entra de la cueva por donde llegaron, pues de pronto el gorro que la mujer llevaba en la cabeza se le cayó dejando ver dos tremendos cuernos de chivo que salían de su frente:

--¡Corre Donají, no te detengas que me parece que esa señora es la Matlacihua!, se dirigió José Pablo a su hermana jalándola en su carrera.

--¿La Matlacihua?, ¿qué crees que no me había dado cuenta?, respondió Donají quien para entonces corría a toda velocidad.

--Seguramente ella es la que con sus engaños quiso hacernos caer en sus redes convirtiendo todo en oro, comentó jadeante José Pablo.

Ambos niños corrieron sin detenerse y sin voltear. Lo que deseaban era encontrar a sus papás para contarles lo sucedido, y sobre todo, para salvarse de la Matlacihua que con sus engaños quería atraparlos.


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