BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EL TÚNEL MÁGICO DE LOS PARADIGMAS ….LA CIENCIA REGIONAL AL ALCANCE DE LOS JÓVENES

Andrés E. Miguel Velasco y otros



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CAPÍTULO 19. LA SERPIENTE TECNOLÓGICA

Mientras deliberaba el consejo de abuelos, la Matlacihua se acercó subrepticiamente a Monte Albán de los Niños Venado Cola Blanca para escuchar cual sería su estrategia de guerra. Para eso se disfrazó de bacteria, y repentinamente los campos de los niños fueron invadidos por millones de bacterias llamadas Calamidades, dirigidas por la Matlacihua.

Atormentados por las Calamidades, en pocas horas casi todos los niños enfermaron repentinamente. Al poco tiempo los abuelos fueron contagiados por una epidemia que les impidió levantarse. Las brumas de la desesperanza se apoderaron de Monte Albán, siendo Donají, José Pablo y Quetzalcóatl testigos de este suceso.

Fue entonces cuando Canto Alegre, el hada de la comunidad, reunió a su alrededor a los niños binigulazas, y con sus tiernos cantos pudo consolar temporalmente el hambre y la angustia que aquejaban a los pequeños, quienes olvidándose de sus penas, con sus vocecitas imitaron los cantos del hada, trastocando su dolor en alegría.

Tan armonioso y dulce resultó lo que de su garganta brotó que las nubes se detuvieron para dar paso a las melodías que subían al cielo, los animales se apaciguaron para escuchar mejor, el agua brotó como un remanso para adaptarse a los compases que salían de la aldea, y las flores ya secas y marchitas renacieron para deleitarse también. Todos recuperaron su vigor olvidando su enfermedad.

Hasta la Matlacihua se acercó también para disfrutar la alegría infantil, olvidándose por unos instantes de su maldad. Este momento fue aprovechado por el hada Canto Alegre para decirle:

--De ti se dice que eres la madre del mal, y que sólo malos augurios brotan de tu mente y tu corazón. Pero estos pequeños, y yo misma, estamos seguros que en ti existe también la bondad. Prueba de ello es que estás aquí, ¡oh Matlacihua!, y por eso te rogamos que alejes las Calamidades que has traído para que estos niños, los de las dulces voces, puedan vivir y crecer en paz y armonía.

Conmovida, la Matlacihua respondió:

--Es verdad que hago el mal, porque comprendo que sembrándolo en el corazón humano crecen el vicio y las pasiones que hacen a los hombres temporalmente felices. Y por eso soy necesaria, pues sin mí no buscarían ni el bien ni la virtud eterna que tanto aman. Existo porque sin mí el hombre dejaría de ser humano. Pero por lo que estos niños me han hecho sentir, prometo alejarme de Monte Albán.

Así, la Matlacihua ordenó a las Calamidades que se alejaran rápidamente de las tierras de los niños. Más tarde cuando la euforia se fue de su corazón, la Matlacihua se arrepintió de su proceder, haciéndose la promesa de no acercarse más a la tierra de los binigulazas para que no la sedujeran los cantos de los niños que la habitaban.

Y mientras en Monte Albán de los Niños Venado Cola Blanca todos celebraban lo hecho por Canto Alegre, la Matlacihua se dirigió hacia las ruinas de Monte Albán de los Niños Jaguar, justo en el momento en que las hordas de Trinquete se preparaban para reiniciar su ataque contra los niños binigulazas:

--¿Qué se proponen hacer?, interrogó la Matlacihua a Trinquete.

--Ir a exterminar a los niños, fue la respuesta que recibió.

--Piénsenlo bien, pues los niños binigulazas se han reorganizado, y los acabarán en unas cuantas batallas.

--Estás loca Matlacihua, tenemos mejor organización y armas que ellos, los destruiremos en la siguiente batalla, respondió furioso Trinquete.

--No se confíen, pues en el tiempo que estuve en Monte Albán de los Niños Venado Cola Blanca escuché que se proponen crear un sistema de ciudades para repelerlos, insistió la Matlacihua.

--¿Un “sistema de ciudades”?, ¿y eso que es?, preguntaron a coro los hombres barbados.

--No importa lo que eso sea, pero quiero aclararles que los niños ya no están actuando cada uno por su lado como cuando inició nuestra guerra, sino en conjunto, y por eso yo les aconsejo que el contraataque de nosotros lo sea “la globalización”, aclaró la Matlacichua.

--¿La globalización?, ¿y eso que es?. Me parece Matlacihua que ahora si andas mal de la cabeza y que debes irte a descansar, le respondió burlón el Jefe Trinquete.

--Pues los que deben descansar sus armas son ustedes mientras les explico por qué nos conviene utilizar en nuestro ataque la globalización, insistió la Matlacihua, quien dio su explicación de la siguiente manera:

--Como los niños han adoptado una estrategia de defensa y ataque en grupo, porque en eso consiste su “sistema de ciudades”, nosotros debemos adoptar la globalización como una forma de organización aun más amplia, acelerando nuestra actividad a través de traspasar las fronteras políticas nacionales y regionales. Debe manifestarse en la ampliación del movimiento de los bienes y servicios, y debe comprender los derechos de propiedad y la multiplicación de las migraciones en nuestras regiones. A la globalización debe aunarse un desarrollo tecnológico acelerado. Nosotros debemos pensar en un “sistema-mundo”, un sistema cuyos límites, estructuras, grupos, miembros, reglas de legitimación y coherencia sea el planeta entero. Debemos impulsar definitivamente el crecimiento de los mercados mundiales generando formas de dependencia financieras, tecnológicas y mercantiles más complejas de todas las regiones hacia el Imperio de la Serpiente.

--No cabe duda que has enloquecido Matlacihua, le recalcó Trinquete, quien levantando su espada, dio la orden de reiniciar su ataque contra los niños. Las hordas de los hombres de la serpiente se dirigieron a Monte Albán de los Niños Venado Cola Blanca, dejando con la palabra en la boca a la Matlacihua, quien furiosa, se quedó jalando sus enredados pelos para desahogarse.

En pocas horas las huestes de Trinquete se encontraron en Monte Albán de los Niños Venado Cola Blanca, y al notar que había muy pocos guerreros defendiéndola decidieron tomarla: su llegada hasta la plaza central de esta ciudad encontró poca resistencia. En realidad encontraron vacía la ciudad. Desconcertado, Trinquete ordenó:

--¡Soldados, los habitantes de esta ciudad emigraron!, ¡nos tuvieron miedo. En reprimenda, demuelan y quemen esta ciudad!

Sus seguidores, encabezados por Matacuás, era algo de lo que más disfrutaban, por eso inmediatamente se dieron a la tarea de cumplir las órdenes de su superior. Pero justo en el momento cuando iniciaban su tarea destructiva, una lluvia de piedras les cayó encima. Voltearon furiosos hacia el lugar donde había iniciado la lluvia, cuando de otro lado, y otro más, les sucedió lo mismo. Así que les resultó imposible precisar el lugar desde donde provendría el próximo ataque de los niños guerreros.

--¡Distribúyanse en grupos, y ataquen por todos los frentes!, ordenó el Jefe Trinquete. Sus soldados se dividieron, e intentaron repeler los ataques que de todos lados les llegaban, pero esta tarea les resultó prácticamente imposible, pues los niños habían hecho muchas zanjas con agua y lodo que impedía movilizarse tanto a los hombres como a sus caballos. Así que desesperados los rubicundos comenzaron a gritar:

--¡Niños guerreros, ya no nos ataquen más!, ¡si dejan de dispararnos nos iremos inmediatamente!.

Después de escuchar sus súplicas, Plumaje de Quetzal les dijo desde la parte más alta de Monte Albán:

--¡Hombres del Imperio de la Serpiente!, ¡mi pueblo ha decidido perdonarlos!, ¡pueden retirarse, no sin antes hacernos la promesa que no volverán a atacar estas tierras de Monte Albán!.

--¡Lo juramos!, fue el grito desesperado de Trinquete.

--Vámonos ya jefe, le suplicó el soldado Matacuás.

--Ordena la retirada, le reiteró Trinquete.

De esta manera, enlodados y apedreados, los rubicundos se retiraron de Monte Albán de los Niños Venado Cola Blanca. Cuando llegaron a Monte Albán de los Niños Jaguar donde habían establecido su cuartel los esperaba la Matlacihua, la cual comenzó a reírse y a burlarse de ellos:

--Se los dije, yo les advertí que los niños binigulazas los derrotarían pero no me hicieron caso. Que bueno que los niños los hayan revolcado.

--¡Cállate Matlacihua, no estamos para bromas!, fue el comentario seco del Jefe Trinquete.

--Como ya me lo esperaba, miren lo que he preparado para contraatacar, dijo emocionada la Matlacihua.

A pesar de encontrarse cansados y lastimados, todos los soldados de Trinquete voltearon hacia la malvada deidad, la cual, despacio, comenzó a quitar una manta que cubría la imagen que la emocionaba tanto. Cuando terminó de quitarla, todos lanzaron un grito de sorpresa y admiración. Ante ellos apareció una gigantesca serpiente de cascabel cubierta con muchos extraños aditamentos: de su cabeza emergían grandes antenas de metal, de su frente sobresalía una pantalla de computadora, su trompa estaba rodeada por sendas bocinas, de sus colmillos colgaban dos arcabuces, en la parte posterior tenía colocado un gigantesco cañón. De los cascabeles de su cola sobresalía un motor que todo indicaba sería el que movería al descomunal reptil. La Matlacihua, alzando orgullosa sus brazos exclamó:

--Les presento a mi creación, la serpiente tecnológica de la globalización que yo produje, con la cual derrotaremos definitivamente a los niños binigulazas.

--Es fantástica, expresó Trinquete.

--Es increíble, acotó Matacuás.

--Cuando ustedes quieran iniciar el ataque me dicen, aclaró orgullosa la Matlacihua.

--Que sea inmediatamente, pues no resisto mi deseo de venganza, dijo Trinquete.

Y atropellándose unos a otros, los rubicundos rodearon a la “serpiente tecnológica” que llenaba de orgullo a la Matlacihua: la imaginaban la guía que los conduciría por la senda del triunfo frente a los niños binigulazas.


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