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EL TÚNEL MÁGICO DE LOS PARADIGMAS ….LA CIENCIA REGIONAL AL ALCANCE DE LOS JÓVENES

Andrés E. Miguel Velasco y otros



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CAPÍTULO 13. EL ROMPIMIENTO DE LA ARMONÍA EN MONTE ALBÁN DE LOS NIÑOS HALCÓN

En el momento que José Pablo emprendía su recorrido por la Región de Monte Albán de los Niños Halcón, las plantas y animales comenzaron a inquietarse, pues notaron una mancha de ceniza que empezó a ocultar el resplandor del sol. Todo parecía indicar que se trataba de las cenizas que provenían de la vecina isla de Monte Albán de los Niños Gavilán, provocadas por la industria contaminante y la destrucción ocasionada por la Matlacihua y los rubicundos.

Después de un rato la gente pudo observar el sol con la mancha de ceniza a su alrededor en constante expansión. Los Niños Halcón estaban habituados a situaciones parecidas, y por eso ya conocían las recomendaciones y posibles medidas a tomar en caso de una emergencia: acudir a los refugios en las cuevas de los cerros en los cuales había aprovisionamiento de víveres como alimentos, agua y ropas con que enfrentar las contingencias que contaminaran su bosque. Al finalizar el día, el cielo de Monte Albán de los Niños Halcón adquirió un color gris, y pronto oscureció totalmente. Desde el bosque no pudieron contemplarse los astros ni las estrellas.

La inquietud se afianzó entre los niños cuando a la mañana siguiente la mancha vislumbrada no solo no desapareció, sino que tomó una forma extraña. La gente, los animales y plantas dirigían al cielo sus miradas. El poco resplandor que rodeaba el sol iluminó un rostro poco agradable que sonreía maliciosamente, y a unos brazos que se movían continuamente tratando de sostenerse en el aire. La duda se desvaneció completamente poco después.

Efectivamente, esa mañana pudo observarse sin duda alguna, sin instrumento ni aditamento alguno un rostro, unos brazos, y un cuerpo que torpemente se desplazaba en el cielo. La sonrisa maliciosa del rostro tampoco fue ninguna duda: era la Matlacihua, quien, para redondear su actuación, provocó un tremendo temblor de tierra. Lo hacía así para atemorizar a los niños.

Fue entonces cuando la gente reconoció el talento del Ingeniero Gran Pirámide, el joven constructor del pueblo, pues a la memoria de la gente vino el momento cuando caminando muchos años atrás, Quetzalcóalt vio como en el valle una cuadrilla de trabajadores destruía un pequeño bosque de huajes para construir su ciudad. Uno de sus discípulos se le acercó para preguntarle su opinión acerca de lo que veía, y Quetzatcóalt le respondió:

--Quien destruye un árbol, una flor, o el nido de algún animal no es un verdadero constructor. Tampoco lo es quien contamina el aire o los ríos para justificar su obra, pues ¿no acaso quien construyó nuestra casa hizo primero la tierra y el firmamento, es decir, primero construyó para construir más? Dichoso quien construye armonizando su hacer con lo que le rodea. Solo alguien así es un verdadero constructor.

El Ingeniero Gran Pirámide, el responsable de la obra escuchó lo anterior, y acercándose a Quetzalcóalt le preguntó:

--Maestro, ¿qué debo hacer para evitar la destrucción?.

La respuesta de éste fue:

--Dialoga con los cerros y las montañas. Ellos te dirán que hacer.

El Ingeniero Gran Pirámide siguió tal consejo, y tres días después regresó para ordenarle a sus trabajadores que se dirigieran al cerro de Monte Albán, pues ahí levantarían su ciudad sin destruir la naturaleza que los rodeaba, sobre rocas capaces de resistir los temblores e inclemencias.

Desde entonces los Niños Halcón sabían, gracias a las enseñanzas de Quetzalcóalt y al trabajo del Ingeniero Gran Pirámide, que se podía construir respetando la naturaleza, armonizando su obra con lo que los rodeaba, sin temor a los temblores de tierra.

Por eso, poco a poco la satisfacción de la Matlacihua se convirtió en coraje, pues los niños, en lugar de sentir temor, aprovecharon la noche para descansar y divertirse colectivamente, pues tanto los niños como sus abuelos salieron a las calles a correr, a hacer rondas, a cantar. Los niños practicaban las enseñanzas de Quetzalcóalt, y gracias a las mismas sabían armonizar su manera de ser con lo que los rodeaba: por eso dejaron de temer a la Matlacihua, y a los temblores de tierra que ésta provocaba para llamar su atención.

La Matlacihua se enfureció con su fracaso, pero después de tranquilizarse pensó:

--“Esta región sustentable ha sido creada a partir del reconocimiento a lo limitado de los recursos de que disponen las regiones. Monte Albán de los Niños Halcón ha nacido en oposición al paradigma del crecimiento ilimitado del mercado que en Monte Albán de los Niños Águila y de los Niños Gavilán aun predomina. El crecimiento es un aumento cuantitativo de la producción o servicios. En el paradigma del mercado se hace referencia al crecimiento cuando se alude al incremento del producto de la región; al aumento del ingreso personal o del número de empresas; cuando en las regiones se pretende que a través de las inversiones se logre la mejora económica; o sencillamente cuando se acumula capital, no importando que se destruya la naturaleza. Bueno, pues esto haré...Induciré en Monte Albán de los Niños Halcón el deseo de acumular, pero este deseo debe de ser tan sutil que los niños no deben darse por enterados que el acumular, por más sencillo que lo hagan, será el inicio de la destrucción de su bosque”.

Inmediatamente la Matlacihua se transformó en un espíritu que comenzó a susurrar a los oídos de todos los niños el deseo de crecer indefinidamente, de acumular:

--Si acumulan serán ricos, poderosos, háganlo, les susurraba la Matlacihua.

No bien la Matlacihua empezó a ejecutar su plan, los Niños Halcón inmediatamente comenzaron a desforestar extensas áreas de la región, con el pretexto que requerían de una mayor cantidad de alimentos. Otros comenzaron a cazar a los animales, otros más a atrapar a los peces y secar los ríos, y otros más a contaminar los suelos con basura.

José Pablo reflexionó entonces que las personas, animales y plantas de Monte Albán, antes del arribo de la Matlacihua vivían contentos con las características de su región. Pronto atestiguó como en el Bosque de Monte Albán de los Niños Halcón aparecieron edificios de cemento y hierro que al bosque sustituyeron.

En un lapso de tiempo relativamente corto del cual fue testigo, José Pablo observó como la realidad se encargó de recordarle a los binigulaza que el “crecimiento ilimitado” que les sugirió la Matlacihua no lo era tal al mostrarles la fragilidad de su ambiente, y el agotamiento de los recursos naturales de su bosque.

El verde de momento fue sustituido por el gris del pavimento, y desapareció la tranquilidad de los animales felices por ruidosas naves automotrices. Se secó su caudaloso río, pues su gran lecho fue llenado de desechos. Ese lugar de rosas maravillosas, de basura y humo se saturó, y nada colorido creció.

José Pablo no creía lo que veía. Todo sucedió tan rápido que le pareció un sueño su llegada al bosque verde de Monte Albán de los Niños Halcón, el recibimiento de las flores, y el paraíso verde que inicialmente había contemplado en ese lugar. Ante sus ojos lo que tenía ahora era un bosque desierto, con suelos erosionados, llenos de basura, y su aire y agua contaminados.

Lo más absurdo de todo era que los niños que siguieron los consejos de la Matlacihua no lograron absolutamente nada, pues por primera vez conocían en serio la pobreza.

José Pablo se encontraba absorto en sus pensamientos, cuando escuchó una voz que le dijo:

--Te contaré una historia que alguna vez sucedió, en un lugar hermoso que alguna vez existió. Tenía un paisaje celeste, paisaje de verde y seco, de luna azul con reflejo. Era también un espejo del nopal y el tulipán, y un refugio para el alma del conejo. No había ni siquiera un alpiste con pena o alguno con cara triste, porque todo era bueno aquí en este lugar campestre. Se llamaba Monte Albán de los Niños Halcón este lugar, un paraíso que ahora solo puedes imaginar. Sus flores de colores, sus animales amigables ya no existen más. Era la rosa que inicialmente había recibido a José Pablo, y que en ese momento se encontraba agonizando.

José Pablo la tomó entre sus manos depositándola suavemente en una orilla del río que aun conservaba sus aguas cristalinas. De pronto escuchó una voz que le dijo:

--El desarrollo sustentable de Monte Albán estaba basado en el crecimiento ordenado de los recursos naturales. A partir del mismo, los Niños Halcón buscaban el equilibrio entre el ambiente, los recursos naturales, la economía y la sociedad de esta región. Al hacerle caso a la Matlacihua esta sabiduría se perdió...Era Quetzalcóatl, quien acompañado de su hermana Donají, se aproximaba a él.

José Pablo y su hermana se abrazaron celebrando su encuentro, mientras Quetzalcóatl continuaba con sus enseñanzas:

--Crecer significaba aquí regular la tasa de uso de los recursos al tope de su tasa de crecimiento o reposición. Pero el cuidado fundamental estaba basado en el amor a la naturaleza, a sus plantas, animales, al hombre mismo. Esto, más que el cuidado de las finanzas, los precios o los costos, fue la base de la preservación de esta región.

--La región que aquí se creó llego a ser verde y llena de vida, pues todo se cuidaba y se protegía. Ahora entiendo por qué Xochiquetzal comentó que en el mercado de Monte Albán de los Niños Águila faltaba el amor, completó José Pablo.

--Así es, fue el comentario de Quetzalcóatl, quien agregó:

--El error en Monte Albán de los Niños Halcón fue hacerle caso a la Matlacihua, porque con ello se olvidaron que casi todo en la naturaleza no es reversible, por lo menos no a la velocidad con que la tecnología o los cambios económicos exigen su reposición.

Donají intervino entonces:

--¿Qué hacemos Quetzalcóatl?. Miren hacia allá, se ve a la Matlacihua y a los rubicundos que vienen hacia nosotros.

--Avancemos hacia el Arco Iris mágico antes que ellos lleguen a él, fue la respuesta que recibió.

Efectivamente, a pesar del cielo ahora gris de Monte Albán de los Niños Halcón, en lo alto lucía el Arco Iris mágico que Donají y José Pablo deseaban alcanzar. También a la distancia se divisaba la Matlacihua que junto con los rubicundos estaban decididos a alcanzar a los tres viajeros, y apoderarse del Arco Iris mágico.


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