BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EL TÚNEL MÁGICO DE LOS PARADIGMAS ….LA CIENCIA REGIONAL AL ALCANCE DE LOS JÓVENES

Andrés E. Miguel Velasco y otros



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CAPÍTULO 24. LA DESPEDIDA DE MONTE ALBÁN

Era cerca de la medianoche en Monte Albán. La noche, azulada y tachonada de estrellas, transcurría apaciblemente. Solamente el canto de un grillo interrumpía, por ratos, la tranquilidad que se había creado alrededor de la ciudad. Los niños se encontraban sentados a la expectativa alrededor de la plaza principal, donde se colocó de pie a Donají y José Pablo

La plaza principal de la ciudad comenzó a ser invadida por extraños seres, apareciendo por todos lados: un murciélago, un tlacuache, un jaguar, un abuelo, una bola de fuego, una serpiente, un gavilán, un quetzal, un hombre y una mujer ataviados con nubes, un hombre con varios tenates de mazorcas y maíz a cuestas, y finalmente un hombre y una mujer que llevaban en sus pechos y en sus manos claros símbolos de la muerte. Cada uno de estos personajes que se dieron cita se fueron posesionando de un lugar, como trono, donde adquirieron su forma verdadera. Eran los dioses de las ciencias protectoras de las regiones de los binigulazas.

El trono principal, en oriente, fue ocupado por Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, que al separarse de los niños adquirió su forma verdadera: lucía como un hombre maduro con un ropaje que resplandecía por su blancura, que además poseía una larga cabellera blanca que denotaba su antigüedad, su sabiduría, su dominio de la Filosofía. En occidente se instaló otro trono, ocupado por la diosa Once Muerte, que llevaba en sus faldas dos barras y un punto con el glifo de la muerte que lucía como pectoral. En el norte se situó el dios Murciélago, y en el sur Cocijo, el dios zapoteca de las lluvias.

El dios Jaguar, con insignias en su pecho que denotaban ser el guardián de la Historia, tuvo la encomienda de vigilar toda forma posible de indiscreción. Los demás dioses se instalaron en otros puntos estratégicos de la plaza de Monte Albán para dar inicio al celeste ritual, mientras Donají y José Pablo, pacientemente permanecían de pie en el centro de la plaza principal.

Para iniciar la ceremonia los dioses levantaron las manos e inmediatamente se manifestaron doce destellos, uno tras otro, como juegos pirotécnicos, que al resplandecer, desafiaron el cielo azul lleno de estrellas, llenando el firmamento de colores que se unieron al Arco Iris mágico que entonces se encontraba en el centro de la plaza de Monte Albán. Después, Quetzalcóatl tomó la palabra y dirigiéndose primero a la diosa Once Muerte preguntó:

--¿Qué tiempo es, tú que cuidas las tinieblas y de la Arqueología?. Y ésta respondió:

--El tiempo asignado para realizar lo que se nos ha encomendado Señor del Alba y la Filosofía.

--Si es así, Señor del Fuego y protector de las ciencias de la Antropología y la Sociología, continuó Quetzalcóatl, encended la Llama Eterna.

Cumplido lo anterior por el dios del Fuego, Quetzalcóatl se dirigió a Pitao Cozobi, el dios del Maíz, a quien ordenó:

--Dadnos a conocer los designios del Supremo, señor mensajero de la vida y dueño de los conocimientos de la Geografía.

--El designio es, respondió Pitao, que acabemos con todo lo pendiente.

--¿Y qué es lo pendiente?, preguntó Quetzalcóatl al dios Tlacuache generador de los conocimientos de la Geología sentado a su derecha.

--Aquello que no se ha cumplido y que podemos hacer.

--Sucediendo esto, continuó Quetzalcóatl dirigiéndose a Xipe Totec, el dios de la fertilidad y de los conocimientos de las Matemáticas y la Estadística, sentado a la derecha de la diosa Once Muerte, ¿qué tenemos que hacer?.

--Ceder paso a lo que continuará, respondió con voz tonante Xipe Totec.

--Entonces, dijo suavemente Quetzalcóatl, diosa del sano deleite, recorred otra vez la flor de la alegría.

En acato a esta orden, Xochiquetzal, la diosa de las flores, del amor, y protectora de la Demografía, recorrió todos los tronos, depositando en ellos una flor blanca y olorosa. Terminada esta parte del rito, Quetzalcóatl se dirigió a la diosa Trece Serpiente, a quien ordenó:

--Señora de la Economía, guardad la flor de la bonanza y la pobreza.

Y ella también visitó los tronos, depositando en ellos una flor de muerto delicadamente olorosa. Después Quetzalcóatl se dirigió al dios Cinco Flor, el dios del verano que había llegado en forma de gavilán, a quien preguntó:

--¿Qué más habrá para nosotros Señor de la Intimidad y de la Biología?.

--Calor de verano, respondió el dios Cinco Flor.

--¿Por qué, Señora de la Humedad y de la Ecología?, preguntó Quetzalcóatl a la diosa Uno Caña.

Y ésta respondió:

--Porque es tiempo de desear buena suerte a los ausentes.

--Siendo esto así, ¿qué es lo que nos resta concluir, señor de lo pendiente?, preguntó Quetzalcóatl al dios Abuelo, el encargado de la Ciencia Política, así como de guardar las cuevas y los hogares de las familias binigulazas.

--Regresar al punto de partida. Todo tiene su ciclo, y los propios dioses tenemos que respetar este designio.

Quetzalcóatl alzando la voz, dijo emocionado:

--Sed firmes deidades de los tiempos remotos, y cada uno de vosotros sea sincero consigo mismo, y cumpla con el mandato y enriquecimiento de las ciencias que se les confió, como a ti Cocijo que se te encargó el cuidado del mundo, o a ti Pitao Cozobi, Xipe Totec y Xochiquetzal, a quienes se les ordenó el cuidado del suelo, la hierba, las flores, los frutos y las semillas. No se les olvide dios del Fuego y dios Cinco Flor que ustedes son los guardianes del calor de las lámparas del cielo y de los signos de los días y del año. Y nosotros somos responsables de cuidar a los seres vivientes del agua, y las aves que revolotean sobre la tierra, y a todos los animales que se encuentran bajo el firmamento. Por lo tanto, los dioses somos los guardianes de la región: algunos de su economía, otros de su cultura, otros de su arte, pero todos en conjunto de su seguridad y sobrevivencia, ¿pues qué mejor expresión para la vida que la región?. La región es la forma tangible, viviente, con que la Madre Tierra se nos manifiesta cotidianamente en nuestro vivir aquí en la Tierra. ¿Y qué implica vivir aquí en la Tierra?. Por lo menos conocer y tratar respetuosamente lo que nos rodea, que en lo inmediato adquiere la forma de región. Debemos preservar el privilegio de considerar a la región como el gran hogar de los hombres, sus familias y su sociedad, el regazo con que la Madre Tierra nos arrulla y protege día con día.

Quetzalcóatl hizo una pausa. Lentamente descendió de su trono, y se dirigió hacia occidente, donde se encontraba la diosa Once Muerte, con la cual recogió los adornos del lugar. Después se encaminó al norte, donde se ubicaba el dios Murciélago, y finalmente rumbo al sur, donde permanecía el dios Cocijo, e hizo lo mismo. Después avanzó hacia el centro de la plaza principal de Monte Albán, donde ardía la llama eterna, y depositó los adornos en las manos de Donají y José Pablo.

Después llamó a los dioses presentes a que se unieran a él, y todos juntos, tomados de las manos, a pesar de ser de noche, solicitaron al Espíritu del Arco Iris que bajara a depositar en las manos de Donají y de José Pablo el Arco Iris mágico que entonces sostenía.

Cuando el Espíritu del Arco Iris depositó el celeste ramillete de colores en las manos de los niños, sucedió un prodigio: en medio de todos apareció la Madre Tierra, la poseedora de la Ciencia del Amor y la Armonía, en forma de una blanca nube de contornos rosados, la cual dijo a los niños:

--Les agradezco que se hayan preocupado por Monte Albán. Cuando regresen a su dimensión hagan lo mismo con las regiones donde viven, ya que hoy en día a su mundo se le hace mucho daño, pues casi todas sus regiones se consideran “máquinas”, se manejan como instrumentos de guerra o de dominación, lo cual es incorrecto, debido a que la felicidad humana descansa en la abundancia, seguridad, belleza y convivencia armoniosa que proporcionan las regiones. Es necesario reanimar el “paradigma de la luz” en la búsqueda del bienestar humano. Tomen de regalo este Arco Iris mágico, el cual debe recordarles que la única guerra válida de emprender en su mundo es la preservación de la armonía y el enriquecimiento de la Ciencia Regional, la cual simboliza este Arco Iris. Hasta luego, y que la felicidad y la armonía los acompañen siempre.

Mientras la Madre Tierra desaparecía junto con los demás dioses, un grupo de niños binigulazas entonó con emoción los Cantos Floridos que dicen:

“¡Qué haya amigos aquí!.

Es tiempo de conocer nuestros rostros.

Tan sólo con flores

se elevará nuestro canto.

...nuestra palabra

vivirá aquí en la tierra...”

Fue en ese momento cuando Donají y José Pablo se sintieron transportados a un mundo de luces y de sonidos como de campanas que los condujeron hacia la entrada del túnel mágico de Monte Albán.

El lucero de la tarde brillaba ya anunciando el fin del día. Donají y José Pablo aparecieron nuevamente en la plaza de Monte Albán donde sus papás los esperaban:

--¡Vámonos que se hace tarde!, les gritó su mamá María desde donde se encontraba.

--¡Miren que hermoso luce el Arco Iris, como para tomarle una foto!, exclamó su papá Pedro.

--¿Qué traen en las manos?, preguntó a los niños su mamá.

--Este...bueno...Algunas cosas que queremos llevarnos a casa para analizarlas, comentó presuroso José Pablo.

--Sí, son cosas que usaremos para nuestras clases, recalcó Donají.

--No quiero que me llenen la casa de basura como han hecho otras veces, insistió su mamá.

--Te prometemos que lo que llevamos no es basura, insistió José Pablo, quien, haciéndole señas a su hermana Donají, trató de guardar en las mochilas de ambos los regalos que habían recibido en el túnel mágico por parte de los niños y sus dioses.

Toda la familia se quedó algunos momentos más a contemplar el Arco Iris que cubría el cielo de Monte Albán, que poco a poco, conforme la noche caía, suavemente desapareció en el horizonte.


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