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LA MIGRACIÓN EN LA REESTRUCTURACIÓN ECONÓMICA ACTUAL

Jorge Isauro Rionda Ramírez



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CAPÍTULO III: EL CONTEXTO DE LA APERTURA ECONÓMICA

Los problemas de la nación procuran resolverse desde la óptica del libre comercio internacional y la desregulación económica. En materia demográfica el principal problema que se afronta es que en México anualmente se suman a la oferta de fuerza de trabajo alrededor de un millón doscientas mil personas, por lo que existe grave presión para crear el mismo número de empleos. Se estima que para tal objetivo se requiere que el incremento anual del Producto Interno Bruto de México aumento en un 6%, lo cual ante la actual situación económica de la nación se presenta como un anhelo poco viable. Desde luego, el rezago en la absorción de la fuerza de trabajo es grande y esto es una de las principales causas que motiva a la población a migrar y ubicarse en las áreas donde haya mayores oportunidades de colocación, incluso más allá de la frontera norte (Massey, 1986) .

Una nación pobre como la mexicana no cuenta con suficientes recursos financieros propios (ahorro interno) para crear tal magnitud de nuevos trabajos, debido a que tiene un bajo nivel de ingreso, así como cuenta con una enorme base de población joven, y mucha de su población femenina que ya es parte de la población económicamente activa no labora por cuestiones de tipo educativo-cultural, por lo mismo, una posibilidad para superar lo anterior es invitar a los extranjeros a invertir en el país que contribuyan en la generación de nuevos empleos. No obstante ser una nación considerada de reciente industrialización como las del sudeste asiático.

Tres cuartas partes de la población mundial viven en países en vías de desarrollo, con el mismo apremio de crear empleos ante una demografía creciente. Son naciones de América Latina, Africa, Asia y Europa del Este. Todas ellas compiten por captar inversión de las naciones industrializadas, por lo que ofrecen los salarios más bajos posibles, pocos o propiamente nulos derechos laborales que les son atractivos a la inversión extranjera, así como laxas normas en materia de regulación ecológica empresarial.

Es evidente que las naciones que pretenden atraer capitales a sus países tienen que laxar mucho sus legislaciones en materia laboral, ecológica, fiscal, desregulación económica, y dar otros atractivos. Las presiones demográficas de tales países son fuertes y la finalidad es crear fuentes de empleo suficientes como para retraer los flujos migratorios que hoy día se presentan en todo el orbe de sur a norte, del oeste al este.

México modifica en lo sustantivo su legislación en materia laboral, no solo homologándola a la estadounidense sino ofreciendo una oferta de trabajo con prácticamente pocos (incluso nulos) derechos laborales. Con esto la legislación se vuelve bastante atractiva para la inversión extranjera directa. De ahí deriva el “contrato de prestación de servicios por honorarios”, figura que cada día es más recurrida como forma contractual pues implica para el empresario no pagar prestaciones tales como primas de antigüedad, aguinaldos, compensaciones, vacaciones, jubilaciones, entre otras, así como le otorga un fuerte poder coercitivo para hacer más versátil la expoliación de trabajadores.

A partir de 1984 el gobierno federal del país comienza la implementación y cambios necesarios en la normatividad jurídica que es preámbulo para poder iniciar la reestructuración económica a la que se aspiraba bajo la impronta del neoliberalismo.

A esto, por efecto de la renegociación de la ya para entonces excesiva deuda externa, el gobierno de la República tiene que admitir su adhesión al Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

El problema es claro: México, una nación que experimenta desde los últimos 40 años una transición demográfica de aumento sustancial en la tasa neta de natalidad, no puede consolidar un desarrollo industrial que absorba a la población que año con año se suma como demandante de empleo.

Dado que el incipiente desarrollo industrial por años se basa en mantener un nivel de ingreso bajo, el ahorro nacional es escaso. Los empresarios mexicanos no presentan los márgenes de competitividad y eficiencia adecuados para afrontar la competencia externa, y la reconversión industrial que implicaba la reestructuración económica resultaba muy onerosa para estos.

Una opción entre otras más (según se piensa), radica en captar Inversión Extranjera Directa que genere los empleos necesarios y el ingreso para recomponer los balances macroeconómicos de la nación.

Para ello, desde 1991 se hacen radicales modificaciones en materia de legislación ambiental, fiscal, laboral y de regulación económica, especialmente en materia de regulación de inversión extranjera. La finalidad es presentar una buena oferta institucional para atraer a los inversionistas extranjeros. La desregulación económica no sólo implica el abierto concesionamiento del sector público al privado, sino al extranjero.

Así también, en materia laboral se sacrifican los frutos de las luchas obreras respecto a sus garantías laborales, y en especial respecto al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Se inventa (o más bien se homologa a la legislación estadounidense) la figura contractual de "prestación de servicios por honorarios", y con ello se viene al traste años de lucha revolucionaria de las clases trabajadoras por patentar sus derechos laborales.

La nación ofrece a la inversión extranjera en materia laboral un enorme contingente de fuerza de trabajo mediamente calificada y la más barata de las naciones de reciente industrialización. Utilizable, abusable y desechable por el capital. Los derechos laborales que son en mucho contenido de los derechos humanos se pierden ante esta nueva figura.

Lo anterior tiene implicaciones en materia de los derechos humanos de los trabajadores mexicanos, como engendra un grave problema para la nación a futuro. Los actuales trabajadores una vez lleguen a una edad de vejez y deban retirarse, no pueden hacerlo puesto que sus contratos por honorarios no lo conciben. El SAR no es la solución, al menos que el propio trabajador lo pague de si ingreso. Así, en 30 años nuestra nación tiene una enorme cantidad de personas maduras sin posibilidad de jubilación.

Curiosamente, el fenómeno es mundial. Resulta ser que de donde proviene la Inversión Extranjera Directa, de las naciones industrializadas, la migración de sus capitales locales a otras latitudes de la periferia mundial implica la pérdida de empleos en tales naciones. De este modo, los sindicatos de trabajadores de estos países, procurando retener sus empleos presionan a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), para que procure que las naciones de reciente industrialización preserven los derechos humanos de sus trabajadores. Como es evidente no por la preocupación altruista de dichos sindicatos por la situación del obrero mundial, sino para restar atractivo y baratura a la fuerza de trabajo periférica (no hay relaciones ingenuas en el capitalismo).

Otro aspecto es que no obstante existe una legislación ecológica, en la práctica es bastante laxa debido a que es poca la fiscalización que se hace de su cumplimiento, como caso especial están las maquiladoras ubicadas al norte del país (Margain, 1999). El deterioro del medio ambiente es drástico, no obstante, la presión de atraer inversiones al país sacrifica la calidad del medio ambiente en aras del empleo para todos.

La globalización no sólo va en detrimento de la remuneración de la fuerza de trabajo de los países en desarrollo, sino de aquella de las naciones industrializadas en vista que los capitales industriales de estas buscan reubicarse en otros territorios donde adquieran ventaja competitiva con base a al oferta normativa que las naciones pobres presentan. El paupérrimo salario de las naciones de reciente industrialización presiona en términos reales los correspondientes de las países industrializados, por lo que la globalización se traduce en un abierto respiro para una dinamización de la acumulación capitalista de las burguesías centrales como periféricas, incentivando el crecimiento económico global a costa de generar serias contradicciones como lo es la extrema pobreza en ambos tipos de nación.

Las naciones industrializadas de Europa del Este y América del Norte son exportadoras netas de capital. Su nivel de ahorro interno es tal que no sólo permite financiar su desarrollo de manera endógena, sino que son países acreedores de otras naciones que dado su bajo nivel de ingreso bajo, no están en posibilidades de contar con suficiente ahorro interno para financiar su desarrollo, por lo que se ven en la necesidad de solicitar créditos al exterior. El caso de México y de las naciones de reciente industrialización del este asiático presenta esta situación.

A raíz de que las economías europeas y asiáticas emergen desde 1970 en adelante, y que la Comunidad Económica Europea, con su política de sustitución de importaciones estadounidense dentro de sus mercados, como la temible capacidad competitiva de las mercancías y mercados nipones y asiáticos, los Estados Unidos de Norte América experimentan desde 1973 una retracción de su economía y un déficit perentorio de su balanza de cuenta corriente. Con ello, caen sus compras en el exterior, especialmente de exportaciones primarias y de manufacturas básicas (donde entran las exportaciones mexicanas).

El resurgimiento de las economías europeas (Comunidad Económica Europea) en el mercado mundial y de Japón es causal principal de la recesión norteamericana. Los Estados Unidos de Norte América presentan desde 1939 a 1973 un superávit perentorio de su cuenta corriente en la balanza de pagos, por ello, es durante mucho tiempo un país acreedor. Sin embargo, su situación vira 180 grados en 1973 al contraerse fuertemente su mercado internacional como efecto inminente de la crisis del petróleo, por lo que este año irrumpe como fecha nodal para diferenciar en esta economía un cambio radical en su composición de balanza de pagos, pasando a ser un país deudor, de hecho el de mayor deuda externa del mundo.

En México durante el periodo del llamado desarrollo estabilizador (1950 - 1970) y la parte consecuente del periodo comprendido como desarrollo compartido (1970 – 1976), se crea una grave dependencia comercial hacia el vecino del norte. Para entonces el 80% de lo que se exportaba en el país tiene como destino los Estados Unidos de Norte América, y 75% de lo que se importaba proviene del mismo lugar. A raíz de la recesión del dólar iniciada en 1973, el peso experimenta una constante devaluación de su paridad ante esta divisa. Para 1976 el peso presenta una drástica devaluación quedando la divisa norteamericana valuada en 12.50. Con ello irrumpe en la nación la crisis económica que se sostiene hasta la actualidad.

A partir de la crisis energética de 1973 y la consecuente devaluación del peso de una paridad de 12.50 por dólar a 24.25 (casi de un 100%) en 1676, abre para el país -en especial a partir de este último año- un periodo de inestabilidad económica y crisis inflacionaria, con bajo crecimiento y continuo y creciente endeudamiento.

El recrudecimiento de la crisis y el sofocamiento de la economía por una enorme deuda externa –tanto pública como privada-, hacen que -bajo la asesoría del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial- la nación vire su lógica reproductiva de un esquema sustentado en la sustitución de importaciones al modelo de sustitución de exportaciones, esto a partir de 1984, durante la austera administración del presidente Miguel De La Madrid Hurtado (1982 –1988).

En 1989, con el inicio de la administración del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988 – 1994), se comienza la renegociación de los compromisos financieros del país con el extranjero, especialmente con los estadounidenses. Se logra el aplazamiento de los pagos, tasas de interés más flexibles y adecuadas, nuevos créditos, así como la condonación de parte del principal adeudado, el costo desde luego es quedar adheridos al Tratado de Libre Comercio con América del Norte (NAFTA, en sus siglas en inglés), que es el sueño de estadounidense de un mercado regional integrado, como estrategia de respuesta ante la inminente caída de sus exportaciones en Europa y Asia.

Es durante los años 90 –gracias al catalizador que representa el TLC-, que el modelo de sustitución de exportaciones recrudece su ejecución en la economía nacional.

La apertura comercial hacia América del norte es gradual e implica una creciente participación de productos extranjeros en el mercado mexicano, así como de las mercancías nacionales en sus mercados. Desde luego la desproporción de participación comercial es muy significativa. El problema no es la desigualdad en la magnitud de participación comercial, sino en los términos de intercambio. El competir con naciones que presentan menores inflaciones que la nacional impone fuertes presiones en la paridad cambiaria del peso con sus monedas. Desde luego también implica no una devaluación del peso, sino de la remuneración real de los nacionales comparativamente a la de los extranjeros.

La deuda externa de dichas naciones crece a dimensiones que en la mayoría de los casos supera el valor de su propio Producto Nacional Bruto anual. Sujetas a este estigma, son presionadas por organismos internacionales de financiamiento al desarrollo tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, para que procuren garantizar la liquidez internacional de sus monedas, y su solvencia económica ante sus acreedores por medio de la promoción de las exportaciones.

Resultado de lo anterior es que estas naciones se ven en la necesidad de reorientar su vocación industrial a la producción de productos que presenten ventajas competitivas. Muchas a costa del desabasto nacional. Por decir, en el Bajío se producen más productos forrajeros para alimentar animales de las granjas del norte del país, que finalmente surten de carne a otras naciones que a los mercados locales. Así también en el Bajío se producen hortalizas de exportación. La mesa del mexicano, especialmente el maíz, se importa de los Estados Unidos de Norte América.

Aún este esfuerzo, ante la carencia de ahorro interno, el país no esta en la posibilidad de tener un nivel de inversión capaz de garantizar montos suficientes de exportación que le den base al peso y a la liquidación de deuda y pago de intereses. Se desregularizan y "liberan" a la inversión extranjera muchos sectores productivos del país, con la idea de captar inversión extranjera directa.

La mejor oferta del país es un régimen institucional desregularizado y liberalizado, y una abundante y mediamente calificada fuerza de trabajo, muy barata.

Como se afirma en líneas anteriores, el país compite por captar la inversión extranjera directa con otras como son las del este asiático, europeo, Africa y América latina, que implica aún un mayor esfuerzo en la desregulación económica en materia de inversión extranjera, y congelamiento del salario.

La estrategia del gobierno es crear empleo aunque se incremente la tasa de explotación. Lo que no debe verse como un problema de la demografía, sino del reparto económico.

Las administraciones de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, y el actual Presidente de la República, Ernesto Zedillo Ponce de León, enconan sus esfuerzos en implementar un régimen de promoción a las exportaciones, especialmente las llamadas no petroleras. Así también, la desregulación económica comprende la aceptación por parte del país de la corriente neoliberal. Las finalidades son tres, romper la grave dependencia comercial que se tiene hacia un solo país (Estados Unidos de Norte América), terminar con la grave dependencia creada hacia un solo producto (el petróleo) y captar suficiente ahorro forráneo que coadyuve con el interno a la generación de un millón doscientos mil empleos por año.

Dados los esfuerzos, las exportaciones crecen de manera vertiginosa. Presentan desde 1994 incrementos anuales del 26% en promedio, lo que pone a la nación como la décima primera potencia mundial con mayor capacidad exportadora. Sin embargo, contrario a otras naciones de reciente industrialización como aquellas pertenecientes a la Cuenca del Pacífico, las importaciones muestran un incentivo al parejo del incremento de las exportaciones, lo que no obstante el cambio de magnitud del volumen de las exportaciones e importaciones, no resuelve el perentorio déficit de la balanza de cuenta corriente. ¿A qué se debe?

Las exportaciones mexicanas en parte se incentivan a través de la ubicación en nuestro territorio de importantes empresas maquiladoras de exportación (la inversión extranjera directa que capta la nación se destina en su gran mayoría a este tipo de empresas), esto implica que las grandes inversiones extranjeras en el país inviertan en infraestructura que debe ser importada así también son empresas ensambladoras, lo que producen de forma integrada, ingresa vía importaciones en sus partes desarmadas, la diferencia entre el valor de sus insumos y de sus productos terminados en el valor agregado corresponde al pago de salarios e impuestos. La industria maquiladora de exportación importa muchos de sus insumos, algunos son compras y otras traspasos, las primeras se dan como relaciones entre firmas (horizontales) y las segundas de tipo intrafirmas (verticales), y son más representativas las compras que los traspasos. Las exportaciones de la industria maquiladora se caracteriza por tratarse de mayores traspasos que ventas. La IED promueve las exportaciones, que de hecho es la especialización de su producción, y a su vez, promueve las importaciones, pues son sus insumos a ensamblar (caso la General Motors Company). Por otra parte, las empresas nacionales, para promover una mayor producción y expandir su capacidad de exportación, se ven en la necesidad de importar bienes de capital (maquinaria y equipo) del extranjero, así el régimen de promoción de las exportaciones para un país con grave dependencia tecnológica del extranjero conlleva a la promoción de las importaciones. En el corto plazo la cuenta corriente toma un valor deficitario, pero es de esperar que en el largo plazo esta razón se invierta generando un superávit a causa del valor agregado en el ensamblaje de los productos de exportación.

A su vez, la nación es, hoy por hoy, la que capta mayor inversión extranjera directa en el mundo, por lo que el valor de la inversión que ingresa se suma a las importaciones corrientes, razón de que en un principio, el régimen de promoción de exportaciones, por el origen externo de la inversión, cause déficit en la cuenta corriente, pero este día a día tiende a ser menor hasta corregirse e incluso causar un superávit.

La apertura comercial que a raíz de la implementación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (NAFTA, enero de 1994), gesta que en todos los ámbitos se innoven nuevas tecnologías. Esto desde luego tiene mucha intimidad con la creciente participación sectorial económica de la Inversión Extranjera Directa, la que al instalarse en territorio nacional, trae consigo nuevas técnicas y tecnologías más eficientes que las prevalecientes en el territorio mexicano.

Para la inversión nacional, las nuevas tecnologías introducidas al país por intereses empresariales extranjeros causa la devaluación prematura de su capital instalado y operacional. Si una computadora que costó este año 12 mil pesos y tiene un ciclo de vida útil de 10 años, su costo de depreciación mensual se prorratea entre los meses que abarca su esperanza de vida; esto es en 120 meses, por lo que la pérdida de valor de la computadora al mes es de 100 pesos. No obstante, la inclusión de nueva tecnología en sólo un año (o en menos), ocasiona que esta máquina se vuelva prematuramente obsoleta en un año, lo que obliga a la empresa a desecharla al año o dos (según sus presiones de competitividad), o al menos escalarla a otra versión más reciente. Así, la computadora que tenía un ciclo de vida de 10 años se deprecia en sólo uno o dos, lo que incrementa los costos de operación de la inversión nacional ante la participación de la inversión extranjera.

Lo anterior es un caso a citar, pero sucede de manera generalizada en casi todos los sectores de la economía con diferentes tecnologías. En algunos de ellos de forma grave, especialmente en las ramas productivas que presentan un fuerte rezago tecnológico. La obsolescencia prematura del capital implica para el país que la inclusión de fuertes montos de inversión extranjera directa se materialice en compras de importaciones definitivas tales como maquinaria, y que por otra parte, la inversión bruta nacional se deprecie prematuramente presionando al sector industrial a revitalizar su planta productiva importando nueva maquinaria, lo que ocasiona que el déficit de cuenta corriente adquiera un carácter perentorio a causa de la lógica reproductiva en una esquema de promoción de las exportaciones para una nación con grave dependencia tecnológica y falta de ahorro interno.

Esto es parte de la desventaja competitiva que las empresas mexicanas presentan ante las extranjeras, entre otros criterios. El país crece, y con un índice de 3.8% anual (aproximadamente), pero más con producto maquilador que nacional. Es por ello que el crecimiento del PNB se rezaga ante el que experimenta el PIB, que crece más que por la participación de la inversión nacional, por la extranjera.

Cuando se habla de tipo de cambio necesariamente queda implícito el sentido de desarrollo económico. La sobre y subvaluación cambiaria resulta de especial interés por su efecto sectorial en la economía nacional.

Desde 1991 se abroga el tipo de cambio oficial y se deja dentro de una banda de tolerancia la actuación del tipo de cambio real. Siendo que la economía del país es prácticamente abierta y que de lo que se exporta en la actualidad, al menos en un 80% se destina a los Estados Unidos Norteamérica y de lo que se importa, el 70% proviene del vecino del norte, la inflación comparada de ambas naciones es de vital interés puesto que, al ser perentoriamente la inflación mexicana muy superior a la estadounidense, la tendencia es a una continua sobrevaluación y de ahí que el peso tienda a deslizarse ante el dólar en su paridad.

El neoliberalismo es la propuesta de los países ricos al Mundo en general para "fomentar" el desarrollo de las naciones pobres (propiamente con las administraciones de Margaret Thacher y Ronald Reagan). Esta propuesta consiste en que las naciones pobres encontrarán sus posibilidades de crecimiento bajo la propia tónica del interés del desarrollo de las economías de las naciones ricas, solamente bajo ese contexto. De otra forma no es posible. Una reexpresión más del llamado "desarrollo del subdesarrollo y subdesarrollo del desarrollo".

Lo cuestionable aquí es que se esta financiando el desarrollo de las naciones ricas a costa del depauperio económico de la nación, cuya expresión más fehaciente es la inflación que ocasiona el paulatino y permanente deslizamiento del peso ante el dólar, todo en pro de la transnacionalización de la economía mexicana.

Crecen las exportaciones mexicanas como parte de la inclusión de la Inversión Extranjera Directa (IED) en la economía. Crece a su vez y a mayor ritmo el Producto Interno Bruto y al parejo baja el Producto Nacional Bruto. El mexicano se emplea en empresas transnacionales y se desemplea de las nacionales. Su destino es ser empleado y no empleador y su contribución al producto mundial radica en la suma barata de sus salarios que es base necesaria para que las naciones ricas conserven su status económico y nivel de bienestar.

La plusvalía sigue fluyendo de las áreas periféricas del capitalismo a las grandes metrópolis de las naciones post-industrializadas, donde la tercialización de su economía se explica por la propia administración y realización del capital financiero y comercial a costa de la pobreza de las naciones en vías de desarrollo que por cierto, representan el 80% de la población mundial.


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