BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


TARJETAS DE CRÉDITO E INFLACIÓN EN COLOMBIA

José Ángel Garzón Mora



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2.1 COMPORTAMIENTO DE LAS TARJETAS DE CRÉDITO Y LA INFLACIÓN

En Colombia, entre 2006 y 2007 las tasas de interés mostraron un diferencial con Estados Unidos que aumentaron la entrada de divisas al país, adicionalmente hubo un cambio en el portafolio de las entidades financieras y aumentó la IED; la mayor liquidez generada, sumada a las expectativas favorables y el mayor grado de confianza de los agentes, provocaron un aumento de oferta y demanda por créditos a tasas de interés inferiores a las que existían, situación aprovechada por el sector en el sentido de bancarización y profundización financiera.

El gráfico 2.6 muestra una tasa de interés7 para TC mínima alcanzada del 20% en marzo de 2007, mientras los saldos de cartera de consumo crecían entre septiembre de 2006 y marzo de 2007 a tasas cercanas al 50%, consistente con el indicador de consumo e índice de confianza del consumidor medido por Fedesarrollo en el gráfico 2.7.

Iregui y Melo (2009: 6) afirman que gran parte de la población colombiana no tiene acceso al sector financiero, pese a ello, su incidencia en el PIB y consumo agregado es menor que su participación en el total de la población, por tratarse de personas que por lo general son de bajos ingresos, de escaso nivel educativo y por supuesto, cuentan con mayor riesgo de desempleo.

2.1.1 Comportamiento de las tarjetas de crédito

Siguiendo a Iregui y Melo (ibíd.: 9) “el canal de crédito, captura el efecto de un cambio en las tasas de interés de corto plazo sobre la deuda y el ahorro de los hogares, lo cual afecta el ingreso disponible tanto de los ahorradores como de los deudores y por lo tanto las decisiones de consumo”.

En materia de TC, a finales de 2004 había en Colombia más de 2,9 millones, mostrándose una ampliación del 38% con relación al año 2003, tal como se observa en el cuadro 2.2, después de la crisis económica entre 1998 y 2000, este mercado ha venido creciendo.

En 2004 la facturación con TC ($10,8 billones) subió un 27% frente a las cifras del año anterior. Para el periodo entre 2002 y 2005 se observa un incremento en el número de transacciones con este tipo de producto financiero, pasó de 15.4% en 2002 a 18.4% en 2005 (Cárdenas: 2005: 3). Es importante resaltar que entre 2006 y 2007 se presentó el crecimiento en colocación de TC más acentuado de los últimos años, teniendo este último un comportamiento especial en relación con la economía8.

El indicador de penetración de TC es relativamente bajo comparándose con Estados Unidos o el Reino Unido, donde se tiene en promedio por habitante cuatro TC, mientras que en Colombia no se alcanza ni siquiera a una (Arbeláez y Nieto: 2006: 43). No obstante dicho indicador va en ascenso, a partir del año 2000 se ha mostrado un mayor uso y aceptación, reflejado en la profundización del mercado, medida esta, como la participación del consumo con dinero plástico, en el consumo de los hogares o en el PIB. En efecto, para el año 2005 la facturación con TC como proporción del consumo de los hogares fue del 5,8% y tuvo un crecimiento promedio entre 2000 y 2005 del 28% anual (Ibíd.:51).

El uso de productos financieros entre los que cuenta las TC depende en cierta medida de la tasa de interés del sector financiero, que a su vez está influida por la política monetaria adoptada por el Banco Central y por la liquidez existente en el mercado.

Huertas et al. (2005) trata de encontrar la relación entre la tasa de interés de intervención y la del sistema financiero. La tasa repo del Banco central se traslada a las tasas del mercado, obteniendo cambios en la demanda agregada y en los precios, lo que se condiciona a los siguientes factores: primero, que no exista una fuente alternativa de financiación que sustituya perfectamente el crédito bancario y segundo, que dentro del balance de cada banco, no haya un activo diferente que sea sustituto perfecto del crédito a las empresas, con un fin, que el mecanismo de transmisión se aproxime al pronóstico.

No debe olvidarse que entre 2006 y 2007 una de las características económicas fue la aceleración, debida al mayor consumo y aumento de la demanda derivados, del crecimiento vertiginoso del crédito. El pensamiento económico de Friedman acerca de los mecanismos para controlar la inflación, se basó en impuestos a los gastos, reduciendo así la demanda y afirmando que el banco central debe establecer un índice de crecimiento de la oferta de dinero a una tasa aproximadamente igual al crecimiento real de la economía.

Los resultados de 2006 y comienzos de 2007 pusieron en evidencia la recuperación de la vocación crediticia del sistema financiero, reflejándose en “un aumento de cartera en el activo bancario frente a la contracción del portafolio de inversiones” (Cuellar: 2007: 4), de igual forma el compromiso de bancarización se observa con las cifras de TC y nuevas personas que vienen vinculándose al crédito formal.

En 2007, el aumento de 1.4 millones de personas con respecto a 2006, sumó un total de 15.5 millones de colombianos adultos con al menos un producto financiero, lo que indica un nivel de bancarización del 55.2% de la población adulta en el país9.

De acuerdo con Asobancaria (2008), el 53.1% de la población mayor de 18 años posee en 2007 al menos una cuenta de ahorros, es decir, 14.8 millones de personas, lo que indica que este es el producto financiero con mayor grado de penetración en Colombia, su crecimiento con respecto al año anterior fue del 11%.

En materia de créditos a 2007, 6.2 millones de personas contaban con un producto de crédito. La cartera de consumo aumento un 37% con respecto a 2006 y en lo que atañe a TC, 3.6 millones de adultos tenían al menos una TC, el crecimiento referente a 2006 fue del 11%, tal como se aprecia en el cuadro 2.3. (Ibídem).

Al comparar estas cifras con las del cuadro 2.2, se evidencia que en 2007 había 7.691.642 TC vigentes10 para 3.653.150 personas adultas11, lo que indica que en promedio cada tarjetahabiente cedulado contaba en el país con dos TC.

Desde finales de 2007 se muestra la reacción de los créditos de consumo e hipotecarios frente a la constante subida de la TIBR. Este comportamiento está influido por factores como la composición del pasivo financiero, demanda de crédito y liquidez de la economía, que actúan como atenuante del impacto de la política monetaria. (Ibid.:5).

De igual manera, las TC se ven como un producto financiero pero no se tiene en cuenta que pueden ser posibles generadoras de presión inflacionaria, dado que hacen parte del crédito de consumo12 y por esta vía se pueden presentar incrementos en el nivel de precios, cuando la demanda no se equilibra con una suficiente oferta.

De acuerdo con Arbeláez y Zuleta (2003) y Carr (2004), los medios de pago electrónicos ejercen un efecto positivo sobre el consumo, (citados por Arbeláez y Nieto: 2006):

El uso de instrumentos de pago electrónicos constituye un motor para la economía en la medida en que promueven las eficiencias transaccionales a la vez que expanden los canales de pago. Para el caso estadounidense se encontró que un aumento en la participación de los medios de pago electrónicos en un 10% genera incrementos de 0,5% del gasto de los consumidores. Para Colombia, a través de un modelo de consumo, Arbeláez y Zuleta (2003) comprobaron también el impacto positivo del uso de tarjetas sobre las decisiones de consumo de los hogares.

La teoría económica contempla que del incremento de crédito (incluye TC, usadas como medio de pago o de financiamiento), se deriva un crecimiento en el consumo, empujando al alza de los precios (denominada inflación por demanda). Según el análisis realizado por Vargas (1995:20) con cifras desde diciembre de 1982 hasta agosto de 1994, existe en Colombia una relación significativa entre la cartera de consumo y la inflación, con un claro acentuamiento entre 1989 y 1991; después de 1992 se debilita posiblemente al “cambios de régimen”.

Adicionalmente, argumenta Vargas (ibídem) que “ante shocks en la cartera, la inflación de activos reacciona antes que la de bienes, y esta última alcanza a la primera con un rezago de tres trimestres”. Es importante mencionar que dicho análisis, corrobora en cierta medida el planteamiento de Friedman en sus “claves del monetarismo”.

Precisamente, el consumo de los hogares desde 2003 y hasta 2007 se incrementó a causa de la expansión del crédito (Iregui y Melo: 2009: 11). No obstante desde 2001 se observó la influencia del incremento en los salarios reales, expectativas económicas favorables y bajas tasas de interés, mientras que la inflación que venía en descenso en 2007 cambia su trayectoria.


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