BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


CONTABILIDAD PARA NO ECONOMISTAS

Luis Rodríguez Domínguez y otros



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6.1.1. El uso de indicadores en el estudio de la liquidez

La mayor parte de los indicadores utilizados para analizar la liquidez empresarial toman como referencia el pasivo corriente y lo ponen en relación con partidas del activo corriente. Dentro del pasivo corriente, se incluirán generalmente todas las deudas con vencimiento a corto plazo.

Sin embargo, es preciso considerar que no todo el activo corriente tiene el mismo grado de liquidez, con lo que se debe diferenciar entre las diversas partidas. Las existencias son los activos menos líquidos: hay que venderlas y después hay que cobrarlas (2 pasos). Los deudores necesitan un paso para convertirse en liquidez, mientras que la Tesorería representa medios líquidos disponibles e inversiones financieras con una liquidez muy elevada (inversiones financieras temporales). Por último, los gastos anticipados carecen por lo general de capacidad para convertirse en efectivo. Se clasifican como activos corrientes por representar desembolsos ya realizados que evitarán pagos en el futuro.

Los indicadores más utilizados para analizar la liquidez serían: la ratio de circulante, el quick ratio o acid-test y la ratio de tesorería.

6.1.2. Ratio de Circulante

También conocido como ratio de liquidez general o de solvencia financiera a corto plazo, mide la capacidad de una empresa para hacer frente, con su activo corriente, a las obligaciones reconocidas en su pasivo corriente.

Se expresa como Activo Corriente / Pasivo Corriente.

Este indicador proporciona una primera impresión sobre la liquidez.

La extraordinaria difusión del ratio de circulante, que fue el primer ratio financiero utilizado en la práctica, se debe probablemente a la facilidad de cálculo y al amplio uso del mismo por los analistas de créditos de las entidades financieras.

Sin embargo, es preciso tener en cuenta que es un indicador estático, en tanto que la solvencia financiera depende esencialmente de la sincronización de los flujos futuros de efectivo.

No existe un valor de referencia o ideal, con validez universal, que pueda establecerse como objetivo para el ratio de circulante, contrariamente a lo que se ha venido sosteniendo en numerosas publicaciones que propugnaban que dicho índice debería alcanzar un valor próximo a 2.

El valor adecuado de este cociente será diferente para cada empresa y en cada momento, dependiendo de numerosos factores, tales como la duración del ciclo de explotación, el tamaño de la empresa o el sector en que ésta desarrolla su actividad.

Por ejemplo, las empresas con flujos de efectivo estables y que operen sin inventarios (o con inventarios relativamente poco importantes; por ejemplo, eléctricas y comunicaciones) pueden presentar ratios bajos de circulante y, sin embargo, tener mayor solvencia que otras empresas con ratios muy superiores pero con altos inventarios y de muy larga rotación (como ciertas empresas industriales y comerciales).

También hay que considerar que la capacidad de los distintos componentes del activo corriente para convertirse en efectivo es muy diferente, a pesar de lo cual la totalidad se trata como si su liquidez fuese idéntica. Para solventar esta debilidad se ha generalizado el uso de otros índices de liquidez más rigurosos, que complementan el ratio de circulante, entre los que destacan el acid test y el ratio de tesorería.

En consecuencia, puede darnos una primera aproximación a la liquidez de una empresa, considerando sus dos principales deficiencias: es un indicador estático y no considera la “calidad” de la liquidez.


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