BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


MARCO INSTITUCIONAL DE LA CONTABILIDAD Y LAS FINANZAS

Alfonso Galindo Lucas



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1.4. Nociones de economía industrial e institucional

La Ciencia económica tuvo dos corrientes tradicionales. Por una parte, la Economía Industrial, que estudiaba cómo competían las empresas entre sí y cómo la actividad de los sectores productivos les hacía depender a unos de otros. Por otra parte, la economía política, que emitía recomendaciones sobre las actuaciones económicas (intervención) y legislativa (regulación) de la autoridad pública para modificar variables como el paro, la inflación o la distribución de la renta y la riqueza. Más adelante, nació la economía institucional, que trata de estudiar, a raíz de los trabajos pioneros de Ronald Coase, cómo la normativa distorsiona la producción, imponiendo costes o liberando cargas y cómo puede hacer que los productos y servicios se integren en las organizaciones o queden externalizados, en los mercados, fuera de ellas. Todas estas son corrientes teóricas en la Ciencia económica; hay más.

Desde los años setenta, han proliferado los estudios empresariales en Europa en estricta obediencia a los postulados neo-liberales publicados sobre todo por economistas de Chicago. En las asignaturas de finanzas siempre se ha discutido un elemento ideológico cual es el objetivo de la empresa y del subsistema financiero. Dicho objetivo ha sido normalmente formulado como un dogma; sería lícito preguntarse cuál viene siendo mayoritariamente el objetivo de los directivos financieros como se hace por ejemplo en la Teoría financiera de la agencia (Jensen y Mecking, 1976; Jensen, 1986), pero a los estudiantes les enseñamos más bien cuál debe ser su objetivo. La elección del objetivo condiciona las herramientas científicas a elegir y la interpretación de resultados. El riesgo ideológico en este ámbito de enseñanza vino reforzado por los problemas de maximización matemática de Lorie y Savage y su recurso al simplex, que luego resultó fácil de programar y rápido de resolver con la ayuda de ordenadores. Como es sabido por otras obras, este autor se inscribe más bien en el materialismo histórico y por eso, en cada momento, se va a explicar (que no justificar) la elección de cada método (por ejemplo, los métodos clásicos de evaluación de inversiones o los tipos de estados contables) en relación con el usuario interesado en los resultados.

Hoy en día, la contabilidad y las "Finanzas corporativas" se estudian en el seno de la "Economía de la empresa", pero aquí nos inscribiremos en un enfoque institucionalista, por el convencimiento de que dicho ámbito micro-económico es artificial. En el apartado anterior hemos calificado de “miope” el actual enfoque de la Economía de la empresa y por eso vamos a proponer una perspectiva más cercana a la Economía general. En mi opinión, la colección de postulados inconexos y estudios exploratorios (no todos serios) de la Economía de la empresa no constituyen una ciencia, ni siquiera una corriente, pues no sólo se basa en una hipótesis ad hoc, la maximización del beneficio, sino que en la práctica se convierte en una actividad normativa de ámbito particularista y, por lo tanto, de una clara tendencia moral que, para colmo, es contraria a los principios más universales (libertad, igualdad, fraternidad). La investigación crítica acerca de lo que hace la empresa se sustituye en la práctica por consejos acerca de "qué más pueden (deben) seguir haciendo” las empresas para lucrarse a expensas de otros; determinados ámbitos de la actividad empresarial se omiten y los resultados de la investigación se mantienen alejados del mundo de lo publicable (por ejemplo, la ingeniería de envases destinada a lograr un mayor despilfarro de producto para el consumidor). Aparte, la definición del interés particular no está concretada y mucho menos fundamentada, en términos temporales, cualitativos y cuantitativos; por ejemplo, en Finanzas, el objetivo general se sustituye por el "objetivo financiero de la empresa". Por todo ello, no cabe separar la Economía de la empresa del conjunto de la Teoría económica ni de la Ciencia social en general.

El marco teórico de tipo institucionalista, o "neo-institucionalista", que Kalmanovitz (2004) considera que puede convertirse en el paradigma científico para la Economía, admmite que la empresa no es la única unidad destinataria de las investigaciones económicas acerca de ellas, ya que las demás "instituciones" influyen en (y dependen de) su desempeño y, por lo tanto, también están interesadas en los resultados científicos. La competencia en el mercado, que se supone inherente a la economía capitalista, se produce en el marco de unas instituciones (normas legales, valores morales, costumbres, etc.) que se consideran restricciones a la toma de decisiones empresariales.

No obstante, mi adscripción a corriente de pensamiento neo-institucionalista está matizada por una revisión de dicho enfoque, basada en la competencia desigual, a la que podemos llamar "teoría de la jerarquía empresarial". Para entender el marco institucional de la contabilidad y las finanzas (cómo se generan las normas y las creencias) es preciso notar que la concentración empresarial o "estratificación" y la internacionalización de la gran empresa coloca esa supuesta competencia en una situación de desigualdad o desventaja competitiva, claramente visible en el sector de la auditoría y la consultoría contable (Greenwood y Suddaby, 2003).

Figura 8. La pieza que falta al enfoque neo-institucional. Enfoque jerárquico.

Fuente: Galindo (2005d)

En el tema que nos ocupa, las grandes multinacionales son inversores institucionales apátridas, las instituciones son, básicamente, las normas legales de ámbito mercantil (Unión Europea) y el resto de empresas es la que padecerá el coste de tener que adaptarse a la reforma. Desde que empieza a implantarse en la Comunidad Europea, en los años 70 la armonización legislativa en materia mercantil, se ha tratado de poner a las empresas con menos recursos a salvo de las exigencias informativas de los grandes inversores (que normalmente no están interesados en invertir en PYME). Para ello, se crearon regímenes simplificados de la contabilidad obligatoria y modelos abreviados de cuentas, que se comentan más adelante (3.2.)

En el seno de la Economía de la empresa, se estudia la forma en que las empresas en expansión pueden aspirar a influenciar la creación de normas y valores, para desviar a su favor el comportamiento de las instituciones y personas, cosa que es de dudosa legitimidad13, teniendo en cuenta que dichas empresas tienden a supeditar el interés general a su interés privado. Sin embargo, todo este entramado de relaciones tendentes a crear un "clima favorable" a los intereses de los empresarios influyentes ya tiene un nombre, "superestructura", que data del siglo XIX; el problema es que el materialismo histórico, como paradigma fue una creación de Karl Marx y hoy en día supone un tabú en la Ciencia económica citar al genio alemán.

Uno de los esquemas teóricos al que vamos a prestar atención es la denominada "Teoría de costes de transacción". Esta teoría, a diferencia de otros enfoques que también se consideran a sí mismos institucionalistas, es capaz de detectar la razón por la que la empresa no emite valores negociables o no participa en determinadas iniciativas. Esta razón es la existencia de costes de transacción, que hacen que tales decisiones no les resulten racionalmente interesantes. El coste de presentar informes (Auditorías de Cuentas, por ejemplo) y cumplir otras formalidades (detallar un proyecto de inversión para poder obtener financiación bancaria) sería un coste fijo que haría menos rentable y llega a disuadir la creación de nuevos negocios de pequeña envergadura, así como la emisión de valores por parte de PYME, las estrategias de creación de empresas conjuntas entre éstas, la adopción de acuerdos de cooperación, las tomas de participaciones significativas en otras PYME, etc.

El hecho de que este tipo de costes de transacción suelan venir dados como costes fijos representa una clara desventaja de las empresas más pequeñas con respecto a las grandes (3.2.). De este modo, los costes de negociación se pueden considerar una explicación racional de la ausencia de reorganizaciones y crecimiento empresarial. Este razonamiento puede explicar, desde otro punto de vista, el problema de agencia (1.4) en situaciones de sucesión o ante posibilidades de expansión, puesto que son dichos costes y los de control14 posterior los que disuaden a una pequeña empresa del paso que supone separar ostensiblemente propiedad y dirección. En una empresa, cuanto más pequeña, mayor es el porcentaje del capital que, por lo general, se debe poseer para conservar el control, ya que es más difícil que el resto del accionariado se halle disperso.

En economía industrial se ha estudiado (sin profundizar en exceso) el tema del poder de mercado de las empresas, siempre centrándose en el mercado de consumo. El poder relativo de la empresa en el mercado laboral (normalmente favorable) no ha sido excesivamente abordado. El poder relativo en los mercados financieros (normalmente, desventaja) se suele estudiar en el ámbito de las finanzas corporativas, con propuestas muy interesantes en fechas más bien recientes.


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