BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


MARCO INSTITUCIONAL DE LA CONTABILIDAD Y LAS FINANZAS

Alfonso Galindo Lucas



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9.3. Las operaciones en divisas.

La regulación del registro contable de las operaciones en divisas es uno de los pocos aspectos que se han simplificado, en relación con el marco legal que existía en España entre 1991 y 2008. El principio de prudencia obligaba a que las bajadas y las subidas de cotización se registraran de forma distinta, asimétrica, a fin de prever posibles pérdidas y evitar el registro de posibles ganancias. Ahora, los movimientos en la cotización, en el sentido que sean, se van a registrar en función de los mismos criterios.

La fluctuación de las divisas puede, en teoría, arruinar o reflotar empresas, especialmente si se trata de inversores financieros. Durante la etapa de construcción de la Unión Monetaria y, concretamente, en los años 1992 a 1994, en que las paridades entre las monedas comunitarias comienzan a flotar en una banda estrecha, se produjeron las denominadas "tormentas monetarias", que eran debidas precisamente al lucro que determinados inversores privados obtenían especulando en dichas monedas. Si los hedge founds (de Soros, por ejemplo) decidían comprar pesetas y vender francos franceses, las autoridades monetarias (los antiguos bancos centrales) de ambos países emisores garantizaban que las pesetas no serían vendidas muy caras y que los francos serían comprados a un precio más alto que los del mercado. En el mercado, los francos seguían bajando, porque los grandes inversores los vendían, sin embargo, Francia y España los seguían comprando a un precio alto en pesetas. De forma inversa, la peseta tendía a crecer en los mercados supra-estatales, porque los entes privados estaban comprando pesetas. Sin embargo, los países implicados garantizaban que esa peseta no sería comprada muy cara. El resultado era que la intervención oficial no fue capaz de mantener las paridades entre divisas comunitarias dentro de los márgenes estrechos del ±2'25% y se aprobaron medidas extraordinarias que otorgaban a determinadas divisas una banda de fluctuación del ±6%. Estas medidas, que eran aprobadas por Reglamento comunitario no tomaba por sorpresa a los especuladores, que corregían sus posiciones a tiempo, llegando a ganar grandes fortunas, a costa del erario público. Otros inversores probablemente perdieron o arriesgaron más de lo que sería comprensible y por eso muchos vieron en esta fiebre especulativa un trasfondo político tendente a impedir (o al menos, encarecer) la unificación monetaria europea.59

9.4. Las crisis financieras internacionales

Las crisis financieras de los países denominados “emergentes”, empezando con México y terminando con Argentina; por medio, el sudeste asiático, fueron en su momento interpretadas como un avance de la situación que hoy padecemos.60 La prueba evidente de que el mercado no es la mano invisible que lo soluciona todo es precisamente la existencia de los ciclos, con sus burbujas y sus crisis. Las instituciones financieras, como se ha comentado, están al margen de la regulación efectiva por parte de los poderes políticos y esto hace que las conductas especulativas se lleven a cabo sin control y con impunidad. El caso Madoff, como se explicará en el siguiente tema, no es más que una anécdota, un ejemplo a estudiar.

Ya hemos hablado de las crisis del capitalismo, desde finales del siglo XIX (2.1). Desde 1929, sabemos que toda crisis económica en Estados Unidos es de origen financiero (aparte de alimenticia, energética y hasta cultural) y de alcance mundial. La salida de la crisis no fue el New Deal, ya que éste era una medida provisional, que no era sostenible durante mucho tiempo; los años 30 continuaron siendo una década de depresión; la salida de la crisis vino con la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Gracias a esta victoria, los Estados Unidos fueron capaces de imponer un sistema monetario favorable a la emisión de dólares estadounidenses. Los Derechos Especiales de Giro fueron otra forma de financiar al país emisor. El estado del bienestar y la guerra fría se financió (o se hizo posible) con las riquezas del Tercer mundo, a pesar de (o tal vez gracias a) la descolonización. Tras la caída del bloque soviético, la explotación creciente al trabajador (incluido el estadounidense) ha sostenido un modelo especulativo similar al que estalló hace 80 años.

Tras la breve recesión de 1991, llegó una crisis en México en 1994, que pasó desapercibida para la prensa extranjera. Los años 90 han sido terribles en países como Rumanía y en los mismos antiguos integrantes de la Unión Soviética. Más tarde, en 1996 y 97, este mal se trasladó al sudeste asiático y fue afectando a los países que habían seguido fielmente las recetas del FMI: Indonesia, Tailandia, Malasia, etc. Comenzando el milenio, llegó la crisis a Argentina; el Gobierno implantó medidas de control de las salidas de capitales (el célebre "corralito") y el país se declaró incapaz de hacer frente a la deuda externa.

En definitiva, lo que ejemplifican estas crisis son varios aspectos del Orden económico mundial que ya han sido tratados en distintos capítulos.

1. La crisis del estado nación. Como ya se ha explicado, los Estados se revelan incapaces de evitar la crisis, puesto que el mercado financiero es ahora algo “transnacional”, debido al papel de los paraísos fiscales y la inexistencia de una autoridad supranacional o un acuerdo válido entre países.

2. La ausencia de base real en los mercados de capitales. Es decir, su naturaleza especulativa. Este hecho revela también la existencia de “dinero caliente”, es decir, volatilidad en los mercados financieros internacionales.

3. El carácter perverso de las “recomendaciones” emanadas del FMI en la década de los ’90, a favor de los intereses del “primer mundo”.

4. La inexistencia del “Mercado”, como ente eficiente, capaz de asignar los recursos económicos de un modo justo e indiscutible.

5. La alarmante y creciente concentración del capital financiero e intelectual, a nivel mundial. Desde la experiencia de Soros (V. Estefanía, 2000) se pone de manifiesto que hay decisiones muy trascendentales que pueden ser tomadas por muy pocos agentes.

Las multinacionales estadounidenses han tenido un problema con la competencia de Japón, a partir de los años 50 y, desde finales de los 60, las grandes corporaciones de Corea del Sur (Hyundai, Samsung, Daewoo,...). La competencia asiática no sólo se ha dado en mercados internacionales, sino en el propio mercado estadounidense61. Estas empresas eran acusadas de usar mano de obra muy barata, de vender por debajo del coste “razonablemente” calculable por las agencias estadounidenses de defensa de la competencia (Stiglitz, 2001), de proteger sus industrias con aranceles, pero ninguno de esos aspectos era la principal ventaja competitiva de estos nuevos colosos.

El milagro japonés y, en general, el milagro asiático era debido a las características de su sistema financiero. Los tipos de interés eran bajos, la participación de los bancos en la gestión de las empresas era elevada y la duración de la relación financiera era de las más prolongadas a nivel mundial. Estos requisitos eran indispensables para que las empresas pudieran apalancar sus inversiones y así acometer una expansión a un ritmo sin precedentes62, al mismo tiempo que obtenían una rentabilidad interesante para el capital, debido a los bajos costes financieros.

La réplica a esta situación tan indeseable la llevó a cabo en los años 90 el FMI, por cuenta de los intereses multinacionales estadounidenses. El alto nivel de endeudamiento de la competencia transnacional coreana (Stiglitz, 2001) podía ser un punto débil, si se conseguía que se elevasen los tipos de interés en wons (moneda surcoreana).

Las instituciones estadounidenses no podían hacer nada directamente a favor de sus clientes empresariales, pero su dominio del FMI podía permitirle entablar ciertas influencias con las autoridades de los países asiáticos. Para que estas iniciativas tuvieran éxito, era necesario que las funciones del FMI fueran modificándose; más bien ampliándose y que pudiera ejercer el socorro financiero no de una forma obligatoria, no como un derecho de los países miembros, sino de un modo potestativo. Así, pudo permitirse exigir ciertas condiciones y su nueva labor de asesor o “centro de estudios” (Velarde) se llevó al extremo de emitir recomendaciones cuyo cumplimiento condicionase la inyección de financiación, no sólo por parte del propio FMI, sino también del BM.

En el caso de Corea, llama mucho la atención de que el FMI no era partidario de que el gobierno surcoreano interviniera a favor de los tipos de interés, argumentando que el libre juego de la oferta y demanda internacional de capitales establecería una tasa justa y similar a las de otros países. En cambio, defendía a ultranzas la intervención a favor de los tipos de cambio, para evitar depreciaciones de la divisa nacional, con respecto al dólar. Aquí no era conveniente hablar de libertad de mercado, puesto que una devaluación devolvería a los productos coreanos la competitividad internacional y pondría en peligro las exportaciones estadounidenses.

La historia termina en que, afortunadamente, las autoridades surcoreanas no se dejaron corromper y no adoptaron las recomendaciones. El gran error del FMI es que el aliciente que ofrecía a cambio (el rescate de la deuda externa) favorecía más a los acreedores occidentales que a la propia economía surcoreana63. Las divisas de los países en crisis (como ocurrió más tarde con el rublo) tuvieron que ser devaluadas más tarde o más temprano. Es oportuno, por lo tanto, tachar de cínicas las pretensiones de Sartori y Mazzoleni (2003, p. 246) de que la crisis asiática era inevitable.

Otro país que abandonó las directrices del FMI fue Malasia y se convirtió en uno de los principales centros financieros del mundo (en Kuala Lumpur, su capital). Lógicamente, en el FMI se sabía que este centro financiero, con las torres gemelas más altas del mundo, sería una seria competencia para Wall Street. En cambio, otros países como Tailandia, fueron víctimas de una terrible crisis de origen financiero, cuyos efectos fueron más graves y duraderos.

Hoy en día, ninguno de los países denominados “economías emergentes” puede declararse a salvo de la inestabilidad que caracteriza al capital financiero internacional (Oddone, 2004). Esto es debido a que el establecimiento de controles a la salida de capitales no puede establecerse en tanto que las entradas no hayan alcanzado un volumen considerable. Aun así, cuando se atraen capitales en forma suficiente como para contrarrestar el déficit comercial, como en el caso tradicional de España o Estados Unidos, es a consecuencia de haber emitido una señal de que no se establecerán controles a la salida. En España, los controles de cambio desaparecieron en 1990, aunque en 1992, varios meses después de la total liberalización de estos movimientos, hubo que establecer medidas urgentes y provisionales para combatir la especulación excesiva a favor de la peseta, durante la llamada “tormenta monetaria”.


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