BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


MARCO INSTITUCIONAL DE LA CONTABILIDAD Y LAS FINANZAS

Alfonso Galindo Lucas



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Capítulo 8. LOS ACTIVOS INTANGIBLES

8.1. Origen del concepto de intangibles

8.2. Definiciones: Inmateriales, intangibles y activos contingentes.

8.3. Reconocimiento y valoración iniciales.

8.4. Valoración con posterioridad al reconocimiento inicial.

7.5. Correcciones valorativas.

Bibliografía

8.1. Origen del concepto de intangibles

El antecedente inmediato de lo que hoy se llama capital intangible empezó a conocerse en el siglo XIX con el nombre de Fondo de Comercio (nombre que representa una reminiscencia de la tradición comercial). Ese elemento trataba de justificar una diferencia de precios a veces enorme entre el todo y la suma de las partes de la empresa. Su existencia se achacaba a infravaloraciones de elementos importantes, como los terrenos y, más adelante, a la existencia de economías conjuntas. Hoy en día, se añaden la fidelidad del personal o del cliente, las buenas relaciones con la banca o con suministradores, los acuerdos de cooperación, la forma de trabajar en grupo dentro de la empresa, los elementos motivadores casuales, etc.

Como se explica en trabajos previos, la observación del valor teórico o contable de una empresa que cotiza en bolsa muestra una gran diferencia entre este valor (que viene determinado por el precio de sus activos o valor analítico) y el valor de mercado de sus pasivos o valor sintético (lo que vale la empresa en el mercado de capitales). Ambos tipos de elementos (activos y pasivos) se supone que están valorados a precio de mercado (teniendo en cuenta que los pasivos de la empresa son activos en el mercado) y, si dentro de la empresa, los pasivos financian a los activos, ¿Cómo era posible que el mercado valorase de forma distinta a dichos elementos? Mejor aún ¿Cómo es posible que el mercado valore un bien —la empresa— a dos precios distintos? Desde los inicios de las alarmas bursátiles de fines del s. XIX, asociadas al declive de los sectores fabriles (el fin del capitalismo industrial), la elevación en el valor de los pasivos empresariales (activos bursátiles) ha amenazado seriamente al paradigma académico del mercado.53 Así pues, había que buscar alguna explicación a este fenómeno, que no cuestionase el correcto funcionamiento de los mercados. Varias eran las posibles causas de esta divergencia:

1. Los activos no estaban valorados a su precio de mercado, sino a precios antiguos.

2. La especulación bursátil está distorsionando, a corto plazo, el correcto funcionamiento del mercado, alejándolo de su hipotético equilibrio.

3. Existen elementos activos no contabilizados.

El primer factor —el precio de adquisición— se reveló bastante pronto como inútil, si bien era correcto. Es decir, efectivamente, la contabilización a coste histórico devaluaba los inmovilizados materiales más antiguos, debido a la inflación (y a la especulación). Sin embargo, las correcciones valorativas (regularización de balances) eran fáciles de practicar. Aún así, el problema no se solucionaba; seguía siendo muy importante el desfase valorativo. Uno de los dos mercados estaba equivocado: O los activos eran valorados a la baja, en los distintos mercados de bienes, o los pasivos al alza, en el mercado de capitales (ver Figura 7).

El segundo motivo admitía la posibilidad de distorsiones y de que determinados agentes pudiesen perder o ganar especulando. Esto era un reconocimiento de los problemas de información en el funcionamiento de los mercados, pero se consideraba pasajero. A pesar de todo, cuando se consideró demostrado que no se trataba de fluctuaciones, sino de una sobre-valoración sistemática de los pasivos de las empresas, entonces hubo que buscar otra causa, no porque esta explicación fuese incorrecta, sino porque no satisfacía las "creencias" que conectan la ciencia económica con los intereses empresariales.

La tercera causa admitía también el problema de la información y obligaba a reconocer su carácter estructural: La contabilidad no era suficiente. Esto tenía que reconocerse y emprender una reforma de la contabilidad. De hecho, los principales impulsores de los sistemas contables actuales reconocen trabajar en favor de las necesidades informativas de los inversores (IASC, 1989). Así pues, debían existir elementos no contabilizados, a los que se denominó “intangibles”. El problema teórico que representa la existencia de capital intangible es netamente distinto del descrito acerca de las imperfecciones de mercado. En este caso, no se trata de evidencias empíricas que refuten los comportamientos predichos por la microeconomía, sino de elementos que se induce que deben existir, aunque su medición y su identificación exacta se encuentren inmersas en una gran dosis de incertidumbre. Y todo para evitar reconocer que los mercados no funcionan y que no existen modelos apropiados para explicar la realidad empresarial (lo cual devalúa el oficio del economista). La relación entre las cotizaciones y los valores de mercado de los activos son el indicio de que existen los intangibles, pero cuando tratamos de medirlos ocurre lo mismo que con el “éter luminífero”. Su importe no aparece asociado a ningún activo en concreto; no es posible materializarlo; como activos, son indemostrables.

Eso ocurre porque el mercado de valores hace una estimación de los beneficios futuros, no del posible valor de liquidación de los activos de la empresa (el mercado asumiría, al menos en parte, el principio de empresa en funcionamiento). En cambio, el mercado de los activos está orientado a la reposición y a la liquidación. Podemos resumir el problema como una asimetría de información: Los mercados de valores (que valoran los pasivos de la empresa) usan datos de predicciones a futuro, mientras que los mercados de activos usan datos presentes y pasados. El nuevo concepto de "valor razonable" (fair value) aspira a convertirse en una medida ambivalente que haga equivaler la estimación de las utilidades futuras (oportunidades) con los datos fiables del pasado. Por eso, hoy el concepto de "valor razonable" es tan ambiguo como el de "imagen fiel".

En un principio, como se ha puesto de manifiesto, la palabra “intangible” venía a ser un sinónimo de “no contabilizado”. La razón de ser del “fondo de comercio” era la existencia de activos no contabilizados, amén de los ajustes valorativos de las partidas que figuraban en el activo.

En la Norma Internacional de Contabilidad NIC-38 y en el proyecto de Ley de Reforma contable, así como en un Reglamento comunitario de 2003, el concepto que se adopta de intangible es mucho más restringido que los manejados en ámbitos teóricos. Esta denominación se está usando para hacer referencia a los activos inmateriales, que ya se contabilizaban, aunque a coste histórico. El cambio de denominación ya se ha incorporado al Plan General de Contabilidad (y la versión para PYME). Consiste en reconocer prácticamente los mismos elementos “inmateriales” vigentes en el PGC de 1990, pero permitiendo su valoración a criterio de "valor razonable", en vez de coste histórico.

Con respecto a otros activos más sofisticados, basados en la información, se admite la contabilización de estimaciones bajo el epígrafe "Activos contingentes". Es el caso de pólizas de seguros, cuya valoración requiere cálculos actuariales (en términos probabilísticos).


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