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EL CAUDAL MÍNIMO MEDIOAMBIENTAL DEL TRAMO INFERIOR DEL RÍO EBRO

Josep Maria Franquet Bernis



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2. LA VIDA PISCÍCOLA Y EL EQUILIBRIO ECOLÓGICO

Las bacterias y el fitoplancton de las aguas dulces tienen una gran importancia en el proceso de autodepuración de los ríos y de los lagos. Todas las materias orgánicas procedentes de las aguas residuales vertidas, así como los residuos de las materias muertas procedentes de la fauna y la flora son descompuestas por los microorganismos con la ayuda del oxígeno disuelto en el agua que los transforma en materias minerales, que a su vez son asimilables por las algas que crecen en él, actuando como verdaderas máquinas reoxigenadoras del agua.

Los peces herbívoros tienen un cometido muy importante en el equilibrio del ecosistema, ya que el fitoplancton excedente sirve de alimento a los mismos e impide así la muerte y putrefacción de la flora acuática, con el pertinente consumo del oxígeno disuelto en el agua. Por eso queda suficientemente justificada la asociación entre los caudales ecológicos y la vida piscícola en la que se apoyan algunas formulaciones tendentes a fijar o evaluar los citados caudales, tal como tendremos ocasión de comprobar en otros apartados del presente estudio.

Ahora bien, toda autodepuración tiene un límite, porque los vertidos de las aguas domésticas, agrícolas e industriales aportan grandes cantidades de elementos contaminantes y también de otros que, sin serlo (como el fósforo, el potasio, el nitrógeno, los oligoelementos y las vitaminas), sirven como nutrientes de las algas que se desarrollan exageradamente, y al no poder ser consumidas mueren, provocando como consecuencia la desaparición de los mismos peces.

Los peces son, por lo tanto, los mejores guardianes que tienen las aguas, ya que son también los primeros seres vivos que notan los síntomas de intoxicación. Algunos se alimentan de hierbas, otros se caracterizan por consumir las algas desarrolladas en exceso, y tampoco faltan especies detrívoras, que se aprovechan de los detritus (Cirrhina molitorella), sin olvidar las citadas carpas zooplanctonófagas y fitoplanctonófagas (Aristichtys nobilis, Hypoththalmichthys molitrix).

El equilibrio ecológico se alcanza, precisamente, escogiendo aquellas especies más convenientes para cada ecosistema. Es muy conocido el efecto nocivo que producen los abonos químicos empleados en la agricultura que se filtran en la capa freática, aportando al agua un exceso de fósforo, potasio y nitrógeno que se mide por toneladas. Más importante aún es la influencia que tienen los vertidos de aguas residuales en los ríos y en los embalses. Pero cuando estas operaciones se realizan de modo controlado no sólo no son perjudiciales, sino que sirven como nutriente del que se alimentan gratuitamente nuestros peces. Digamos, simplemente como orientación, que los efluentes domésticos y los fertilizantes agrícolas representan la aportación de 50 toneladas de nitrógeno y 100 toneladas de fósforo anuales en un embalse medio.

Ante estas cifras, no se puede pretender imputar el peligro de eutrofización de las aguas a los peces que viven en ellas, si además consideramos que el efecto nocivo de las deyecciones de elevadas concentraciones de peces se diluye con gran rapidez debido a las corrientes existentes en los embalses, y ello no supone ningún peligro para el equilibrio ecológico, si se toman las medidas necesarias que limiten las densidades de las citadas concentraciones piscícolas por causas artificiales (como, por ejemplo, un cultivo piscícola intensivo).


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