BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EL SIMULACRO DE LAS MARCAS DE CONSUMO

Raúl Arturo Sánchez Irabu



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Necesidades y Deseos.

En la actividad del consumo queda claro, la diferencia entre la necesidad de consumir y el deseo de consumir. Como ya lo hemos visto en alguna parte del desarrollo de esta investigación, la necesidad de consumir hace referencia a las necesidades básicas elementales de la vida del ser humano, y el deseo a aquella apariencia de vida, que en algunas ocasiones puede simular las carencias humanas de la persona, y que a nivel social se convierten en necesidades creadas, que simulan la realidad humana. Esto nos da pie a recordar que esta dinámica del consumo ubica a la persona como un sujeto no autónomo sino que es controlado a través de las necesidades que se le imponen.

Sin embargo, es posible y necesario que los consumidores tomen conciencia de sus motivaciones personales, de sus creencias sociales, de los mitos de la sociedad, que sepan decodificar la propaganda, que descubras que desde su primera socialización se les ha estado inculcando que deben tener éxito y que el éxito consiste en acumular bienes de consumo; ciertamente no como algo malo, sino como aquello que no posibilita la plena realización de realidad humana, de tal forma que evitando lo anterior, conozcan distintos estilos de vida con dignidad social, entre los que puedan elegir, de tal manera que se puedan consumir de acuerdo con una identidad moral concientemente querida.

Lo anterior porque las necesidades pueden ser satisfechas, pero los deseos pueden ser infinitos, según las necesidades que se estén creando. Ciertamente las necesidades básicas le corresponde solucionarlas a los gobiernos, que sin embargo han sido incapaces en muchos de los casos de resolverlos. Y por otro lado, los deseos que se crean infinitamente, forjan individuos hedonistas que como ya lo hemos mencionado, son incapaces de establecer compromisos sociales auténticos .

Nuestro estudio se ubica en lo que provoca este tipo de situaciones en el orden global, en donde los políticos de los países ricos se alían con sus empresarios poderosos frente a los países pobres, que no tienen nada que ofrecer a nivel electoral, y que por tanto manifiesta que los deseos de poder son infinitos, como lo son los deseo del consumo. Consecuentemente se provoca una falacia económica que consiste en creer que no existe sino un concepto de economía, el de la economía neoclásica o neoliberal, que ve a los seres humanos como maximizadores de utilidad en referencia a deseos ya dados, y al Estado como el responsable de establecer el marco de condiciones del mercado. Ambas son actitudes simuladas de la realidad social.

La verdadera dimensión de la economía está en ubicarla en la configuración de una sociedad en donde participen los tres sectores más importantes, y que en toda sociedad están claramente identificados, como son el político, el económico y el social, y entre estos tres se debe articular un verdadero sistema de integralidad humanizadora.

Esta integralidad humanizadora, se puede entender incluso como un mínimo de realidad social-ético, que consiste en proporcionar las oportunidades de desarrollo físico, mental y social de la personalidad humana, y desde aquí ampliar las perspectivas humanas, no como un “homo consumens” sino como un un “homo integralis”, de tal manera que todas sus dimensiones se conjunten - biológica, intelectual, estética, social, religiosa, política - y logren una vida de plenitud .

Con estos presupuestos, pasemos ahora a lo que hemos considerado como la propuesta ética-crítica, que hemos considerado que puede establecerse como medio para realizar el proceso de integralidad de la realidad social, que simulan las marcas de consumo.


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