BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EL SIMULACRO DE LAS MARCAS DE CONSUMO

Raúl Arturo Sánchez Irabu



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La transformación del trabajo como principio.

Viviane Forreste hace una reflexión sobre los diferentes elementos económicos que están inmersos sobre todo en las sociedades occidentales, en donde el trabajo se ha considerado más un medio que un fin en sí mismo, por eso considera que en medio de la aspiración que el hombre tiene para alcanzar o encontrar su propia identidad, no puede escapar de un elementos fundamental de su actividad social, que es el trabajo. Por lo anterior llega a decir que dentro del ámbito social y económico, el hombre esta regido por las transacciones realizadas a partir del trabajo, y que éste hace un cierto proceso de enajenación marxista que deja de lado a la persona en sí misma.

Por lo que es difícil que el trabajo se pueda valorar en sí mismo, sino a partir de la conveniencia monetaria, por lo que un trabajador o empleado está subordinado a las leyes del mercado, que van rigiendo nuestro sistema social.

El trabajo que pudiera ser una característica de la convivencia humana, se convierte a partir de una idea de libre mercado en un horror existencial para las personas que pierden su empleo. Esto provoca que por un lado, la persona se sienta aislada de la dinámica social e incluso no tenga otro panorama existencial de su persona, o bien, como lo hacen en algunos Estados-Nación de Europa o en Estados Unidos, se sientan dependientes del gobierno como beneficiarios, que agachan la cabeza en medio de la humillación de no encontrar el medio para subsistir que en nuestras sociedades ha sido el trabajo.

Esta situación establece que como mucha gente vive en esta angustia existencial provocada por la falta de trabajo, reduzca su propia existencia a los principios económicos, y no sea capaz de tener motivos racionales para vivir en este mundo.

El principio de competencia que han provocado las redes del libre mercado, provoca que incluso el mismo gobierno no pueda controlar la situación de los organismos mundiales de economía, sino que estos se tengan que adaptar a sus nuevas iniciativas que se van planteando, como son el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial de Comercio.

De aquí entonces, que el trabajo queda reducido más que nunca al arbitrio de la especulación monetaria, a los que toman las decisiones en un mundo que debe ser rentable en todos los niveles, un mundo sometido a una inmensa empresa... Por tanto, creer que el sistema político-social basado en el libre mercado nos lleva a la prosperidad de las naciones, parece estar sujeta a la riqueza monetaria de unos cuantos. Sin embargo podemos darnos cuenta de que este ideal político de las grandes instituciones ha quedado muy lejos para una mayoría que lucha por un bienestar efímero, o incluso por aquellos que apenas sobreviven en medio de su pobreza.

Pero lo que es peor, es de que la angustia del trabajo no se vive sólo en los ambientes de extrema pobreza, sino también afecta a los altos ejecutivos de empresas multinacionales, que los convierten, cuando pierden su empleo en actores simplemente calificados pero no productivos, y lo único que queda como su seguridad, es la superficie de sus ahorros y sus propiedades personales, que en ocasiones por el nivel alcanzado parecen insuficientes para satisfacer sus propias necesidades.

Esta situación contractual que manejan las empresas incluso con el mismo gobierno, lleva en algunas ocasiones, provocada por la conveniencia mercantil, a que las empresas cierren sus actividades en sociedades particulares (ciudades) y provoquen un aumento de desempleo y miseria, y por tanto, disminuya el consumo de bienes y servicios, que están vinculados con la actividad del libre mercado.

Y lo anterior provoca no sólo la falta de empleo sino, la ausencia de proyectos hacia futuro, la felicidad queda paralizada y la esperanza desaparece en la vida de las personas, de tal forma que esto se tiene que compensar con prácticas inadecuadas para la vida social del hombre.

Lo peor de esta situación es que la persona se vuelve un inmigrante o emigrante en el propio país, es decir, se convierte en actor oficial de la pobreza o del desempleo, y en tiempos electorales en medio para alcanzar el fin del poder. El gobierno los acoge como su arma principal para hacer de ellos un medio para sustentar su poder. Consecuentemente el gobierno se responsabiliza de forma mediática, es decir, establece que la actividad económica empresarial puede resolver todos los problemas sociales, incluso se puede considerar como un imperativo moral, y para ello le da facilidades mercantiles para establecer con mayor estabilidad productiva. Pero no debemos olvidar que la empresa no es un organismo de caridad, ya que no es propiamente su vocación. Por lo que debe de quedar claro que el principio de la caridad empresarial, no es garantía de resolver los problemas sociales.

La empresa es un organismo social, que debe contribuir al desarrollo integral de la sociedad, no es el centro de la actividad política social, por lo que, nada demuestra mejor el poderío y la hegemonía de la economía privada que la indiferencia y la escasez de reacciones que suscita y la impotencia de éstas cuando se producen .

Sin embargo para el Gobierno cualquiera que sea su poder, margen de acción y capacidad de ser responsable, el gobierno hoy en día opera en contextos económicos, de circulación de monedas y campos de explotación que no son de su competencia, pero que determinan sus políticas .

Y en medio de todas estas realidades parece que nuestro último recurso es consumir, o bien nuestra última utilidad, porque al generar el consumo, generamos divisas, y si generamos divisas, generamos trabajo, y si trabajamos generamos niveles de vida y si generamos niveles de vida, nuestro proyecto de vida se convierte en modelos, que nos llevan a la hiperrealidad de nuestro contexto, en donde el consumo se convierte en fin último de la existencia proyectiva del ser humano que vive en sociedades de libre mercado.


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