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EL IMPACTO DE LA CARRERA DE ECONOMÍA DE LA BUAP EN EL MERCADO LABORAL: LA VISIÓN DE LOS EGRESADOS DE LA GENERACIÓN 1995-2000

Miguel Ángel Aguilar Aguilar


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1.2 El Mercado de Trabajo a nivel nacional

1.2.1 El mercado de trabajo en México

Durante la década de los años noventa, México vivió cambios importantes. A partir de su incorporación al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Estados Unidos y Canadá, México ingresó a la nueva dinámica de la economía mundial. “El país entró en un proceso de franca apertura comercial que llevó a emprender reformas estructurales en un contexto macroeconómico que transcurrió por períodos de muy fuertes contrastes” (OIT, 2000, v). En este contexto, el mercado de trabajo se ha visto influido por los cambios estructurales de la economía mexicana, así como por su dinámica y el comportamiento poblacional. De acuerdo a lo anterior, podemos comentar que los cambios suscitados a partir de la firma del TLCAN, no se realizan inmediatamente, sino que es la crisis de principios de los años ochenta lo que da pie a los cambios estructurales de la economía mexicana.

Recordemos que en la década de los años cincuenta México adoptó un modelo económico basado en la sustitución de importaciones, situación que prevaleció durante veinte años. Si bien dicho modelo sirvió para el crecimiento de la economía mexicana ésta tuvo ciertos factores socioeconómicos que fueron debilitando el modelo, tales como el fuerte crecimiento demográfico, el cambio de patrón de producción -durante este período disminuyó la parte del sector agropecuario, mientras crecía el sector industrial y los servicios modernos-, así como también el excesivo proteccionismo por parte del Estado durante este periodo. Ya para principios de los años setenta, el modelo empieza a mostrar signos de agotamiento ante la falta de inversión privada, situación que afecta directamente al empleo. La disminución de la planta productiva nos lleva a su vez a una reducción del empleo, situación que el Estado intenta cubrir mediante la creación de empleos a través de obra pública, como también mediante la adquisición de empresas privadas en dificultades económicas, mediante deuda. Sin embargo a finales de los años setenta, México descubre nuevos yacimientos petroleros, que le conducen nuevamente la entrada de capital, situación que genero sostener todavía el modelo de sustitución de importaciones. Lo anterior permitió mantener el crecimiento de la economía y la creación de empleos. “El auge económico de este periodo se vio, sin embargo, bruscamente interrumpido en 1982 con la caída de los precios internacionales del petróleo y las dificultades para cubrir el servicio de la deuda externa, todo lo cual precipitó en el mes de agosto de ese año, una crisis económica severa” (OIT, 2000, 2). La crisis de 1982 impactó al mercado de trabajo, su consecuencia no se reflejó en un masivo despido de trabajadores, sino más bien se vio directamente en una reducción de los salarios reales. En la medida que disminuían los salarios, aunado a la falta de empleos, se dio origen a la informalidad, que se refiere básicamente a trabajos precarios por cuenta propia. “El cambio de estrategia tuvo múltiples implicaciones en el mercado laboral, ya que no se trataba simplemente de paliar los problemas de una contracción económica de corto plazo y de sus efectos depresivos en el salario y en el empleo, sino de actuar en torno a los problemas subyacentes de productividad de la planta industrial existente y asumir los imperativos de la modernización y el cambio tecnológico para poder sobrevivir en un entorno cada vez más competitivo al que el país no podía seguir siendo ajeno” (OIT, 2000, 3). Ante la crisis, el acceso a capital extranjero se vio reducido, mientras los acreedores demandaban sus intereses y amortizaciones por el rubro de la deuda. Bajo este panorama era necesario realizar un ajuste económico, que permitiera salir de la crisis, en esta medida el proceso llevado al cabo se enfocó a factores de orden coyuntural (principalmente el saneamiento de la situación financiera). Sin embargo, más tarde se comprobó las insuficiencias de los programas correctivos de corto plazo, dando pie a un necesario cambio estructural de la economía mexicana.

Para la década de los años noventa, la cual se caracterizó por tener dos periodos totalmente marcados por las crisis de 1995, se considera una etapa importante en la nueva configuración de la economía mexicana. Para el caso del primer período (antes del 95), la economía mexicana enfrenta el nuevo escenario de apertura comercial y competencia a escala internacional, es decir, a principios de la década la economía mexicana enfrenta la competencia, vía el aumento de la productividad y nuevas formas de organización laboral, como consecuencia de la firma del TLCAN en 1993. Durante este periodo la economía creció moderadamente, “la tasa anual de incremento del PIB se ubica en 3.4%, muy por debajo a las tasas históricas que prevalecieron hasta principios de los años ochenta (OIT, 2000, 4). Esta situación puede ser explicada, primeramente por la pérdida del excesivo proteccionismo, por la incorporación de las empresas nacionales a la nueva dinámica de competencia internacional, la pérdida de dicho proteccionismo que caracterizó al modelo de sustitución de importaciones. “A fines de 1994, el déficit con el exterior que había ido en aumento, junto con la apreciación paulatina del tipo de cambio y su abrupto desanclamiento condujeron a la más profunda crisis que el país haya experimentado en la historia moderna. El PIB se contrajo en 1995 en un 6.2%, el empleo en el sector moderno de la economía sufrió una declinación generalizada, en una proporción similar a la del PIB. Ante estos hechos, la inflación volvió a repuntar en 1995 hasta el 52%, un nivel 7 veces mayor al observado en 1994” (OIT, 2000, 4).

Para el segundo periodo, se observó una recuperación de la economía que se prolongó hasta el 2000. Misma que junto con la del empleo tuvo que ver con la actividad económica dirigida hacia el exterior, es decir en la medida que se rompen las fronteras nacionales ante el comercio internacional, la actividad productiva dirigida hacia el exterior fue la que creció en mayor medida, lo que implicó un crecimiento del empleo en estos sectores productivos. Como ya se ha hecho mención, uno de los factores socioeconómicos que impactó a la economía mexicana fue el crecimiento demográfico, teniendo un impacto negativo.

Como se puede observar en la gráfica 2. En 1950 se concentra el 58 % de la población ocupada en el sector agropecuario, mientras que el 26% y el 16 % de la población ocupada se refieren a los sectores industrial y terciario, respectivamente. Es decir, para el año de 1950, la economía se caracterizaba por el fuerte predominio del sector agropecuario, mientras que para el caso de 1990 se invierte la situación entre este sector y el industrial, concentrando este último el 49% de la población ocupada, lo anterior debido al cambio de modelo económico exportador. Asimismo encontramos que el sector terciario crece 12 % en comparación del año de 1950. Situación que va a prevalecer durante los siguientes años, como consecuencia del las transformaciones estructurales de la economía mexicana.

Mientras en 1950 la economía mexicana dirige su producción mayoritariamente para el consumo nacional, para el año de 1990, la economía inicia su producción hacia el mercado externo, como ya se ha hecho mención anteriormente. Con respecto a este punto, encontramos que la fuerza de trabajo creció a un ritmo mayor en comparación a la producción, dicho crecimiento tiene que ver con la incorporación de la fuerza de trabajo femenil, así como el resultado de un crecimiento demográfico anterior al periodo, que si bien para esas alturas se había contenido el crecimiento poblacional, la generación que se encuentra en edad de trabajar a principios del siglo XXI nació todavía durante el periodo de fuerte crecimiento poblacional, como se puede observar la gráfica 3.

Para el caso de 1950 se tiene una pirámide poblacional, que se caracteriza por tener una mayor población infantil, con su respectiva disminución en los sectores juveniles y adultos. En el caso de 1970 se observa todavía una concentración mayor de población infantil, reduciéndose los sectores juveniles y ensanchándose los de mayor edad. Sin embargo, para el caso de 1998, se observa cómo las intervenciones de reducción poblacional, mediante programas y anuncios que promueven que las familias con menos hijos viven mejor. En este contexto, se observa una reducción de la población infantil, y un fuerte crecimiento de la población juvenil, así como también el ensanchamiento de la población de mayor edad.

Es decir, mientras que en los años de 1950 y 1970, se observa un ensanchamiento de la población infantil, que va a propiciar el comportamiento población de 1998, con una mayor proporción de población joven y adulta, lo que explica el desigual crecimiento de la población y del crecimiento económico. “Esto significa que de 1991 a 1998 se registró una tasa de crecimiento de 3.4% en la fuerza laboral, una tasa elevada dentro del contexto internacional, muy superior a la de cualquiera de los demás países de la OCDE (OIT, 2000, 6).

Asimismo, se encuentra un crecimiento del empleo formal de manera desigual a nivel regional. Mientras que en el Norte del país existe un crecimiento del trabajo formal, para el caso del centro y principalmente del Sur del país, el crecimiento es menor. Como se puede observar en el siguiente Cuadro 4. Si consideramos el aumento de la población en edad de trabajar, la incorporación cada vez más frecuente de la fuerza femenil, el desigual crecimiento regional del empleo formal y el moderado aumento del sector productivo, tenemos que el desafío que enfrenta la economía mexicana, es por un lado lograr un mayor nivel económico con generación de empleos formales suficientes, que permitan por un lado contener la multiplicación desmedida del trabajo informal y precario, y por otro, lograr el crecimiento económico esperado y convertirse en una economía competitiva a escala internacional.


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