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EL IMPACTO DE LA CARRERA DE ECONOMÍA DE LA BUAP EN EL MERCADO LABORAL: LA VISIÓN DE LOS EGRESADOS DE LA GENERACIÓN 1995-2000

Miguel Ángel Aguilar Aguilar


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1.1.2 La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

Ante la crisis de la década de los años ochenta, se incrementó el trabajo precario e informal, esto debido en parte al aumento de la oferta de trabajo, como consecuencia de la incorporación de la fuerza de trabajo femenil y juvenil. En la década de los años noventa se consolida el proceso de globalización y así “las reformas económicas e institucionales y las políticas destinadas a estabilizar y elevar los niveles de actividad en la región permitieron durante los años noventa la recuperación de las economías” (CEPAL, 2007, 114).

En la década de los años noventa el crecimiento económico de los países de la región implicó una reducción del desempleo. Sin embargo, los puestos de trabajo generados se caracterizaron por su precariedad y falta de protección social, los cuales se pueden enmarcar en el trabajo informal. “En este sentido cabe destacar el incremento de la participación del sector informal, que contribuyó con dos de cada tres nuevos empleos generados en la década; a ello se sumó la tendencia a la precarización del empleo, en tanto alrededor del 55% de las nuevas plazas para asalariados correspondieron a trabajos carentes de protección social” (CEPAL, 2007, 115). Puede ser explicado por los cambios surgidos a partir de los procesos de globalización, misma que se refieren a la liberalización de los mercados nacionales, una competencia a escala mundial y el incremento del sector terciario, entre otros. Esto significó un aumento en la competitividad de las empresas, misma que se asocia a una mayor productividad mediante una reducción en la utilización de la fuerza de trabajo e intensidad en capital. “La globalización jerarquiza la búsqueda de competitividad internacional y favorece la adopción de estrategias defensivas para competir en mercados con demandas fluctuantes. Para ello se busca reducir los costos, particularmente laborales y flexibilizar el proceso de trabajo” (Tokman, 2006, 20). Ante el nuevo panorama el mercado de trabajo se reduce y por consiguiente crece cada día más el desempleo, lo cual no sólo afecta a los que pierden sus empleos y necesitan reubicarse en otro, sino también a los que tienen un empleo, pero que están propensos a ser desempleados.

Dentro de este panorama Tokman (2006) considera cuatro procesos a destacar: la privatización, la terciarización, la informalización y la precarización.

 El primer proceso se refiere a la privatización, es decir, el traslado del empleo público al privado. Considerando que el empleo en el sector público, si bien es considerado con bajas remuneraciones, es compensado por su inamovilidad contractual y de protección social, además de ser uno de los sectores caracterizado por la gran cantidad de empleo que ocupa. El proceso de privatización forma parte de las nuevas reformas económicas, teniendo como objetivo disminuir el déficit fiscal. Lo que implicó en primera instancia una disminución de los salarios y posteriormente, una reducción del empleo.

 El segundo proceso es la terciarización, conforme se lleva al cabo el proceso de globalización y por lo tanto se liberalizan los mercados comerciales entre los países, se evidencia un mayor crecimiento de los servicios modernos asociados a los servicios financieros y de comunicación, en donde predominan los servicios de menor productividad, los cuales constituyen el subempleo. “El traslado de la industria a los terciarios en este contexto significa pérdidas de estabilidad, protección y por lo general, de remuneraciones”.

 El tercer proceso es la informalización que consiste en el traslado de empleos del trabajo formal hacia el informal, bajo la forma de ocupaciones de cuenta propia, en micro-negocios y en el servicio doméstico. Dicho sector laboral es considerado de alto riesgo, en el sentido que no existe protección social y estabilidad laboral. Sin embargo el trabajo informal suele ser la consecuencia ante la falta de empleos necesarios, así como “la expansión del sector informal también resulta de la creciente subcontratación que aprovecha esta forma de producción para abaratar costos de mano de obra o de insumos y eludir las obligaciones laborales e impositivas asociadas a la formalidad”.

 El cuarto proceso es la precarización del trabajo, resultado de las reformas laborales, ante el nuevo panorama de competitividad de las empresas que buscan reducir costos mediante la reducción de los salarios de los trabajadores y los contratos de tiempo parcial, evitando de esta manera los derechos de antigüedad y presión alguna de los trabajadores, denominado en su conjunto como la flexibilización del trabajo.

“Los cuatro procesos analizados se interrelacionan, siendo difícil separar sus efectos. Los cambios en la estructura ocupacional son hacia sectores, puestos y contratos, más inestables y menos protegidos. Más aún, el sector informal atraviesa sectores y categorías ocupacionales. La desprotección y precarización resultante no se localiza exclusivamente en el mismo, sino que se encuentra también en empresas de mayor tamaño y más organizadas” (Tokma, 2006, 25).

“De esta manera, si bien la evolución del empleo asalariado muestra una leve recuperación en comparación con los años ochenta, solo creció un 2,2% durante los años noventa –un 2,2% en el sector privado y un 0,7% en el sector público– lo que contrasta con los mayores incrementos del empleo por cuenta propia a una tasa promedio anual del 2,8% y con el empleo en el servicio doméstico que creció un 3,9% por año...Se constata que la recuperación económica de la región –con tasas de crecimiento de entre un 3% y un 4%– no condujo a una reducción considerable del desempleo, que se mantuvo en cifras bastante elevadas (casi un 9% hacia 1999)” (CEPAL, 2007, 115).

En este sentido la CEPAL (2007), plantea tres factores principales que impidieron la disminución del desempleo.

 El primer factor es la asimetría del empleo en el ciclo económico, es decir que durante los períodos recesivos el empleo se contrae a un ritmo más rápido que el PIB, mientras que en los momentos de expansión la relación se invierte, de modo tal que la actividad económica alcanza los niveles previos a la crisis con mayor rapidez que la tasa de desempleo.

 Un segundo factor se relaciona con la reacción diferenciada que tienen las empresas, según su tamaño, en los momentos recesivos y de ajuste en los que las grandes (más de 50 ocupados) tienen una elevada flexibilidad, tanto para despedir durante la contracción como para recontratar durante la expansión.

 Por último, otro factor es el comportamiento de la oferta laboral, pues la acelerada incorporación de las mujeres y jóvenes, particularmente de hogares de bajos ingresos, ha supuesto que se mantenga su dinamismo, a pesar de la disminución de la presión demográfica y de las mayores tasas de permanencia en el sistema educacional.

Actualmente la capacidad en la generación de empleos asalariados es reflejo del dinamismo de las economías nacionales e internacionales ante la interdependencia a escala internacional que existe hoy en día, de su estructura y progreso técnico de las naciones. La baja generación de empleos asalariados estimula las actividades informales y por consiguiente de trabajos fuera de la protección social. De esta forma la proporción de trabajadores asalariados dentro del total de ocupados es un indicador del funcionamiento del mercado de trabajo. “En América Latina durante los años noventa hubo una disminución de esta proporción dentro del total del empleo regional. El porcentaje de asalariados dentro del total de ocupados urbanos bajó del 71% al 67,5% entre 1990 y 2002, a la vez que paulatinamente subía el desempleo” (CEPAL, 2007, 124). Asimismo, encontramos una disminución en la generación y captación de fuerza de trabajo por parte del Estado. Lo que da cuenta de la baja participación del Estado en el mejoramiento del mercado de trabajo de la región, es decir, el Estado era el principal empleador del mercado de trabajo, conforme se lleva al cabo el proceso de privatización y el aumento del sector terciario, el Estado deja de emplear una gran cantidad de personas, y por lo tanto, su actuación contribuye al aumento del desempleo, “en 1990 generaba al menos uno de cada cuatro puestos de trabajo asalariado, mientras que en 2005 generaba menos del 20% de éstos” (CEPAL, 2007, 124).

“En efecto, tanto los cambios en la estructura sectorial del producto y de la productividad en distintas ramas de actividad, como los procesos de centralización y concentración de la producción han incidido en la capacidad de absorción de fuerza de trabajo con distintos grados de calificación en las economías de acuerdo con su grado de apertura al comercio y al tipo de inserción en la economía mundial” (CEPAL, 2007, 113). Si bien, durante cuatro años consecutivos la región ha tenido una tasa de crecimiento del 4% a 4.5%, dicho crecimiento se encuentra muy debajo del conjunto de países desarrollados, lo cual es insuficiente para corregir los desequilibrios de los mercados regionales. Como se puede apreciar en la Gráfica 1; a principios de los años ochenta se puede observar cómo el crecimiento está muy por arriba del desempleo; sin embargo en el periodo de crisis la situación cambia drásticamente, y posteriormente se recupera a finales de la década y mediados de la siguiente (90´s).

A partir de mediados de los noventa, ante la crisis, nuevamente el desempleo se ubica por arriba del crecimiento económico, situación que va a persistir en los siguientes años, sin poder recuperar los niveles alcanzados durante el periodo anterior a la década de los ochenta.


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