BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


LOS ECOSISTEMAS COMO LABORATORIOS. LA BÚSQUEDA DE MODOS DE VIVIR PARA UNA OPERATIVIDAD DE LA SOSTENIBILIDAD

Glenda Dimuro Peter


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5.4. PERSONAS EN ACCIÓN: LAS COMUNIDADES DE PRÁCTICA

“Si se siente implicada, la gente creará un futuro del que se sentirá partícipe.”

Fritjof Capra - Las conexiones ocultas. Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológicas de una nueva visión del mundo.

Fuente: www.photography.nationalgeographic.com – Sebastião Salgado - www.flickr.com

Según Wenger, el concepto de práctica se refiere a un hacer y un contexto histórico y social es lo que la estructura y le da un significado. En este sentido, una práctica es siempre una práctica social y el concepto de práctica destaca el carácter social y negociado tanto de lo que está explícito como de lo que está callado en nuestras vidas. La noción de practicar no se limita al hecho de hacer cosas, pues envuelve un significado más amplio y dinámico, que por su naturaleza social, interfiere en la definición de comunidades sociales de diversos tipos. Una práctica social está inherentemente unida a la existencia de una comunidad social que desarrolla formas propias de “hacer” a lo largo de los tiempos. La manera con que se hacen las cosas podrá ser llevada a cabo a través de diversos recursos, tendrá diferentes formas de ejecución y será asociada a significados y estatutos distintos conforme los tipos de prácticas sociales en las cuales estén insertados.

El concepto de comunidad de práctica empezó a ganar visibilidad según los ideales de Wenger, que evidencian, discuten y reflexionan sobre el carácter social y situado de la cognición, y sus relaciones entre sus contextos de acción donde era investigada. Define una comunidad de práctica como una comunidad que reúne personas unidas informalmente por intereses comunes en el aprendizaje y principalmente en la aplicación práctica de lo que fue aprendido. Para que ella exista de hecho es necesaria la participación mutua de sus miembros vinculados a un propósito común y a un repertorio compartido de hábitos, normas, tácticas de conducta y conocimientos adquiridos con el paso del tiempo que garanticen la vitalidad de la organización.

Según McDermott (MENGALLI, 2004), las comunidades de práctica también pueden ser definidas como el agrupamiento de personas que comparten y aprenden unos con los otros, tanto por contactos físicos como virtuales, con el objetivo de resolver sus problemas, cambiar experiencias, descubrimientos, modelos patrones o construidos, técnicas o metodologías, todo con la previsión de considerar las mejores prácticas.

Administrar y compartir conocimientos forma parte del concepto de las comunidades de práctica. Así las comunidades pueden ultrapasar los límites tradicionales de coligación o conjunto de trabajo, bien como su espacio físico y geográfico. Comunidades de práctica son aquellas que realmente realizan el proceso de cognición, y son una condición intrínseca para la existencia del conocimiento. Son más que comunidades agregadas que “aprenden” o “conocen” porque “hacen” la gestión de sus conocimientos, llevándolos a la práctica de sus vidas. Dichas comunidades tienden a poseer una identidad propia y cuando evolucionadas, pueden tener un leguaje o informaciones propias que permiten a sus miembros una mejor comunicación y afirmación en la identificación, haciendo referencia a las maneras como los participantes trabajan o se integran de modo voluntario. De esta forma, se evidencia la acción como inseparable de la vida de la comunidad que la desarrolla, haciendo posible unir los participantes a las comunidades y el cognitivo a lo social.

Ni todo lo que llamamos comunidad puede ser definida simplemente por una práctica especifica, tampoco todo aquello que es llamado de práctica presenta una propiedad definidora de una comunidad claramente especificable. Wenger (SANTOS, 2002) traduce esta afirmación haciéndonos pensar en un tipo específico de comunidad comprendida como una unidad cuyos elementos que la constituyen (comunidad y práctica) sean importantes, pero cada uno de ellos contribuyendo para la especificación del otro. Así, tenemos por un lado un intento de focalizar la reflexión en determinados tipos de comunidades y por otro una búsqueda por la clarificación de las relaciones entre la práctica social y la comunidad. Con el concepto de comunidad de práctica, comprendido como un nivel intermediario de análisis, Wenger hace posible mirar a la localidad de práctica sin quedarse limitado a ella. Así que focalizar en las comunidades de práctica no significa aclamar el local, pero sí los procesos de negociación, significado, aprendizaje, desarrollo de prácticas y formación de identidades y configuraciones sociales que ocurren a este nivel, involucrando interactuaciones complejas entre lo local y lo global.

La formación de este tipo de comunidad verifica el conocimiento que puede ser convertido en acción y práctica y esta interacción suele crecer a través del conocimiento táctico entre individuos, principalmente por la observación, imitación y práctica compartida. Las conexiones significativas pueden conducir los componentes a niveles de creatividad más grandes de los que podrían alcanzar solos.

Las relaciones de contribución presentan un carácter espontáneo, no jerarquizado, lo que suele desarrollarse con los colaboradores y gestores es un grado de confianza elevado y una participación responsable. Las decisiones que necesitan una discusión y una opinión de la comunidad deben ser regladas por el censo común y no por individuos o grupos que buscan el poder para favorecer sus propios intereses, y así imponer a los demás sus propios valores personales, religiosos o sociales.

Ambientes de aprendizaje confiables y la oportunidad de actuar en una comunidad con los mismos intereses, ideales, desafíos, problemáticas o motivaciones es el gran valor de este tipo de comunidad, una comunidad de práctica que valoriza la participación y las iniciativas individuales en la búsqueda de un bien común.

Más importante que definir una comunidad de práctica es comprender algunas de las particularidades del concepto y describir a través de este cómo podemos organizar las actividades locales y comunicarlas con un sistema social más amplio, o cómo al volvernos miembros de las comunidades de práctica terminamos negociando y probando el significado de pertenencia a organizaciones más amplias. Una comunidad de práctica no existe por decreto o cualquier otro poder formalmente instituido, de la misma manera que no se impone organizacionalmente. Según Wenger, una comunidad de práctica es una estructura emergente, ni inherentemente estable ni ocasionalmente mutable. Tampoco es un grupo fácilmente identificable o con fronteras sociales visibles.

Las comunidades de práctica son caracterizadas bajo 3 dimensiones o fuentes de coherencia (WENGER, 1998, P. 43): un empeño mutuo (mutual engagement); un emprendimiento conjunto (joint enterpris); un repertorio compartido (shared repertoire). Las tres dimensiones se interrelacionan y interactúan unas con las otras.

El empeño mutuo de los ciudadanos en una práctica social contribuye para la construcción del sentido común y coherente de una comunidad de práctica. Está relacionado con la diversidad de los envolvimientos, con el hacer en conjunto, con la manera de relacionarse, con la complejidad social. En fin, es lo que verdaderamente da la sustentación a la comunidad. La proximidad física, la existencia de relaciones personales, el sentimiento de pertenencia de una organización no son suficientes para definir una comunidad de práctica. Pero todos estos hechos ayudan a promover las interacciones sociales que son las bases para que una práctica social se desarrolle. Las interacciones son importantes para que los participantes perciban que están involucrados en algo común, un emprendimiento conjunto. El empeño mutuo aprovecha la competencia de cada elemento y principalmente interactúa con las competencias de todos, complementando papeles y desarrollando la diversidad del conjunto. Sin embargo, el empeño mutuo aunque necesario para la constitución de una comunidad de práctica, no ocurre siempre de forma pacífica o armoniosa, pues pueden existir conflictos y tensiones entre un conjunto de personas que coexisten. Las practicas se desarrollan en un mundo social donde los intereses, poderes y estatutos están presentes, “una comunidad de práctica no es un refugio de comunión ni una isla de intimidad aislada de las relaciones políticas y sociales” (WENGER, 1998, p. 77). Una práctica social, siendo una práctica compartida, une de formas complejas y diversas los que se constituyen como participantes de una comunidad de práctica.

El emprendimiento conjunto, o la negociación de un emprendimiento conjunto, nos acercan a la idea de una empresa desarrollada por la iniciativa de los propios participantes pero, por otro lado, que surge de la actuación de varios componentes, reflejando su carácter de producción colectiva y responsabilidad mutua. El proceso se construye a través de un negocio entre los participantes para poseer cierto producto. De la construcción de un producto por un conjunto de personas por su iniciativa propia y no por la imposición o decretos externos surge un sentido de pertenencia y responsabilidad por aquello que está siendo construido. Así se revela la íntima conexión con la dimensión anterior (el empeño mutuo) y una profunda relación con las cuestiones de poder. El emprendimiento es un recurso de coordinación, donde los participantes también desarrollan recursos (físicos y simbólicos) que terminan por tener un papel importante en la coherencia de la comunidad.

El conjunto de recursos compartidos por una comunidad, el repertorio compartido, es la tercera fuente de coherencia de una comunidad. Cuando se involucran conjuntamente en la construcción de un emprendimiento, muchos miembros de la comunidad se ajustan a las diferentes interpretaciones de sus acciones, bien como de las condiciones y constreñimientos que se enfrentan. En este proceso cotidiano y dinámico, los diversos participantes desarrollan significados que, aunque no sean idénticos a ellos, se interrelacionan y terminan por conjugarse y ganar una coherencia relativa a la práctica que les une. Es esta coherencia la que, a través de la negociación de los significados hace posible la comprensión compartida sobre participar de forma competente en esta práctica. Los participantes deben sentir que contribuyen para la construcción del repertorio o, por lo menos, para la constitución de los significados de sus elementos. Pero no es suficiente que se determinen y se sigan ciertos aspectos para darse coherencia a una comunidad, es necesario garantizar la posibilidad de un espacio de participación donde la resistencia o la transformación de lo que existe sean posibles, y que la contribución de los componentes no sea solamente permitida como pertinente. Así, los miembros de una comunidad reconocen sentido en su participación y perciben su empeño ser valorado, involucrándose en la constitución y en la sustentación de un emprendimiento conjunto.

Elegir el foco de la atención en las comunidades de práctica para la participación de sus miembros no puede ser considerada, por si misma, una fuerza emancipatoria, la regulación también está presente y asume una gran importancia. La lógica local de una comunidad de práctica es tanto fuerza como fragilidad. Esta perspectiva no desvaloriza la acción o influencia de otras fuerzas o instituciones sobre las comunidades, pero hay que considerar siempre el modo como estas influencias van a afectarlas. “Podríamos decir que, en oposición al credo patriótico o al nacionalista, la clase de unidad más prometedora es la que logra, día a día, por medio de la confrontación, el debate, la negociación y la concesión entre valores, preferencias y modos de vida y de auto identificación de muchos, diferentes y siempre autodeterminados miembros de la polis”. (BAUMAN, 2002, p.189) El aprendizaje como forma de participación destaca la fundamental necesidad de integración entre la capacidad personal y la experiencia individual de esta capacidad y por otro lado, el reconocimiento de la importancia de estar atento a la tensión existente entre estos dos ámbitos. La definición de una cierta capacidad ocurre en el mundo de las prácticas sociales y no está limitado a lo que está establecido en el interior de las comunidades. Esta definición se procesa en la interacción local y global, pues el reconocimiento de una cierta competencia es, a la vez, la atribución de un valor a otras capacidades.


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