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CONTRATIEMPOS Y AFORISMOS IV. FORMAS DE RESISTENCIA Y GRUPOS SUBALTERNOS BRITÁNICOS

Edgardo Adrián López



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2. William Cobbet

Desde este sub apartado hasta prácticamente, el cuarto, el isleño narra las biografías de algunos de los líderes radicales que pondera más significativos. No creemos que sea de importancia ese peculiar estudio, de manera que lo que sintetizaremos será aquello que se enlace con la hipótesis de la transición del ludismo, Pentridge, Peterloo, los asesinatos de la calle Cato, hacia la “maduración” de la conciencia política de los dirigidos, “maduración” que a su vez, contribuyó a la de la clase oprimida por el valor autócrata.

La clase trabajadora “se vuelve” clase bajo dos aspectos: las utopías colectivistas, como el owenismo, y los reclamos de los cartistas.

Cobbet ayuda con esto, al mantener un nexo particular con sus escuchas en los mítines, y al impulsar a los civiles presentes en las reuniones, a observar las pequeñas injusticias de un orden que era por doquier, clasista y discriminatorio: les explicitaba que los desarrapados no iban a los templos. La exclusión había llegado a marginar por la pobreza, en el terreno mismo de la fe.

Tal cual lo adelantamos , Cobbet introduce un estilo personalista que se reproducirá en los otros referentes contestatarios. Lo malo , es que también subestima lo intelectual y hasta cimenta una actitud anti intelectualista en cierta línea rebelde. Carlile y otros, motivan que los artesanos, hombres de oficio y que determinadas capas de la clase obrera, se vuelquen hacia lo sofisticado e intelectual.

Otra de las limitaciones de Cobbet, es que al obsesionarse por la corrupción, las sinecuras, las pensiones, las componendas en el seno de la Corona, no pudo atacar el régimen de propiedad privada, ni el sistema en su conjunto. Lo que sugería era un revoltijo entre los valores del “inglés libre por nacimiento”, el constitucionalismo , la añoranza por las relaciones patriarcales, la independencia de los productores pequeños, y el espíritu libre de los sastres, zapateros, pañeros, de los tejedores con negocios modestos, de la pequeña burguesía, del buen arrendatario, del terrateniente sin grandes extensiones, de algunos segmentos de la clase obrera y básicamente, la independencia de los agricultores (le resultaba extraña, ajena la colectividad mercantil e industrial).

Otros de los personajes que intervinieron en la transición de unos modos de organización, conciencia y lucha precapitalistas, hacia formas algo más cercanas a lo que estaba colocando sobre el tapete la economía salvaje de mercado, que se ahondaba y enraizaba con ímpetu, eran los rebeldes utilitaristas de “clase media”. Ante ellos y para ellos, Cobbet era casi como de una etapa “antediluviana”.

3. Carlile, Wade y Gast

Entre 1817 y 1832, se constituye lo que podríamos denominar una prensa que se identifica con los intereses de los grupos subalternos y de las clases dominadas, en particular, con los intereses de la clase trabajadora.

Tenemos así, cuatro tendencias: la de Paine y Carlile; la de los utilitaristas no acomodados; la de los sindicalistas que se inspiraban en John Gast; la diversidad de líneas conectadas con el owenismo.

A Paine lo hemos descrito; nos queda algo para enunciar de quien se ubica en esa tradición. Carlile , que era casi un “místico”, adoptó de Paine su intransigencia con el principio hereditario y la afirmación recalcitrante de los derechos de los súbditos. Pero esta postura , escasos efectos concretos podía ocasionar en el intrincado entramado de intereses de los conjuntos privilegiados no capitalistas, las clases opresoras no burguesas y los intereses de los conglomerados acomodados capitalistas y de las clases burguesas.

Uno de los consustanciados con el utilitarismo, fue un oficial clasificador de lana, John Wade . Ese hombre esparció las ideas utilitarias de las “clases medias” en los ambientes que frecuentaban los grupos dirigidos y la clase obrera. Otro individuo que hizo esto fue Place , de quien hemos hablado.

A diferencia de Carlile, Wade sí creía que los subalternos y la clase trabajadora debían organizarse. Tal cual lo señalara en algún escrito Bourdieu, el oficial clasificador había elaborado una “sociodicea” o perspectiva acerca de la estratificación. Entre los parásitos, incluía a las clases opresoras, a los altos funcionarios, al Rey, a la Iglesia, a los nobles. Venía luego, una clase “intermedia” compuesta por los párrocos, los comisarios de impuestos, los empleados y los corruptos. Los productivos eran los profesionales, los jornaleros, los patronos, los labradores. Por último, había algunos “inclasificables”: los pobres y los acreedores del Estado.

Los que gestaban riqueza con su trabajo , eran los que mantenían a todo el resto. Si las cosas funcionaran “como correspondía”, las clases productivas debieran hallarse en mejor estado que en el actual y sus ingresos tendrían que ser suficientes, regulados por la oferta y la demanda. Pero dicha concepción es lo que revela que el utilitarismo económico, subordinaba ideológicamente a los no distinguidos y a la clase obrera, a los privilegiados y a la clase opresora .

Gast , al lado de Henson y Doherty, fue uno de los líderes más importantes de las primeras trade unions de Londres. Henson ejemplifica los reclamos de los ocupados a domicilio; Doherty, las exigencias de los hilanderos de algodón; Gast, la perspectiva de los carpinteros de navío, una rama altamente calificada y de pocos. Quizá por eso, se dedicó más que los otros a los problemas de organización y a intentar superar las fronteras para ampliar el movimiento a gran escala. Acaso por esto , se haya distanciado del utilitarismo y de Place .

No aceptaba que hubiese una “armonía” entre las clases, dado que pensaba que lo que pudiera ser beneficioso para el capital era perjudicial para el trabajo. El mercado no se estabilizaba solo y para favorecer a toda la población, sino que beneficiaba a los que ya se situaban en una posición de privilegio.

Thomas Hodgskin , un oficial de navío retirado y uno de los economistas que enfocó Marx, empalma con esa línea, pero amortiguando las aseveraciones más radicales. Imaginaba que la ganancia del capitalista era el salario que tenía derecho a obtener, por sus funciones de dirección y su papel técnico. No ofreció un sistema alternativo ni se pronunció sobre el asunto de la propiedad privada.


 

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