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CONTRATIEMPOS Y AFORISMOS IV. FORMAS DE RESISTENCIA Y GRUPOS SUBALTERNOS BRITÁNICOS

Edgardo Adrián López



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XVII

“La conciencia de clase” es un capítulo que absorbe múltiples ítems. Comenzaremos con el primero:

1. La cultura radical

Hasta el momento en que nos situamos, dos fueron las grandes experiencias históricas de Britania. La primera fue la Revolución Industrial, que principió a “fraguarse” mucho antes de su “visibilización” concreta. La segunda fueron las innumerables formas de resistencia, organización, lucha de los grupos dirigidos y en especial, de las clases oprimidas. Dentro de esa segunda vertiente, debemos incluir al radicalismo popular derrotado.

La década de 1820 consistió en parte, en una fase de recuperación económica que posibilitó que los “intelectuales orgánicos” de los no acomodados y de las clases explotadas, en particular, de la clase obrera, sintetizaran en disímiles perspectivas, las experiencias pasadas. Volvieron con ímpetu las trade unions, se bregó por la libertad de prensa, se apeló al cooperativismo, etc.

Al final del período, los conglomerados subalternos y la clase sometida al capital, dieron origen a una nueva conciencia en redor a su condición social y de sus intereses. Se erigió una cultura “intelectual” distinta que era a la par, una conciencia política.

En el moldeado de esa conciencia política, incidió el estado de la alfabetización. Si bien es difícil hacer universalizaciones, es sabido que existían plus ou moins, un millón de analfabetos. A esta cifra, hay que sumar los semianalfabetos, que apenas podían deletrear algunas palabras y escribir su nombre. Para simplificar en un ámbito en que los resultados no son muy firmes , es dable anticipar que de tres personas miembros de los no privilegiados, dos podían “leer” y ninguna de las 3, escribir .

Luego , existían los tejedores, zapateros, tenderos, libreros, peones, artesanos, oficinistas, que tenían un conocimiento mayor de la lectura, escritura y el cálculo. No necesariamente, lo habían adquirido en el precario sistema “formal” de enseñanza; miles eran autodidactas genuinos que habían invertido gran paciencia y esfuerzo.

Después, estaban los que no sólo eran diestros en esos conocimientos mínimos, sino en la lectura y estudio de pensadores complejos y radicales (Voltaire, Gibbon, Ricardo). La capacidad mencionada suponía por igual, la habilidad para redactar peticiones, escribir cartas , interiorizarse de los debates parlamentarios, comentar el periódico , seguir los informes de los Libros Azules , y articular una visión propia de su situación y de sus intereses.

No obstante, esa “escala” en el dominio del lenguaje y de la crítica política ilustrada en los impresos, no quiere decir que los analfabetos , semi analfabetos y analfabetos “funcionales” fuesen “analfabetos políticos” . Tampoco implica que la lecto escritura estuviera tan restringida. Existían “instituciones” educativas que iban desde las escuelas de señoras, las sociedades de lectura , los cafés , las escuelas nocturnas de a 1d., las iglesias inconformistas, los hogares , las sociedades de socorro mutuo, las trade unions y las mismas necesidades que planteaban las ocupaciones (en un porcentaje grande, las artesanías, los oficios y los pequeños patronos demandaban una habilidad mínima de lectura y de cálculo).

Acorde a lo anticipado (cf. supra), la pelea por la libertad de prensa regresó y obtuvo victorias esenciales a favor del público constituido por los artesanos, los hombres de oficio y los trabajadores que incrementan capital.

Au fond , la lucha por la libertad de prensa fue una refriega que insumió alrededor de cincuenta años, en que se estancó, retrocedió, continuó y al fin, se mantuvo por su testarudez, virulencia y atrevimiento indomable.

Los reclamos para no ser enjuiciados por “delito de opinión”, se englobaban en una exigencia más amplia por el respeto hacia la Constitución y el “modo inglés de vida”. Si el gobierno había sido capaz de acorralar a los jacobinos, de perseguir a las trade unions, de anular el hábeas corpus, de Pentridge, de “Peterloo”, las Six Acts y de las ejecuciones de la calle Cato, también procuraba cuidarse de asomar abiertamente clasista y represor (!). Con cierta ingenuidad (real o fingida), el británico pincela que hasta determinados sectores de los distinguidos y de las clases amo, se sentían “incómodos” con tantos procesos judiciales contra los que ejercían la libertad de pensar diferente. Para apoyar esta idea, rememora que en las Seis Actas había disposiciones contra los súbditos que contemplaban el destierro por “delitos” más leves que las sátiras y críticas (!), de las que hacían “ostentación” (!) un William Hone o un Carlile .

Sea lo que fuere , lo genuino es que la cultura intelectual y la conciencia política de la clase obrera, comienza a emanciparse de su antigua dependencia de los pensadores radicales en general y de los intelectuales orgánicos de los no acomodados, en especial, de los pensadores que eran artesanos y de hombres de oficio. De ese modo,

“[...] un público lector [...] crecientemente obrero se vio obligado a organizarse a sí mismo” desde sí, para sí mismo (el cambio no nos pertenece) .

Lo que a su vez , llevó a que los lectores radicales se dividieran entre los que integraban los estratos superiores de los no destacados y los planos inferiores de los privilegiados (que son las benditas “clases medias”...), y entre el público típicamente obrero .

Esa diversidad de público contestatario, estimuló que después de 1830 aparecieran decenas de diarios y periódicos en toda Inglaterra, por lo que hacia 1836 la penosa batalla por la libertad de expresión y de ejercicio de la prensa, había sido ganada en los hechos por los radicales. Quedó desbrozado el camino para la prensa cartista . Lo importante empero, es rescatar que la lucha por la libertad de prensa, por el derecho a opinar y por la defensa de la Constitución influyó en el nacimiento de la clase trabajadora en cuanto clase y en el cartismo. Incluso y aunque no podamos enfocarlo ahora, la refriega por los derechos de las mujeres impactó en paralelo, en esta génesis.

En todo caso , lo que no debemos hacer es reducir la lucha por la libertad de prensa, por el derecho a opinar, por la defensa de la Constitución, por las libertades personales, a la interpretación “marxista” de “sentido común” , que estipula que esas preocupaciones fueron un “residuo” del individualismo que fortalecía la nueva economía del capital. Primero, estas exigencias se enlazan con la tradición del “inglés libre por nacimiento”.

Segundo, la ideología obrera que había sido esculpida luego de tantos vaivenes, era una que se tomaba en serio los derechos y libertades aludidas. Y era de esa suerte, a causa de que la libertad de prensa y el derecho a la palabra, favorecía que los pareceres de la misma clase trabajadora se diseminaran sin trabas y por doquier.

Por supuesto, esto no significa que esa ideología obrera no estuviera “contaminada” con determinadas ilusiones que guardaban nexo con la auto percepción que fabricaba el británico medio, acerca del “modo inglés de vida”.

Por añadidura, los trabajadores no llegaron todavía a la conclusión de que las restricciones que sufrían no eran a raíz de carencias en los medios, sino algo vinculado con una sociedad de clases, y de divisiones entre acomodados y grupos no privilegiados.

Otro de los aspectos de la cultura radical , política e intelectual de una clase obrera cada vez más definida y que se podía separar “mejor” del resto de los sectores populares, es que desde 1832 ó 1836 las asociaciones radicales se extendieron por cada pueblo y ciudad, fuesen o no industriales y fuesen o no pequeños municipios .

Un elemento más de esta cultura, fueron los teatros y las caricaturas , las que fueron más populares que la cultura medio libresca e intelectual de los hombres de oficio y de los artesanos contestatarios.

Otro componente fue el metodismo, el cual detentaba una relación ambivalente con el conocimiento: por un lado, reprimía casi todo saber que se apartase de los preceptos religiosos y que, incentivando el espíritu crítico, pudiera conducir al escepticismo, al agnosticismo, al materialismo o al ateísmo. Por el otro , los metodistas estuvieron asociados al avance de no pocas Ciencias Naturales. Y es que el metodismo veía con buenos ojos la ciencia en sí, siempre que no llevase a la filosofía y a la política.

Sin embargo , la influencia decisiva de los metodistas en la clase oprimida por el capital, arribó del costado de la búsqueda seria de la información.

Un factor más que integró la cultura de la clase trabajadora, fue que en su seno se diferenció el universo cultural de los no cualificados y el mundo de los calificados, muchos de los cuales eran herederos de los artesanos y hombres de oficio con excelente paga. Entre los obreros cualificados , hubo quienes trataron de impartir una especie de educación sexual anti conceptiva entre su pares menos favorecidos.

En realidad , lo que predomina en los años veinte, es la cultura de los artesanos y hombres de oficio con buenos ingresos. Lo que hemos bautizado “cultura de los trabajadores” es una sentencia prematura todavía; habrá que esperar hasta más allá de 1840.

La autodidaxia de los artesanos y hombres de oficio con excelente paga, los volvía independientes, críticos, solidarios entre sí, colectivistas, anti autoritarios, dispuestos a ayudar a sus pares analfabetos y propensos a recibir las utopías comunitarias.


 

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