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HISTORIA DE LA MODERNIDAD EN MÉXICO, SIGLOS XIX -XX (ENFOQUE ESTRUCTURAL FUNCIONALISTA)

Jorge Isauro Rionda Ramírez



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MÉXICO INDEPENDIENTE Y CAPITALISMO INCIPIENTE

El presente trabajo pretende ilustrar cómo el pensamiento liberal europeo del siglo XVIII influye no solo los movimientos independentistas y libertarios en América Latina en el siglo XIX, sino que funda todo la movilización social a favor de implementar en capitalismo industrial en la región, especialmente en el caso de México, donde la ética liberal es el marco del pensamiento que inspira el proyecto de nación del siglo XIX e inicios del XX.

La transición entre un régimen de producción artesanal a un régimen de producción moderno no es tarea fácil. Dicha transición enmarca el cambio de éticas en la regulación pública, que van al parejo en una escala mundial con el término del capitalismo industrial ante la prominencia del capitalismo monopólico. El Estado abandona el laissez faire por un mayor protagonismo en regir la empresa, el mercado y la familia. Trata de establecer el carácter, como las características, de la sociedad latinoamericana durante la colonia, especialmente la Nueva España, y las razones que mueven las guerras de independencia en la región, y las circunstancias que condicionan, como crean disrupciones, desde el inicio de sus economías en la búsqueda de implantar un proyecto de nación.

Uno de los móviles que tienen quienes promueven la lucha por la independencia de México, es el temor de la Iglesia Católica ante la imposición a España por Francia de la constitución de Cádiz (1821, de abierto corte liberal), que se patenta en el respaldo que ésta da a los insurgentes por consumar la independencia y su deseo de perpetuar el orden estamental definido desde inicios de la colonia. Por otra parte, la disrupción entre ésta institución con respecto a los liberales quienes tienen su propio proyecto de nación basado en la libertad, la democracia y la promoción del capitalismo, cuya ética es jacobina. Se tata del liberalismo burgués.

Son muchos los problemas que enfrenta la nación mexicana, en su periodo independiente, para poder implementar el esquema liberal capitalista, dado el lastre atávico de instituciones heredadas por la vigencia de tres siglos de colonialismo, mismo que cuesta luchas internas, disrupciones generalizadas, en la procuración de definir cuál debe ser el proyecto de desarrollo nacional.

Para ello se observa la sociedad porfirista que sostiene la paz social bajo convenios con las clases hegemónicas, donde se conceden libertades, derechos, propiedades y riqueza a los grupos hegemónicos de la nación. Mientras que de forma concomitante, la pobreza, la injusticia, la inconformidad y la humillación del pueblo adquieren dimensiones insostenibles. La bonanza de los ricos crece, mientras el despojo, el abuso, la injusticia y la explotación someten al pueblo y le llevan a la ignominia.

Los movimientos sociales en México del siglo XVII al XXI se explican principalmente por el cambio de alicientes en materia de anhelos de crecimiento y desarrollo económico regidos primero por preceptos liberales, y en su fase de industrialización por los correspondientes a la social democracia. El interés principal radica en comprender cómo se inscriben cada movilización en ambas cosmovisiones y se articula con ello la transición de una industrialización económica básica de tipo artesanal, a una de maquinación de corte modernista.

La problemática deriva de la transición de fórmulas de organización privada de la producción de tipo artesanal a organizaciones más rígidas de tipo modernista, con mayores tasas de capitalización, donde los procesos de producción con mayor grado de organización derivan en formas de deshumanización y mayor expoliación de la mano obrera. Los movimientos sociales que desata procuran reformas institucionales que protejan al trabajo y otorguen, ante el incremento continuo de la productividad, mayores prestaciones laborales dirigidas principalmente a la seguridad y previsión social.

El México moderno trae consigo movilizaciones sociales sui géneris, que son el marco por el cual se explica el nacimiento del estado de bienestar en México, donde el Estado adquiere un mayor protagonismo en la economía y la sociedad como benefactor, conciliador, interventor, regulador, socio e inversionista, que acompaña a los nacionales desde su nacimiento hasta su muerte.

Supone que el régimen de producción artesanal heredado desde la colonia, donde la industrialización básica del país se sustenta en pequeñas factorías manufactureras rudimentarias, con mercados locales altamente competitivos, transita a una secundarización liderada por factorías que han logrado organizar su producción, cuyos mercados ahora son bien regionales o incluso nacionales o internacionales, con altas escalas productivas e intensivas en capital, que para el siglo XIX implica la necesidad de organizar la producción para transitar a fines de la centuria al régimen de producción rígida o moderna. En este tránsito, el Estado liberal propio de administraciones públicas que desde el proyecto de Lucas Alamán tipificarán la ética de la regulación desde el inicio de los tiempos independientes a 1930.

Los movimientos sociales que desencadena el tránsito de un régimen de producción artesanal a uno de modernidad conlleva a su vez movilización social que pugna por establecer nuevas instituciones no liberales por social demócratas, propias del periodo posrevolucionario que abarca de la década de los 30 a inicios de los años 80.

El régimen de regulación keynesiano (o social demócrata), otorga una mayor participación al Estado en la economía a nivel de la empresa y del mercado. En el aspecto social ve por el bienestar de la familia, aspecto que viene en conflicto con los intereses de organizaciones empresariales, sindicales, corporativas como incluso con la Iglesia católica.

Desde su inicio, las economías coloniales en Hispanoamérica, respaldan los intereses de la metrópoli en su desarrollo, por tanto lo que prospera en las colonias, es necesariamente aquello que fomenta, protege y respalda el desarrollo de las industriales de España. Por ello, la economía colonial, centralista, de tipo primario extractivo exportador (de bimetálico), se desenvuelve trunca, parcial y desarticuladamente en razón de no atentar contra los intereses de la metrópoli hispana.

Los anhelos independentistas a nivel popular en Hispanoamérica, y en especial en Nueva España, son efecto de las reformas borbónicas que extreman las regulaciones, especialmente tributarias en prejuicio de los criollos. Pero sobre todo, implementan nuevas instituciones de corte liberal, que atentan contra el orden estamental virreinal, y los intereses de la Iglesia católica.

La Iglesia católica es finalmente quien da el golpe que termina con la sujeción de la Nueva España con su metrópoli, puesto que en 1821 en España, bajo la sujeción francesa impuesta por Napoleón III, se impone la constitución de Cádiz, de abierto sesgo ideológico liberal y jacobino. Por ello, el clero promueve mediante Agustín de Iturbide la independencia de la nación mexicana, y la procuración de un Imperio que restaure el orden estamental, donde se ratifiquen los títulos de nobleza a sus leales, como se les nieguen, como castigo, a quienes atenten contra sus intereses.

La herencia colonial de México, condiciona su ulterior desarrollo como nación independiente. De tal manera que en la búsqueda de implementar un proyecto de nación, se enfrentan intereses entre los grupos que durante el virreinato son dominantes, y aquellos que son sujetos a expoliación. Unos de corte conservador, renuentes al cambio liberal, y otros en pro de implementar el capitalismo a la usanza inglesa o estadounidense. Donde la democracia implica en derecho, un trato de igualdad, sin distingo alguno.

Las razones de la independencia de México obedecen en gran medida a los intereses que tiene la Iglesia Católica que ve como un peligro la institucionalización del liberalismo en España mediante la Constitución de Cádiz. Las reformas y reestructuración económica que imponen los Borbones en la Nueva España, son abiertamente liberales, abren a la nación en lo económico, y en lo social, a nuevas relaciones internacionales con naciones protestantes (Inglaterra y Estados Unidos de América, principalmente). Por lo que teme la influencia y penetración no solo del pensamiento liberal jacobino, sino del propio protestantismo.

Roma se protege y es recelosa de sus propiedades y privilegios coloniales. Ante este nuevo peligro, promueve la independencia del país para garantizar que las posibles reformas liberales no acaben por dañar sus intereses en la Nueva España.

La guerra de independencia adquiere su fuerza con base la Iglesia católica, pero también por la infiltración de intereses extranjeros, puesto que el liberalismo, infundido por Inglaterra y Estados Unidos en las colonias españolas en América, pretende acabar con el control monopólico unilateralista que España mantiene. Así como abrir dichas regiones a su comercio, y que finalmente terminen por ser parte de un área económica bajo su control.

En la fase independiente, estos intereses que se conjugan para culminar con la independencia de la nación mexicana, terminan por enfrentarse como bandos enemigos cuyos proyectos de nación son antagónicos e inconciliables.

La actual conformación institucional de la nación mexicana trata de conciliar lo inconciliable, de que convivan los intereses por un orden estamental basado en privilegios, con los de un orden liberal y democrático. De ahí devienen los actuales problemas del país pues este presenta una inconsistencia institucional y con ello, el proyecto de nación continuamente se ve truncado por la lucha de ambas raíces por preservarse en el desarrollo de una nación que arriba al capitalismo con un lastre de conservadurismos insalvables pero persistentes.

La herencia que México arrastra de instituciones estamentales, es un lastre que distrae la consolidación de un esquema de corte capitalista. Los intereses de los grupos que ven peligrar sus intereses y propiedades ante la instauración de un orden institucional de corte liberal, se patentan en constantes disrupciones entre los grupos hegemónicos. La nación sangra con guerras fratricidas y se desgasta su economía ante una esquizofrenia tanto institucional, como de regímenes de gobierno, donde las sucesiones entre liberales y conservadores, dan administraciones públicas pobres, corruptas e ilegítimas.

La intervención estadounidense en la nación obliga a que finalmente, en 1857, se cuente con una constitución política donde sus principales artículos son de corte liberal. Texto cuya redacción integral presenta graves inconsistencias y requiere reformas que reafirmen las instituciones liberales de la nación. Mismas que son iniciadas posteriormente por Benito Juárez.

El liberalismo adquiere su solidez económica en el tiempo de Porfirio Díaz, quien logra la conformidad de la Iglesia católica, inmolándose como su fiel sirviente, dejándole la instrucción privada como su privilegio, cuya colegiatura es fuente de ingresos muy ricos, como la ventaja de educar las nuevas generaciones e ideologías de los mexicanos, como otorgando a la alta burguesía nacional canonjías civiles sobre una constitución que existe de jure, mas no de facto. El fascismo toma matizaciones civiles despóticas.

El periodo de Porfirio Díaz sienta una paz social bajo un pacto entre las fracciones hegemónicas del país. A la Iglesia le concede la instrucción del pueblo, especialmente de las clases pudientes de la nación, como el respeto de sus propiedades, entre otros intereses. El estado es laico en cuanto no toma ingerencia alguna respecto al ámbito del clero. A los ricos da privilegios civiles elitistas y clasistas, donde las canonjías de esta clase consisten en un trato preferencial e incondicional, concesiones fiscales y concesiones económicas como políticas. A los liberales ofrece instituciones liberales, libre comercio y apertura económica, como un régimen regulatorio empresarial favorable y de fomento.

No obstante, Díaz deja de lado el tema de la propiedad comunal que desde tiempos de la reforma con Sebastián Lerdo de Tejada y Benito Juárez quedan en manos de terratenientes latifundistas. El efecto de este despojo es el aumento de la pobreza, y de la injusticia social.

Mientras Porfirio Díaz realiza obras de infraestructura en toda la nación, mucha de ella va a favor de los privilegios de las clases hegemónicas y no de las clases populares. Bellos teatros, plazas, jardines, mercados, escuelas, estaciones, presas, entre otros inmuebles, se levantan ante el anhelo de los burgueses de embellecer a la nación con palacios románticos de corte art novo. Mientras tanto, la pobreza se recrudece y la injusticia social adquiere dimensiones inadmisibles. El resentimiento el mucho, los humillados también, y la pompa y vanidad de los ricos grotesca y majadera ante las clases populares que se sumen en la peor de las miserias. Está encubándose en el seno de la sociedad porfiriana la inconformidad del pueblo. Se escuchan voces sediciosas y el clamor popular ahora vela por el rescate de la nación de una plutocracia que consume la riqueza de la nación.


 

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