BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


CIUDADANÍA ARMADA

Arleison Arcos Rivas



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6.3 Las crisis que el miedo produce

Si bien las crisis271 que el miedo produce no implican necesariamente rupturas en el sistema político, si encarnan el deterioro de lo político como expresión del nosotros sistémico. En un contexto violento, el carácter multicausal de la conflictividad urbana y las violencias subsecuentes acarrean a la ciudadanía padecimientos y daños calamitosos contra los cuales no es predecible -y probablemente no sea posible-esperar salidas institucionales eficaces, dada la inexistencia o debilidad de canales institucionales para el procesamiento de los conflictos por vías pacíficas.

La ciudad misma se vuelve un espacio vacío de significación que incomunica a sus habitantes. Los discursos entran en crisis pues las violencias también los altera; entonces “el lenguaje no sirve para expresar las sensaciones de miedo. (…) El miedo es tan inexpresable como el dolor”272 .

La experiencia de ciudades como Medellín nos enseña que, en buena medida la complejidad conflictiva de la vida urbana requiere de una institucionalidad fuerte, tanto como de procesos de articulación social sólidos, capaces de extender para todos el escenario de la reciprocidad convivente y solidaria. Si esto no ocurre, las formas de convivencia tienden a colapsar, como queda visto en ciudades como la nuestra, cuyas violencias se magnifican y diversifican en cuanto se pasa de la aldea a la metrópolis cosmopueblerina273 sin solucionar problemas sociales nodales, asociados a la subsistencia, la ocupación y asentamiento invasor de territorios concentrados, la circulación del poder, las lógicas de la posesión, producción y distribución de riqueza.

Crisis de este tipo socavan el sustento mítico de las sociedades políticas, desimaginando a la comunidad política y rompiendo los sellos de los pactos societales, en la medida en que se transmuta el relato compartido, que ya no se perpetua con la recurrencia a mitos fundadores sino desde la pervivencia de hitos desgarradores, desde los cuales leer la política como el espacio que se sucede en el vivir juntos, en un nosotros compartido, resulta poco probable, en medio de la maraña de violencias y de miedos desarticuladores que resecan hasta romper los hilos del tejido social274 .

El presagio de Arendt en torno al potencial de violencia275 se convierte en el sustrato existencial de la sociedad. La violencia como nudo fundamental que ata a la sociedad urbana se visibiliza así y con ella un miedo semejante al de la nosociedad preestatal descrito por Hobbes276 se instala en las representaciones colectivas demandando nuevos referentes de solidaridad y de filiación política inclusive, eficaces para contener el imperio del miedo que se advierte sobre la piel herida de la ciudad en la que se constata y se manifiesta “una extrema debilidad del sentido de pertenencia a un proyecto social trascendente y público”277 .

De hecho la ciudad misma es percibida como un escenario hostil en el que se escenifica el enfrentamiento entre dos mundos:

La ciudad por la noche es una pantalla tenaz, una cadena de imágenes que pasan a la lata. Mire los edificios del centro, píllelos bien. Son monstruos de cabeza puntuda. Se ven sus brazos enormes que se extienden y buscan locamente.

Quieren atraparnos. Pero estamos tan altos y tan lejanos como una nube. Estamos en estas alturas donde todo se mueve bajo nuestra mirada, somos inalcanzables278 .

Desde una parte elevada de la ciudad se percibe el mundo de la luz, el de las formas perfectas de los rascacielos y las amplias zonas verdes, ricas en luces, espacios y árboles. Desde el otro lado de la ciudad solo se ven montañas plagadas de pequeñas luces, con calles casi inexistentes que se extienden como rieles y escalones de una escalera al cielo.

Entre esas dos ciudades se suceden tantas violencias como una estructura social disoluta lo tolera. A su interior sin embargo la categoría de ciudad parece desaparecer para dar paso a los barrios, las cuadras y las calles, que en la ciudad de las lucecitas se convierten en la memoria de lo que a pesar de las violencias y con violencia muchas veces la gente construyó.


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