BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


CIUDADANÍA ARMADA

Arleison Arcos Rivas



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6. CIUDADANÍA ARMADA: ¿CIUDADANÍA DEL MIEDO?

Paradójicamente la guerra nos revela que nos habíamos olvidado de nosotros mismos. Tal vez la guerra es fruto de ese olvido. Tal vez cuando la peste del olvido nos va borrando la conciencia de lo que somos, la certeza de nuestros orígenes comunes, surge la guerra.

William Ospina253

6.1 Tránsitos entre lo social y lo político

El escenario político colombiano presenta aristas inusitadas y complicadas, difíciles de capturar desde las dinámicas históricas y civilizatorias en las que se resolvió la ciudadanía europea o norteamericana, desde la consolidación de un orden ciudadano de contenido republicano y liberal en el que paulatinamente una ciudadanía de los derechos se instituye como sustento.

Aquí, aparte de las formas de la ciudadanía republicana o liberal, se suceden formas de la ciudadanía con tal protagonismo social y político que se significan en el interés público de las comunidades urbanas por ejercer directamente su capacidad de participar y tomar decisiones respecto al problema de la violencia, la seguridad ciudadana y la convivencia, creando espacios e instrumentos de resolución de conflictos seguramente cuestionables, vistos desde las fronteras de la ciudadanía tradicional.

Lo que afirmo aquí, precisamente, es que las formas de la ciudadanía presentes en ciudades como las nuestras no se corresponden con las formas tradicionales en las que se expresan otras ciudadanías. Expresiones como las de la ciudadanía armada, transitan entre lo político y lo social254 de manera indistinta, con lo cual se abre el abanico de las opciones y los actores que en determinado momento producen hechos valorables políticamente.

Puestos en el debate en torno a la ciudadanía armada cabría preguntar si ¿La medida de lo político en estas ciudadanías lo constituye el nivel de armamento alcanzado? ¿Lo social sería el problema de delincuencia o la aparición de actores armados parapoliciales? ¿Lo político estribaría en el apoyo legitimante de la comunidad o la consideración de lo ilícito en el accionar del ciudadano armado? ¿La medida real de lo político estribaría en la debilidad del Estado o la respuesta armada de los ciudadanos?

La emergencia de un actor político no depende de su reconocimiento por parte de las autoridades del Estado; al contrario, la irrupción de hechos y actores referidos a lo político tiene una naturaleza propia e independiente, no necesariamente institucional o por lo menos no ligada necesariamente a su reconocimiento estatal. Así por ejemplo, cuando los politólogos hablan de un actor armado que ha alcanzado el reconocimiento político se refieren específicamente a que el gobierno de un Estado le ha extendido credenciales de contradictor y con ello asciende a la categoría política la causa del opositor. En tal sentido el reconocimiento político pareciera ser una movida desde uno de los lados de la mesa -el del Estado-, con lo cual la idea del juego político plural, consensuado, legitimado, no solamente sujeto al reconocimiento estatal, resulta menguada.

En igual sentido cuando se insiste en que una movilización ciudadana, por ejemplo la denominada Minga Indígena, tiene un carácter social, se pretende negar con ello su incidencia política, no advirtiendo suficientemente sus motivaciones o fines.

Si la política es el reino de los fines255, es en función de su finalidad política libertaria y en la capacidad de acción no institucional-confrontacional inclusive-, de los actores y movimientos sociales como sus hechos pueden evaluarse y reconocerse como políticos. Negarlo sería insistir en que la política se expresa exclusivamente en campos y escenarios mediados y definidos institucionalmente, lo cual no es cierto.

Resolver la duda en torno a los elementos determinantes de lo político pasa por aceptar que éste tiene una naturaleza propia, independiente o no de su reconocimiento estatal. Así sucede por ejemplo con la ciudadanía, la cual si bien se refiere al Estado como un opuesto identificatorio no se circunscribe a sí misma en las dinámicas exclusivas de la esfera estatal.

Es este hecho precisamente el que favorece la consideración de ciudadanías no institucionalizadas que se expresan, como en el caso de la ciudadanía armada, en el contexto de lo político y en el escenario de la articulación societal. Puede admitirse, sin embargo, que el surgimiento y carácter histórico de la misma esté vinculado a los problemas en la construcción de ciudadanía en nuestras ciudades y se ancla en los orígenes mismos del relato nacional del siglo XIX; sin embargo, esto no niega ni su ciudadanía ni sus motivaciones o fines.

Hoy parece claro que ciertas ciudadanías se expresan y se sitúan desde su adscripción social256 y desde allí definen sus pretensiones y finalidades de operación política, toda vez que el escenario político se define en función de la acción solidaria de los individuos obrando en colectivo, en procura de insertarse en el entorno de beneficios y garantías para la realización de la vida y para la satisfacción óptima de las demandas que el conjunto social ha de resolver. Para ello se asignan al Estado funciones y responsabilidades que van más allá del ofrecimiento de seguridad, y se define a la ciudadanía como referida a la satisfacción de demandas públicas convertidas en derechos257 .

Puestos además en un escenario violento, con un conflicto dilatado258, con mínimas condiciones institucionales para la satisfacción de demandas ciudadanas, habría que preguntarse por las circunstancias en las cuales se sucede la ciudadanía y cuales son sus características.


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