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LA ERA DIGITAL

Jorge Nieto Malpica y otros



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CONFERENCIA 2. Producir saber y comunicarlo en la era digital

Delia Crovi Druetta

Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen:

La presente ponencia tiene como propósito reflexionar acerca de los desafíos que enfrentan las instituciones de educación superior en la llamada era digital o sociedad de la información y el conocimiento. Ante la emergencia de un nuevo tipo de proveedores de educación universitaria, la autora destaca la vigencia de aquellas universidades que responden a un modelo cultural y civilizatorio. A partir de este deslinde, analiza los cambios que experimentan esas instituciones frente a un sistema de conectividad compleja al que, por otra parte, considera sustento tecnológico de la globalización y uno de los ejes fundamentales del modelo de desarrollo vigente.

La ponencia propone algunas líneas de trabajo y análisis en torno a la relación universidad-era digital, mediante las cuales es posible armonizar las virtudes de las nuevas tecnologías, con un modelo educativo al servicio de las necesidades sociales. Alienta asimismo, la posibilidad de realizar lecturas diferentes de este fenómeno, a fin de abrir otras vías de análisis.

“… pensar es olvidar las diferencias,

es generalizar, abstraer y abstraerse

en un mundo abarrotado de detalles”.

Jorge Luis Borges

Celebro que sea una universidad pública, la Universidad Autónoma de Tamaulipas, quien nos convoque el día de hoy para abordar un tema de importancia fundamental: la era digital. Esta expresión, como sabemos, remite a significados diversos. Una multiplicidad de factores se conjugan para hacer de la era digital una promesa de progreso y también, para señalar que a partir de este tipo de sociedad, se puede ir construyendo un mundo más democrático e igualitario. Por ello, el tema que nos convoca es crucial para la sociedad en su conjunto y particularmente para la educación superior.

Es por ello que centraré estas reflexiones, que he titulado “Producir saber y comunicarlo en la era digital”, en la fuerte relación que se da entre las instituciones de educación superior y la emergencia de una sociedad que tiende a digitalizarse en la mayor parte de sus actividades, si bien aún estamos lejos de que esta digitalización abarque a la sociedad en su conjunto,. Me interesa de manera especial abordar la producción del saber y su comunicación, porque hoy en día no sólo existen innumerables tecnologías que propician cambios en la docencia, la investigación y la divulgación, misiones fundamentales de las universidades con vocación civilizatoria, sino porque el conocimiento se coloca en el centro de los intercambios que se realizan en el tipo de sociedad en que vivimos.

Así, en esta ponencia me propongo dibujar algunas líneas de trabajo en torno a la relación universidad-era digital. Presentaré primero los antecedentes del proceso que en el contexto de este congreso denominamos era digital, así como sus principales actores y operadores. Me referiré a los cambios que han experimentado las instituciones de educación superior a partir de este nuevo modelo de sociedad, deteniéndome de manera específica en la producción y difusión del saber universitario. Al final, propondré algunas líneas para la reflexión y el análisis.

La intención general del trabajo es buscar caminos que permitan armonizar las virtudes de las nuevas tecnologías, con un modelo educativo al servicio de las necesidades sociales. La era digital permite, sin duda, realizar lecturas diferentes de este fenómeno, por lo tanto, este trabajo presenta sólo algunas de las vías de análisis que es posible explorar.

Antecedentes

Para América Latina la década de los 80 fue particularmente importante porque en ese periodo dan inicio las políticas neoliberales y con ellas las reformas del Estado. En este panorama destacan dos instituciones: el Fondo Monetario Internacional, FMI, y el Banco Mundial, BM, que fueron alcanzando un papel protagónico frente a la crisis latinoamericana desatada en esa década por el pago de la deuda externa. Como sabemos, ante la amenaza que esa crisis representaba para los Estados Unidos y su sistema financiero, aparecen los programas de ajuste según los cuales es la población quien asume el mayor costo. En este contexto va surgiendo un nuevo tipo de sociedad y también, un Estado de nuevo cuño: se pasa de un Estado de bienestar preocupado por la protección del empleo, la industria nacional y el mercado interno, a un “Estado mínimo”, que va cediendo al mercado sus responsabilidades como regulador del orden social.

El FMI había sido creado para corregir en el corto plazo los desequilibrios monetarios, pero no tenía capacidad para resolver problemas a más largo plazo como lo es el mencionado paso de un Estado de bienestar a un Estado mínimo. En este contexto surge el BM como institución encargada de consolidar las reformas estructurales del Estado.

Fue en 1989 cuando el economista John Williamson Williamson elaboró a partir de ese contexto, el documento que luego conoceríamos como “Consenso de Washington”, que representó un cambio de timón para la economía mundial. A partir de entonces las principales instituciones económicas internacionales establecieron, por primera vez, una serie de medidas que los países de América Latina debían aplicar. Estas medidas, supuestamente, estaban encaminadas a garantizar el crecimiento económico y el desarrollo de la región, mediante lineamientos que orientaban la transición de esos países hacia una economía de mercado con inserción mundial. A 17 años de distancia, podemos afirmar que la realidad nos dice algo muy diferente sobre este nuevo tipo de gobernanza mundial, ya que fue el origen de profundas crisis en los países latinoamericanos.

Desde nuestro punto de vista, el liderazgo del FMI y del BM tiene una importancia crucial debido a que estas instituciones son las que se encargan de aportar el contenido simbólico y la explicación de los cambios que se estaban operando. La labor que desempeñaron, además de las orientaciones de carácter económico de por si fundamentales, se ubican en el plano discursivo y simbólico, lo que les permite resemantizar algunos conceptos y llenar de sentido otros que hasta entonces no existían. Sus propias argumentaciones se convierten en el deber ser de los Estados y llegan a ser conceptos condicionantes de las políticas públicas y las acciones gubernamentales.

Rumbo a la era digital

Para que podamos hablar de una era digital, si es que esto es posible, debemos considerar algunos pasos previos que tienen origen en al década de los 70 del siglo pasado. Fue en esos años que se dieron a conocer las nuevas tecnologías, cuyas raíces pueden buscarse por lo menos dos décadas antes en los desarrollo militares que alimentaron la guerra fría. A partir de entonces, las tecnologías vinculadas con la producción, procesamiento, circulación y consumo de la información, comenzaron a destacar dando lugar a lo que hoy conocemos como TIC, Tecnologías de Información y Comunicación. La característica de este grupo de desarrollos tecnológicos, es su rápida actualización y su incidencia en todas las actividades del ser humano.

Fue en la década siguiente, en los 80, cuando tiene lugar un proceso paulatino y ascendente de promoción de las TIC, en el marco de un nuevo modelo político económico centrado en el libre mercado. Esos son los cimientos de la sociedad de la información, cuya construcción se promueve a partir de los 90. Enunciada de diferentes modos (era digital, autopistas de la información, sociedad de la comunicación, sociedad red, sociedad informatizada, sociedad digital, etc.) este tipo de sociedad propone hacer de la información uno de sus insumos fundamentales. Junto al componente informativo, más adelante se agregaría la noción de conocimiento, acuñándose el concepto “sociedad de la información y el conocimiento”, SIC .

En este tipo de organización la información y el conocimiento ocupan un lugar sustantivo y se convierten en fuente de riqueza al ser incorporados a los procesos productivos y educativos (Miège, 1998). La SIC valora la inteligencia en su dimensión colectiva o social y es también una sociedad cuyas oportunidades se presentan de manera desigual tanto entre individuos como entre naciones, lo que da lugar al concepto de brecha digital. Debido a que se caracteriza por un volumen de información creciente, resulta indispensable utilizar herramientas tecnológicas digitales para procesar, almacenar y distribuir esos datos.

Estos breves antecedentes sirven para enfatizar que la expansión tecnológica y del modelo neoliberal, constituyen el sustento de lo que conocemos como globalización, proceso que ha facilitado el control de los mercados mundiales por parte de empresas y corporaciones norteamericanas, europeas y algunas asiáticas. Sirven además para remarcar que no podemos hablar de sociedad global sin previamente reconocer sus raíces neoliberales, sustentadas en una sociedad con economía de mercado y alcance mundial, así como de sus hondas repercusiones culturales.

La globalización se encuentra en el centro de la cultura moderna, en tanto que los usos culturales se hallan en el centro de la globalización. Es una relación recíproca (…) Para plantear este argumento comienzo con una interpretación básica y relativamente aceptada de la globalización como condición del mundo moderno: la llamo conectividad compleja. Con esto me refiera a que la globalización se relaciona con la red de interconexiones e interdependencia, en rápido crecimiento y cada vez más densa, que caracteriza a la vida social moderna. La noción de conectividad se encuentra, de una u otra forma, en la mayor parte de los planteamientos sobre la globalización (Giménez, 2006:331)

Es en ese contexto de conectividad compleja, que también podemos denominar era digital, donde precisamente tienen lugar innumerables transformaciones que impactan a la vida cotidiana. Entre los adultos es fácil identificar los cambios que hemos experimentado en nuestra vida laboral, de entretenimiento, de relaciones sociales, procesos educativos u organización del espacio-tiempo personal. En cambio para los más jóvenes no es fácil imaginar un mundo sin procesos digitales porque nacieron con ellos. Sin embargo, hubo un tiempo no muy lejano sin Internet ni telefonía celular, sin educación virtual ni procesos informatizados de producción de servicios o mercancías, sin palm ni sencillos sistemas para bajar y almacenar un gran número de canciones.

Entre las muchas cosas que cambiaron por este proceso social, multifacético y multifactorial, están las instituciones educativas. Como consecuencia de una cultura digital en expansión, se redimensionaron los mecanismos de producción, almacenamiento y distribución de la información y el conocimiento. Esto condujo a una transformación profunda de las universidades y sobre todo, a un cambio sustancial en el cómo producir y comunicar el saber. Se produjo también, un abismo digital entre universidades con recursos tecnológicos y aquellas que no los tienen. Pero estas transformaciones no modificaron a todas las instituciones educativas por igual. Ni siquiera podemos decir que el resultado sean instituciones iguales o similares. Por el contrario, una de las consecuencias inmediatas fue el resquebrajamiento del sistema de educación superior hegemónico, lo que dio lugar a modelos nuevos con propósitos nuevos.

Los operadores internacionales

La UNESCO ha sido el organismo internacional encargado de operar los cambios que se llevan a cabo en el sector educativo, con especial énfasis en la educación superior . El 9 de octubre de 1998, en el marco de la Conferencia Mundial sobre educación superior “La Educación superior en el siglo XXI: Visión y acción”, convocada por la propia UNESCO y realizada en París, Francia, se dio a conocer la “Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el siglo XXI: Visión y acción y Marco de Acción prioritaria para el cambio y el desarrollo de la educación superior” (ED-98/CONF.202/3, 1998).

Esta Declaración se difundió apenas dos años después de que la propia UNESCO editara “La educación encierra un tesoro”, libro conocido como Informe Delors, por haber sido coordinado por Jacques Delors. La Organización Mundial de Comercio, OCDE, Banco Mundial, BID, entre otros organismos internacionales, reforzaron con diagnósticos, recomendaciones y evaluaciones, las propuestas de UNESCO. De manera simultánea, los gobiernos nacionales fueron creando instituciones encargadas de operacionalizar las propuestas.

Mientras el informe Delors tuvo el propósito de asentar en la agenda internacional el tema de la educación y los cambios que debía experimentar en un futuro inmediato, la Declaración mundial constituye el marco orientador de las acciones gubernamentales. Es un instrumento a aplicar, por lo rápidamente se concretó en programas y acciones.

Así, en su “Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el siglo XXI: Visión y acción y Marco de Acción prioritaria para el cambio y el desarrollo de la educación superior”, UNESCO no sólo plantea las características de la educación del futuro. También establece, entre otros temas, los lineamientos para financiarla, su evaluación e inserción en la nueva economía global y era digital, así como novedosas tendencias para la certificación y estandarización internacional de profesiones y oficios.

Vale la pena recordar, de manera escueta, que UNESCO considera cuatro ejes en la nueva educación superior: pertinencia; calidad; administración y financiación; y cooperación. La pertinencia se refiere establecer contactos con las necesidades de desarrollo de los países y las regiones, así como con el mundo del trabajo, con los demás niveles educativos, con la cultura, a fin de lograr un desarrollo sostenido y armónico que tienda a eliminar los desequilibrios económicos. Para UNESCO la calidad es inseparable de la pertinencia social, y busca mejorar cada uno de los componentes de la institución educativa, a fin de hacerla coherente con su sistema social. Administración y financiamiento, se entiende desde un punto de vista amplio que va más allá de lo contable para abarcar un conjunto de subsistemas, a la vez que implica lograr cooperaciones múltiples, entre diferentes instituciones. Finalmente, el eje referido a la cooperación, se considera básico para la integración de diferentes sectores, organismos, instituciones y recursos que garanticen el logro de una educación de calidad, pertinente, cuya responsabilidad es compartida por diferentes instancias sociales.

Por otra parte, en el sector educativo como en otras áreas de acción social, el nuevo modelo impone una forma de trabajar diferente a la de la sociedad industrial, que concentraba el trabajo en lugares fijos y con jornadas de duración preestablecida. A partir de la flexibilización laboral posfordista, el tiempo productivo ha ido desplazando y entremezclándose con el tiempo libre, de descanso o de ocio. Se suma además la constante movilidad de trabajadores y un sistema jerarquizado, de premios y beneficios, que favorecen ese sometimiento del tiempo de descanso al tiempo de producción de bienes y servicios.

En este contexto, tal como ocurrió en el ámbito de economía globalizada y la sociedad digital, las innovaciones tecnológicas pasaron a ocupar un lugar destacado en las transformaciones de la educación superior. Tan es así que la mediación tecnológica en las relaciones de enseñanza, investigación y divulgación del conocimiento, pasaron a ser uno de los abordajes que más interés ha despertado entre quienes estudian los vínculos comunicación y educación; egresados y campo ocupacional; producción del saber científico y divulgación; cultura digital y apropiación de las TIC.

Así, a través de las innovaciones tecnológicas, la nueva educación participa de la era digital, reconfigurándose en aspectos que van más allá del sólo hecho de emplear tecnologías. A pesar de sus ventajas (dimensión espacio-temporal, hipertextualidad, multimedialidad, etc.) no debemos perder de vista que los nuevos medios constituyen una generación tecnológica más que coloca otra vez sobre la mesa de discusión el espejismo tecnológico que puede desdibujar la verdadera dimensión y calidad del problema educativo para los países menos desarrollados.

Instituciones de educación superior de nuevo cuño

Cabe recordar que a partir de los rasgos que distinguen al modelo neoliberal, se polariza la valoración hacia lo público y lo privado. La tendencia es devaluar lo público en tanto que lo privado se percibe como apto y positivo para operar el cambio propuesto por ese modelo político-económico. Asimismo, mientras el futuro es portador de verdad, el pasado (identificado con el modelo público, gubernamental, estatal) es objeto de críticas por ineficiente e inadecuado.

…el neoliberalismo busca a la esfera pública vigente en el pasado como portadora de la falsedad frente al futuro esfera de lo privado que es visto como el espacio de la verdad. ... lo real es lo que va a ocurrir y no lo que ocurrió (Jiménez Cabrera en Crovi, 1995:67).

Diversas ramas de la actividad social comparten esta valoración, entre ellas el campo de la educación, lo que trae como consecuencia una reconfiguración de los proveedores de la enseñanza. Las instituciones públicas de educación superior se enfrentan a la pérdida de presupuesto y legitimidad. Al mismo tiempo, tal como ocurre en otras esferas de la vida social, se inicia un proceso privatizador del sector que da lugar a instituciones de nuevo cuño, cuyas metas y objetivos se identifican con la apuesta por el mercado.

En el modelo neoliberal la educación superior se presenta así como un importante nicho de mercado, que tiene dos protagonistas: los dueños de esas instituciones, en general ligados a la búsqueda de ganancias mediante el ofrecimiento de un conocimiento instrumental; y los estudiantes, liberados a un mercado de trabajo escaso y competitivo, en el cual se valoran más que nunca las certificaciones, grados y posgrados. Cabe agregar además, que en el nuevo modelo y ante las restricciones experimentadas por la educación pública, crece el número de estudiantes que deben asumir los costos de una educación que le permita seguir activo en el mercado laboral.

Para entender las necesidades de los trabajadores profesionales integrados al mercado de trabajo, han surgido nuevas organizaciones que ofrecen lo que las organizaciones clásicas de educación superior no han podido ofrecer. Ese sector de la oferta es muy diversificado y está constituido por universidades académicas que se han dinamizado para insertarse en el movimiento hacia la sociedad del conocimiento; universidades corporativas creadas por empresas del sistema económico, empresas de educación continua; editores y otros. Ellas conforman lo que podríamos llamar oferta no-tradicional de educación superior. (Silvio, 2000: 154)

Aunque la educación privada, con distintas variantes, siempre ha existido, a partir del modelo neoliberal se expande por ser parte de la liberalización que impone el libre juego de oferta y demanda. Se pasa del modelo de financiamiento de control de Estado a un modelo de supervisión estatal. En el primer caso, de origen francés, el Estado entiende a la educación superior como un elemento fundamental del desarrollo social, por lo que asume sus costos, delinea sus metas, objetivos, sistemas de titulación, permanencia y egreso. En el segundo modelo, de origen británico y estadounidense, cada institución propone y desarrolla sus propios programas y organización, con una participación secundaria del Estado. En este caso el financiamiento proviene del mercado (Silvio, 2000).

Con el cambio de modelo, los contenidos de la educación superior controlados por el Estado que buscaban la reproducción del sistema, se diversifican y dispersan, reproduciendo una nueva visión del mundo: el modelo de libre mercado con el individuo y la familia como ejes del nuevo orden. El proceso privatizador de la enseñanza superior, tiene así el efecto de profundizar el discurso neoliberal a través de los nuevos proveedores, por cuanto se da una coincidencia de intereses entre las argumentaciones del modelo y sus propios intereses. Vale la pena mencionar un indicador que muestra parte de estos cambios: en México en el año 2004, según datos estadísticos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, ANUIES, el 32.7% de los egresados de nivel licenciatura estudiaron en instituciones privadas (www.anuies.mx).

Como consecuencia de los aspectos ya mencionados y la nueva dimensión espacio temporal producto de las innovaciones tecnológicas, se da una creciente tendencia a globalizar la educación superior, expresada en convenios, alianzas, fusiones y acciones conjuntas con instituciones similares de otros países. Al estilo de las grandes corporaciones industriales, del entretenimiento o de los servicios y el comercio, universidades e instituciones de educación superior aprovechan las condiciones técnicas de los nuevos medios para romper con las fronteras tradicionales y eliminar las barreras espaciales, a fin de ofrecer cursos, seminarios, coloquios, simposios internacionales. En general esta oferta se sustenta en la idea de que los productos digitales y globales responden a las exigencias del momento, son de mejor calidad y por supuesto, más modernos.

Consideramos que estas alianzas globalizadas, si bien constituyen un modo eficaz de aprovechar, gracias a la conectividad global o era digital, el conocimiento generado por instituciones y profesionales de otros lugares del mundo, también configuran una forma de desviar la atención de los problemas y desafíos locales. La meta actual de la educación superior globalizada es formar individuos atentos a los problemas mundiales y de algún modo nómadas, ya que están dispuestos emigrar hacia las regiones siguiendo los movimientos de capitales, es decir, hacia donde el trabajo ofrezca mejores condiciones y paga.

A partir de estos antecedentes es posible pensar que el proceso de industrialización de la educación se ha puesto en marcha. La industria del software y hardware aplicada a la educación en la era digital, puede regresarnos a un pasado que creímos haber superado: la masificación y estandarización contenidos. Esto es posible si las ventajas de interactividad y comunicación personalizada que ofrecen las TIC, se subordinan a la búsqueda de ganancias. Adicionalmente, para los países menos desarrollados los procesos de homologación de profesiones a nivel internacional, derivados de acuerdos comerciales y de la globalización de la enseñanza, representan un gran desafío ya que deben lograr que la movilidad de profesionales sea democrática y equitativa.

Sin duda crear una industria de la educación, coherente con las características del modelo neoliberal, conlleva el riesgo de que la enseñanza se transforme en un proceso instrumental que sólo busca satisfacer requerimientos del sector productivo o las necesidades de actualización del cliente-alumno. Este riesgo pone en juego la esencia misma de la educación que es buscar la renovación del conocimiento por medio de la crítica, la controversia, el análisis y la investigación.

Retos de las universidades públicas para el siglo XXI

A pesar de la existencia de los nuevos proveedores de educación superior que hemos mencionado, cabe aclarar que estas reflexiones acerca de la producción del saber en la era digital, se refieren al papel que deben jugar las instituciones de educación superior que de manera general podemos denominar tradicionales, es decir, aquellas que tienen carácter público y que realizan su trabajo bajo un esquema orientado por el Estado, del cual reciben también su presupuesto. Se trata en suma de un tipo de universidad que responde a un modelo cultural y civilizatorio.

Existe una idea de ‘totalidad’ comprendida en el término mismo de ‘universidad’. Esta idea implica un entendimiento integral de la ciencia, la cultura y las artes, es decir de las diversas formas del pensamiento colectivo en sociedades complejas. Significa también que la ciencia y la transmisión del conocimiento tienen su anclaje en las ideas (París Pombo, en Comboni, Juárez y París, 2002:29).

Hecha esta aclaración asumimos, sin embargo, que este tipo de institución atraviesa por un profundo proceso de transformación y crisis, marcado por algunos rasgos que ya hemos mencionado, así como por una privatización que opera en el sentido en que lo manifiesta Guillermo Villaseñor:

No se trata, desde luego, de una privatización burda que pretenda desembocar en la compra de las universidades públicas por el capital privado, como si éstas fueran una inversión rentable; más bien se trata de una privatización sutil que va creando todos los mecanismos posibles para que los tres productos de la universidades públicas (egresados, conocimiento y valores), se canalicen de acuerdo a las necesidades competitivas diferenciadas del capital privado (Villaseñor en Comboni, Juárez, París; 2002:61).

De esta situación, que hemos esbozado a grandes rasgos, se derivan retos fundamentales para las instituciones de educación superior. En el contexto de la era digital queremos destacar tres que no son únicos, pero si muy importantes:

a) Comunicar el cambio que experimentan las universidades en la era digital.

b) Formar un nuevo tipo de profesional, que se desempeña de acuerdo a los parámetros delineados por la era digital.

c) Redimensionar tus tres funciones básicas: docencia, investigación y divulgación, a partir de los parámetros y recursos que aporta la cultura digital.

a) Comunicar los cambios experimentados en la era digital

El primer gran desafío de las universidades es comunicar el cambio que implica vivir en una era digital. Aunque en el ámbito universitario existe una conciencia más o menos clara acerca de las transformaciones por las cuales atraviesan las instituciones de educación superior, estos no son claros en el conjunto de la sociedad. Por ello, uno de los grandes retos de las universidades del siglo XXI es comunicar su propia transformación, recuperando aquellos aspectos que le han permitido sobrellevar una historia de siglos.

Esta comunicación del cambio implica, por un lado, la reivindicación del papel de las universidades en la revitalización del saber universal y por otro, la reconfiguración de la identidad de este tipo de instituciones, reposicionándolas dentro de los parámetros del modelo político económico vigente. Comunicar las transformaciones experimentadas por la educación superior en los últimos años es imprescindible para restaurar su prestigio, pero también para orientar a los futuros estudiantes en la toma adecuada de decisiones.

Comunicar las transformaciones es también un modo de indicar las responsabilidades que tienen los miembros de la comunidad académica. Esta información permite, al mismo tiempo, descubrir los nuevos recursos tecnológicos puestos al servicio de programas presenciales y a distancia, así como las habilidades requeridas para lograr un manejo adecuado de esta intermediación tecnológica tanto por parte de maestros como de alumnos.

Así, repensarse a sí mismas y comunicar los resultados de esta reflexión, es una tarea urgente que deben emprender las instituciones de educación superior del siglo XXI. Esto con el fin de entenderse, revalorarse y permitir que conozcan su nuevo modo de ser y trabajar en la cultura digital.

b) Formar un nuevo tipo de profesional

En materia de formación de un nuevo tipo de profesionales, las universidades tienen ante sí el enorme reto de capacitar a los trabajadores de la era digital. A raíz de la modificación que experimenta la organización sociotécnica del trabajo, los profesionales hoy en día son corresponsables en el funcionamiento de los procesos productivos o servicios. Deben estar formados para trabajar en equipo, para adaptarse a condiciones de cambio y para identificar y resolver problemas. Capacidad de abstracción, razonamiento y habilidad para tomar decisiones en tiempo real, son algunas de las características necesarias en la nueva concepción de los procesos laborales.

En conjunto, estamos ante una nueva cultura laboral que incluye un reducido número de trabajadores altamente calificados , que en general son los que preparan las universidades. Esos trabajadores están sujetos a dos demandas: hacia el interior de su espacio laboral existe una nueva división técnica de las funciones ligada a la formación sistemática y a un proceso de actualización permanente; y hacia el exterior un mercado laboral restrictivo, altamente competitivo, en el que incluso las TIC pueden intervenir negativamente al eliminar puestos de empleo que han sido reemplazados por procesos automatizados.

…gran parte del capital intangible está constituido por inversiones en capacitación, instrucción, actividades de investigación y desarrollo, información y coordinación, es decir, por inversiones consagradas a la producción y a la transmisión del conocimiento (David y Foray, 2002:2 ).

Estas inversiones responden a la diferencia sustantiva que existe entre información y conocimiento. A pesar de que muchas veces se los equipara, hay diferencias: la información es sólo un conjunto de datos que no se actualizan hasta tanto sean empleados por quienes estén en condiciones de interpretarlos, darles forma y comunicarlos socialmente; el conocimiento en cambio nos remite a la capacidad de realizar actividades de orden intelectual o manual. El conocimiento es por tanto fundamentalmente una capacidad cognoscitiva (David y Foray, 2002).

Su reproducción y conservación responde a un modelo educativo que está cambiando, así como a nuevos instrumentos técnicos para almacenarlo y hacerlo circular. Como sabemos, se están modificando las formas tradicionales de transmisión del conocimiento, de maestro a alumno, y hay incluso un cambio en la relación generacional ya que muchos jóvenes conocen más acerca de las TIC que sus maestros y mayores. La pérdida de saber puede ser inminente si las instituciones de educación superior no superan esos desafíos.

c) Producir y comunicar el saber

Con la llamada era digital el modelo de sociedad construida sobre los valores de la Ilustración y el sistema de producción e intercambio económicos emanados de la revolución industrial, está quedando atrás para dar paso a un nuevo tipo de organización social que ha propiciado importantes cambios en lo tecnológico, lo económico, lo político y lo social. A partir de esos cambios vivimos rodeados de microprocesadores que integran desde pequeños desarrollos tecnológicos hasta complejos sistemas de telecomunicaciones, todos los cuales han contribuido a producir cambios significativos en el ámbito educativo y permiten que hoy día hablemos de una cultura digital.

En este contexto se produce una profunda modificación de las prácticas sociales que si bien no impactan de igual modo a toda la sociedad, involucran a sectores crecientes de las naciones, así como actividades muy diversas. En el ámbito de la educación superior no sólo se están empleando tecnologías para cambiar los modelos de enseñanza presencial y a distancia, sino los modos de comunicar el saber que produce y las vías de comunicación entre las comunidades de pares.

Computadoras, redes y otros recursos tecnológicos, están presentes hoy en día en las aulas y los laboratorios universitarios, al mismo tiempo, forman parte de las metas de equipamiento y acceso de las comunidades académicas. Los programas llevados a cabo en diversas naciones para ampliar el acceso de los individuos a la doble dimensión de las TIC, lamentablemente, han sido concebidos desde el determinismo tecnológico. Como resultado de esta prioridad que se da al aspecto técnico, la educación se ha visto prontamente beneficiada por estrategias para introducir el uso masivo de computadoras y redes telemáticas. No obstante, tal beneficio pocas veces trasciende el acceso para llegar a la apropiación de esas innovaciones, aspecto al que se ha puesto menos interés.

A pesar del entusiasmo que estos cambios despiertan en ciertos sectores políticos y administrativos, todavía sabemos poco acerca de cómo se produce la apropiación de innovaciones tecnológicas, o sobre los itinerarios que siguen maestros y alumnos para acceder, usar y apropiarse de esas TIC y sus contenidos. Es poco también lo que conocemos sobre la cultura digital y su repercusión en las prácticas educativas. Así, las universidades tienen el doble desafío de preparar a sus comunidades en el manejo de las innovaciones tecnológicas, a la vez de capacitarlas para jerarquizar, ordenar, analizar y utilizar la información disponible cuyos volúmenes son crecientes.

El gran volumen de datos disponibles hoy día es tan importante que no podría ser consultado, almacenado o difundido sin la existencia de tecnologías digitales. Hanako Takayanagui (2006) estima que existen 18.92 billones de registros en bases de datos de diversos tipos y temas, lo que convierte a la sociedad contemporánea en la mayor productora de información de toda la historia de la humanidad. Se estima que ese volumen de información se multiplica cada diez o quince años. Tal crecimiento da lugar a un fenómeno con dos vertientes: una explosión informativa y una permanente sensación de incertidumbre frente a tal explosión informativa, debido entre otras cosas a la poca capacidad para manejarlos adecuadamente.

En este contexto, debemos tener presente que la nueva economía, fundada en el conocimiento, no debe reducirse sólo a la alta tecnología. El desarrollo de la ciencia y la tecnología son indispensables en este nuevo escenario, porque la sociedad en su conjunto se inclina hacia actividades que requieren grandes conocimientos, para los cuales las universidades resultan sus proveedores naturales e históricos.

Asistimos a una aceleración sin precedentes del ritmo de creación, acumulación y pérdida de valor del conocimiento. Por ello, desarrollar conocimiento científico tecnológico debe ser la tendencia. También cobran especial relevancia las comunidades de conocimiento que trascienden las fronteras institucionales y espaciales, para vincular personas de diversas disciplinas y ámbitos con el único fin de intercambiar y hacer circular el saber.

Nuevos modos de producir, difundir y acceder a los datos y mensajes, modifican a la educación, la investigación, la producción y creación artística. Adicionalmente, la aplicación de las TIC al entretenimiento propicia cambios que van desde la convergencia de capitales para la producción de esos recursos, hasta las múltiples formas de acceder a ellos, así como novedosas maneras de crear contenidos. Los videojuegos, Internet, la telefonía celular, los sistemas para acceder y almacenar música o mensajes audiovisuales, permiten que los individuos encuentren en las TIC nuevos recursos para relacionarse, comunicarse y entretenerse.

La identidad de un individuo es la suma dialéctica de las distintas actividades que realiza y el mundo en el cual se relaciona. Es por ello que el cambiante mundo del entretenimiento y de los vehículos de comunicación que se han desarrollado a partir de la convergencia tecnológica y los procesos digitales, incide en el ámbito educativo. Nuestros estudiantes y también muchos maestros e investigadores, participan de la era digital que se confronta con el de las universidades. Estas nuevas prácticas inciden y modifican paulatinamente en los procesos educativos, de investigación y difusión del conocimiento.

Aunque las universidades tienen ante si el enorme desafío de modificarse a sí mismas y a sus esquemas de trabajo propiciando una cultura digital, deben hacerlo preservando la idea de totalidad. El reto es lograr con los recursos digitales (técnicos e informativos) ese entendimiento integral de la ciencia, la cultura y las artes, o sea de las diversas formas del pensamiento colectivo en sociedades complejas, tal como lo menciona París Pombo.

A finales de los años 30 José Ortega y Gasett se refirió a la pérdida de "un saber esférico, redondo-enkyklos" que creían poseer los enciclopedistas del siglo XVIII. “Tenemos una conciencia más viva de lo fragmentaria que es y que será siempre esa sabiduría, aun contando junta toda la que vive desparramada entre los hombres", dice Ortega (1965:138). Han transcurrido 60 años desde que Ortega manifestara estas preocupaciones. Hoy en día no sólo ratificamos su vigencia, sino que ante las posibilidades de la digitalización y conectividad compleja, el problema de la fragmentación del conocimiento aumentó. Y es en el momento de mayor fragmentación del saber cuando hablamos de globalización, como si dos fuerzas opuestas pugnaran por un mismo botín: el conocimiento. En realidad lo que estamos perdiendo es un saber ordenado enciclopédicamente, para dar lugar a la diversidad y por qué no, al caos que es la matriz del pensamiento complejo al cual alude Edgar Morin.

El saber se ha convertido en algo, por lo pronto, indomable, oceánico. Una vez más el hombre naufraga en su propia riqueza. La cultura o sabiduría no se nos presenta como una clave que nos permite dominar el caos y la confusión de la vida, sino que ella misma, por su crecimiento fabuloso, se ha convertido a su vez en selva donde el hombre se pierde (Ortega 1965, p.139) .

Es en este contexto de riqueza informativa, aunque caótica, donde radica el desafío de las universidades como legitimadoras del saber científico y su misión de comunicarlo. El reto debe ser desarrollado en los diferentes circuitos que genera y moviliza la universidad como institución: las comunidades de pares; la sociedad en general a través de procesos de divulgación del quehacer científico, artístico y humanístico; y el ámbito de la enseñanza, mediante procesos de educación formal, no formal e informal.

Para Raymond Williams la cultura es ordinaria porque describe un modo de vida que no pertenece sólo a unos pocos, privilegiados, sino que involucra a todas las costumbres cotidianas y a todos los individuos. En tal sentido, la cultura provee significados personales. La convergencia tecnológica, los procesos de digitalización y la conectividad compleja, se incorporan en diferentes grados a las costumbres cotidianas de las comunidades universitarias, otorgándole significados personales a quienes se apropian de estos nuevos recursos.

A manera de conclusión

Las reflexiones que presentamos tuvieron como propósito enfatizar algunos de los puntos de encuentro entre la era digital y las instituciones de educación superior. En estas intersecciones destacamos la necesidad de vincular a las universidades con una nueva cultura digital, o dicho de otro modo, que los miembros de sus comunidades sean capaces de apropiarse de la conectividad compleja. Los nuevos medios para procesar, almacenar y distribuir información, son apenas el punto de partida para crear mecanismos novedosos que permitan legitimar el saber circulante, motor de la sociedad del conocimiento.

…cultura se refiere a todas estas prácticas comunes que enriquecen directamente el anecdotario de la vida: las historias por las que interpretamos cronológicamente nuestra existencia, en lo que Heidegger llama la ‘proyección de la situación humana’.

Cuando penetramos en la conectividad compleja desde esa perspectiva, lo que nos interesa es cómo altera la globalización el contexto de construcción de significados: cómo influye en el sentido de identidad de las personas, la experiencia de lugar y el yo respecto al lugar, cuál es su efecto en las interpretaciones, valores, deseos, mitos esperanzas y temores compartidos que han surgido alrededor de la vida localmente situada. Por consiguiente, la dimensión cultural abarca lo que Anthony Giddens llamó externalidad e internalidad de la globalización: conexión entre inmensas transformaciones sistémicas y las transformaciones de nuestros ‘mundos’ más locales e íntimos de la experiencia cotidiana (Giménez, 2005:353).

Si durante el siglo XX las universidades fueron las depositarias del conocimiento socialmente aprobado. A partir de los años 70 y 80 su lugar social se desplaza y cambia. Ahora la externalidad y la internalidad de la globalización imponen nuevos desafíos para las comunidades académicas que, poco a poco, tratan de armonizar los mundos locales con las grandes transformaciones sociales.

Los planteamientos del modelo neoliberal, la globalización y más tarde las premisas de la sociedad de la información y el conocimiento, contribuyen a redistribuir la función de legitimar el saber que antes estaba en manos casi exclusiva de las universidades, pero que actualmente comparten actores diversos. Entre ellos, está el amplio abanico de instituciones que ofrecen educación profesional y realizan investigación, sobre todo aplicada o instrumental, pero que han ido perdiendo su sentido de universalidad.

Al mismo tiempo, la digitalización de la información y la creación de sistemas complejos de redes interconectadas, produjo una suerte de eclosión de emisores que coloca a las universidades que hemos analizado en un doble juego: mientras se opaca su preeminencia en materia de distribución del saber, se redimensiona su misión como institución clave para armonizar los factores que intervienen en la construcción de un nuevo tipo de cultura, digital y global, interconectada e intermediada por recursos técnicos e informativos.

El cambio cultural impulsado por la era digital no debe, sin embargo, trastocar la esencia de totalidad que encierra el concepto universidad. Tampoco debe modificar la idea de síntesis que acompaña a la noción de conocimiento y que reúne las diversas manifestaciones de una sociedad compleja como la que habitamos.

… el pensamiento complejo está animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento (Morín, 2005:23).

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