BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


LAS MICRO Y PEQUEÑAS EMPRESAS MEXICANAS ANTE LA CRISIS DEL PARADIGMA ECONÓMICO DE 2009

Genaro Sánchez Barajas



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3. Teoría del modelo del diamante nacional: competitividad

3.1. Origen y alcance del término competitividad

Como en lo sucesivo se utilizará con frecuencia el término competitividad, es necesario iniciar la exposición señalando que existe la opinión general de que no es fácil precisar su origen y significado porque la existencia de barreras comerciales y de otra índole evidencian la lucha por los mercados y la enorme dificultad que enfrentan los países para conquistarlos, aun cuando sus mercancías y servicios sean aceptados internacionalmente. Sin embargo es conveniente intentar saber donde se origina. Se dice que macroeconómicamente y de acuerdo con el Reporte Mundial de Competitividad (Sánchez Silva, 2003:56 ) la competitividad se origina en tres niveles: a nivel país, a nivel sector y a nivel empresa; de ahí que sea un concepto relativo puesto que no todos los países, sectores o empresas tienen los mismos niveles de competencia en los mercados.

Para el INEGI (1991f) la competitividad emerge de la vinculación y acción recíproca de diferentes factores, por lo que no puede atribuirse ni definirse en función de uno solo de ellos.

Porter (1990a:45) es de la opinión que la ventaja competitiva “ se crea y se mantiene mediante un proceso altamente localizado. Las diferencias a escala nacional en estructuras económicas, valores, culturas, instituciones e historias contribuyen profundamente al éxito competitivo ”. Esta concepción sustenta su teoría de la ventaja competitiva, misma que sus críticos y sus seguidores han mantenido o modificado en la exposición de sus teorías, con las cuales supuestamente superan o actualizan la teoría de Porter.

En este contexto surge la preocupación de Krugman (1988) sobre su posible alcance, ya que los “operadores de la teoría han exagerado el papel de este vocablo como eje rector del crecimiento y desarrollo de la economía de los países, cuyos dirigentes por consiguiente, están “obsesionados” con el gran alcance que le conceden al término, lo cual es peligroso porque su instrumentación podría no responder a las expectativas que se fincan en él como factor determinante del progreso y del desarrollo económico nacional. Para ponerlo en su justa dimensión, parece adecuado citar a Ousméne Mandang (1991:7): “La competitividad no debe ser una ambición per-se, sino un esfuerzo dirigido hacia el mercado”. Por otra parte Porter (1997b) señala que: “ el alcance de la meta económica de producción de un alto nivel de vida de la población, no depende de la competitividad, sino de la productividad”, que es la clave del éxito: la manera como se combinan y explotan los factores de la producción dentro de las empresas para producir más con lo mismo. El problema reside pues en definir qué se entiende por competitividad, para de ahí derivar las políticas y estrategias apropiadas para cada país y sus empresas.


 

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