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ECOURBANISMO

Leonardo Fernández



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Depuración hidrológica

Otro servicio de la cuenca refiere a la “contaminación” de las aguas (depuración hidrológica) que son volcadas sobre los cursos. Se trata de aguas provenientes de drenajes pluviales, de redes cloacales, del vuelco irregular de tanques atmosféricos y del volcado de efluentes industriales. También, puede agregarse el escurrimiento de aguas provenientes del medio rural contaminadas por agroquímicos. En este sentido cabe remarcar la utilización de agroquímicos en el mantenimiento de canchas de golf y de grandes áreas parquizadas en urbanizaciones privadas, que suelen ser vertidos a cursos de agua o son arrastrados a estos por el agua de lluvia. Además, en las tierras bajas suelen localizarse basurales clandestinos, que son en la actualidad una de las más serias causas de contaminación de las aguas. La abundante población de los partidos de la Cuenca sin red cloacal, la falta de controles efectivos en las plantas de tratamiento privadas, y la mala ejecución en la perforaciones de captación de agua, provocan la contaminación por efluentes cloacales, tanto de aguas superficiales como subterráneas.

El deterioro del hábitat que plantea este urbanismo difuso supone la combinación explosiva del riesgo sanitario con las dos caras de la misma moneda: por un lado, la amenaza ambiental (inundación, contaminación del agua, basurales, etc.), y por otro, la vulnerabilidad social de la población que allí habita. Muchas villas y asentamientos por su situación dominial irregular, como se describe anteriormente, se encuentran ocupadas en sectores sobre vera de arroyos y sometidas a factores de anegamiento y basurales; inclusive las “invasiones” hacia la periferia se limitan a viviendas precarias y en ocasiones se extiende con algunas actividades rurales como crías marginales de ganado vacuno y porcino.

El deterioro del hábitat llega hasta situaciones de riesgo sanitario acarreadas por la ingesta de alimentos contaminados y la falta de higiene agravada por la inseparable presencia de vectores epidemiológicos provenientes de basurales. A esta realidad le debemos sumar la deficientes instalaciones sanitarias: agua, cloacas, electricidad y gas que en general son precarias en todo asentamiento espontáneo. También, las dificultades para solventar en esos hogares carenciados los costos de expansión de los servicios urbanos, ya sea porque son zonas con capacidad económica desfavorable, o porque el patrón de asentamiento con esas densidades no alcanza para generar mercados rentables para los planes de inversión del sector, ni superar las distancias de los planes estatales de mejoramiento urbano.

Capacidad productiva de la tierra

Por otro lado, en la región el potencial productivo del “suelo fértil” es formidable: posee las tierras productivas de mayor riqueza de la Argentina. Los trabajos de Buzai (1998) y Mateucci (2006) en base a los datos del Atlas de Suelo del INTA (Casas, 1995) revelan que la nueva urbanización se desarrolla fundamentalmente en suelo de vocación agrícola del periurbano. La incidencia de la ocupación urbana es especialmente grave por la degradación y destrucción del potencial productivo de los sistemas agrícolas y naturales.

Esta pérdida se comprueba en los guarismos que proporciona Benencia y Quaranta (2006). En la actualidad, la estructura agraria de la RMBA se compone de poco más de 4.000 explotaciones, que abarcan una superficie de 606.479 ha, con una superficie media de 144,4 ha. La mayor concentración de explotaciones (55.7 %) y de la superficie de la tierra (52,0 %) se encuentra localizada en la zona Sur (Tabla 6).

Si comparamos la situación actual (2002) con la información que nos provee el Censo Nacional Agropecuario (CNA) 1988 (es decir, 14 años atrás), podemos apreciar una caída importante de las explotaciones en total (-50,3 %) en el período, y una caída un tanto menor (-36,1 %) de la superficie, con lo que el tamaño medio de las explotaciones pasa de 112,3 ha, en la primera fecha, a 144,4 ha en 2002; registrándose un incremento de ésta del 28,5 %, en un claro proceso de aumento del tamaño medio de las explotaciones. Este es más visible en la zona Norte del área (se pasa de una superficie media de 84,9 ha a casi el doble, 163,1 ha). En Pilar, este proceso es muchísimo más agudo, constatando una reducción de las explotaciones (-80 %) devorado por el aluvión urbanizador (-50,3 %), y una caída un tanto mayor (-90 %) de la superficie.

En este sentido, Pilar sufre mucho más los cambios en el período; en tanto que en la zona Norte los valores correspondientes están alrededor de la media de la RMBA. Es que en la década del noventa se observa una caída de los establecimientos y de la superficie agropecuaria; sin embargo, todavía registra algunas explotaciones, a pesar del avance de la urbanización. En las zonas de llanura fértil, el grado de protección del territorio es actualmente muy bajo, el grado de fragmentación mucho más elevado y el ritmo de transformación más rápido, especialmente de áreas de la pampa ondulada de la zona de Pilar. Una importante y variada actividad agraria que ha perdido terreno. En los últimos decenios las áreas agrícolas con menor peso productivo y económico han sido transformadas por el modelo de ocupación. Este hecho ha generado problemas de fragmentación y afectación de áreas agrario con elevado valor natural, paisajístico y con función de equilibrio territorial en las áreas, especialmente del valle de inundación de la cuenca del Río Luján.

Ahora bien, como acertadamente plantea Mateucci (2006), es ficticio pensar que las urbanizaciones se desarrollan sobre tierras de bajo costo por la calidad de las mismas, más bien se desarrollan por las presiones inmobiliarias, que disminuyen la rentabilidad de la actividad agropecuaria frente a los desarrollos urbanísticos y el estímulo de los Municipios, que ven incrementados sus ingresos por recaudación inmobiliaria. Sería importante favorecer la permanencia del productor agropecuario y de explotación para otorgar al territorio un perfil con diversidad de usos frente al avance de la urbanización sobre la tierra en producción. Con respecto a los clubes de campo y barrios cerrados, la dispar aplicación de la normativa vigente, muchas veces de la mano de excepciones dictadas desde los Concejos Deliberantes, dificulta la regulación sobre los suelos de vocación agrícola. El consumo de suelo fértil en estos emprendimientos inmobiliarios es muy intenso. Y el paso del suelo fértil a urbano es prácticamente irreversible.


 

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