BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


LA COLABORACIÓN EN PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN- DESARROLLO EN BIOINFORMÁTICA. DE LA DISPERSIÓN A LA INTEGRACIÓN

Delly Lien González Hernández y otros


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1.3.1. Vínculo universidad-sector productivo en el contexto latinoamericano actual. Sus perspectivas

La generalización de la enseñanza avanzada, de calidad y permanentemente renovable durante toda la vida, como proyecto de largo alcance, es una de las claves del desarrollo humano autosustentable.

“Este desarrollo en América Latina requiere de la amplificación de sus universidades; éstas generan y transmiten conocimientos necesarios para preparar a los profesionales social y académicamente responsables y aptos para enfrentar las nuevas y complejas relaciones entre la ciencia, la tecnología, la sociedad y el desarrollo” (Arocena y Sutz, 2001b).

Se ha entrado en la era de la economía global, basada en el conocimiento y catalizada por la innovación, que conjuga un formidable caudal productivo con un enorme potencial destructivo y con la inestabilidad aumentada. En ese marco, América Latina pugna por construirse un nuevo lugar en el mundo, y está viviendo un momento trascendental y cambiante, en lo político, cultural y económico, en la integración de sus pueblos y muchos de sus gobiernos.

En semejante panorama, una condicionante fundamental del futuro del continente será la evolución que vivan sus universidades públicas. Estas no sólo son las principales transmisoras del conocimiento avanzado sino también sus grandes creadoras. Además, la Universidad Latinoamericana constituye una institución original, fruto de una construcción histórica específica, cuya tradición la vincula tanto a la crítica del conocimiento -de sus contenidos y de sus usos- como a la búsqueda de caminos propios para el desarrollo latinoamericano. Quizás nunca en la historia se ha necesitado con tanta urgencia como hoy, capacidades para generar, transmitir y utilizar masivamente conocimientos del más alto nivel en formas críticas y originales.

Al decir de Arocena y Sutz en su libro “La Universidad Latinoamericana del Futuro. Tendencias – Escenarios - Alternativas” (2001b), razón no menor para creer esto es justamente el propio proceso de globalización, frente al cual la debilidad en materia de creación, transmisión y utilización de conocimiento equivale a una condena a seguir pautas ajenas. Mientras más adaptadas sean éstas a realidades particulares, más ineficiente puede resultar seguirlas en América Latina; sin las universidades propias actuando como generadoras activas de conocimiento, “demasiados problemas específicos de la región quedarán en el limbo de las preguntas por nadie formuladas”.

Refieren los mencionados autores que se vive una época que conduce naturalmente a reconsiderar la misión -o mejor quizás, las misiones- de la Universidad. La enseñanza avanzada, su calidad y su difusión, inciden cada vez más en la riqueza y la pobreza de las personas y las naciones, en la desigualdad entre individuos, grupos y regiones. Todo ello multiplica las tensiones que soportan las universidades, escenarios por excelencia de conjugación de la investigación y la educación.

En los términos esbozados, el punto de partida, y también el punto de llegada, será lo que el desarrollo humano autosustentable de América Latina requiere de sus universidades. Estas deben, en relación a dicho objetivo:

a) Generar conocimiento pertinente y de la más alta calidad, lo que supone una amplia y diversificada capacidad de investigación;

b) Transmitir el conocimiento e impulsar su uso, mediante la extensión universitaria y el vínculo o relacionamiento, pensado con cabeza propia, tanto con el sector productivo como con otros sectores sociales;

c) Formar profesionales creativos, social y ambientalmente responsables, dotados de una sólida capacitación interdisciplinaria respecto a las complejas relaciones entre Ciencia, Tecnología, Sociedad y Desarrollo, y con una amplia perspectiva cultural.

En América Latina: "el conocimiento acumulado, institucionalizado y multidisciplinario que se requiere para la búsqueda de soluciones a problemas complejos de la producción y el uso de tecnologías, es patrimonio fundamental, por lo menos en la región, de la universidad, por lo que la interacción o vinculación entre la universidad y la empresa es de carácter no sólo deseable sino inevitable" (SELA, 1997).

Se afirma que “pocas universidades latinoamericanas están de hecho capacitadas para emprender un relacionamiento adecuado con el sector productivo. Las culturas organizacionales son distintas, los tiempos y prioridades son diferentes, y muchos de los intentos de aproximación acaban con recriminaciones recíprocas, las universidades siendo acusadas de lentas, ineficientes y poco prácticas, y las industrias de inmediatistas y sin disposición para las inversiones y la espera inevitable en los trabajos de investigación más significativos” (Schwartzman, 1996).

En realidad, estos comentarios tienen un área de validez que desborda a la región y alcanza incluso a los países más avanzados. Para América Latina el panorama es más complicado que en estos últimos, pues sus sectores productivos, como ya se subrayó, no son, hablando en términos promediales, grandes demandantes de conocimiento avanzado y sofisticado ni, mucho menos, de conocimiento nuevo creado especialmente para resolver problemas específicos. No se trata de que estos problemas no existan, ni de que puedan ser siempre resueltos acudiendo al acervo de conocimientos libremente disponible a escala mundial. Como bien se sabe, la tecnología necesaria para resolver problemas importantes no suele tener ese carácter. Pero la dinámica económica latinoamericana reciente no ha alterado demasiado su tradicionalmente escasa relación con la incorporación de conocimientos generados endógenamente. Aunque se han registrado avances en la materia, también se constatan cambios de signo contrario, ligados por ejemplo a la privatización de grandes empresas públicas, proceso en el cual disminuyen considerablemente su papel como demandantes y/o generadoras de tecnología nacional.

El panorama latinoamericano pone de relieve lo que cabe denominar la "soledad del actor universitario" en este continente: la escasa demanda empresarial por conocimientos endógenamente generados y la atención más bien baja que al tema prestan los gobiernos, hacen difícil que las universidades encuentren socios de envergadura en sus propósitos de vincular investigación y aplicación.

No obstante, según los uruguayos estudiosos del tema, Arocena y Sutz (2001b), existen al menos cuatro tipos de factores, interdependientes pero distinguibles que impulsan hacia un mayor relacionamiento de las universidades latinoamericanas con el sector productivo: (i) la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento, (ii) la concepción de ese relacionamiento como una palanca para el crecimiento económico, (iii) la afirmación de que tales vinculaciones pueden constituir un estímulo para la investigación universitaria, para su pertinencia y aún para su relevancia; (iv) la influencia de lo que ocurre en los países centrales.

Dichos autores explican que gran parte de las tensiones evocadas puede resumirse aludiendo a dos concepciones disímiles del llamado "tercer rol" de la Universidad. Esta expresión ha surgido durante los últimos años, en los países del "centro" (primer mundo), para denotar lo que constituiría una nueva misión universitaria, junto a la enseñanza y la investigación, la de colaborar directamente con el empresariado con vistas al crecimiento económico. Por otro lado, en la tradición latinoamericana, la tercera misión es la extensión universitaria como relacionamiento con los sectores populares para la difusión de la cultura y el mejoramiento de la sociedad.

Si bien es vital el vínculo de las universidades con el sector productivo, como se ha explicado hasta aquí, los autores del presente trabajo concuerdan con la posición antes fundamentada de Arocena y Sutz (2001b) sobre la extensión universitaria. Más adelante se abundará sobre el tema al abordar el caso cubano.

Según Arocena y Sutz (2001a), en la transformación del saber y de la actividad académica los principales factores que inciden, incluyendo los que la Educación Superior latinoamericana pone al tope de sus preocupaciones, son los siguientes: el financiamiento, la evaluación institucional y las vinculaciones con el sector productivo. Este último es recomendado, con énfasis variable, como herramienta para colaborar con el progreso económico, para vincular al estudiantado con la realidad ubicada fuera de las aulas y para obtener financiación adicional. Por otro lado, en el relacionamiento con el sector productivo, gravita muy negativamente la “soledad del actor universitario”, característica típicamente latinoamericana, como se explicó anteriormente.

Estos autores explican que “desde una perspectiva CTS, dos aspectos asociados a estos temas resaltan en particular, uno concreto y el otro más difuso: la tendencia creciente a la privatización del conocimiento académico y el sesgo hacia una legitimación de la investigación universitaria basada en su atractivo para compradores externos”.

En América Latina, donde es muy bajo el nivel general de patentes, la relación con el mercado es mucho más directa y ello afecta de manera igualmente directa la definición de la agenda de investigación. Si cada vez es más cierto que se puede investigar en aquellas direcciones para las cuales se consiguen recursos específicos, ello tiene como consecuencia el crecimiento notable de las actividades de consultoría. Estas, a su vez, reflejan el estado de desarrollo científico y tecnológico de los países en que se realizan, utilizadas en primera instancia para remarcar el carácter de respuesta a una demanda concreta, su connotación habitual, de trabajo efectuado sobre conocimiento básicamente ya existente (Arocena y Sutz, 2001a).

A su vez, la agenda de investigación de la universidad, que depende en gran medida de las decisiones "micro" y descentralizadas que toman los investigadores, se ve forzada: a éstos se les hace cada vez más difícil afrontar el "lujo" de plantearse investigaciones de plazo largo, exploratorias, en suma, aquellas que sólo pueden esperar recursos del presupuesto ordinario destinado a investigación. Es ardua la tarea de encontrar caminos cuyo tránsito acerque la investigación de calidad con la utilidad social.

Es importante subrayar que lo anteriormente dicho no es privativo de América Latina. Tendencias al constreñimiento de la agenda de investigación, al carácter crecientemente desequilibrado de los sistemas de evaluación, a la mercantilización igualmente creciente de la investigación académica, se encuentran en todas partes. Pero la cuestión es que, en América Latina, las diversas facetas del entorno en que todo esto ocurre hacen que las dificultades para mantener un sistema mínimamente eficiente de producción de conocimientos que conjugue excelencia y relevancia sean particularmente fuertes (Arocena y Sutz, 2001a).

La “revolución académica” del siglo XIX incorporó la función de investigación a la de enseñanza, pero aspirando no a una simple relación sino a la integración de ambas, donde cada una nutre a la otra y las dos son imprescindibles para ofrecer una formación integral a los estudiantes.

La "idea de universidad" edificada a lo largo del siglo XX en América Latina quiere a la institución comprometida con el desarrollo entendido como capacidad de incrementar sostenidamente la calidad de vida de las mayorías y no como sinónimo de crecimiento económico. Para ello resulta necesario revalorizar la conceptualización de la investigación como aporte integral a la cultura, defender la necesidad de incorporar muy variados puntos de vista, demandas y expectativas en la definición de la agenda de investigación. Muy en particular, resulta imprescindible formar profesionales con conciencia de la responsabilidad social que tienen por poseer conocimientos especializados y haber sido acreditados para aplicarlos; ello requiere impartir conocimientos, en todas las carreras universitarias, que le permitan al estudiante comprender el carácter social de las prácticas tanto profesionales como de investigación (Arocena y Sutz, 2001a).


 

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