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EL PROCESO DE SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES EN AMÉRICA LATINA:
EL CASO DE MÉXICO, 1940-1980

Ana Luisa González Arévalo


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CAPÍTULO 4. LA TERCERA FASE DEL PROCESO DE SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES EN MÉXICO.

En la tercera etapa de la sustitución de importaciones en México tiene como marco exterior el surgimiento de problemas monetarios e inflacionarios de los países centrales, se producen desajustes y perturbaciones de la economía mundial.

Las naciones exportadoras de petróleo, como nuestro país se benefició de las condiciones para las ventas de bienes industriales, en el extranjero aumentó considerablemente su ingreso real y, por tanto fortalecieron su capacidad de crecimiento. Sin embargo, la situación que enfrentaron las mercancías mexicanas colocadas en las potencias industriales, fue la de un recrudecimiento de las medidas proteccionistas por parte de estas naciones altamente desarrolladas, por lo que influyen en el escaso crecimiento de las exportaciones de los países de producción primaria.

En esta etapa se puede considerar que la industrialización en América Latina, en este caso en México, vía sustitución de importaciones llegó a su etapa de agotamiento el modelo. Las oportunidades para fabricar las importaciones ha llegado a su fin; en un principio fue sobreestimada esta política industrial; dejando a la economía mexicana estructurada por empresas industriales con capacidad de producir bienes a costos muy elevados, la condición de la balanza de pagos muy vulnerable, porque el stock de compras realizadas en el exterior estuvo conformado por refacciones, equipo y maquinaria fundamentalmente para continuar el proceso productivo.

Las compañías dedicadas a producir bienes importados no tuvieron la aptitud para penetrar en los mercados de exportación, estas unidades económicas, en términos generales resultaron ser ramas o plantas subsidiarias de empresas extranjeras. De esta manera fue favorecido un nuevo tipo de dependencia.

Varios autores afirman que el modelo de la ISI llegó a su término después de un determinado tiempo; en las primeras etapas de esta política industrial permitieron el establecimiento de manufacturas. La elaboración interna de cientos de bienes empleó el mercado de numerosas mercancías de demanda final; hasta que fue posible la producción interna a base de productos intermedios, ello condujo a la creación de oportunidades para la instalación de nuevas empresas que pudieran elaborar insumos.

Este proceso de industrialización tardío y postrero tuvo como marco graves desajustes en la balanza de pagos y un progresivo endeudamiento; no obstante, la ISI no desemboca en una sólida y vigorosa industria mexicana.

Conforme a lo que se ha venido describiendo en las líneas anteriores, el desarrollo industrial mexicano ha cubierto la fase de demanda de bienes de consumo y de manufacturas ligeras, que fundamentalmente son las mercancías que demandan las clases medias y de menores ingresos. En esta década el país se encontraba con la posibilidad de producir bienes de consumo duradero e intermedio, se inicia la tercera fase del proceso de sustitución de importaciones, cuya expresión es la fabricación de instrumentos de producción principalmente aparatos eléctricos, automóviles y equipos de transporte, productos petroquímicos y partes de maquinaria.

En años anteriores, la capacidad productiva de las empresas creció con mayores perspectivas que el mercado, cuando éste perdió dinamismo, por la ampliación de varias ramas, se dio lugar a altos grados de capacidad ociosa desalentando la inversión de los capitales.

No obstante, la política que había sido llevada a cabo al inicio de los años 70’s era de carácter recesivo y estaba orientada básicamente a disminuir el déficit comercial y el endeudamiento externo, (Huerta, 1977) afectó seriamente el crecimiento de las distintas ramas industriales, si bien la política de 1972 y 1973 incentivó de nuevo el crecimiento industrial, el incremento de la producción se logró disminuyendo la capacidad ociosa y no aumentando la inversión, lo que junto con la inflación y las políticas contraccionistas posteriores repercutieron en la disminución de la demanda, que vendría a afectar el crecimiento de la productividad industrial manufacturera .

La industria de transformación creció de 1970-75 por el dinamismo de la rama de bienes de consumo duradero (12% promedio anual a precios constantes), aumentando su participación en la industria manufacturera de 10% a 15.3%, la rama de bienes de capital también creció pero menos que la anterior, 4.8% promedio anual elevando su participación de 10.4% a 11.3% en el periodo.

A pesar de la situación que se presentaba en términos generales a mediados de los años 70’s en el país era la correspondiente a una fase depresiva de ajuste en importantes ramas de la actividad económica. En el año 74’ hubo recesión en algunos sectores económicos básicos, la fuerte caída del rubro exportador manufacturero como resultado de la depresión global del capitalismo y los desequilibrios de la estructura socioeconómica interna. Se amplió el desempleo, además el agravación del subempleo, factores acompañados de un deterioro de las condiciones de vida de los asalariados.

La propensión de ascenso que se había venido presentando en su ritmo de crecimiento de la inversión pública federal, mostró un descenso en su tasa de crecimiento, cuando ésta pasó en 1970 de 38% al 36% en el año 74’.

Las ramas que tienen mayor participación en el sector manufacturero la de consumo no duradero y las de bienes intermedios crecieron 1.6% y 1.2% promedio anual. Desglosando este rubro encontramos lo siguiente: (Huerta, 1977) la rama de bienes de consumo no duradero de generar en 1970 el 39.2% de la producción manufacturera pasó a 36.5% en 1975, las de bienes intermedios pasó de 40.3% a 36.9% del total. Es decir, el escaso dinamismo alcanzado por la industria de transformación en este periodo (3.5% promedio anual) se debió principalmente al crecimiento de las grandes empresas que operan en la rama de bienes de consumo duradero y en menor medida de las que operan en las bienes de capital. En estos rubros predominan principalmente las empresas transnacionales.

La inversión industrial 1970-1975 no fue similar a la de los 5 años anteriores de la década de los 60’s. El dinamismo que perdió el mercado en algunas ramas industriales tuvo repercusiones en los bajos ritmos de inversión, no se registró incorporación de tecnología ni extensión de la capacidad de producción. La demanda presentada en el mercado es cubierta (existiendo grandes instalaciones ociosas) por el desenvolvimiento de la capacidad productiva de los años 60’s. La evolución del desarrollo de las fuerzas productivas, no dio lugar a un incremento paralelo en la demanda que cubriera los requerimientos de las necesidades de realización de la industria.

A finales de los 60’s el sector industrial integró a ciertas ramas y grupos de población, al proceso de acumulación de capital. El resultado de la política recesiva de 1971 y los problemas particulares de la industria da lugar al despido de trabajadores que se habían incorporado, lo cual agrava el problema de la saturación del mercado interno, al no poder satisfacer las necesidades de crecimiento del sector industrial, no había la capacidad de producir bienes de capital a gran escala, se intentó mantener su dinamismo con base a exportaciones manufactureras, dándole a éstas un gran impulso.

En relación con la inversión privada en la industria de transformación se dirigió hacia donde se registró mayor ampliación y rentabilidad. Su estructura productiva estuvo en función de la fabricación de mercancías que demandan los grupos de altos ingresos. Así, (Huerta, 1977) el panorama fue que en vez de avanzar en mayor medida en el proceso de sustitución de importaciones de bienes de capital la industria ha crecido introduciendo nuevos productos sofisticando el consumo, de los estratos de altos ingresos, ya que ofrecían un mercado rentable y en expansión. La política industrial ha subsidiado importaciones de bienes de capital tanto por tasas de cambio favorables (peso sobrevaluado) como la exención tributaria con el propósito de no afectar el desarrollo industrial.

Lo anterior ha servido de incentivo para proseguir con la dependencia tecnológica. El proteccionismo del mercado ha evitado la competencia externa; a las empresas establecidas internamente; permitiendo a éstas la utilización de tecnología secundaria, ello ha implicado un volumen muy reducido de las exportaciones manufactureras.

Otro factor de importancia para la industria fue lo ocurrido entre el año 74’ y el 75’; el agravamiento del desequilibrio externo- como ya se ha mencionado anteriormente- recurriéndose a una escala masiva de contratación de la deuda externa. Las relaciones de dependencia adquieren mayor profundidad estableciéndose el mecanismo de un encadenamiento de las tendencias básicas de la acumulación capitalista al interior del país en relación al propio movimiento del marcado capitalista mundial, transfiriendo así a gran velocidad el atraso económico y favoreciendo al estado mexicano su carácter monopolista, vía financiamiento deficitario.

El atraso o retroceso económico, una de sus expresiones es la caída en la tasa de crecimiento del conjunto del sector manufacturero y la crisis de ramas específicas de ese sector y la constante y siempre presente en la desaceleración de la industria de la construcción.

La baja en la inversión privada, la concentración del gasto público en un número reducido de ramas tuvieron fuerte influencia para que el aumento en la producción de medios d capital fuera de 3.3% en el año 75’ contra el de 9.3% en el año 74’s. (Ver cuadro12)

En este tiempo apareció una nueva tendencia (Boletín Economía Informa, 1976) que comprueba de depresión del sector manufacturero. Por primera vez en los últimos años se registró un descenso casi general en la manufactura de bienes de consumo durable, renglón que aumentó en 4.4% en relación con el periodo anterior, después de haber logrado incrementar en 15% y 17% en los dos años anteriores. Este resultado influyó de manera decisiva en la baja de la producción automotriz.

En la rama de la construcción hubo una baja en su actividad, resultado de la especulación que se presentó en ella, provocando un alza del 32% en los costos.

El sector manufacturero tuvo una expansión en el crédito, de 1973 a 1974, sin embargo, como se ha visto, hubo una caída en el ritmo de crecimiento, (Hernández, 1975) contrasta el comportamiento de las ramas de consumo básico, como la de alimentos, la de bebidas gaseosas, la textil y la del vestido, frente a las ramas productivas de bienes de consumo duradero, tales como la automotriz, aparatos eléctricos y electrónicos.

En el sector monopolizado de la industria en la séptima década del siglo XX registró problemas de realización como lo ocurrido en la automotriz en la que además persistió el estancamiento, (Análisis económico para la dirección de empresas, 1975) la tendencia en las utilidades en el 75’ de las 65 corporaciones más importantes fue la de incrementarse apenas un 5.2%, considerada la tasa inflacionaria del 120.15% lo que significa una disminución de ganancias.

De lo anterior se puede considerar que no hubo una súper producción generalizada de mercancías, sino bruscas alteraciones en los niveles de inventarios. La recesión se confirma, en el hecho de que la acumulación privada monopolista continuó paralizada y no existieron proyectos de recuperación de nuevas inversiones que permitieran pensar en una reactivación a corto plazo. La capacidad del excedente aumentó de manera significativa y ello se convierte en el obstáculo principal que impide una amplia recuperación económica.

En relación al gasto público deficitario, agudizó las propensiones hacia el endeudamiento y el desequilibrio presupuestal. El financiamiento del gasto federal descansó en la ampliación del endeudamiento externo e interno, en una proporción del 70% para 1974. Esta tendencia se mantuvo en 1975, puesto que los requerimientos adicionales de recursos netos vía deuda aumentaron casi el 32%, similar a los años anteriores.

Ahora bien, esta expansión masiva del gasto público deficitario redujo la ampliación del aparato estatal, (petróleo, electricidad, siderurgia, petroquímica), cuyo único objetivo era elevar la rentabilidad oligopólica y el financiamiento deficitario; éste último además incidió en el nivel de vida popular. Ello no favoreció un fortalecimiento de la estructura productiva existente y sólo impulsó su ensanchamiento, el aumento desmedido de la inversión pública dio lugar a fuertes desajustes en la estructura económica. En este sentido, el avance de la acumulación de dinero por parte del aparato estatal favoreció a los grupos monopolistas así, en el 74’ hubo cambios al registrase una desaceleración en el ritmo de los fondos del sector público federal, al reportarse aumentos, de sólo 28% contra el 35.4% de 1973 y 40.6% en 1972.

En la industria del petróleo y derivados, petroquímica, eléctrica y minería hacia 1974 presentaban un fuerte crecimiento que se explica por el volumen elevado de capital invertido, así como también por ser industrias productoras de energéticos y materias primas que presentaron alta demanda industrial.

La devaluación del peso, - fenómeno que ya ha sido tratado-, sin embargo, ahora lo abordaremos sobre los efectos que tuvo en el sector industrial. Este problema tuvo como causa fundamental el orden estructural, o sea, el patrón de acumulación llevado a cabo en México. El Desarrollo Estabilizador se caracterizó por alcanzar elevadas tasas de crecimiento de la economía, teniendo como base el impulso al proceso de industrialización en el país. El aparato estatal había desarrollado una política de gastos, inversiones de infraestructura, política tributaria de subsidio, recepción de créditos de manera significativa, estímulos al financiamiento mediante préstamos, contención salarial, protección del mercado ello fue para favorecer el desarrollo industrial. Esta situación condujo a que el gobierno tuviera un déficit presupuestal cada vez mayor, obligándolo a recurrir a contraer deudas para su financiamiento, porque el aspecto impositivo se encontraba diseñado para incentivar la acumulación de capital de la gran industria. Su crecimiento, dada la dependencia tecnológica, llevó a que la tasa de crecimiento de importación de mercancías creciera en mayor proporción que las exportaciones, provocando elevado déficit en la balanza comercial que fue financiada vía créditos externos.

En la década de los años 70’s hubo, de un lado, un significativo nivel de endeudamiento externo e interno del sector público y un déficit comercial creciente y, por otro, la política del estado caracterizado por la disminución del gasto público y el descenso del crédito afectó el problema de realización de las grandes compañías, así como el proceso de inversiones de la pequeña y mediana empresa. Éstas últimas no tuvieron acceso a las facilidades crediticias para llevar a cabo la colocación de los capitales, ello ocasionó un menor crecimiento de la actividad económica del país y un mayor número de personas desocupadas.

Las grandes sociedades enfrentaron obstáculos de ventas de sus mercancías producto del funcionamiento de dicho sector, problemas del mercado, resultado de la disminución del ritmo del gasto público y el proceso inflacionario que alteró el patrón de consumo de la población, al no consumir los productos de bienes de consumo duradero. Ello se debió a la carencia de rubros productivos rentables. Así, los recursos financieros privados estrecharon su ritmo de crecimiento, favoreciendo una salida de capitales al exterior, empeorando la descapitalización de la economía mexicana y el mantenimiento de la paridad del peso.

La devaluación del 76’ provocó los siguientes problemas que afectaron a la industria mexicana:

1. Descenso del poder adquisitivo de la población. El estado controló la relación de precios-salarios, la subordinación que tenía sobre el movimiento obrero, así el aparato tuvo más poder sobre los ingresos que de los precios, reajuste que otorgó a las remuneraciones fue menor que el alza de los precios; es decir, éstos se siguieron incrementando, como consecuencia del alto grado de monopolio en la estructura industrial mexicana. Ello se expresa en un abatimiento del poder adquisitivo de la demanda efectiva, siendo más afectado el sector productivo de los bienes de consumo, duradero, sin embargo, ésta actividad se caracterizó por ser la más dinámica en los años 60’s y 70’ del siglo pasado enfrentando alto grado de capacidad ociosa.

El patrón de la demanda se vio alterado por el proceso inflacionario y ello recayó básicamente en la disminución de la venta de artículos de consumo duradero, conduciendo este sector de la industria a agravar el problema de la realización y, por tanto, a disminuir el ritmo de inversión y crecimiento, cuya manifestación es la salida de pequeñas y medianas firmas del mercado; al desaparecer este tipo de unidades la gran industria nacional y extranjera aumentó su participación, sin embargo, fue favorecido el incremento del desempleo.

2. El proceso de la devaluación, implicó que un número importante de empresas públicas y privadas estuvieran muy endeudadas con el exterior, ello les trajo dificultades financieras que afectaron su proceso de acumulación monetaria y su política de precios, repercutiendo en un menor ritmo de crecimiento, estimulando el acrecentamiento de la tasa inflacionaria. El crédito interno se canalizó a estos grupos económicos disminuyendo el financiamiento a los otros y también el consumo de bienes duraderos, y por ende agudizando el problema de comercialización que enfrenta la industria productora de este tipo de bienes.

La política del estado estuvo encaminada a desarrollar el sector productor de medios de producción, para llevarla a cabo el gobierno necesitó de mayores ingresos y recurrió a contraer deudas con el exterior, por tanto, el aparato estatal tuvo que ceder a la devaluación de la moneda mexicana.

3. En relación a la reforma fue la causa principal que desató el proceso inflacionario, recayó sobre las ramas altamente monopolizadas, que obtienen utilidades excedentes, o sea, por arriba de las demás.

4. La elevación de costos de los artículos adquiridos en el extranjero es otro factor que estimuló el alza de precios, por el volumen de magnitud considerable de importaciones de las mercancías que realizó el país.

5. El déficit comercial (Corichi, 1976) desde los años 60’0s se ha venido aumentando como resultado de un patrón de industrialización con producción de manufacturas ajustadas a las características norteamericanas y por la concentración de la renta en México, significa producir sólo para sectores de latos ingresos. Este tipo de producción requiere de un alto contenido de insumos de importación siendo una de las razones principales del desequilibrio comercial.

El sostenimiento de una paridad del peso mexicano artificial con respecto al dólar (política económica que se llevó a cabo al inicio de los años 70’s), ayudó a empeorar el conjunto de desequilibrios al alentar las importaciones y evitar la expansión industrial. Sin embargo, todos los desajustes acumulados no se superan por un proceso de desvalorización de la moneda si ello no va acompañado de medidas de política económica adecuada. Si este desorden se encuentra unido al déficit presupuestal, lento crecimiento de la oferta de productos agropecuarios, se desata una espiral inflacionaria, cuyo resultado es el empobrecimiento de las grandes masas populares, la contracción del mercado interno y el aceleramiento de la destrucción de empresas pequeñas y medianas, aumento del número de desocupados, subempleo y finalmente un mayor desequilibrio comercial y más devaluación.

Este trastorno de la moneda mexicana favoreció al sector industrial en algunas ramas que tuvieron la capacidad productiva excedente y ampliaron sus mercados, permitiéndoles resolver parte de su problema de realización.

Este era el panorama que se había presentado en el primer lustro de la década de 1970, una economía con una situación de estancamiento, inflación producto de graves desvalorizaciones del peso, elevada concentración del ingreso y de la producción. Considero que dentro de este marco, la política puesta en marcha del proceso de sustitución de importaciones en el desenvolvimiento del sector industrial había conducido a una mayor dependencia financiera y tecnológica, porque la nación no había tenido la capacidad de producir los bienes de capital requeridos para el desarrollo de la industria mexicana.


 

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