BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


DINERO - LA AUTODESTRUCCIÓN DEL SER HUMANO

Antonio Morales Berruecos y Edmundo Galindo González



Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (240 páginas, 876 kb) pulsando aquí

 

 

• Prostitución de Mujeres, hombres y niños

Este fenómeno social-moral-económico es, ha sido, y seguirá siendo, parte de la cultura de todos los pueblos del planeta, su desaparición conllevaría a un cambio fundamental en las necesidades básicas (similares a la alimentación) de los seres del sexo masculino -hombres todos-, hacia fijar su atención en aquellas mujeres, que bajo ciertos compromisos económicos, están siempre dispuestas a prestar su cuerpo por tiempo definido y también por definidos dineros para satisfacer dichas necesidades eternas.

La prostitución es, en muchos países, una opción frecuente para mujeres de sectores sociales marginados. La miseria, la violencia y el abuso son las puertas de ingreso a ella de numerosas niñas y adolescentes.

La prostitución masculina es menos tolerada y numerosa, aunque ha aumentado durante los últimos años.

El burdel suele ser, en sociedades deformadas por concepciones machistas, un espacio de iniciación sexual para los adolescentes varones. Numerosas enfermedades de transmisión sexual proceden de allí. Pero, en el prostíbulo, las víctimas primeras son las propias mujeres.

Para descargar la denominación tradicional de su insultante connotación, se empieza a utilizar el término de trabajadores sexuales. Algunas de ellas se han agrupado en asociaciones, en busca de amparo y protección de sus derechos.

Este capítulo se dedica al tema de la prostitución y, a una realidad emparentada con ella, hasta por la etimología, la pornografía. Esta tiene dimensiones inusitadas y ha saltado, con un penetrante poder, a las redes electrónicas.

Mujeres distintas

No es posible realizar un acercamiento comprensivo de fenómenos sumamente complejos como la prostitución y la pornografía sin tomar en cuenta la complejidad de los fenómenos sociales, en especial de la misma sexualidad. Pero es preciso distinguirlas, desde el comienzo para no estigmatizarlas y condenarlas de igual manera, como atentados al bien social y moral. Mucho más que lo pornográfico, la prostitución ha acompañado la vida humana desde siempre, quizás desde ese momento mágico en el cual se descubrió que, en el ser humano, la sexualidad poseía nuevos sentidos y dimensiones, que la diferenciaban de todo lo que acontecía con el sexo en el mundo de la naturaleza.

El ser humano evoluciona de la naturaleza al orden de la cultura; en un momento mítico de este desarrollo, aparece en su vida una nueva sexualidad que, junto a su misión reproductiva, se organiza con otros principios distintos. En efecto, con lo placentero, asoman lo tierno, lo amoroso, lo sensual y lo erótico. De los acercamientos y uniones impulsivas, casi puramente del orden del instinto y que no toman en cuenta al otro sino como un objeto de satisfacción de necesidades, se pasa a la conquista amorosa, que implica el reconocimiento de la libertad y, también, del deseo de la otra persona.

Desde entonces, la historia de nuestra sexualidad se torna compleja, como todo aquello que nos pertenece, como la vida de cada mujer y de cada varón, hasta el punto de que, para entender mejor los principales acontecimientos y procesos humanos, es necesario recurrir también a los desarrollos acaecidos en el campo de la sexualidad. Por ejemplo, los cambios que se produjeron en el mundo a partir de la década de los sesenta, no podrían entenderse bien, si se dejasen de lado las transformaciones que se originaron en las concepciones, posiciones y actitudes frente a la sexualidad.

El sentido y el ejercicio de la sexualidad han recorrido caminos llanos y tortuosos: de lo puramente biológico y humano se pasó a lo sagrado y religioso; de la libertad y espontaneidad, al cuidado, vigilancia y control, hasta conducirlos al campo de lo prohibido. Movimientos políticos y religiosos han tenido mucho que ver en este proceso, puesto que controlar la sexualidad y normarla mediante reglas y preceptos sociales, han constituido mecanismos eficaces de control de los pueblos y de las personas.

Ahí se halla la prostitución, siempre presente, como si fuese parte necesaria de la sociedad, resistiéndose a las persecuciones de todo orden. Curiosamente y en buena medida, la prostitución habla de que existe un placer en la sexualidad, y que este placer no siempre se obtiene mediante los caminos y los medios que la misma sociedad ha legitimado.

En su evolución, las sociedades han debido regular las relaciones entre varones y mujeres para salvaguardar la vida y el cuidado de los menores. El matrimonio se transforma en el espacio legítimo para que la pareja pueda dar cuenta, de manera legal y socialmente aceptada, de su sexualidad, y legitimar la paternidad y la maternidad. En estos nuevos ordenamientos, el papel de la mujer y de su sexualidad se va centrando en la maternidad. Ser madre es su misión y su obligación y en esto consiste ser mujer. Se dejan, pues, de lado muchos de los otros aspectos, en especial la posición de la mujer ante lo que implica una sexualidad lúdica y placentera. La mujer honesta y virtuosa es aquélla que renuncia al placer de la sexualidad.

De forma paralela a este movimiento, la presencia de la prostitución se hace más notoria e importante: según los estereotipos, porque la mujer doméstica es, ante todo, madre, la otra, la prostituta, retoma su papel original de proveedora de placeres. Los griegos, por ejemplo, crearon un modelo de prostituta en el cual convergían la belleza, la sabiduría y la capacidad de ofrecer los más exóticos placeres junto con una compañía muy especial. Las hetairas solían tener una esmerada educación y algunas gozaban de una elevada consideración social.

Del mercado del placer

Del latín prostituire (comerciar, traficar), prostituirse quiere decir ofrecer el cuerpo para fines sexuales, a cambio de dinero u otros bienes o servicios. La prostitución masculina es relativamente nueva, pero su presencia se ha tornado cada vez más importante no solamente por la mayor tolerancia a la homosexualidad, sino también, porque la prostitución masculina heterosexual pone en evidencia los conflictos de muchas mujeres, que recurren a estos hombres ya sea porque están solas o bien porque se sienten insatisfechas en sus relaciones.

Comerciar, traficar, vender. ¿Cuál es el objeto de este singular negocio? ¿Qué se busca en ese encuentro entre un varón y una mujer en el que no media ninguna otra relación que no sea la establecida por los servicios prestados y por el dinero pagado? Probablemente, éste es el aspecto que pone en contradicción la sexualidad vivida en la pareja amorosa y la relación entre la prostituta y su cliente: la ternura y la reciprocidad del placer, que son reemplazadas por el acuerdo de servicios pagados.

Cuando el hombre está solo, cuando le es difícil o hasta imposible construir y sostener una relación entre dos, cuando se sabe que, con su pareja estructurada no puede dar pábulo a sus deseos que, quizás, bordean lo perverso; cuando la insatisfacción le tiene siempre mal, entonces alquila por unos momentos un cuerpo que le permita sentir placer.

Porque algo que caracteriza a mujeres y varones es su perenne búsqueda de lo gratificante y de lo placentero. Pese a la enfermedad y el sufrimiento, más allá de las calamidades, al ser humano le mueve el deseo de lograr el bienestar total y el goce absoluto. Sin lugar a dudas, cada mujer y cada varón viven múltiples situaciones y experiencias gratificantes y placenteras, que proveen de sentido a la vida. Pero la relación sexual suele representar la más gozosa de las experiencias.

La prostitución termina transformándose en una suerte de supermercado al cual cualquiera puede acudir para satisfacerse, llenar un vacío, realizar sus exigencias y secretas fantasías. Desde las creencias sociales, la prostituta es la gran maestra: ella sabe todo y es capaz de todo. Tras el guiño de un ojo está la invitación al encuentro. La apertura provocativa de un escote o la cortedad de la falda aseguran el placer. Con sus labios rojos llama, convoca, invita a un placer del cual ella se presenta como dueña absoluta.

Las de la vida alegre

Hay varios nombres para llamarlas: prostituta, puta, ramera. Meretriz, buscona, golfa, perra, fulana, perdida... En la actualidad, se ha propuesto llamarlas trabajadoras sexuales, con el ánimo de erradicar el oprobio social del cual son víctimas que, por supuesto, no desaparece porque se cambie el nombre.

Cada una de esas designaciones incluye dos aspectos fundamentales: la venta de un placer, que no es vendible, y la baja calaña de quien se dedica a este negocio. Nombres equívocos e insinuantes al mismo tiempo, quizás cualquiera de ellos es el más grave de los insultos dados a una mujer porque pretende indicar que la prostitución implica la degradación absoluta de la mujer que se vende, que entrega su cuerpo a todos quienes lo solicitan, que ha echado al basurero el sentido del honor, la privacidad y la intimidad.

Sin duda, el nombre más agresivo que se les ha dado es el de mujeres de la vida alegre. Un nombre que pretende tapar la verdadera realidad que se esconde en la inmensa mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución. ¿Son, acaso, alegres porque salen a las calles, exhibiéndose de todas las formas posibles, con tal de conseguir un cliente que las provea del dinero para sobrevivir? ¿En dónde su alegría, cuando son víctimas de toda clase de violencias, oprobios, agresiones y explotaciones?

Mujeres de la vida alegre. ¿Acaso la vida de las otras, las de la casa, es triste y aburrida? La verdad es que no hay alegría en esas mujeres que, por lo general, saben muy poco o casi nada de lo que significa placer y de la alegría en una relación amorosa y tierna. El alquiler del cuerpo, en efecto, no suele incluir sino la pantomima de un goce que ellas no buscan en sus clientes.

Si no es alegre esa vida, ¿por qué se dedican a ella, por qué no buscan otros trabajos más honrados, más gratificantes, más aceptables? Estas y otras preguntas similares esconden siempre el rechazo social y, al mismo tiempo, pretenden desconocer las complejas razones que conducen a una mujer a la prostitución. Ni es cierto que para todas las mujeres existen las mismas oportunidades, ni tampoco que todas las que trabajan en el mundo de la prostitución lo hacen por decisión libre y personal. Se ha investigado poco y ellas mismas prefieren callar. Porque, detrás de esa supuesta vida alegre, existen historias de violencia, abuso sexual, incesto, violación, engaño, presión, chantaje.

Niñas prostituidas por su madre a los 10 - 11 años de edad; obligadas por una tía o una abuela, comúnmente también prostitutas, a recibir clientes en casa o a irse con ellos, o vendidas a traficantes internacionales o locales para los grandes prostíbulos. De hecho, existen redes internacionales de tráfico de mujeres de todos los países. O son llevadas a la fuerza, o con el engaño de lucrativos trabajos, que nada tienen que ver con la prostitución. Ya fuera de casa o del país, se las obliga, bajo amenaza, a trabajar en centros nocturnos a cambio de pagas, con frecuencia, miserables.

Ante el agravio del incesto o de la violación, algunas no encuentran otra vía de escape que la prostitución, porque, desde su imaginario, así pretenden vengarse de la sociedad y la familia.

Una agresión que, desde luego, conlleva siempre a una grave auto agresión.

Algunas fueron engañadas y seducidas por un hombre, que las llevó consigo bajo la promesa de tomarlas por esposas, al tiempo que les ofreció todo. Luego de un pequeño tiempo, fueron obligadas, con amenazas y maltratos, a trabajar en los prostíbulos o en la calle.

Trabajar para sobrevivir

La prostitución y la trabajadora sexual han ingresado, desde sus orígenes, a esas formas ambiguas y equívocas de los discursos sociales en los cuales aparecen como la profesión y la profesional más antiguas del mundo. Este calificativo remite a una amplia serie de significaciones. En primer lugar, se trata de un trabajo socialmente legitimado, elevado al rango de profesión, y no cualquiera sino la más antigua entre todas. Y de a una profesional, es decir de una auténtica especialista que sabe del arte, que lo domina y que, además, lo transmite de generación en generación. El arte de brindar toda clase de placeres sexuales.

De esta antigüedad se desprenden su necesidad y su valor en la sociedad, al tiempo que resulta más difícil aún entenderla únicamente como una compra - venta de cuerpos y placeres. Probablemente, su origen se deba al carácter mítico y sagrado de la misma sexualidad humana. Sin embargo, en todo esto existe una suerte de ironía, que se ha evidenciando cada vez más por cuanto el ejercicio de la moral la ha condenado, mientras a la prostituta acude el padre con su hijo adolescente para que lo introduzca en el mundo de la sexualidad, del placer y del goce. Para que brinde a este muchacho el certificado de una heterosexualidad fuera de toda duda.

De la "hospitalidad sexual" que implicaba prestar una noche la mujer al huésped en señal de estima, se pasó a la venta del cuerpo de la mujer. En la época de Solón (64O- 558 a.C.), se habría establecido la primera casa de tolerancia con su respectivo reglamento.

La mujer que vende, por momentos, su cuerpo ausente de placer, debía diferenciarse de toda otra mujer que, supuestamente, no gozaba sino que cumplía con el derecho del esposo a poseerla como bien raíz.

En el Código de las Siete Partidas, de Alfonso X, se norma el ejercicio de la prostitución en España, ejercicio al que se lo califica de "oficio a salario". Las mujeres están obligadas a usar atuendos que se transformen en indicadores inequívocos de su condición, al tiempo que se prohíbe a los sacerdotes recibir las ofrendas y limosnas de las prostitutas. Porque, pese a la licencia real y a la demanda social, se tratará siempre de un dinero mal habido, profano y pecaminoso.

Se trata de una forma de vida que permite la supervivencia de muchísimas mujeres y sus familias. Un trabajo sumamente conflictivo y de alto riesgo que, como dicen ellas mismas, cubre parte del gran desempleo en el que viven las mujeres de los estratos pobres y marginales de los países en vías de desarrollo.

Generalmente, se hallan íntimamente ligadas en cuanto a que quienes se dedican a la pornografía suelen ejercer la prostitución. Pero no al revés. De hecho, entre una y otra existe una relación etimológica porque pornografía proviene del griego “porne” que significa prostituta, y grafo, describir. Lo que caracteriza lo pornográfico es el carácter obsceno de ciertos escritos, obras, y relaciones que presentan la sexualidad con toda crudeza, buscando la excitación del lector o espectador.

Las leyes condenan la pornografía destinada a menores de 18 años. Si embargo, en todos los países de occidente, son precisamente los muchachos de 12 a 17 años los mayores consumidores de la pornografía. Para este grupo, la pornografía posee dos destinos fundamentales-: la información y la excitación. De hecho, a partir de los dos últimos años de primaria, tanto las chicas como los muchachos llevan revistas pornográficas como elemento informativo sobre sexualidad. Y tanto más lo hacen cuanto más el sistema educativo se resiste a hablar sobre la sexualidad. Pero no sobre una sexualidad que se agota en la anatomía y fisiología, sino una sexualidad que tome en cuenta sus aspectos lúdicos, placenteros y culturales.

La verdad es que cada día aumenta el número de niñas y niños expuestos de manera directa a lo pornográfico, ya sea porque los adultos permiten hacerlo o bien porque ellos mismos lo hacen utilizando la televisión y el Internet

Pornografía y erotismo

Entre erotismo y pornografía, media un abismo. En la última se expresan la sexualidad y el placer subordinados al negocio; el punto de vista estético y lo lúdico se reducen a una mercadería. Lo pornográfico mutila lo humano y, por ello, es una experiencia que enajena y deforma. La experiencia erótica valoriza la belleza de los cuerpos y la gratuidad de los gestos; es indagación en el instinto, exaltación del placer y los sentidos, asedio a la totalidad humana. Lo erótico está vinculado a la cultura y es una de las vetas del arte y la literatura, a lo largo de la historia.

Conclusión

Es nuestra visión de que aunque el dinero desaparezca de la faz de la tierra, la prostitución y todas sus agravantes no desaparecerán junto con aquél.

Posiblemente disminuya en forma importante al crearse opciones de vida para las mujeres que desde que el mundo es mundo, han hecho de la venta de su cuerpo, una forma de “vida”.

“Si eliminamos lo imposible, seguramente hallaremos la solución en lo que queda” - Arthur Conan Doyle


 

Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios