PROGRESO Y BIENESTAR

PROGRESO Y BIENESTAR

Hugo Salinas

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C. ¿CÓMO EXPLICAR ENTONCES LA POBREZA Y DESEMPLEO SOBRE TODO EN LOS PAÍSES ALTAMENTE DESARROLLADOS?

El profesor Michel Beaud comienza la redacción de su libro con un grito de cólera y de indignación. “¿Por qué, en este mundo de opulencia, tanta pobreza y miseria?” Jean-Paul Marechal no hace que confirmar: “jamás los países occidentales no han sido tan ricos, jamás las sociedades han sido tan desiguales.” Y para terminar de dibujar el cuadro, el profesor Robert Boyer, chef de file de la escuela regulacionista francesa, se interroga en estos términos: “¿Es tan habitual que ciertos diplomados de los más grandes y prestigiosos centros de estudios superiores tengan que afrontar dificultades para encontrar un empleo?”

Acabamos de ver que la evolución de los procesos de trabajo conduce a nuevos niveles de satisfacción de las necesidades del ser humano. En ningún momento se aprecia una situación de pobreza y de desempleo. Al contrario, ellos han conducido a un estado de abundancia material. ¿Cómo explicar entonces la pobreza y el desempleo?

La pobreza y el desempleo no se originan en las características de los procesos de trabajo, primer elemento de la actividad económica, ni son tan viejos en la historia de la humanidad. Lo que sucede es que nuestra memoria colectiva es de muy corto alcance, lo que facilita la instalación del manto de “fatalidad” que cubre dichos fenómenos. La aparición del desempleo es aún más reciente, y lo sentimos como si hubiera existido siempre.

a. La mayoría de la población vive en situación de pobreza

Ya en 1848 John Stuart Mill constata que existe una “gran pobreza, la misma que tiene muy poca relación con la escasez. Esta es la prueba del primer fracaso del orden existente en la sociedad.” “Xénophon, Platon, Aristóteles han tratado sobre las riquezas del Estado y de los particulares, pero no han tenido la curiosidad de remontar a sus orígenes. Ellos encuentran completamente natural que los esclavos trabajen, y más natural todavía que los filósofos no trabajen,” nos recuerda Jacques Duboin. “Según Vauban, por ejemplo, el número de mendigos habría sido, en Francia, en 1700, de 2.6 millones aproximadamente (15% de la población total estimada en la época).”

"Según el Banco Mundial, entre 1.5 y 2 mil millones de habitantes del planeta se encuentran en estado de extrema pobreza (menos de 1 dólar por día y por persona, sin agua potable, sin acceso a los servicios de salud y de educación). El ingreso por habitante es actualmente más bajo que hace quince años. En claro, cerca de 1.6 mil millones de individuos viven mucho peor que a los inicios de los años 90. La pobreza aumenta por todos lados: países no 'emergentes', en vías de desarrollo, pero igualmente países ricos." "Este mundo se afirma bajo el signo de la desigualdad. La imagen actual – países ricos de un lado, países subdesarrollados del otro - es ya cierto, mutatis mutandis, entre los siglos XV y XVIII. Cierto [...], los países ricos y los países pobres no son los mismos; la rueda ha girado. Pero, en su ley, no cambió mucho: las riquezas continúan repartiéndose estructuralmente, entre privilegiados y no privilegiados. Hay una sociedad mundial tan jerarquizada como una sociedad ordinaria y que es como su imagen agrandada pero reconocible."

El fenómeno de la pobreza / riqueza de un país, de un continente e incluso a nivel mundial tiene la misma forma gráfica de presentación: ascendente hacia la derecha y con una progresión exponencial. Es Max Otto Lorenz, economista americano, quien se encarga en 1905 de dibujarlo sobre la base de datos estadísticos. Esta curva de Lorenz no hace nada más que mostrar el fenómeno, constante en el tiempo y en el espacio, desde hace diez mil años, de las desigualdades económicas.

Ella no lo explica. Y la teoría económica oficial tampoco. Una forma simplista de salir del paso es presentando el coeficiente de Gini o el Índice de Desarrollo Humano (IDH) para conocer el grado de desigualdades que existe en cada país o región, pero sin ninguna intención de explicarlo, menos aún de proponer una alternativa de solución.

Y desde hace cinco siglos, a la pobreza de la mayoría de la población se le agrega otro problema mayor: la desocupación.

b. Un desperdicio en trabajadores desocupados y sub-ocupados

“El hombre tiene una historia porque él transforma la naturaleza […]. ¿Existe un mejor ejemplo de la acción del hombre sobre la naturaleza que las plantas y los animales domesticados? Su domesticación, comenzada hacia diez mil años antes de J.C. no fue acaso el punto de partida del desarrollo, devenido rápidamente irreversible, de múltiples formas de agricultura y de pastoreo que conllevaron profundas transformaciones en la vida social?” ¿Cómo entonces podemos darnos el lujo de desperdiciar a miles de millones de personas aptas y dispuestas a trabajar?

Le Monde informa que “según cifras del Departamento de Trabajo americano, la tasa de desempleo del país ha alcanzado en noviembre 2008 el 6.7%, un record en quince años.” La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, entidad que agrupa a los países más desarrollados del planeta, informa: “se prevé que el número de desempleados en los países de la OCDE se incrementará en 8 millones de personas en los próximos dos años pasando de 34 millones en 2008 a 42.1 millones en 2010.” Basta que una de las tantas crisis que padece la economía americana, como el de “credit crunch” últimamente, para que se anuncie un incremento de 21 millones de desempleados en los meses por venir.

“Un reciente informe de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) revela que 85 millones de jóvenes, entre 15 y 24 años, están buscando empleo sin conseguirlo, lo cual implica que la tasa de desempleo juvenil alcanza el 13%.”

Esto se agrava cuando se sabe que un contrato de trabajo no es necesariamente a tiempo completo. De más en más los contratos de trabajo son a tiempo parcial. Una buena parte de la población activa trabaja en condiciones de subocupación. ¡Qué desperdicio! Es una pérdida neta para la comunidad que limita la tasa de desarrollo del país.

En estas condiciones es difícil aceptar la explicación de Friedrich Hayek cuando él nos dice que “la causa del desempleo se encuentra en un alejamiento del punto de equilibrio entre los precios y los salarios, al cual se puede llegar en una economía de libre mercado y de moneda estable.”

c. Pobreza y desempleo incluso en los “países altamente desarrollados”

“J.K. Galbraith ha comentado acerca de la prosperidad privada y de la pobreza pública. Esto es mucho más significativo por cuanto se refería a los Estados Unidos, según se dice, y de acuerdo a los indicadores convencionales, el país más rico en el mundo. ¿Cómo puede existir pobreza pública en el país más rico y, en verdad, mucho más que en muchos países cuyo PBI en relación con el tamaño de su población es marcadamente mucho menor? Si el crecimiento económico americano, hasta el presente, ha sido incapaz de desterrar la pobreza pública – o, quizás, ha acompañado a su incremento – ¿cómo se puede esperar razonablemente que un mayor 'crecimiento' pudiera disminuirla o desaparecerla?

Ibrahim Warde nos hace notar precisamente que las dudas de Galbraith se confirman. “Con discreción, dos informaciones susceptibles de aclarar una faceta del ‘milagro americano’ han sido comunicadas por los grandes medios de comunicación occidental. De un lado, a contra-corriente de la tendencia mundial, la jornada de trabajo ha aumentado de 4% en los Estados Unidos entre 1980 y 1997. Por otro lado, la diferencia de remuneraciones entre el obrero de una fábrica y el patrón de una empresa, que ya estuvo de 1 a 42 en 1980 es actualmente de 1 a 419. Sin embargo, mientras que el déficit comercial americano se agranda, el crecimiento económico continúa de lo mejor y, 70 años después de la crisis del 1929, Wall Street supera todos sus récord.”

En efecto, así como la tasa de crecimiento de la economía americana va en aumento, su tasa oficial de pobreza ha evolucionado después del año 2000. Desde su más bajo nivel que alcanzó el 11.3% en 2000, el 12.7% en 2004 hasta el 12.3% en 2006. Esto significa que 37 millones de personas estuvieron por debajo del nivel de pobreza oficial en 2004. Son 5.4 millones de más que en el 2000. La tasa de jóvenes pobres a igualmente aumentado del 16.2% al 17.8% en el mismo período. En 2006, 36.5 millones de personas vivían por debajo del nivel de pobreza oficial; 4.9% de parejas casadas eran pobres, es decir, 2.9 millones de personas, contra 28.3% (4.1 millones) por las mujeres viviendo solas.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) informó que en los países desarrollados, especialmente en Inglaterra y Estados Unidos, uno de cada seis jóvenes vive en la pobreza. El informe señala además que en los 29 países que integran la Organización Económica para la Cooperación y el Desarrollo (OCED), una agrupación de los países más ricos, 47 millones de familias viven en condiciones de extrema pobreza, con graves riesgos para su salud.

John Andrew, corresponsal de la BBC Londres, señala: “Surrey es la ciudad más rica de Inglaterra. El ingreso promedio es mayor a £33,000 por año. Hay una marcada prosperidad privada, pero hay un empobrecimiento del servicio público también.”

Francia sigue el mismo patrón de desigualdad a pesar de contar con una economía en pleno crecimiento. “Entre 1982 y 1992, el producto bruto interno (PBI) de Francia ha aumentado en más de un cuarto en términos constantes. No obstante, 7 millones de personas contaban con la sola remuneración mínima de inserción para no encontrarse en la extrema pobreza. Una sociedad de más en más rica, de pobres de más en más numerosos.” En 2006, 7.9 millones de personas vivían por debajo del nivel de pobreza en Francia. Estas personas representaban el 13.2% de la población, una tasa prácticamente estable con relación al 2005.

Una constante en la historia desde hace diez mil años. Aquí el comentario de Paul Lafargue en lo que concierne a la condición de trabajo de los niños. “En el primer congreso de la beneficencia pública desarrollada en Bruselas, en 1857, uno de los más ricos industriales de Marquette, cerca de Lille, M. Scrive, en medio del aplauso de los miembros del congreso relataba con noble satisfacción de un deber realizado: ‘nosotros hemos introducido algunos medios de distracción para los niños. Les enseñamos a cantar mientras que trabajan, a sumar y restar igualmente trabajando: esto les distrae y les hace aceptar con coraje esas doce horas de trabajo que son necesarias para que ellos consigan sus medios de subsistencia.’ ¡Doce horas de trabajo, y qué trabajo, impuesto a los niños que ni siquiera tienen doce años! […]. ¡Es una vergüenza para el proletariado francés!”

Vamos a ensayar, entonces, una respuesta a la paradoja de los tiempos modernos en dos partes. En el capítulo II nos ocuparemos de mostrar quienes son los que crean las riquezas y, en el capítulo III, a quienes pertenecen esas riquezas creadas. Esto nos permitirá explicar: por qué el aumento sin cese del PBI no se traduce en bienestar general.