ELEMENTOS PARA ENTENDER LA CRISIS MUNDIAL ACTUAL

ELEMENTOS PARA ENTENDER LA CRISIS MUNDIAL ACTUAL

Víctor H. Palacio Muñoz
Miguel Ángel Lara Sánchez
Héctor M. Mora Zebadúa

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1. Las crisis generales del capitalismo de 1929-33 y de 1971-1973

La profundidad de la crisis productiva y financiera que vivimos en la actualidad tiene similitudes con las dos últimas crisis generales del capitalismo que se presentaron en las décadas de los treinta y los setenta del siglo anterior.

Comprender sus características y alcances es, por tanto, necesario para explicarnos de manera más cabal la crisis actual.

1.1 La crisis de 1929-1933

Un jueves 24 de octubre de 1929 colapsó el mercado de valores de Nueva York.

Al igual que ahora, la especulación financiera llevó al crack a los Estados Unidos y pronto se propagó a las economías imperialistas y en general a todo el mundo capitalista.

Sin embargo, no todo empezó en esa fatídica fecha.

Dos años antes cayó el mercado de valores de Alemania; en 1928 también lo hizo en Inglaterra y en febrero de 1929 en Francia, lo cual indica que las mismas causas que llevaron al colapso financiero estadounidense, también estaban presentes en Europa, por lo menos.

Ese jueves 24 de octubre en la bolsa se pusieron a la venta 12,894,650 de acciones y casi nadie las compró.

Bajaron las cotizaciones entre 12 y 15 enteros y, para evitar la caída en picada, banqueros y capitalistas individuales compraron acciones en una porción impor tante.

Pero esto no surtió efecto.

Al lunes siguiente (28 de octubre) los índices de las acciones bajaron sensiblemente (por ejemplo, el del periódico Times bajó 49 enteros) y nueva mente se ofrecieron no ya 13 millones de títulos sino 33 millones, con lo que los índices se fueron hasta el piso, en lo que constituyó el peor de los desastes de la historia de la bolsa de valores de Wall Street.

En el Wall Street de Nueva York la especulación fue el principal acicate de su quiebra.

Por un lado, los bancos prestaban capital a intereses bajos, con el cual corredores de bolsa, capitalistas y especuladores en general compraban títulos en la bolsa de valores que daban un rendimiento mucho mayor, que servía para pagar tanto los préstamos como el in terés que devengaban.

“La estructura bancaria… estaba formada por múltiples y pequeños bancos, cuya su pervivencia financiera dependía del alza de los valores de bolsa.

Prestaban casi siempre a corto plazo con un interés del 12%, cuando ellos obtenían créditos de la “Federal Reserve” al 5%.

El negocio era bueno, pero los bancos dependían mucho de la especulación bursátil y contribuían al alza de los valores.

Además no existía control estatal ninguno sobre los bancos.”1

Dos factores más se agregaron a esta lógica de ganancias fáciles y rápidas: el prime ro, la inflación de ese tiempo, que producía la adquisición de dinero barato y acceso fácil a los créditos y el segundo, la existencia de numerosas “compañías de cartera”, poseedoras de grandes cantidades de acciones y que se reproducían gracias al aumento de las cotizaciones en sus valores.

Pero esta, que era una de las manifestaciones principales de la especulación finan ciera, tenía una base material que le daba sustento: las características de la economía mun dial posteriores a la Primera Guerra Mundial.

Las economías imperialistas europeas produc ían poco debido a la destrucción de sus capacidades productivas, con lo que importaban más de lo que podían exportar.

Este déficit se compensaba con los pagos de deuda que hac ían las colonias y semicolonias a los países europeos.

Por su parte, los Estados Unidos se volcaron hacia el fortalecimiento de su economía interna y prácticamente cerraron sus fronte ras a las mercancías que provenían de Europa.

Para éstos se restringía el mercado mundial y el capital invertido no retornaba con la ganancia esperada, producto de las exportaciones.

1 Sandra Susane Silva.

La crisis de 1929.

www.zonaeconomica.org De esta suerte, las oligarquías europeas no conseguían el capital suficiente para sal dar sus deudas con los Estados Unidos, por lo que tenían que vaciar gran parte de sus re servas en oro.

Esta situación precipitó una crisis en 1920, cuya fase de estancamiento duró hasta 1921-1922.

Dos años después la economía mundial entra de lleno a su fase de pros peridad, donde se recuperan los niveles de producción que habían en 1913.

Los principales países europeos ven fortalecidas sus monedas, con lo que vuelven al patrón oro.

Para la oligarquía norteamericana, que dio un fuerte empuje a su mercado interior, eran años dora dos, pues con la generalización de las formas tayloristas y fordistas de trabajo aumentaba la producción a gran escala y penetraba cada vez más en el mercado mundial tanto con sus mercancías como sobre todo con su exportación de capitales en forma de préstamos.

Se convirtió en el principal proveedor de materias primas, de alimentos y productos industriales del planeta.2

Sin embargo, ya desde 1927 en Europa se empezaron a mostrar los signos de que se avecinaba de nuevo otra crisis.

En Alemania, por ejemplo, la caída de su bolsa de valores anunciaba problemas en su estructura productiva.

Para fines de 1928 la industria acerera se declaraba en suspensión de pagos, arrastrando consigo otras ramas conexas y al aparato productivo en su conjunto.

En el resto de Europa y en los Estados Unidos caía la industria de la construcción y industria manufacturera, así como la producción agrícola en todo el mundo.

Nuevamente aumentó el desempleo y el paro.

Pero el sistema bancario y el financiero en su conjunto tenían una valoración errónea de la marcha de la producción, pues consideraban que eran situaciones pasajeras y no cla ros síntomas de sobreacumulación.

No sólo especulaban con los préstamos bancarios a ba jas tasas de interés para comprar acciones que producían altos rendimientos, sino además con el sector inmobiliario en Florida.

“En él se dieron cita todos los elementos clásicos de la excitante burbuja especulativa.

O, por lo menos, se conjugaban los más esenciales e indispensables… Tan extraordinario sería el evento que playas, pantanos, charcos y fregaderos comunes disfrutarían la sublime bendición de una creciente revalorización.

”3 De inmediato se dividieron las tierras y se vendieron con un enganche del 10% de su valor.

Los títulos de propiedad empezaron a ir de mano en mano, cada vez inflados de valor conforme se revendía, hasta alcanzar sumas estratosféricas: los terrenos que se encontraban al interior de Mia-

2“…la prosperidad indefinida y el optimismo se extendían por todas partes.

Eran los años dorados del consumismo y de la exaltación nacionalista.

Se creía alcanzada la meta de ser una sociedad opulenta.

El clima de confianza se tradujo en la compra de acciones de las empresas industriales por parte de un gran número de la población, siendo la Bolsa de Nueva York el centro de la economía mundial, a donde llegaban capitales de todos los puntos del planeta.” La crisis de 1929. http://www.portalplanetasedna.com.ar/crisis29.htm 3 Galbraith, John K.

Pero esta tendencia a la separación de la realidad por quienes especulaban con los títulos hipotecarios de Florida se quedaba corta frente a la oleada de especuladores que se enriquecían de manera fácil en la bolsa de valores.

El auge de la producción de fines de 1927 y principios de 1928 alentaba esta tendencia y la especulación se reforzaba con las prédicas optimistas de varios personeros de la industria y del gobierno norteamericano.

Cada pronunciamiento, cada gesto de optimismo inyectaba la euforia por comprar y vender títulos accionarios.

Había una sincronía entre los bancos, que prestaban el capital a los agentes de cambio; los especuladores, que los recibían para compran y vender acciones; los responsa bles de la bolsa de valores, que permitían y alentaban estas operaciones, y el gobierno, que validaba el proceso de conjunto.

Las cantidades de capital que movían los agentes de cam bio constituían uno de los índices más claros de la especulación real, como se puede obser var en el Cuadro 1.

Primero eran los especuladores individuales estadounidenses los benefi ciados; posteriormente llegaron a Wall Street especuladores de otros países, pues el pago del 5% de interés al cambiar de mano los títulos era una ganancia admirable; pero cuando llegaron a pagar el 12% de rendimiento, hasta las sociedades financieras e industriales en traron a financiar la actividad especulativa en vez de reinvertir en su actividad productiva.

Por ejemplo, la Standard Oil Co.

De Nueva Jersey y la Electric Bond & Share canalizaban 69 y 100 millones de dólares al día para el call market, respectivamente.

“Y muchas más compañ ías comenzaron a prestar sus fondos de reserva por mediación de Wall Street.

Elaborado con base en Galbraith, John (1976), p. 54.

“Pero aún había en aquella época métodos mejores para hacer dinero.

En principio, los bancos de Nueva York podían pedir dinero prestado a la Reserva Federal al 5%, para prestarlo a su vez en el call market al 12%.

En la práctica fue lo que hicieron.

Esta operación de arbitraje fue, posiblemente, el negocio más redondo realizado hasta entonces.”5

Desde el punto de vista del movimiento del capital ficticio, la clara manifestación de que se había llegado al momento del estallido de la burbuja financiera consistía en que ni los funcionarios de las entidades gubernamentales asociadas con el manejo financiero del capi tal, tales como la Reserva Federal, e incluso el mismo Presidente, se arriesgaban a intervenir en el movimiento especulativo para no ser señalados como responsables de haber interrum pido el frenesí de la ganancia, como mucho menos los especuladores.

Galbraith lo sintetiza así: “Las consecuencias de una acción eficaz parecían casi tan terribles como las subsi guientes a la inacción e, incluso, podían ser peores aún para quienes tomasen la iniciativa de la acción.”6 Pero desde el ángulo de la marcha de la economía, los signos del estallido de la crisis ya se habían anunciado con nitidez, al ir cayendo una a una la producción de distintas ramas de la economía.

“Y si el sistema económico es causa, el mercado de valores es el efecto, y nunca al revés”.7

Finalmente, el entramado especulativo que llevó a la construcción artificial de enor mes sumas de capital ficticio estalló a fines de octubre de 1929.

Especuladores individuales, bancos, trusts de inversión y empresas vieron el desplome súbito del valor de sus títulos ac cionarios.

La cadena de derivados construidos por la acción perversa de la especulación, tales como las afianzadoras, se desvaneció.

El crack financiero actuó sobre la producción, acentuando su crisis, pues se paralizó la inversión.

“La deflación, la caída de la producción, la acumulación de stocks, el desempleo masivo, la contracción del comercio mundial y la ruptura del sistema de pagos internacionales marcaron la coyuntura en la mayoría de países capitalistas avanzados.”8 Para el año 1933 en los Estados Unidos el desempleo alcanzó a 13 millones de obreros; en Alemania siete millones y tres millones en Inglaterra.

El sistema bancario entró en crisis al quebrar 5,096 bancos entre 1929 y 1932, con lo que se produjo una gran centralización de los que quedaron en pie; por el lado de la producción, quebraron más de 30 mil empresas

A nivel mundial la producción industrial cayó de 1929 a 1933 un 38% y con ella se re dujo sensiblemente el comercio mundial, pues cada nación imperialista se recluyó en sus colonias, semicolonias y los países dependientes para drenar plusvalor hacia las metrópolis.

Lo que quedó de los capitales norteamericanos que se exportaron hacia Europa pronto regresaron a su lugar de origen, acentuando las quiebras bancarias sobre todo en Alemania y Austria y polarizando las tensiones con los ingleses.

Por su parte, las oligarquías que perdieron en la Primera Guerra Mundial destinaron grandes inyecciones de capital en programas armamentistas de gran aliento.

Para el caso de las economías subdesarrolladas el impacto fue mayor, pues al des plomarse la producción en las naciones imperialistas, dejaron de importar las materias primas que aquéllas producían y dejaron de llegar los capitales.

Exceso de mercancías, restricción del consumo interno y paralización del aparato productivo, fueron comunes en estas naciones, sobre todo las que estaban atadas fuertemente a la economía norteamericana.

El efecto social inmediato de la crisis de 1929-33 fue el aumento vertiginoso del des empleo, pues a nivel mundial alcanzó los 40 millones, poco más del 25% del total de la fuerza de trabajo; con ello, la notable precarización de la clase obrera de la ciudad y el campo y niveles extremos de la concentración de la riqueza en los sectores oligárquicos que salieron beneficiados con la especulación financiera; el descenso demográfico también fue una de las secuelas presentes en la Gran Depresión, así como la salida fascista en algunas de las economías imperialistas frente al temor del auge revolucionario inspirado por el socialismo soviético.

El eje principal que empleó el gobierno norteamericano para alentar la reanimación de la economía consistió en fuertes inyecciones de capital que se tradujeron en el desarrollo de la obra pública, el drenado de crédito hacia el sector productivo y el aliento del consumo masivo, conocido como el New Deal impulsado por Roosevelt.

Algo similar hicieron los países imperialistas europeos, pero ello no evitó que el crack de 1929-33 hiciera entrar en crisis también al sistema monetario internacional, cuya manifestación más aguda se vio con el abandono por Inglaterra de la conversión de su moneda al oro, devaluándose la libra 30% y arrastrando tras de sí a cerca de 30 monedas a escala planetaria.

El período llamado de la Gran Depresión duró prácticamente toda la década de los años treinta, tiempo durante el cual cada oligarquía imperialista reacomodó sus fuerzas y su capital para salir del marasmo económico y social.

La solución más expedita a la valorización del capital finalmente se inclinó por el lado de la guerra, al despuntar el fascismo alemán la confrontación con el resto de Europa y con la URSS para disputar la hegemonía planetaria.