ELEMENTOS PARA ENTENDER LA CRISIS MUNDIAL ACTUAL

ELEMENTOS PARA ENTENDER LA CRISIS MUNDIAL ACTUAL

Víctor H. Palacio Muñoz
Miguel Ángel Lara Sánchez
Héctor M. Mora Zebadúa

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SEGUNDA PARTE. ESTADOS UNIDOS: ¿CRISIS FINANCIERA O CRISIS ECONÓMICA?

Introducción

El capitalismo a nivel mundial está viviendo una situación complicada, toda vez que a partir de 2006 y 2007 se inició un proceso de contracción económica en las principales variables macroeconómicas que desencadenaron una crisis económica que devino en crisis financiera.

En este apartado nos abocamos a presentar el comportamiento de la economía nor teamericana, sus principales tendencias y hacia dónde puede arribar todo este proceso.

Los aspectos teóricos han sido relativamente omitidos en forma deliberada para dar paso a lo que está ocurriendo en los hechos.

1. Breve paréntesis teórico

En teoría económica existen dos grandes escuelas: la ortodoxa y la heterodoxa.

En la prime ra se halla la teoría dominante: la neoclásica, que todos conocemos como neoliberal; la corriente heterodoxa está representada por los marxistas, keynesianos, poskeynesianos, ka leckianos, etcétera.

En el caso de la escuela neoclásica observamos que, desde que viene siendo aplica da a través de la política económica, ha fracasado.

Véase lo ocurrido en nuestro país de 1982 a la fecha y quedará claro por qué las equivocaciones de quienes aplican estos instru mentos no han servido.

Transcribiremos un fragmento que arrojará luz sobre este asunto.

“¿Por qué se equi vocan tanto los expertos? En general, se equivocaron porque la teoría económica es una disciplina científicamente subdesarrollada, desvergonzadamente dominada por la pura ideología.

La escuela imperante de pensamiento económico durante la Gran Depresión (de 1929) era, y sigue siéndolo al día de hoy, la escuela "neoclásica" o marginalista.

Pero en el mundo "neoclásico" no existen cosas parecidas a las crisis.

No habita en el mundo real en que vivi mos, sino en un mundo sin clases sociales, compuesto de "consumidores" y "productores"; un mundo armonioso, modelado por lo general con instrumentos procedentes de la física matemática.

En ese mundo no hay historia; no hay pasado, no hay presente, no hay futuro.

En ese mundo nunca sucede nada importante, y desde luego ningún acontecimiento ca tastrófico.

Ese mundo marginalista irreal, insípido y a-histórico debería haber sido abandona do hace mucho tiempo, particularmente después de la Gran Depresión.

Sin embargo, su apariencia de elegancia matemática, ligada a su integrista y descarada defensa del capita lismo, o del "libre mercado", según prefieren sus partidarios, lo ha mantenido con vida.

Huel ga decir que desde los días de la Gran Depresión la teoría neoclásica ha sido enmendada aquí y allí con algunas ideas tomadas del aristócrata británico John Maynard Keynes, ideas que trataban de enriquecer con ciertas dosis de realidad a una teoría de todo punto irreal.

Pero el resultado de la llamada "síntesis neoclásica" o "neokeynesianismo" no es más que una amalgama de ideas dispersas, confusas e incoherentes que sirven como pasto a los estudiantes de teoría económica bajo la rúbrica de "micro" y "macroeconomía".

“Esa triste situación no fomenta precisamente el análisis inteligente del pasado o del presente.

Tampoco permite pronosticar el futuro, señaladamente las crisis.

Como observaba críticamente un artículo firmado en 1988 por varios economistas ortodoxos y publicado en el periódico económico ortodoxo por antonomasia: "Ni los actuales especialistas en pronósti cos, ni los analistas contemporáneos de series temporales habrían podido predecir las imponentes caídas de producción que siguieron al crac [de 1929]".

En otras palabras, no había nada en la caja de herramientas de la teoría económica de la época de la Gran Depresión, ni hay nada en la versión moderna de la teoría económica ortodoxa, que nos permita entender la naturaleza de los desplomes económicos graves y predecirlos.

Sin embargo, proliferan las explicaciones de las causas de las crisis: “Entre otras causas, las estropicios financieros de 2008 han sido atribuidos a las obligaciones hipotecariamente respaldadas, particularmente a las vinculadas con hipotecas subprime; a la burbuja inmobiliaria, que fue a peor por culpa del préstamo predatorio, temerario en la estimación de riesgos y laxo en los criterios de conce sión; a los instrumentos financieros exóticos o derivados, supuestamente diseñados por algún niño prodigio de las matemáticas o de la física en Wall Street, por ejemplo, los créditos de cobertura mutua; a los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001, la posterior inva sión norteamericana de Irak y la consiguiente subida del precio del petróleo; a la exuberancia irracional en el mercado de valores, seguida de un mercado bajista; a la continuada reduc ción de las tasas de descuento por parte de la Reserva Federal y a sus tasas directrices en 2001-2003, yerros del presidente de la Fed, Alan Greenspan, que declaró recientemente sentirse en un "estado de estupefacción e incredulidad" al descubrir que "el interés propio de las instituciones de crédito" podía ser compatible con una "desprotección del valor patrimonial"; a la desregulación del sector bancario, particularmente a la Ley de Modernización de los Servicios Financieros de 1999 o Gramm-Leach-Biley Act; a los problemas de liquidez en general; a la falta de confianza en el sistema financiero y el mercado crediticio, etc.” (Fayaz manesh, 2008).

Dentro de la heterodoxia económica utilizaremos, fundamentalmente, la postura marxista.

Esta plantea que en épocas de crisis, en que el crédito se reduce o desaparece en absoluto, pronto el dinero se enfrenta de un modo absoluto a las mercancías como medio único de pago y como la verdadera existencia de valor.

De aquí la depreciación general de las mercancías, la dificultad, más aún, la imposibilidad de convertirlas en dinero, es decir, en su propia forma puramente fantástica (véase Marx, 1973).

Al respecto, Mandel agrega un punto de vista que bien puede resumir lo que se está viviendo en estos momentos: “la crisis capitalista es una crisis de sobreproducción de valores de cambio.

Se explica por la insuficiencia, no de la producción o de la capacidad física de consumo, sino de la capacidad de pago del consumidor.

Una abundancia relativa de mer cancías no encuentra su equivalente en el mercado, no puede realizar su valor de cambio, resulta invendible y arrastra a sus propietarios a la ruina” (Mandel, 1980).

El formidable despegue del capital financiero especulativo respecto del capital productivo está en la esencia del estallido de la burbuja financiera que comenzó con el derrum be de los créditos hipotecarios en los EE.UU. que ilustran la avidez por la ganancia fácil, sin sustento real, propio de los mercados derivados (los que operan sin un valor intrínseco).

El capital financiero nace del ahorro de la parte no consumida del producto social transformada en capital-dinero por los Bancos y que también incluye el valor excedente del capital fijo no empleado en su renovación hasta que se completen las amortizaciones que habilitan su re posición.

Ésta es la base real en que se asienta el crédito, indispensable para impulsar el proceso de acumulación capitalista.

Condición sistémica al margen de los complejos instru mentos financieros que potencian los recursos disponibles.

Pero cuando éstos se independi zan de dicho soporte y de la producción de mercancías reales generando una masa de valores ficticios, tarde o temprano emergen las crisis que evidencian las contradicciones internas del sistema y cuya magnitud surge a posteriori según sean los factores que intervienen en cada caso (Cerletti, 2008).

Dice Cerletti: “Cuando se precipita la crisis, se produce la estampida de los patrones del sistema que corren presurosamente a refugiarse en valores “reales”, se trate del oro, promesas “fiables” como los bonos del tesoro de los EE.UU., o de activos que suponen am parados por su “solidez” económica, en rigor reblandecida por la crisis.

Lo cual se refleja en la caída de las Bolsas de casi todo el mundo que incineran formidables masas de valor con el vertiginoso derrape de las acciones, fenómeno que exhibe el “espanto” que preludia la proliferación de mercancías invendibles inherente a la expansión de la crisis” (Ibid.).