REMOLINOS Y CIRCUNVALACIONES. ELEMENTOS DE MATERIALISMO CRÍTICO

REMOLINOS Y CIRCUNVALACIONES. ELEMENTOS DE MATERIALISMO CRÍTICO

Edgardo Adrián López

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Capítulo VIII. Distintas miradas en torno a la “ideología”

I

El marxismo ortodoxo, sus comentadores y los “críticos” del pensamiento del cofundador de la Internacional, sostienen que “ideología” es una “falsa conciencia”. Si bien esta expresión guarda algo de interesante, en los marxistas, los glosadores de manuales y los supuestos críticos de la teoría de Marx, alimentó lagos de tinta, aparcándose en concepciones simplificadoras de los fenómenos ideológicos.

Es más, se llegó a hipotizar que las complejas y sutiles estrategias de resistencia de las clases explotadas y del resto de los integrantes de los conjuntos subalternos, podían siempre reducirse a patrones ideológicos. Últimamente y según lo que nos anoticia una investigadora argentina, Beatriz Sarlo, algo indecisa entre las modas y la posmodernidad..., la Sociología de la cultura (Michel de Certeau), la Sociología de los procesos de lectura o del libro (Roger Chartier) y los análisis culturales (vg., los de raigambre estadounidense), etc., pusieron de manifiesto que las “tretas del débil” (como dijera la brillante intelectual Josefina Ludmer), concretadas por los enredados en juegos y mallas de poder, no se inducen por una sencilla toma de conciencia política e ideológica, sino por mecanismos infinitamente menos toscos (el planteo puede consultarse en Tiempo pasado).

El mecanicismo al que da lugar la hipótesis de la ideología en tanto que conciencia falsa, es que se asume que lo ideológico es nada más que error y no por ejemplo, una forma de conocimiento o de clasificación del mundo. Es además, un “reflejo” plus ou moins, directo de las condiciones de vida de los que son hilvanados por determinadas ideologías.

Para apreciar lo productivo de comprender lo ideológico como “falsa conciencia”, hay que modificar un poco la expresión original. Si la conciencia es conciencia de o respecto a, no puede ser falsa o verdadera; es conciencia y punto. Por lo demás, las palabras “verdadero”, “falso” son aplicables al ámbito de la ciencia, no en otras cuestiones, según lo que demostramos.

Lo que habría que proponer entonces, es que la ideología no es una conciencia “falsa” sino distorsionada o “defectuosa”. Es oportuno enunciar también que es una conciencia “encubridora”. Está distorsionada con relación a la existencia de la dominación, del poder, de las desigualdades, de las jerarquías, de las exclusiones, de las élites, etc. Esto es, la ideología impide que seamos capaces de ver que hay explotación, dominio, poder, élites, etc. En ese sentido, los que repelen una teoría de las élites compaginada con la hipótesis de los grupos sociales y de las clases, pueden caer presos de anteojeras ideológicas.

Arrebatados hacia otros horizontes, recordamos que un marxista un tanto estimulante, llamado Göran, delinea que la ideología contribuye a que los oprimidos se resignen a su situación y se conformen con el curso de los hechos.

El pensador arriba citado, esgrime que lo ideológico no es únicamente un fenómeno de clases, sino que es dable constatar ideologías que no son de clase, como las de reivindicación de las identidades de género, étnicas, sexuales, religiosas, etc. Las lesbianas, los homosexuales, los “swingers”, etc., militan por sus prácticas sexuales de acuerdo a ideologías que no son de clase (las élites también poseen sus ideologías).

Cabe aclarar que la concepción de lo ideológico en tanto que “falsa conciencia”, se encuentra en La ideología alemana, pero fue atrofiada en beneficio de la visión simplificadora y de impronta leninista. Sin embargo, no es obligatorio conservar la noción de lo ideológico en calidad de conciencia falsa, dado que es factible aprehenderla como un proceso de significación.

Esta línea argumental se ubica en los Escritos sobre Epicuro. Su autor hace derivar la palabra griega “ideologuein”, que significa “sistema de ideas”, a “ideología”. El traductor advierte que el paso dado por Marx es ilegítimo o cuando menos, un abuso de las resonancias semánticas. La cátedra no lo sopesa de esta suerte y aprecia en ello, la intuición de caracterizar lo ideológico en calidad de un proceso de semiotización o de significación. En cuanto tal movimiento o devenir, la ideología es una semiotización que encubre las condiciones de desigualdad, desplaza su tematización, justifica la inacción política para alterar las mencionadas condiciones, distorsiona la perspectiva acerca del dominio, etc. No existe la más mínima necesidad de apelar a la idea de “falsa conciencia”, así sea en su sentido disparador.

II

Greimas, un semiólogo estructuralista, sostiene que lo ideológico es la manifestación de “superficie” de las estructuras axiológicas “profundas”. Es como si la ideología fuera la parte “visible” de un “iceberg”, cuya fracción “sumergida” son las axiologías o los sistemas de valoración, sistemas que son casi siempre, binarios (bueno vs. malo, bien vs. mal, justo vs. injusto, justicia vs. injusticia, etc.).

Bourdieu, que suele criticar el concepto por confundir la versión sencilla de los seguidores dogmáticos del admirado por Engels, con la perspectiva propia de su firma, define lo ideológico como lo integrado por una “sociodicea” y/o una “teodicea”. La primera es una serie de postulados acerca de la estratificación social. La “teoría” ortodoxa de las clases, que procura reducir lo enmarañado de la estratificación de las comunas concretas, a los parámetros tradicionales de las clases, es una “sociodicea” o visión ideológica de los segmentos sociales (en paralelo, es una sociodicea la concepción que reniega del categorema élite). Por este motivo, para eludir que la hipótesis de las clases y de su pugna, opere como una mirada sesgada, es que debemos apelar a la teoría de los grupos y de las élites.

La teodicea a su vez, es una perspectiva en redor de lo vinculado con lo sobrenatural y/o los dioses.

Ambos elementos no tienen que estar sí o sí, presentes de manera simultánea; puede haber uno de ellos o los dos.

Fontana, un marxista ibérico, enarbola que la ideología establece no sólo una óptica de los lugares sociales que ocupan los segmentos colectivos, sino una perspectiva en torno a la Historia, a la función de la memoria y respecto al tiempo.

Zizek, un psicoanalista filo marxista, aplica de una forma inteligente, la noción de “sinthome”, de Lacan, al estudio de lo ideológico.

El “sinthome” es diferente del “síntoma”. Éste es una especie de “señal” que le avisa al analista que el paciente no asimiló determinados dolores o “traumas”, sobre los que le cuesta mucho hablar o significarlos. Por su lado, el “sinthome” es aquello que nos fascina y nos atrapa, causando efectos negativos en nuestras vidas. Zizek concluye que la ideología es un “sinthome” en la escala en que lo ideológico cautiva a sus cultores, restándoles libertad y hasta suscitando consecuencias destructivas en sus existencias.

Por último, Althusser distingue entre ideologías “prácticas” e ideologías “teóricas” o abstractas. Las primeras serían las costumbres, tradiciones, leyendas, etc. Las segundas serían los mitos, las religiones, la filosofía, etc. Engels comparte la postura de evaluar los mitos y religiones en tanto formas de ideología (El Anti-Dühring, p. 256).

Teun van Dijk opina que lo ideológico es un proceso de conocimiento y hasta de clasificación.

Como marxistas no dogmáticos y abiertos a los aportes de diversas corrientes, sin caer en el eclecticismo cómodo y rentable, creemos que todas estas visiones alrededor de las ideologías son fructíferas. Cada cual enfoca un rasgo que las demás ignoran, soslayan o desvalorizan.

Para terminar, queda discutir qué otra práctica política revolucionaria o transformadora, sería dable emprender a partir de una traducción alterna de la primera oración del Manifiesto.