AGUAFUERTES II. RESUMEN Y CRÍTICA DE GENTES, CIUDADES Y RIQUEZA
 La transformación de la sociedad tradicional, del neomalthusiano Edward Arthur Wrigley

AGUAFUERTES II. RESUMEN Y CR?TICA DE GENTES, CIUDADES Y RIQUEZA LA TRANSFORMACI?N DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL, DEL NEOMALTHUSIANO EDWARD ARTHUR WRIGLEY

Edgardo Adrián López

Volver al índice

 

 

7.2. Crecimiento urbano y agricultura

A causa de los datos imprecisos que poseemos del ayer, la productividad agrícola es muy difícil de calcular de forma directa. A los fines de evaluarla, plantearemos asunciones previas que consistirán en afirmar que el consumo de alimentos per cápita no varió entre 1520 y 1820. Durante ese lapso, Inglaterra no fue ni importador ni exportador neto de alimentos (1992: 234). El primer supuesto es discutible y el segundo es incorrecto para el siglo XVIII. En las primeras décadas, la isla fue exportadora neta de grano y en sus postrimerías, importantes cantidades de carne y grano se introducían desde Irlanda.

En 1520, el porcentaje de habitantes que vivía en ciudades era del 5, 25; en 1801, un 27, 5 %. Esto indica un incremento notable de la productividad agrícola. Para calcular cuántas familias eran suficientes para mantener a qué cantidad de otras familias, se tiene que efectuar (100 x {100 / [100 – 5, 25]}), lo que arroja que para 1520, 100 familias rurales eran capaces de sostener a otras 106 familias. Por idéntico procedimiento, resulta que en 1801, 100 familias alimentan a 138. La diferencia entre 106 y 138 indica que la productividad de 1801 era un 30 por ciento mayor que la de 1520.

Una de las barreras de este tipo de cálculo, es que no puede medir la productividad cuando hay también un retroceso en la proporción de la fuerza laboral dedicada a la agricultura (1992: 235). Y no caben dudas respecto a que tal disminución aconteció: en algunas zonas rurales, el crecimiento de los empleos no agrícolas fue tan significativo como para empequeñecer el de la población atareada en la tierra. Cálculos recientes ponderan que la fuerza de trabajo masculina dedicada a la agricultura era del 22, 3 por ciento en 1700, del 26, 1 % en 1740 y del 13, 7 por ciento en 1811. No obstante, las estimaciones son poco convincentes porque las cifras resultan tan elevadas que, de ser asumidas, habría que considerar una caída muy aguda en las ocupaciones rurales, lo que no es una hipótesis plausible (1992: nota 16 en p. 236). Empero, en casi todas partes los hombres censados como jornaleros, agricultores, granjeros, tendían a descender. Por lo demás, muchos individuos tenían más de una actividad: así, ciertos jornaleros eran también artesanos en las épocas en que el trabajo rural era escaso. De ahí que lo ideal sea escalar las horas laborales según diferentes clases de tareas, y no medir la productividad imaginando a las personas orientadas a un sólo tipo de actividad (1992: 236).

Para 1801 hay que estimar que un 35, 9 % de la población rural se dedicaba a la agricultura, a la pesca y a las actividades forestales. Si suponemos que la población rural abarcaba un 72, 5 por ciento, la primera cifra representa alrededor del 50 % ({35, 9 / [72, 5 x 100]}); esto es, de 100, 72 individuos vivían en el campo y de ellos, 36 se atareaban en el sector primario. Las estimaciones hacia atrás tienen importantes márgenes de error, pero se puede evaluar que en 1520, un 80 por ciento de la población dedicada a la agricultura no es una cifra extrema. De 100, 72 personas eran habitantes rurales y de ese grupo, 56 laboraban la tierra. En 1670, tenemos el 70 % (34 personas de 72) y en 1700, 66 por ciento (30 individuos de 72). En este caso, la curva de la cantidad de fuerza de trabajo invertida por la sociedad en el sector primario, no es una gráfica con una caída pronunciada (cf. supra).

Au fond, hay que dividir a la comunidad en tres grupos: la población dedicada a la agricultura, la urbana y la rural no dependiente de las labores agrícolas (1992: 237). Es probable que la gente orientada hacia la agricultura, entre 1600 y 1750, apenas variara. Pero la población rural dedicada a la agricultura entre 1520 y 1801 ascendió desde un 20 % a un 50 por ciento, es decir, los individuos encargados de labores rurales no agrícolas disminuyeron (loc. cit.). Esto implica a su vez que la cantidad de personas ocupadas en tareas rurales no agrícolas no era tan baja como se suele creer, aun para 1520. Un censo de 1608 en una localidad atípica pero que impugna nuestras imágenes, demuestra que sólo un 46, 2 % de los varones de entre 20 y 60 años se dedicaba a la agricultura, en el contexto de una población rural del 70 por ciento. Es decir de 100, 70 personas habitaban en el campo y de éstos 31 se atareaban en el trabajo de la tierra (ello significa que un 23 % se orientaba hacia tareas campestres no agrícolas, id est, 15 individuos de 70 -1992: nota 20 de p. 241).

La producción se incrementó en un 80 por ciento en los primeros 90 años del siglo XVIII. Pensando que la fuerza de tarea agrícola creciera en un 13 % a lo largo del siglo, el incremento de la producción por hombre osciló entre un 52 y un 59 por ciento (1992: nota 18 de p. 237). Lo que supone un fuerte incremento de la productividad no sólo para el siglo XVIII, sino para la etapa anterior dado que hay que vislumbrar cierto proceso de desarrollo previo. En realidad, el incremento de la productividad para todo el período, desde 1520 a 1811, se ubica entre el 60 y el 100 % (1992: 241). Creció más rápido en el siglo XVII y comienzos del XVIII, que en el siglo XVI (1992: 242).

Parece haber pocos testimonios, en la Edad Moderna, de una desnutrición generalizada en Inglaterra como para provocar la muerte. Incluso las peores cosechas no provocaron grandes mortandades (1992: 241/242). Sin embargo, es obvio que el consumo de alimentos decrecía cuando los salarios se deterioraban y que se gestaban cambios en la composición de la dieta.

En otro orden de cuestiones, en la Inglaterra de la Edad Moderna el crecimiento de las actividades industriales y del comercio, son testimonios del uso predominantemente productivo que se otorgó a los excedentes abultados del sector agrícola (1992: 243).